EL
FUEGO DEL INFIERNO ES UN FUEGO
TENEBROSO.
VISION
DE
SANTA TERESA
Al revelarnos que el
infierno está en el fuego, Nuestro Señor nos ha dicho igualmente con la
autoridad divina e infalible de su palabra, que el infierno está en las
tinieblas. En el Evangelio de San Mateo, capítulo vigesimosegundo, da al
infierno, el nombre de tinieblas exteriores. “Arrojadlo, —dice hablando del hombre
que no está vestido con el traje nupcial, es decir, que no se halla en estado
de gracia echadlo en las tinieblas exteriores, in tenebras
exteriores”
En otros pasajes del
Evangelio y en las Epístolas de los Apóstoles los demonios son llamados
príncipes de las tinieblas, potestades de las tinieblas. San Pablo dice a los
fieles: “Vosotros sois todos hijos de luz (. . . ) nosotros no somos hijos de
tinieblas” .Las tinieblas del infierno serán corpóreas como el mismo fuego, sin
que estas dos verdades impliquen contradicción alguna. El fuego, y para hablar
con más exactitud, el calórico, que es como el alma y la vida del fuego, es un
elemento perfectamente distinto de la luz. En el estado natural, y cuando
produce la llama en medio de los gases del aire, el fuego es en verdad siempre
más o menos luminoso; pero en el infierno el elemento del fuego, conservando su
substancia, será despojado de ciertas propiedades naturales, y adquirirá otras
que serán sobrenaturales, esto es, que no posee por sí mismo. Asiles que Santo
Tomás , apoyándose en San Basilio el Grande, enseña que por el poder de
Dios la claridad del fuego será separada de la propiedad que tiene de quemar, y
su virtud combustiva es la que servirá de tormentos a los condenados Además,
“en el centro de la tierra, donde está el infierno, añade Santo Tomás , no
puede haber sino un fuego sombrío, obscuro y como lleno todo de humo” 5,
confirmando plenamente este aserto el que se escapa por la boca de los
volcanes. Habrá, pues, en el infierno tinieblas corpóreas, pero con cierto
resplandor, que permitirá a los condenados percibir lo que habrá de formar sus
tormentos. Verán en el fuego y en la sombra, a la luz de las llamas del
infierno, dice San Gregorio el Grande, a los que habrán sido condenados como
ellos, y esta vista será el complemento de su suplicio. Por otra parte no debe
tenerse en poco, en el castigo de los condenados, el horror mismo de las
tinieblas que conocemos por experiencia en la tierra. Lo negro es el color de
la muerte, del mal y de la tristeza. Santa Teresa refiere que, estando
un día arrebatada en espíritu, Nuestro Señor se dignó asegurarle su eterna
salvación, si continuaba sirviéndolo y amándolo como lo hacía; y para aumentar
en su fiel sierva el temor del pecado y de los terribles castigos que trae, quiso
dejarle entrever el lugar que habría ocupado en el infierno, si hubiese
continuado en sus inclinaciones al mundo, a la vanidad y al placer. “Estando un
día en oración, dice, me hallé en un punto toda, sin saber cómo, que me parecía
estar metida en el infierno. Entendí que quería el Señor que viese el lugar que
los demonios allá me tenían aparejado, y yo merecido por mis pecados.
fue en brevísimo
espacio; mas aunque yo viviese muchos años, me parece imposible olvidárseme.
