UNDECIMO
DOMINGO
DESPUES DE PENTECOSTES
Este
Domingo, el undécimo de San Mateo, recibe el nombre entre los Griegos de
la parábola del rey que hizo rendir cuentas a sus servidores '. En
Occidente se le llama Domingo del Sordomudo desde que el Evangelio del
Fariseo y del Publicano se trasladó al Domingo anterior. La Misa actual
conserva aún, como será fácil comprobar, más de un recuerdo de la
antigua disposición. En los años en que la Pascua se aproxima lo más
cerca posible al 21 de Marzo, la lectura de los libros de los Reyes se
prosigue hasta esta semana, que nunca llega a pasarla. En el Oficio de
la noche son tema de las primeras lecciones: la enfermedad de
Ezequías y la curación milagrosa obtenida por las oraciones del santo
rey.
M I S A
El
sabio y piadoso Abad Ruperto, escribiendo antes del cambio verificado en el
orden de las lecturas evangélicas, explica en estos términos la elección del
Introito del día hecha por la Iglesia "El publicano en el Evangelio se
acusa y dice: Soy indigno de elevar los ojos al cielo. Pablo en la Epístola le imita diciendo: Soy el
menor de los apóstoles, que ni merezco ser llamado apóstol, por
haber perseguido a la Iglesia de Dios. Así pues, como esta humildad que se
nos presenta como ejemplo, es la guardiana de la unión entre los servidores de
Dios, haciendo que el uno no se levante contra el otro; del mismo modo es muy natural
que se cante al principio el Introito, enel cual habla del Dios que hace que
habiten los hombres en su casa con un solo espíritu"
INTROITO
Dios
está en su lugar santo: Dios nos hace habitar unánimes en su casa: El mismo
dará vigor y fortaleza a su pueblo. — Salmo: Levántese Dios, y disipen se
sus enemigos: y huyan de su presencia los que Le odian. J. Gloria al Padre.
Nada
tan conmovedor como la Colecta de este dia cuando se relaciona con el Evangelio
que primitivamente la acompañaba. Con ser menos inmediata hoy esta
aproximación, esta conexión no ha desaparecido aún, puesto que la Epístola, como
diremos en su lugar, continúa, con el ejemplo de San Pablo, la lección de
humildad que nos daba el publicano arrepentido. Ante el espectáculo que ofrece
siempre a sus ojos maternales este publicano despreciado del judío, mientras golpea
su pecho y sin apenas poder, por su profundo dolor, pronunciar una palabra, la
Santa Iglesia, conmovida hasta lo más profundo de sus entrañas, viene a
completar y ayudar su oración. Con inefable delicadeza pide a Dios Todopoderoso
que, por su misericordia infinita, haga recobrar la paz a las conciencias
intranquilas, perdonando los pecados, y que otorgue lo que la misma oración de
los pobres pecadores no osa pedir en su reservado temor.
COLECTA
Omnipotente
y sempiterno Dios, que, con la abundancia de tu piedad, excedes los méritos y
deseos de los suplicantes: derrama sobre nosotros tu misericordia; para que
perdones lo que la conciencia teme, y añadas lo que la oración no se atreve a
pedir. Por nuestro Señor.
EPISTOLA
Lección de la I Epístola del Ap. S. Pablo a los
Corintios.
( XV, 1-10).
Hermanos:
Os recuerdo el Evangelio que ya os prediqué, el que ya recibisteis, y en el
cual permanecéis, y por el cual os salvaréis, si retenéis la palabra que os prediqué,
y no creéis en vano. Porque os enseñé, en primer lugar, lo que yo recibí: que
Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras: y que fué sepultado, y
que resucitó al tercer día, según las Escrituras: y que fué visto por Cefas y
después de él, pollos Once. Después fué visto por más de quinientos hermanos a
la vez, de los cuales muchos viven todavía, otros, en cambio, ya murieron.
