24 DE JUNIO
LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA
MISA
La Misa está compuesta de
diversos pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento. La Iglesia, dicen los
liturgistas, quiere con ello indicarnos que Juan es el lazo de unión de ambas
alianzas y participa de cada una. Es el broche de oro que une el doble manto de
la ley y de la gracia 1 en el pecho del Pontífice eterno.
El Introito es de Isaías; en
la Epístola encontraremos entero el texto de donde está tomado. El salmo que
antiguamente se cantaba con él, es el XCI, del que solamente queda en uso el
primer versículo, aunque la razón por la que primitivamente se le escogió, está
en el verso siguiente y en el trece: Es bueno anunciar tu misericordia
por la mañana y manifestar tu verdad por la noche... El justo florecerá
como la palma; y se multiplicará como el cedro del Líbano.
INTROITO
Desde el vientre de mi madre
me llamó el Señor con mi nombre: y puso mi boca como espada aguda: me protegió
bajo la sombra de su mano, y me puso como una saeta escogida. — Salmo: Es
bueno alabar al Señor: y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo. Gloria al Padre.
La colecta recoge los votos
del pueblo cristiano, en este día tan grande a causa del nacimiento del
Precursor. Implora la abundancia de las alegrías espirituales, gracia propia de
esta festividad como lo anunció Gabriel; y, aludiendo a la misión del hijo de
Zacarías, que consiste en enderezar los caminos de salvación, suplica que ningún
cristiano se descarríe de los senderos de la vida eterna.
COLECTA
Oh! Dios, que nos hiciste
venerable este día con la natividad de San Juan: da a tus pueblos la gracia de los
gozos espirituales; y dirige las almas de todos los fieles por la senda de la
eterna salvación. Por nuestro Señor.
EPISTOLA
Lección del
Profeta Isaías. (XLIX, 1-3, 5-7).
Oíd, islas, y atended,
pueblos, de lejos: el Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de
mi madre se recordó de mi nombre. Y puso mi boca como espada aguda: me protegió
bajo la sombra de su mano, y me puso como una saeta escogida: me escondió en su
aljaba. Y díjome: Tú eres mi siervo, Israel, porque me gloriaré de ti. Y ahora
me dice el Señor, haciéndome siervo suyo desde el vientre materno: Mira, te he
dado como luz de las gentes, para que seas mi salud hasta el extremo de la
tierra. Los reyes verán, y se levantarán los príncipes, y adorarán por el Señor
y por el Santo de Israel, que te eligió.
GRATITUD DE LOS
GENTILES. — Hijos de la Iglesia, entremos en sus
pensamientos; comprendamos qué agradecimiento debe ser el nuestro, de nosotros
gentiles, hacia aquel a quien toda carne deberá el haber conocido al
Salvador. Desde el desierto, donde su voz zahería el orgullo de los
descendientes de los patriarcas, nos veía suceder a la soberbia sinagoga; sin
aminorar en nada las exigencias divinas, su austera predicación tenía, para los
futuros privilegiados del Esposo acentos que nunca conocieron los judíos: "Raza
de víboras, decía a éstos: ¿quién os enseña a huir de la ira que ha de venir?
Haced, pues, frutos dignos de penitencia, y no digáis: Tenemos por Padre a
Abraham. Porque os digo que puede Dios de estas piedras hacer nacer hijos de
Abraham. Porque ya está puesta la segur a la raíz, y el árbol que no dé buen
fruto, será cortado y echado al fuego". Mas a los despreciados publícanos,
a los soldados detestados, a todos los corazones estériles de la gentilidad, comparables
ciertamente a las rocas del desierto, Juan Bautista anunciaba la gracia, que
refrescaría y fecundaría con la justicia sus almas secas. "Publícanos, no
exijáis más de lo que os está ordenado; soldados, contentaos con vuestro sueldo.
Moisés dió la ley; pero mejor es la gracia, obra de aquel a quien yo anuncio he
aquí el que quita los pecados del mundo2 y nos da a todos de su plenitud".
