SEGUNDA VERDAD:
TENEMOS ALMA
EL HOMBRE, CRIATURA DE DIOS, POSEE UN ALMA INTELIGENTE,
ESPIRITUAL, LIBRE E INMORTAL
TENEMOS ALMA
EL HOMBRE, CRIATURA DE DIOS, POSEE UN ALMA INTELIGENTE,
ESPIRITUAL, LIBRE E INMORTAL
37. P. ¿Qué es el
hombre?
R. El
hombre es una criatura racional compuesta de cuerpo y alma. El hombre es una criatura,
es decir, un ser que viene de la nada por el poder de Dios. Es una criatura racional,
es decir, inteligente, capaz de discernir el bien del mal, lo verdadero de lo
falso, lo justo de lo injusto. Es la razón la que distingue eminentemente
al hombre del animal y de las otras criaturas del mundo visible. El hombre se
compone de un cuerpo y de un alma. El cuerpo es esta envoltura exterior,
esta substancia material que vemos, que tocamos; se compone de diversas partes:
son nuestros miembros y nuestros diversos órganos. El alma es una
substancia invisible que vive, siente, piensa, juzga,
razona, obra libremente y da al cuerpo el ser, el movimiento y la
vida. La unión del alma con el cuerpo constituye al hombre y lo hace un
ser intermedio entre los ángeles, que son espíritus puros, y las criaturas sin
inteligencia o son vida, que son materia. Así, pues, el cuerpo y el alma son dos
substancias distintas, y su unión íntima, substancial, personal, constituye el
hombre.
38. P. ¿Es cierto que
tenemos alma?
R. Sí;
es muy cierto que tenemos alma, pues hay algo en nosotros que vive e imprime
el movimiento a nuestros miembros; algo que siente, que conoce,
que piensa, raciocina y obra libremente. Pero como el
cuerpo por sí mismo es inerte, sin vida, sin sentimiento, sin inteligencia y
sin voluntad, un cadáver, debemos concluir que hay en nosotros algo diferente
del cuerpo, y ese algo es el alma. Se llama alma, en general, el principio
vital que da la vida a los seres vivientes de este mundo sensible; la planta,
el animal, el hombre. Pero como el alma del hombre es
infinitamente superior a los otros principios de vida, en el lenguaje ordinario, la palabra alma designa el alma humana. Tenemos un alma. Todo efecto
supone una causa; todo viviente supone un principio de vida. La materia no
vive. Tenemos en nosotros tres facultades principales: estas facultades son otras
tantas pruebas de la existencia del alma.
1º
Estamos dotados de sensibilidad. Ahora bien, si tocamos un cadáver; nada
siente. ¿Por qué? Porque el alma ya se ha ido de ese cuerpo.
2º
Somos inteligentes. Tenemos la facultad de pensar o de tener ideas.
Pero la idea es algo simple e indivisible. Sería absurdo decir
que el pensamiento es largo o ancho redondo o cuadrado, verde o rojo Luego el pensamiento
no puede ser producido por un principio compuesto de partes, como todo
lo que es materia. Hay, pues, en nosotros un alma distinta del cuerpo, simple
e indivisible como el pensamiento.
3º
Tenemos una voluntad activa; mientras que la materia carece de
movimiento y de acción propia. Si nuestro cuerpo se mueve a impulso de nuestra
voluntad, quiere decir que está sujeto al poder de un alma que lo anima.
APÉNDICE
BREVE LECCIÓN DE FILOSOFÍA
Para conocer mejor al
hombre es conveniente conocer también los demás seres que le rodean y le
sirven. En este mundo visible no hay más que tres clases de seres vivientes:
las plantas, los animales y el hombre. Admítase distinción
entre las tres cosas siguientes:
1º
El principio vital de las
plantas.
2º
El alma sensitiva de los
animales
3º
El alma inteligente del hombre.
1º El principio vital de las plantas.
–
Los actos de la vida vegetativa son tres:
1º, la planta se nutre;
2º,
crece y se desarrolla;
3º,
se propaga, es decir, produce una planta igual.