Después fué visto por Santiago, después por todos los Apóstoles: y, al último de
todos, como a un abortivo, se apareció también a mí. Porque yo soy el mínimo de
los Apóstoles, que no soy digno de ser llamado Apóstol, pues perseguí a la Iglesia
de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo qu soy, y su gracia no ha sido vana
en mí.
CONTRICIÓN Y CARIDAD. — El
Domingo pasado el Publicano nos recordaba la humildad que conviene al pecador.
Hoy, el Doctor de las gentes nos muestra en su propia persona, que esta virtud cae
bien asimismo al hombre justificado, que recuerda las ofensas que en otro
tiempo hizo a Altísimo. El pecado del justo, aunque perdonado ya hace mucho,
permanece sin cesar ante sus ojos; siempre dispuesto a acusarse a si mismo, no
ve en el perdón y en el olvido de la ofensa por parte de Dios, sino un nuevo
motivo para no olvidar jamás sus faltas. Los favores celestiales que vienen a
recompensar la sinceridad de su arrepentimiento, conduciéndole más adelante en el
conocimiento de los derechos de la justicia infinita le revelan más aún la
enormidad de los crímenes voluntarios que han venido a juntarse" a la
mancha original. Una vez entrado en este camino, la humildad no es para él
solamente una satisfacción dada a la justicia y a la verdad por su inteligencia
esclarecida de lo alto; sino que, a medida que vive con Dios en unión cada vez
más estrecha, y conforme va elevándose por la contemplación en la inteligencia
y en el amor, la caridad divina, que le apremia cada vez más de todos los modos es
causa del mismo recuerdo de sus faltas. Sondea el abismo de donde la ha sacado
la gracia, para lanzarse desde estas profundidades del infierno, más vehemente,
dominante y activa. Entonces el pecador de otros tiempos no se contenta con el
reconocimiento de las riquezas sin número que obtiene hoy de la divina
liberalidad, sino que la confesión de sus miserias pasadas sale de su alma
arrebatada como un himno al Señor.
NUESTRA COLABORACIÓN A LA GRACIA. —
Por la gracia de Dios soy lo que soy, debe decir, en efecto, el
justo con el Apóstol; y cuando esta verdad fundamental arraigue en su
alma, puede con él añadir sin temor: Su gracia no ha sido en mi estéril.
Pues la humildad descansa sobre la verdad: se faltaría a la verdad
imputando al hombre, lo que en el hombre viene del Ser supremo; sería
también ir contra ella, el no reconocer con los santos las obras de la
gracia que Dios ha puesto en ellos. En el primer caso se iría contra la
justicia tanto como contra la verdad; en el segundo contra la gratitud.
La humildad, cuyo fin directo es evitar estos daños causados a la gloria
debida a Dios refrenando las ansias de la soberbia, viene a ser por otra
parte el más seguro auxilio del agradecimiento, noble virtud, que,
en los caminos de aquí abajo, no tiene mayor enemigo que el orgullo.
GLORIARSE EN DIOS. — Cuando la
Virgen proclamaba que todas las generaciones la llamarían bienaventurada, el
entusiasmo divino que la animaba, no consistía menos en el éxtasis de su
humildad que de su amor. La vida de las almas escogidas presenta a cada paso
transportes sublimes de esta clase, en que, aplicándose a sí el cántico de su
Reina, magnifican al Señor cantando las cosas grandes que hace por ellas
con su poder. Cuando San Pablo, después del bajo aprecio que siente de sí, al
compararse con los otros Apóstoles, añade que la gracia ha sido en él
productiva y que ha trabajado más que todos ellos, no creamos que cambia de
tema, o que el Espíritu que le dirige quiere corregir de este modo sus primeras
expresiones; una sola necesidad, un mismo y único deseo le inspira estas
palabras aparentemente diversas y contrarias: el deseo y la necesidad de no
frustrar a Dios la gloria en sus dones, ya sea por la apropiación del orgullo,
ya por el silencio de la ingratitud.
