14 DE SEPTIEMBRE
EXALTACION DE LA SANTA CRUZ
Epístola – Phil; II, 5-11
Evangelio – San Juan XII, 31-36
SENTIDO DE LA FIESTA DE LA CRUZ. —- "Hermanos,
temed en vosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús: el cual, poseyendo
la forma de Dios, no creyó que era una rapiña el ser igual a Dios, sino que se
anonadó tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres, y
mostrándose en lo exterior como hombre. Se humilló a sí mismo, hecho obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz". Estas palabras del Apóstol, que leemos
en la Epístola de la Misa, nos dan el sentido de la fiesta que celebramos hoy.
Los términos de siervo y de cruz, cierto que son para nosotros palabras
corrientes: han perdido el sentido infamante que en el mundo antiguo, antes de
la era cristiana, tenían: los destinatarios de San Pablo debieron comprender,
mejor que nosotros, todo su horror y en consecuencia, apreciar también mejor hasta
qué abismos se había bajado Cristo en su encarnación y su muerte de Cruz.
EL SUPLICIO DE LA CRUZ. — Los antiguos ¿no consideraban
a la Cruz "como el suplicio más infamante y más terrible" Con
frecuencia se veía a un ladrón o a un esclavo clavado en la cruz; lo que
podemos conocer nosotros de un modo indirecto sobre ese suplicio, nos permite apreciar
un poco mejor todo su horror. El crucificado agonizaba lentamente; la asfixia
producida por la extensión de los brazos en alto le ahogaba, y era atormentado
por los calambres de sus nervios en tensión.
EL CULTO DE LA CRUZ — Cristo padeció este suplicio espantoso por
cada uno de nosotros. Con un amor infinito ofreció al Padre el sacrificio de su cuerpo extendido en la Cruz. Este instrumento de suplicio, objeto de
infamia hasta entonces, se convierte en gloria para los cristianos: San Pablo
sólo se gloría en la cruz del Señor, en la que está nuestra salvación, nuestra
vida y nuestra resurrección, la cual nos ha hecho libres y salvos. El culto de la Cruz, como instrumento de nuestra redención,
logró una gran extensión en la Iglesia cristiana. La Cruz es adorada y
recibe homenajes que ninguna otra reliquia recibe; además las fiestas de
la Santa Cruz revisten especial esplendor. El acontecimiento feliz del hallazgo
de la Cruz ya fué festejado el 3 de mayo (Invención de la Santa Cruz): hoy celebra
la Iglesia la fiesta de la Exaltación de la Cruz, cuyo origen es bastante
complejo, pero su historia nos facilitará precisar el objeto.
ORÍGENES DE LA FIESTA DE ESTE DÍA. —
El 14 deseptiembre es la fecha del aniversario de una dedicación que en la
historia eclesiástica ha dejado un gran recuerdo. El 14 de septiembre de 335
una multitud de curiosos, de peregrinos, de monjes, de clérigos y de prelados
llegados de todas las provincias del Imperio, se juntaban en Jerusalén con
motivo de la Dedicación del santuario magníficamente restaurado por el
emperador Constantino, en el mismo sitio en que el Señor padeció y fué
sepultado. En años sucesivos el aniversario continuó celebrándose con no menos
pompa. La peregrina española Eteria, que al fin del siglo IV fué a Jerusalén,
nos refiere que más de cincuenta obispos asistían todos los años a las
solemnidades del 14 de septiembre. La Dedicación tenía la husma categoría que
la Pascua o la Epifanía, duraba ocho días y atraía una gran afluencia de peregrinos.
DOBLE OBJETO DE LA FIESTA. — El aniversario de la Dedicación
se celebraba además con otros fines. Era el primero el recordar la antigua fiesta
judía de los tabernáculos con que se ponía fin a las faenas de la vendimia. Se
cree que caía en el día 14 de septiembre y la fiesta cristiana de la Dedicación
debía reemplazarla. Pero hay otro recuerdo específicamente cristiano que ya
desde fines del siglo IV estaba ligado a la fiesta del 14 de septiembre: la
Invención del sagrado madero de la Cruz. Una ceremonia litúrgica, que lleva por
nombre la Elevación o la Exaltación (hypsosis) de la Cruz, conmemoraba todos
los años este feliz descubrimiento. El punto mismo donde había sido fijada la
Santa Cruz se consideraba como el centro
del mundo. Y por eso un sacerdote levantaba el leño sagrado de la Cruz hacia
las diversas partes del mundo. Como recuerdo de la ceremonia, los peregrinos se
llevaban una pequeña redoma con aceite que había tocado a la Cruz.