La materia bruta no vive;
luego la planta necesita de un principio de vida. ¿De qué naturaleza es el principio
vital de la planta? Los sentidos no lo perciben: sólo la razón, en vista de
los fenómenos que ese principio produce, determina sus caracteres esenciales. Es
simple, inmaterial, aunque de una manera imperfecta, puesto que no
existe sino con la materia. Se diferencia de las fuerzas físicas y químicas
del organismo, porque la química no puede producir ningún ser viviente, ni
siquiera una substancia orgánica. Es producido por la virtud de la semilla, no
obra sino en unión con el cuerpo organizado, y desaparece cuando la planta
muere. Nosotros, los cristianos, sabemos que este principio vital viene de la
palabra creadora de Dios, que ha dado la vida a los seres vivientes de la
tierra y con ella el poder de reproducirse: Produzca la tierra hierva verde
y semilla, y árboles frutales, que den fruto cada uno según su género,
cuya simiente esté en él mismo sobre la tierra. Y así se hizo (Gén.,
I, 11).
2º Alma de los animales. –
El animal posee una vida superior a la de la planta: goza a la vez de la vida
vegetativa y de la sensitiva. Su alma, más noble y poderosa que la
de las plantas, produce seis actos: los tres de la vida vegetativa:
nutrirse, crecer y reproducirse como la planta, y los tres actos de la vida
sensitiva. Efectivamente, esta vida se muestra por tres actos.
1º, la sensación:
el animal conoce y experimenta las sensaciones de frío, de hambre o de placer o
de dolor;
2º, el movimiento
espontáneo: el animal se traslada de un lugar a otro;
3º, la fuerza estimativa
y el instinto, que da al animal la facultad de elegir lo que le es
útil y evitar lo que le sería nocivo. No hay más que un solo y único principio de
vida en cada animal, en cada cuerpo orgánico: tenemos la prueba de la unidad
indivisible de cada ser viviente; en la armonía de sus funciones,
que tienden a un fin común; en la identidad persistente del ser, a pesar
del cambio continuo de sus elementos materiales. El alma de los animales es una
realidad que ni es cuerpo ni es espíritu: es un principio intermedio
entre el cuerpo y el espíritu; aparece con la vida en el animal, es en él
un principio de vida, y se extingue con la misma vida. El alma de los animales
es simple, inmaterial, indivisible; si así no fuera, no sería capaz de
experimentar sensaciones: la materia bruta no siente y la planta tampoco: Es el
alma sensitiva la que da a los animales la facultad de sentir las
impresiones de los exterior, la que los dota de sentidos exteriores,
como la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto, y de los sentidos
internos: la imaginación y la memoria sensibles. Con todo, el
alma de los animales no puede obrar sino en cuanto forma con los órganos un
mismo principio de operación; sin el concurso del cuerpo no puede producir
acto alguno. Por eso depende absolutamente del cuerpo, y le es imposible vivir
sin él. Esta alma es producida por la generación: viene con el cuerpo y
con él desaparece. Sólo a la voz y mandato de Dios Creador la tierra produjo
animales vivientes, cada uno según su especie. Dijo Dios también: Produzca
la tierra alma viviente según su género (Gen, I, 24). La
palabra de Dios es eficaz: basta que hable para que todas las cosas existan.
Así, la Sagrada escritura afirma de una manera más explícita, que todos los
animales tienen un alma que no es su cuerpo, y que esta alma viviente es
el principio de la vida del cuerpo. Esta alma no es creada directamente
por Dios, sino engendrada por la virtud que el Creador da a los primeros
a animales para reproducirse. El modo como Moisés narra la creación de los animales
y del hombre, muestra la diferencia esencial que existe entre ellos. El alma
sensitiva, salida de la tierra juntamente con el cuerpo, desaparece con él
en la tierra; mientras que el alma del hombre, soplo de vida infundido por
Dios en su cuerpo, es la obra inmediata de Dios, recibe el ser por
la creación, y debe volver a Dios, su Creador y Padre.
3º El alma inteligente del
hombre. – El más noble de los seres vivientes de este mundo
sensible es el hombre. Él posee la vida vegetativa: como las plantas, se
nutre, crece y se sobrevive en sus hijos. Posee la vida sensitiva: como
los animales, siente, se mueve de un lugar a otro y elige lo que le conviene.
Pero, además, posee la vida intelectiva, que establece una distancia
casi infinita entre el hombre y los seres inferiores. En el hombre no hay más
que un solo y único principio de vida: el alma inteligente; es el
mismo ser que vive, que siente, que piensa, que obra
libremente. La unidad del hombre es un hecho más íntimo y más profundo que
la conciencia. Aquí, como siempre, la razón y la fe marchan de perfecto acuerdo.
