18 DE NOVIEMBRE
LA DEDICACION DE LAS BASILICAS
DE LOS SANTOS APOSTOLES PEDRO Y PABLO
EN ROMA
DE LOS SANTOS APOSTOLES PEDRO Y PABLO
EN ROMA
Epístola
– Apoc; XXI, 2-5.
Evangelio
– San Lucas; XIX, 1-10.
En
el mes de agosto hemos celebrado la Dedicación de la Basílica de Santa María la
Mayor y últimamente la del Salvador de Letrán; y ahora nos invita la Iglesia a celebrar en
un mismo día las dos basílicas
de San Pedro y San Pablo, en
Roma. Estas son las cuatro basílicas que los peregrinos deben visitar en los
años jubilares para ganar la
gran indulgencia que los Papas
suelen conceder cada 25 años. Si
no podemos ir a Roma y orar en estos templos augustos, la Liturgia, al menos, nos ayuda a participar de las gracias que piden
los peregrinos en las tumbas de
los Apóstoles y que la Iglesia
imploró para todos los fieles en el día de la Dedicación.
LA BASÍLICA DE SAN PEDRO. —
Después de sufrir el martirio que según todas las
probabilidades tuvo lugar en el circo mismo de Nerón, los restos de San Pedro fueron enterrados al otro
lado de la Vía Cornelia; más tarde fueron
expuestos a la veneración de los fieles en una capilla pequeña que edificó el
Papa Anacleto y que hasta el
siglo tercero fué el lugar de las sepulturas papales. A continuación de la paz de la Iglesia,
Constantino mandó erigir sobre la tumba del príncipe de los apóstoles una
basílica que terminó Constantino
II y en 806 destruyeron los sarracenos. Esta basílica sirvió de teatro a
solemnidades grandiosas: en su recinto se celebraba al fin de las cuatro témporas la Vigilia de
las ordenaciones en ella se terminaba la magna "Letanía" del 25 de
abril y en ella fué consagrado y coronado
el emperador Carlomagno. Restaurada,
aunque modificada totalmente de aspecto,
la basílica existía aún en el siglo XV. Pero con la ausencia de los Papas, durante su estancia en Avignon, se deterioró tanto, que
Nicolás V decidió derribarla y reconstruirla en el mismo lugar. Su sucesor Julio II confió la
obra en 1505 a Bramante. Al
morir éste la continuó Miguel
Angel, que fué también el que levantó la grandiosa cúpula que domina a la basílica siendo su mayor ornamento,
realmente fascinador. Por fin,
el 18 de noviembre de 1626, terminada ya la basílica, Urbano VIII la consagró. A partir del fin de la edad media, los Papas dejaron su palacio de Letrán por el del
Vaticano, trasladando a San Pedro, por el hecho mismo, muchas solemnidades. El
concilio ecuménico de 1870
consagró este cambio, y poco después, la basílica Vaticana se convertía, por la fuerza de las cosas, en la catedral efectiva de los
Papas. En sus criptas descansan
los restos de muchos de ellos,
desde Inocencio XI (1676-1689) hasta San Pío X y sus sucesores, sin contar los Pontífices de la Edad Media
cuyos restos se trasladaron a las mismas.
LA BASÍLICA DE SAN PABLO. —
Desde el lugar de su martirio "ad Aquas Salvias" el cuerpo del apóstol San Pablo fué llevado a dos millas próximamente
de Roma y enterrado en la Vía de Ostia.
Allí se construyó un oratorio, muy parecido al de San Pedro del Vaticano,
atribuido comúnmente al Papa
Anacleto Constantino levantó
encima de esta tumba una basílica cuyas dimensiones le
parecieron demasiado modestas al emperador Valentiniano, el cual, en el 368, dispuso reemplazarla por
una amplia basílica de cinco
naves. Teodosio continuó la obra comenzada y su hijo Honorio la terminó. Los
estragos cometidos por los Sarracenos siendo Papa San León IV (847-855),
determinaron a Juan VIII (872-882) a rodear la basílica y el monasterio ya existente con una muralla
y fundar de ese modo una ciudad
fortificada que tomó el nombre
de Johannópolis. La Basílica conservó su antiguo aspecto hasta el incendio: que la destruyó la noche del 15 al 16 de
julio de 1823. A las llamadas de los Papas respondieron al
punto los donativos de toda la
cristiandad y aun de los
disidentes e infieles, y el 5 de octubre de 1840, Gregorio XVI pudo consagrar el transepto y el altar mayor,
debajo del cual quedó oculta la
tumba del Apóstol. Catorce años después, la definición de la Inmaculada Concepción*
(8 de diciembre de 1854), daba la
oportunidad de asistir el 10 de
diciembre a 185 cardenales, arzobispos
y obispos a la dedicación que Pío IX hacía del nuevo San Pablo. El Papa quiso conservar la conmemoración de la
Dedicación en la fecha
tradicional del 18 de noviembre, y León
XIII el 27 de agosto de 1893 elevó la fiesta al rito de doble mayor para toda la Iglesia.
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