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sábado, 20 de agosto de 2016

LA CONFESIÓN - TEMAS DE MEDITACIÓN - Padre Antonio Royo Marín, O.P.


La penitencia como virtud


INTRODUCCIÓN

Contemplemos un momento la escena de la mujer pecadora arrepentida, llorando a los pies de Cristo (Le. 7, 36-50). 2. "Le son perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho" (Le. 7, 47). El arrepentimiento es acto de la virtud de la penitencia, movida por la caridad.





I. QUE ES LA VIRTUD DE LA PENITENCIA

A) No es el simple cambio de vida o mutación del consejo anterior

1. Esto es lo que defendía Lutero: "Lo único que vale es una vida nueva, el cambio de parecer y de propósito".

2. Cuántas veces se dan en los pecadores e incrédulos juicios de reprobación de sus malas acciones, y propósitos que no son sino simples movimientos humanos, sin tener en cuenta para nada a Dios.

3. La opinión protestante acerca de la naturaleza de la penitencia únicamente como cambio de parecer y de propósito está expresamente condenada por el Concilio de Trento (D.914).

B) No es la vergüenza ante nuestra propia abyección

1. Ni este sentimiento ni cualquier otro motivo puramente humano y natural pueden ser capaces de justificarnos ante Dios.

2. Los demonios y los condenados tienen ese odio y vergüenza hacia su propia maldad, pero precisamente les falta la conversión humilde hacia Dios, el odiar el pecado por ser ofenda de Dios: no querrán jamás arrepentirse.


3. Definición de la penitencia.

Como hábito: "Virtud sobrenatural por la que el hombre se arrepiente del pecado cometido, en cuanto que es ofensa de Dios, con propósito de enmienda". 2. Como acto: "El dolor moderado (según la recta razón que le impide caer en la desesperación), de los pecados pasados, en cuanto son ofensa de Dios, con intención de hacerlos desaparecer". 3. Como vemos, la penitencia sea como virtud sea como acto, tiene siempre en cuenta el dolor y arrepentimiento de los pecados en cuanto que éstos son ofensa de Dios. Esto es lo que esencialmente especifica esta virtud y el acto correspondiente a la misma.

II. NECESIDAD DE PRACTICARLA

 Quiénes no tienen esta virtud. 

A)Nuestro Señor Jesucristo: su alma santísima, a causa de la unión hipostática con el Verbo, era absoluta e intrínsecamente impecable.

B) La Virgen María, quien por especial privilegio de Dios no cometió jamás ni el más pequeño pecado venial, no tuvo jamás necesidad de poner en práctica ningún acto de penitencia.

1.   No la tienen ni los bienaventurados en el cielo ni los condenados en el infierno. Los primeros porque en virtud de la visión beatífica son intrínsecamente impecables. Los condenados no la tienen por su obstinación y estado de condenación que les impide el arrepentimiento.

2.    El que ha cometido pecado.

1. La penitencia es absolutamente necesaria con necesidad de medio para la justificación del pecador adulto. Sin un movimiento de retorno a Dios es imposible que pueda justificarse el pecador que se apartó de El.
2. También por necesidad de precepto natural y divino es necesario el acto de penitencia para aquél que está en pecado mortal.

3. Es convenientísimo que el pecador se arrepienta inmediatamente después de haber caído. La permanencia voluntaria en el pecado mortal implica un cierto desprecio de Dios y el peligro de la condenación eterna si le sobreviniese la muerte en ese estado.

III. EL ESPÍRITU DE PENITENCIA

A) En qué consiste

1. Es la actitud habitual del alma en el sentimiento de contrición, la repetición lo más continua posible de actos de arrepentimiento, haciendo que lleguen a impregnar toda nuestra vida como una atmósfera divina.

2. "Si dijéramos que no tenemos pecado nos engañaríamos a nosotros mismos y la verdad no estaría en nosotros" (1 Jn. 1, 8). Si hemos sido perdonados, esto no es óbice para que continuamente repitamos a Dios: "Aunque todo está perdonado, no dejaré de repetir con gratitud que me pesa en el alma el haberte ofendido y deseo remediar ese mal cometido".

3. Para las almas que aspiran a la perfección este espíritu de penitencia es necesario y es uno de los medios más excelentes para ascender con prontitud a la mayor santidad.


B) Excelencias del espíritu de penitencia

1. Evita la tibieza y nos mantiene en la humildad y generosidad. La compunción y la tibieza no pueden coexistir en el alma.

2. Es fuente y origen de una viva caridad para con Dios y para con el prójimo. Con Dios: por cuanto la contrición perfecta habitual es uno de los actos más puros y delicados que impera el amor sobrenatural, y, al borrar nuestras culpas, nos hace más gratos a Dios. Con el prójimo: nos hace indulgentes y misericordiosos en nuestros juicios y conducta respecto de los demás. Quien se conoce bien a sí mismo, no desprecia a sus hermanos.

3.   Es un baluarte seguro contra las tentaciones. El velar continuo sobre nuestra propia conducta, la oración perseverante, el espíritu de humildad, la aversión al pecado y la búsqueda sincera y amorosa de Dios son las armas que da el espíritu de compunción, y hace que la tentación encuentre siempre al alma armada y alerta y en una disposición totalmente contraria a la aceptación del pecado.

C) Cómo adquirirlo.

1.   Pidiéndolo humildemente a Dios. "Dios omnipotente y misericordioso, que para el pueblo sediento hiciste brotar de la piedra una fuente de agua viva; saca de nuestro duro corazón lágrimas de arrepentimiento, para que lloremos nuestros pecados y así merezcamos el perdón por vuestra misericordia" (Oración para pedir el don de lágrimas: Misal).

2.   Considerar con sinceridad y valentía el abismo de nuestra maldad. Aún el menor pecado es un mal enorme si lo consideramos a la luz de la verdad y en contraste con la inmensa bondad de Dios para con nosotros. Recordemos el ejemplo de los santos.

3.   Recordar cuánto ha costado nuestra alma a Cristo. "No te he amado en plan de risa", dijo un día Nuestro Señor a Santa Angela de Foligno. El calvario, el cuerpo ensangrentado de Cristo, sus manos y pies perforados, la corona de espinas, los salivazos en su divino rostro y su muerte ignominiosa en la cruz, nos deben recordar cuan seriamente toma en cuenta Dios el pecado y hasta qué extremo nos ha amado.



 CONCLUSION.

1.   No permanezcamos un solo instante en el pecado. En cuanto nuestra conciencia nos avise la terrible noticia, hagamos un acto perfecto de contrición.

2.    El acto de arrepentimiento perfecto nos obtiene la gracia antes de la absolución sacramental, si estamos dispuestos a confesarnos lo más pronto posible.


3.     Si estamos en gracia, fomentemos y hagamos crecer el espíritu de compunción en nosotros.

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