El alma humana contiene de una manera superior las fuerzas del principio
vital y del alma sensitiva, al modo que una moneda de gran valor
contiene en sí muchas otras de menor valor. Ella produce, con relación al
cuerpo y de una manera mucho más perfecta, todo lo que los principios inferiores
producen en las plantas y el los animales; y por añadidura ejerce en sí
misma y por sí misma los actos de la vida intelectiva. Esta vida
intelectiva se manifiesta también por tres actos, los que son eminentemente
superiores a los otros:
1º El acto de pensar, de formar ideas;
2º El acto de raciocinar, de inventar, de
progresar;
3º El acto de querer libremente.
Una ligera explicación
sobre cada uno de estos actos nos va a mostrar la diferencia esencial que
existe entre el hombre y el bruto. El Concilio de Viena, de 1311, definió que
el alma era la forma substancial del cuerpo. En cuanto forma substancial,
el alma humana se hace su cuerpo transformado en carne humana los elementos
materiales y comunicándoles la vida vegetativa, la vida sensitiva y la vida del
hombre.
1º El hombre piensa, abstrae,
saca de las imágenes materiales suministradas por los sentidos, el universal,
es decir, ideas universales, generales, absolutas; concibe las verdades
intelectuales, eternas. Conoce cosas que no perciben los sentidos, objetos
puramente espirituales, como lo verdadero, lo bueno, lo bello,
lo justo, lo injusto. Sabe distinguir las causas y sus efectos,
las substancias y los accidentes, etc. No pasa lo mismo con el animal. Indudablemente
el animal ve, oye y sabe hallar su camino, reconocer a su amo, recordar que una
cosa le hizo daño, etc. Pero el conocimiento del animal está limitado a las cosas
sensibles, a los objetos particulares. No tiene ideas generales, no conoce
sino aquello que cae bajo sus sentidos, lo concreto, lo particular, lo
material: ve, por ejemplo, tal árbol, tal flor, pero no puede elevarse a la idea
general de un árbol, de una flor; así, el perro se calienta con el placer
al amor de la lumbre, pero no tendrá jamás la idea de encender el fuego ni aun la
de aproximarle combustible para que no se extinga.
El hombre conoce el bien y
el mal moral. – El hombre goza del bien que hace, y
siente remordimientos si obra mal. El animal no conoce más que el bien agradable
y el mal nocivo a sus sentidos: jamás hallaréis a un animal rastros de
remordimientos. Así como no conoce la verdad, este alimento de los
espíritus, tampoco conoce el deber, esta fuerza de la voluntad, esta
alegría austera del corazón. El bien y el mal moral no pueden ser conocidos
sino por la inteligencia.
2º El hombre raciocina,
inventa, progresa, habla. – El hombre analiza, compara, juzga
sus ideas, y de los principios y axiomas que conoce, deduce consecuencias.
Calcula, se da cuenta de las cosas; sabe lo que hace y por qué lo hace. Descubre
las leyes y las fuerzas ocultas de la naturaleza, y sabe utilizarlas para
invenciones maravillosas. Por su facultad de raciocinar, inventa las ciencias,
las artes, las industrias, y todos los días descubre algo admirable. El animal
no raciocina, no calcula, no tiene conciencia de sus acciones, se guía solo por
el instinto. Jamás aprenderá ni la escritura, ni el cálculo, ni la
historia, ni la geografía, ni las ciencias, ni las artes, ni siquiera el
alfabeto. Nada inventa, ni hace progreso alguno: los pájaros construyen su nido
hoy como al siguiente día de haber sido creados. No cabe la menor duda de que
el hombre, valiéndose de los sentidos, de la memoria y de la imaginación
sensible del animal, puede llegar a corregirlo de ciertos defectos y hacerle
aprender algunas habilidades; pero por sí mismo el animal es incapaz de
progreso. El hombre puede amaestrarlo, pero él de suyo no tiene
iniciativa.
