La
penitencia como virtud
INTRODUCCIÓN
Contemplemos un momento la
escena de la mujer pecadora arrepentida, llorando a los pies de Cristo (Le. 7,
36-50). 2. "Le son perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho"
(Le. 7, 47). El arrepentimiento es acto de la virtud de la penitencia, movida
por la caridad.
I.
QUE ES LA VIRTUD DE LA PENITENCIA
A)
No es el simple cambio de vida o mutación del consejo anterior
1. Esto es lo que
defendía Lutero: "Lo único que vale es una vida nueva, el cambio de
parecer y de propósito".
2. Cuántas veces se
dan en los pecadores e incrédulos juicios de reprobación de sus malas acciones,
y propósitos que no son sino simples movimientos humanos, sin tener en cuenta
para nada a Dios.
3. La opinión
protestante acerca de la naturaleza de la penitencia únicamente como cambio de
parecer y de propósito está expresamente condenada por el Concilio de Trento
(D.914).
B) No es la vergüenza ante nuestra propia abyección
B) No es la vergüenza ante nuestra propia abyección
1. Ni este
sentimiento ni cualquier otro motivo puramente humano y natural pueden ser
capaces de justificarnos ante Dios.
2. Los demonios y los
condenados tienen ese odio y vergüenza hacia su propia maldad, pero
precisamente les falta la conversión humilde hacia Dios, el odiar el pecado por
ser ofenda de Dios: no querrán jamás arrepentirse.
3. Definición de
la penitencia.
Como
hábito: "Virtud sobrenatural por la que el hombre se arrepiente del pecado
cometido, en cuanto que es ofensa de Dios, con propósito de enmienda". 2.
Como acto: "El dolor moderado (según la recta razón que le impide caer en
la desesperación), de los pecados pasados, en cuanto son ofensa de Dios, con
intención de hacerlos desaparecer". 3. Como vemos, la penitencia sea como virtud
sea como acto, tiene siempre en cuenta el dolor y arrepentimiento de los pecados
en cuanto que éstos son ofensa de Dios. Esto es lo que esencialmente especifica
esta virtud y el acto correspondiente a la misma.
II.
NECESIDAD DE PRACTICARLA
Quiénes no tienen esta virtud.
A)Nuestro Señor Jesucristo:
su alma santísima, a causa de la unión hipostática con el Verbo, era absoluta e
intrínsecamente impecable.
B) La Virgen María,
quien por especial privilegio de Dios no cometió jamás ni el más pequeño pecado
venial, no tuvo jamás necesidad de poner en práctica ningún acto de penitencia.
1. No
la tienen ni los bienaventurados en el cielo ni los condenados en el infierno.
Los primeros porque en virtud de la visión beatífica son intrínsecamente
impecables. Los condenados no la tienen por su obstinación y estado de
condenación que les impide el arrepentimiento.
2. El que ha cometido pecado.
1. La penitencia es
absolutamente necesaria con necesidad de medio para la justificación del
pecador adulto. Sin un movimiento de retorno a Dios es imposible que pueda
justificarse el pecador que se apartó de El.
2. También por
necesidad de precepto natural y divino es necesario el acto de penitencia para
aquél que está en pecado mortal.
3. Es convenientísimo
que el pecador se arrepienta inmediatamente después de haber caído. La permanencia
voluntaria en el pecado mortal implica un cierto desprecio de Dios y el peligro
de la condenación eterna si le sobreviniese la muerte en ese estado.
III. EL ESPÍRITU DE PENITENCIA
III. EL ESPÍRITU DE PENITENCIA
A)
En qué consiste
1. Es la actitud
habitual del alma en el sentimiento de contrición, la repetición lo más
continua posible de actos de arrepentimiento, haciendo que lleguen a impregnar
toda nuestra vida como una atmósfera divina.
2. "Si dijéramos
que no tenemos pecado nos engañaríamos a nosotros mismos y la verdad no estaría
en nosotros" (1 Jn. 1, 8). Si hemos sido perdonados, esto no es óbice para
que continuamente repitamos a Dios: "Aunque todo está perdonado, no dejaré
de repetir con gratitud que me pesa en el alma el haberte ofendido y deseo
remediar ese mal cometido".
3. Para las almas que
aspiran a la perfección este espíritu de penitencia es necesario y es uno de
los medios más excelentes para ascender con prontitud a la mayor santidad.
B)
Excelencias del espíritu de penitencia
1. Evita la tibieza y
nos mantiene en la humildad y generosidad. La compunción y la tibieza no pueden
coexistir en el alma.
2. Es fuente y origen
de una viva caridad para con Dios y para con el prójimo. Con Dios: por cuanto
la contrición perfecta habitual es uno de los actos más puros y delicados que
impera el amor sobrenatural, y, al borrar nuestras culpas, nos hace más gratos
a Dios. Con el prójimo: nos hace indulgentes y misericordiosos en nuestros
juicios y conducta respecto de los demás. Quien se conoce bien a sí mismo, no desprecia
a sus hermanos.
3. Es
un baluarte seguro contra las tentaciones. El velar continuo sobre nuestra
propia conducta, la oración perseverante, el espíritu de humildad, la aversión
al pecado y la búsqueda sincera y amorosa de Dios son las armas que da el
espíritu de compunción, y hace que la tentación encuentre siempre al alma
armada y alerta y en una disposición totalmente contraria a la aceptación del
pecado.
C)
Cómo adquirirlo.
1. Pidiéndolo
humildemente a Dios. "Dios omnipotente y misericordioso, que para el pueblo
sediento hiciste brotar de la piedra una fuente de agua viva; saca de nuestro
duro corazón lágrimas de arrepentimiento, para que lloremos nuestros pecados y
así merezcamos el perdón por vuestra misericordia" (Oración para pedir el
don de lágrimas: Misal).
2. Considerar
con sinceridad y valentía el abismo de nuestra maldad. Aún el menor pecado es un
mal enorme si lo consideramos a la luz de la verdad y en contraste con la
inmensa bondad de Dios para con nosotros. Recordemos el ejemplo de los santos.
3. Recordar
cuánto ha costado nuestra alma a Cristo. "No te he amado en plan de risa",
dijo un día Nuestro Señor a Santa Angela de Foligno. El calvario, el cuerpo
ensangrentado de Cristo, sus manos y pies perforados, la corona de espinas, los
salivazos en su divino rostro y su muerte ignominiosa en la cruz, nos deben
recordar cuan seriamente toma en cuenta Dios el pecado y hasta qué extremo nos
ha amado.
CONCLUSION.
1. No
permanezcamos un solo instante en el pecado. En cuanto nuestra conciencia nos
avise la terrible noticia, hagamos un acto perfecto de contrición.
2. El acto de arrepentimiento perfecto nos
obtiene la gracia antes de la absolución sacramental, si estamos dispuestos a confesarnos
lo más pronto posible.
3. Si
estamos en gracia, fomentemos y hagamos crecer el espíritu de compunción en nosotros.
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