Parecíame la entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho, a manera de
horno muy bajo y obscuro y angosto. El suelo me parecía de una agua como lodo
muy sucio y de pestilencial olor, y muchas sabandijas malas en él. Al cabo
estaba una concavidad metida en una pared, a manera de una alacena, adonde me
vi meter en mucho estrecho. Todo esto era delicioso a la vista en comparación
de lo que allí sentí: esto que he dicho va mal encarecido. “Esto otro me parece
que aun principio de encarecerse cómo es; no lo puede haber, ni se puede
entender; mas sentí un fuego en el alma, que yo no puedo entender cómo poder
decir de la manera que es, los dolores corporales tan incomportables, que por
haberlos pasado en esta vida gravísimos, y según dicen los médicos, los mayores
que se pueden acá pasar, porque fue encogérseme todos los nervios, cuando me
tullí, sin otros muchos de muchas maneras que he tenido, y aun algunos, como he
dicho, causados del demonio, no es todo nada en comparación de lo que allí
sentí, y ver de que había de ser sin fin y sin jamás cesar. Esto no es, pues,
nada en comparación del agonizar del alma, un apretamiento, un ahogamiento, una
aflicción tan sensible, y con tan desesperado y afligido descontento, que yo no
sé cómo lo encarecer; porque decir que es un estarse siempre arrancando el
alma, es poco; porque ahí parece que otro os acaba la vida, mas aquí el alma
misma es la que se despedaza. El caso es que yo no sé cómo encarezca aquel fuego
interior, y aquel desesperamiento sobre tan gravísimos tormentos y dolores. No
veía yo quien me los daba, mas sentía me quemar y desmenuzar, a lo que me parece,
y digo que aquel fuego y desesperación interior es lo peor. Estando en tan pestilencial
lugar tan sin poder esperar consuelo, no hay sentarse, ni echarse, ni hay
lugar, aunque me pusieron en este como agujero hecho en la pared, porque estas
paredes, que son espantosas a la vista, aprietan ellas mismas, y todo ahoga: no
hay luz, sino todo, tinieblas oscurísimas. Yo no entiendo cómo puede ser esto,
que con no haber luz, lo que a la vista ha de dar pena todo se ve. No quiso el
Señor entonces viese más de todo el infierno; después he visto otra visión de cosas
espantosas, de algunos vicios el castigo: cuanto a la vista muy mas espantosas me
parecieron; mas como no sentía la pena, no me hicieron tanto temor, que en esta
visión quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y
aflicción en el espíritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo. Yo no sé
como ello fue, más bien entendí ser gran merced, y que quiso el Señor que yo viese
por vista de ojos de dónde me había librado su misericordia; porque no es nada
oírlo decir, ni haber ya otras veces pensado diferentes tormentos, aunque pocas
(que por temor no se llevaba bien mi alma ), ni que los demonios atenazan, ni
otros diferentes tormentos que he leído, no es nada con esta pena, porque es
otra cosa: en fin, como de dibujo a la verdad, y el quemarse acá es muy poco en
comparación de este fuego de allá. Yo quedé tan espantada, y aún lo estoy ahora
escribiéndolo, con que ha casi seis años, y es así, que me parece el calor
natural me falta de temor, aquí donde estoy; y así no me acuerdo vez, que tenga
trabajo ni dolores, que no me parezca nonada todo lo que acá se puede pasar; y
así me parece en parte que nos quejamos sin propósito. Y así torno a decir, que
fue una de las mayores mercedes que el Señor me ha hecho; porque me ha
aprovechado muy mucho; así para perder el miedo a las tribulaciones y
contradicciones de esta vida, como para esforzarme a padecerlas y dar gracias
al Señor, que me libró, a lo que ahora me parece, de males tan perpetuos y terribles.
“Después acá, como digo, todo me parece fácil, en comparación de un momento que
se ha de sufrir lo" que yo en él allí padecí. Espántame cómo habiendo
leído muchas veces libros, donde se da algo a entender de las penas del
infierno, cómo no las temía, ni tenía en lo que son.
¿Adónde estaba? ¿Cómo me
podía dar cosa descanso de lo que me acarreaba ir a tan mal lugar? Seáis
bendito, Dios mío, por siempre, y como se ha parecido que me quería les Vos
mucho más a mí, que yo me quiero. ¡Qué de veces, Señor, me libraste de cárcel
tan temerosa, y cómo me tornaba yo a meter en ella contra vuestra voluntad! De
aquí también gané la grandísima pena que me da las muchas almas que se
condenan, de estos luteranos en especial (porque eran ya por el bautismo
miembros de la Iglesia), y los ímpetus grandes de aprovechar almas, que me
parece cierto a mí, que por librar una sola de tan gravísimos tormentos, pasaría
yo muchas muertes muy de buena gana” .
Supla la fe en cada uno
de nosotros la visión, y que el pensamiento de las “ tinieblas exteriores” ,
donde serán echados los condenados como basura y escoria de la tentación, nos
detenga en las tentaciones y haga de nosotros verdaderos hijos de la luz!
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