El
Gradual ha sido puesto, según las obras de los piadosos intérpretes de la
Liturgia, como la acción de gracias de los humildes, curados por Dios en
conformidad con la esperanza que tenían puesta en El.
GRADUAL
En
Dios esperó mi corazón, y he sido ayudado: y ha reflorecido mi carne, y le
alabaré con toda mi voluntad. y. A Ti, Señor, he clamado: Dios mío, no calles:
no Te apartes de mí. Aleluya, aleluya. J. Ensalzad a Dios,
nuestro ayudador, cantad jubilosos al Dios de Jacob: cantad un salmo alegre con
la cítara. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio
según S. Marcos. (VII, 31-37).
En
aquel tiempo, saliendo Jesús de los límites de Tiro, fué, por Sidón, al mar de
Galilea, por medio de los confines de la Decápolis. Y le presentaron un
sordomudo, y le rogaron que le impusiera las manos. Y, tomándole aparte de la
turba, metió sus dedos en las orejas de él: y, escupiendo, tocó su lengua: y,
mirando al cielo, suspiró, y díjole: Ephphetha, que significa: ¡Abrios!
Y al punto se abrieron sus oídos, y se soltó el nudo de su lengua, y habló
bien. Y les ordenó que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo prohibió
El, más lo divulgaron ellos: y tanto más se admiraron, diciendo: Todo lo ha
hecho bien: ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos.
EL GÉNERO HUMANO ENFERMO. Los Santos Doctores nos enseñan que este hombre
representa a todo el género
humano, excepción hecha del
pueblo judío. Abandonado desde tantísimo tiempo en las regiones del aquilón, donde solamente reinaba el príncipe del mundo, experimentó
los efectos desastrosos del olvido en
que parece le tenía su Creador y
Padre, como consecuencia del
pecado original. Satanás, cuya pérfida astucia le hizo salir del paraíso, apoderándose de él, se excedió a sí mismo en la elección del
medio que puso para salvaguardar
su conquista. Con ladina tiranía
redujo a su víctima a un estado de
mutismo y de sordera, con que le tiene bajo su imperio más seguro que amarrado con cadenas de diamante; mudo para
implorar a Dios, sordo para oír
su voz; los dos medios de que podía
servirse para libertarse, los tiene impedidos. Satanás, el adversario de Dios y del hombre, puede felicitarse. ¡Se ha dado al traste, a
lo que puede creerse, con la última de las creaciones del Todopoderoso, se ha dado al traste con
el género humano sin distinción de
familias y de pueblos; pues
hasta la misma nación conservada por
el Altísimo como su parte escogida en medio de la defección de los pueblos, se ha aprovechado de sus ventajas para renegar con
más crueldad que todos los demás, de su
Señor y su Rey!
EL MILAGRO. — El Hombre-Dios
gimió al ver una miseria tan extrema. Y ¿cómo no lo iba a hacer considerando
los estragos ocasionados por el enemigo en este ser escogido? Así pues,
levantando los ojos siempre misericordiosos de su santa humanidad, ve el
consentimiento del Padre a las intenciones de su misericordiosa compasión; y,
usando de aquel poder creador que en el principio hizo perfectas todas las
cosas, pronuncia como Dios y como Verbo 3 la palabra omnipotente de
restauración: ¡Ephphetha! La nada, o más bien, en este caso, la ruina,
que es peor que la nada, obedece a esta voz tan conocida; el oído del
infortunado se despierta; se abre con placer a las enseñanzas que le prodiga la
triunfadora ternura de la Iglesia, cuyas oraciones maternales han obtenido esta
liberación; y, penetrando en él la fe y obrando al mismo instante sus efectos,
su hasta aquí trabada lengua vuelve a tomar el cántico de alabanza al Señor,
interrumpido por el pecado desde hacía siglos
LA ENSEÑANZA. — Con todo eso,
el Hombre-Dios quiere más, con esta curación, instruir a los suyos, que
manifestar el poder de su palabra divina; quiere revelar les simbólicamente las
realidades invisibles producidas por su gracia en lo secreto de los
sacramentos. Por esto, conduce aparte al hombre que le presentan, lo lleva
lejos de esa turba tumultuosa de pasiones y de vanos pensamientos que le habían
hecho sordo a las cosas del cielo: ¿de qué serviría, en efecto, curarle si
tiene el peligro de volver a caer nuevamente por no hallarse alejadas las
causas de su enfermedad? Jesús, asegurando el futuro, mete en los oídos del
cuerpo del enfermo sus dedos sagrados, que llevan el Espíritu Santo y hacen penetrar
hasta los oídos de su corazón la virtud reparadora de este Espíritu de amor.