Sólo el hombre habla. –
Por su razón, el hombre posee la palabra hablada y la palabra escrita. Sólo el
hombre tiene la intención explícita y formal de comunicar lo que piensa: capta
los pensamientos de los otros y dice cosas que han pasado en otros tiempos y
que no tienen ninguna relación con su naturaleza. El animal no lanza más que
gritos para manifestar, a pesar suyo, el placer o el dolor que siente; pero no
tiene lenguaje, porque no tiene pensamiento.
3º Sólo el hombre obra
libremente. – Es libre para elegir entre las diversas cosas
que se le presentan. Cuando hace algo se dice: Yo podrá muy bien no hacerlo. El
animal no es libre, y tiene por guía un instinto ciego que no le permite
deliberar o elegir. Por eso no es responsable de sus actos; y, si se le castiga
después de haber hecho algo inconveniente, es a fin de que no lo repita,
recordando la impresión dolorosa que le causa el castigo. Por último, el hombre
tiene el sentimiento de la divinidad, se eleva hasta Dios, su Creador, y le
adora; tiene la esperanza de una vida futura, y este sentimiento religioso es
tan exclusivamente suyo, que los paganos definían al hombre: Un animal
religioso. Así, el hombre, a pesar de su inferioridad física, domina los
animales, los doma, los domestica, los hace servir a sus necesidades o
placeres y dispone de ellos como dueño, como dispone de la creación entera. Basta
un niño para conducir una numerosa manada de bueyes, cada uno de los cuales,
tomado separadamente, es cien veces más fuerte que él. ¿De dónde le viene este
dominio? No es, por cierto, de su cuerpo; le viene de su alma inteligente,
porque ella es espiritual, creada a imagen de Dios. El hombre es el ser único
de la creación que reúne a sí la naturaleza corporal y la naturaleza
espiritual, y se comunica con el mundo material mediante los sentidos, y
con el mundo espiritual mediante la inteligencia.
39. P. ¿Qué es el alma
del hombre?
R. El
alma del hombre es una substancia espiritual, libre e inmortal, criada a semejanza
de Dios y destinada a estar unida a un cuerpo.
1º El alma es una
substancia. – Una substancia, según la misma palabra, indica,
es una cosa, una realidad que subsiste sin necesidad de estar en otra para existir.
2º El alma es un espíritu.
–
Un espíritu es un ser simple, inmaterial, substancial, vivo, capaz de existir,
conocer, querer y obrar independientemente de la materia. Un espíritu es inmaterial,
es decir, inextenso, indivisible, que no tiene ninguna de las propiedades
sensibles de la materia, y no puede ser percibido por los sentidos. Dos
condiciones se requieren para constituir un espíritu:
a)
Es necesario que sea simple; inmaterial, indivisible.
b)
Que sea independiente de la materia en su existencia y en sus principales
operaciones.
3º El alma es libre, es
decir, el alma posee la facultad de determinarse por su propia elección, de
hacer una cosa preferentemente a otra, de obrar el bien o de hacer el mal. Esta
facultad se llama libre albedrío.
4º El alma es inmortal, es
decir, que la naturaleza del alma pide una existencia que no tenga fin: debe
sobrevivir al cuerpo y no dejar nunca de vivir.
5º El alma es creada a
imagen de Dios, porque es capaz, como Él, de conocer, de
amar y de obrar libremente. Dios es un espíritu, nuestra alma es un espíritu; Dios
es inteligente, nuestra alma es inteligente; Dios es eterno, nuestra alma es
inmortal; Dios es inmenso, está presente en todas partes y todo entero en todos
los sitios del mundo; nuestra alma está presente en todo nuestro cuerpo y toda
entera en todas y cada una de las partes del cuerpo que ella anima. El alma es
imagen de Dios.
6º El alma está destinada
a unirse al cuerpo para formar con él una sola naturaleza
humana, una sola persona con un yo único. El alma comunica al cuerpo el ser,
el movimiento, la vida; y el cuerpo animado por el alma, completa la
naturaleza humana de tal suerte que el hombre resulta de la unión de
estas dos substancias.
40. P. ¿Cuáles son los
principales cualidades del alma?
R. Las
principales cualidades del alma son tres: el alma es espiritual, libre
e inmortal. Estas tres grandes prerrogativas: la espiritualidad,
la libertad y la inmortalidad constituyen la naturaleza del alma
humana, la distinguen esencialmente de todos los seres inferiores y la
hacen semejante a los ángeles y a Dios mismo.
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