PROPAGACIÓN DE LA FIESTA. — Esta ceremonia fué
tomando cada vez mayor importancia, de modo que en el siglo vi los recuerdos de
la Invención de la Cruz y de la Dedicación del Gólgota quedaron en segundo
plano. Los fragmentos del sagrado madero se iban repartiendo por el mundo y a
la vez se extendía por las Iglesias cristianas la ceremonia de la Exaltación. Constantinopla
aceptó la fiesta en 612, en tiempo del emperador Heraclio. En Roma se introdujo
la fiesta a lo largo del siglo vil. Por los días del Papa Sergio (†701) el 14
de septiembre se renovaba en Letrán la adoración de la Cruz que se hacía el
Viernes Santo. Para esta ceremonia, los antiguos Sacramentarios han
conservado una oración "ad crucem salutandam". Pero este
efímero rito desapareció luego de los usos romanos; la oración es lo único que
se ha conservado en las colecciones de devoción privada En nuestros días, la adoración
de la Cruz del 14 de septiembre ya no se practica más que en los monasterios y
en algunas Iglesias.
NUEVO ESPLENDOR DE LA FIESTA. — En el correr de los
siglos, un acontecimiento realzó de modo singular el esplendor de la fiesta de
la Exaltación. El 614 los Persas tomaron Jerusalén y la pasaron a sangre y
fuego. A continuación de las victorias del piadoso emperador Heraclio, se restauró la Ciudad Santa y Heraclio consignó la restitución de la Santa Cruz que
los invasores habían llevado a Tesifonte. El 21 de marzo de 630, la Cruz fué
nuevamente erigida en la Iglesia del Santo Sepulcro y el 14 de septiembre siguiente se volvió a continuar
con la ceremonia de la Exaltación.
NUEVO CARÁCTER DE LA FIESTA. —
Queda uno sorprendido al ver en la restauración de la antigua ceremonia un
carácter nuevo de tristeza y de penitencia. Quizá contribuyesen las desgracias del imperio a hacer de esta
ceremonia de de intercesión en el que no se cesa de repetir una y otra vez el Kyrie
eleison El ayuno es de rigor este
día, al menos entre los monjes. Este carácter de intercesión se nota en los textos litúrgicos propios
de la fiesta de este día Así el Ofertorio y la Poscomunión imploran protección
y ayuda, mientras que el Evangelio recuerda la Exaltación del Hijo del Hombre
en la Cruz, prefigurada por la serpiente de bronce. Ya que un rito de la fiesta
de este día fue largo tiempo la adoración de la Cruz, transcribiremos la
oración que San Anselmo compuso para la ceremonia del Viernes Santo: ¡Oh Cruz
Santa, cuya vista nos recuerda aquella otra Cruz sobre la cual Nuestro Señor Jesucristo,
con su propia muerte, nos libró de la muerte eterna, a la que miserablemente nos
lanzábamos, y por la cual nos resucitó a la vida eterna que habíamos perdido
por el pecado; adoro, venero y glorifico en ti aquella Cruz que representas y,
en ella, al Señor misericordioso que por medio de ella realizó su obra de
misericordia! ¡Oh Cruz amable, donde están nuestra salvación, nuestra vida y
nuestra resurrección! ¡Oh madero precioso por quien fuimos libertados y
salvados! ¡Oh símbolo con que fuimos sellados para Dios! ¡Oh Cruz gloriosa en quien únicamente debemos gloriarnos! y ¿cómo te alabaremos? ¿De qué modo te ensalzaremos? ¿Con qué corazón te
rogaremos? ¿Con qué gusto me gloriaré en ti? Por ti se vacía el infierno; queda
cerrado para todos los que fueron rescatados por ti. Los demonios por ti están
amedrentados, reprimidos, vencidos, aplastados. El mundo por ti se renueva y
hermosea, gracias a la verdad que brilla con esplendidez ya la justicia que en
El reina. Por ti es justificada la naturaleza humana, pecadora; condenada, se
salva; esclava del pecado y del infierno, consigue la libertad; muerta, vuelve
a la vida. Por ti se restaura y perfecciona esta ciudad bienaventurada del
cielo. Por ti Dios, el Hijo de Dios, quiso ser obediente a su Padre hasta la
muerte para bien nuestro; por eso, puesto
en la cruz, recibió un nombre que está por encima de todo nombre. Por ti preparó
su trono y restableció su reino. En ti esté
y de ti proceda mi gloria, por ti en ti esté mi verdadera esperanza. Por ti
queden borrados mis pecados; muere por ti mi alma a la vida vieja y resucite
aun a nueva vida de justicia. Concédeme, te ruego, que, lavado ya en el bautismo
de los pecados en que fui concebido y naci, me purifiques de nuevo de los que
he contraído después de nacer a esta segunda vida; de esa manera llegaré por ti
a los bienes para los que fué creado el hombre, gracias al mismo: Jesucristo,
Nuestro Señor, el cual sea bendito por todos los siglos. Así sea.
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