Finalmente, con mayor misterio aún, puesto que la verdad que se trata de
expresar es más profunda, toca con saliva de su boca divina esta lengua que se había
hecho impotente para la confesión y la alabanza; y la Sabiduría, pues ella es
la que se significa aquí místicamente, la Sabiduría que sale de la
boca del Altísimo y, cual onda embriagadora, fluye sobre nosotros de la
carne del Salvador, abre la boca del mundo del mismo modo que hace
elocuente la lengua de los niños que aún no sabían hablar.
RITOS DEL BAUTISMO. — También la
Iglesia, para hacernos ver que el relato evangélico se refiere en figura, no a
un hombre aislado sino a todos nosotros, ha querido que los ritos del bautismo de
cada uno de sus hijos recuerden las circunstancias de la curación que se nos
acaba de relatar. Su ministro, antes de sumergir en el baño sagrado al escogido
que le presenta, debe depositar en su lengua la sal de la Sabiduría, y
tocar los oídos del neófito, repitiendo la palabra que Cristo dijo al
sordomudo: Ephphetha, que significa: abrios.
En
el Ofertorio se deja oír el canto de los humildes, libertados, curados y
ensalzados por Dios.
OFERTORIO
Te
exaltaré, Señor, porque me has socorrido, y no consentiste que se riesen de mí
mis enemigos: Señor, clamé a Ti, y me has sanado.
La
asamblea de los siervos de Dios, le suplica
en la Secreta que acepte sus dones, y que haga del Sacrificio el
homenaje de su servidumbre y el sostén de su debilidad.
SECRETA
Suplicárnoste,
Señor, mires propicio nuestra servidumbre: para que lo que te ofrecemos, sea un
don grato a Ti, y sirva de ayuda a nuestra flaqueza. Por nuestro Señor.
La
Antífona elegida para la Comunión no puede venir mejor, en un tiempo en que los
trabajos de la siega y de la recolección están en todas partes en plena
actividad. Debemos, en efecto, tratar de ofrecer al Señor, por intermedio de su
Iglesia y de sus pobres, las primicias de estos bienes que recibimos de sus
manos. Mas si queremos en verdad honrar con ello a Dios, guardémonos de
imitar la jactancia del Fariseo en el cumplimiento del deber tan sencillo y tan
provechoso a quien lo cumple.
COMUNIÓN
Honra
al Señor con tu riqueza, y con las primicias de tus frutos: y se llenarán tus
graneros plenamente y tus lagares rebosarán de vino. El sagrado remedio de los
Misterios obra en el cuerpo y en el alma; produciendo de este modo la salvación
del uno y de la otra, es la verdadera gloria del cristiano.
En
la Poscomunión, la Iglesia implora para sus hijos esta plenitud efectiva del
Sacramento.
POSCOMUNION
Suplicamos te,
Señor, hagas que, con la recepción de tu Sacramento, sintamos su ayuda en el
alma y en el cuerpo: para que salvados ambos, nos gloriemos de la plenitud de
tu celestial remedio. Por nuestro Señor.
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