INGRATITUD DE LOS
JUDÍOS. — ¡Qué nuevos horizontes para estos despreciados, a los
que el desdén de Israel había considerado por tanto tiempo como vitandos! Mas,
para la sinagoga, semejante golpe al pretendido privilegio de Judá, era un
crimen. Había soportado las invectivas lacerantes del hijo de Zacarías; se
había mostrado pronta a aclamarle como a Cristo'; mas invitarla a marchar a una
con la impura gentilidad, a ella que se decía tan pura, era demasiado: Juan,
desde este momento, fué juzgado como lo sería su Señor. Jesús, insistirá más tarde
sobre la diferente acogida que dispensaron a su Precursor los distintos
oyentes; de ello sacará la base de la sentencia de reprobación contra los
judíos. "En verdad os digo que los publícanos y las rameras os precederán
en el reino de Dios; pues Juan vino a vosotros en camino de justicia y no le
creísteis, y los publícanos y la rameras le creyeron, y vosotros, viéndole, ni
aún hicisteis penitencia después". Después que Isaías ha profetizado la
venida de Juan y del Salvador, Jeremías, figura de ambos, aparece en el Gradual; él también fué santificado en el vientre
materno y preparado desde entonces para el ministerio que debía cumplir. El
Verso deja en suspenso el anuncio de la palabra del Señor; según el rito usado
antiguamente, se completaba repitiendo el Gradual. El Verso aleluyático está
tomado del Evangelio, del Benedictus.
GRADUAL
Antes que te formara en el
seno, te conocí: y, antes que salieras de vientre, te santifiqué. Extendió el Señor su mano, y tocó mi boca,
y díjome. Aleluya, aleluya. Tú, niño, serás llamado Profeta del
Altísimo: irás delante del Señor, para preparar sus caminos. Aleluya.
EVANGELIO
(Continuación del Santo
Evangelio según S. Lucas, l,
56-68).
Cumplió se la a Isabel el
tiempo del parto y dió a luz un hijo. Y oyeron sus vecinos y parientes que el
Señor había glorificado su misericordia con ella, y la felicitaron. Y sucedió
en el octavo día que vinieron a circuncidar al niño, y le llamaban Zacarías,
con el nombre de su padre. Y, respondiendo su madre, dijo: De ningún modo, sino
que se llamará Juan. Y dijéronle: No hay nadie en tu parentela que se llame con
ese nombre. Y le indicaron a su padre cómo quería que se llamase. Y, pidiendo
una tablilla, escribió diciendo: Juan es su nombre. Y se extrañaron todos. Y se
abrió al punto su boca, y se soltó su lengua, y habló bendiciendo a Dios. Y se
apoderó el temor de todos sus vecinos: y se divulgaron todas estas cosas por
todas las montañas de Judea: y se preguntaban todos los que las oían, diciendo:
¿Quién crees que será ese niño? Porque la mano del Señor estaba con él. Y Zacarías,
su padre, fué lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito sea el
Señor, Dios de Israel, que ha visitado y obrado la redención de su pueblo.
LOS SANTUARIOS DE
AIN-KARIM. — Después de los lugares santificados por
el paso en este mundo del Verbo hecho carne, no hay otro, en Palestina, que pueda
interesar tanto al alma cristiana como aquel donde se cumplieron los sucesos
que cuenta este Evangelio. La ciudad que ilustró el nacimiento del Precursor,
se encuentra dos leguas al Oeste de Jerusalén, así como Belén donde nació el
Salvador está dos leguas al Sur de la Ciudad Santa. El peregrino que se dirige a
S. Juan-de-la-Montaña, saliendo por la puerta de Jaffa, encuentra primeramente
el Monasterio griego de Santa Cruz. Después, continuando su marcha a través del
macizo de los montes de Judá, escala una cumbre desde donde se divisa el
Mediterráneo. La casa de Obed-Edom, en la que habitó tres meses el arca santa,
se elevaba en este lugar, de donde un rápido sendero conduce al lugar en que
María, la verdadera arca de la alianza, pasó tres meses de bendición en casa de
su prima Isabel. Dos santuarios, distantes uno de otro aproximadamente unos mil
pasos, consagran los grandes recuerdos que acaba de relatarnos S. Lucas: En el
uno fue concebido y nació Juan Bautista; en el otro tuvo lugar la circuncisión
del Precursor, ocho días después de su nacimiento. El primero reemplaza a la
casa urbana de Zacarías; en su forma actual se remonta a una época anterior a
las cruzadas. Es una hermosa Iglesia con tres naves y cúpula. El altar mayor
está dedicado a San Zacarías; el de la derecha a Sta. Isabel. A la izquierda, siete
gradas de mármol conducen a una cripta cavada en la roca y que no es sino el
aposento más retirado de la casa primitiva: es el santuario de la Natividad de
S. Juan. Cuatro lámparas amortiguan la oscuridad de esta cripta veneranda,
mientras que otras seis, suspendidas de la mesa del altar, alumbran esta
inscripción grabada en el mármol del pavimento: HIC PRAECURSOR
DOMINI NATUS EST: Unámonos en este día a los hijos de S. Francisco,
guardianes de tan inefables recuerdos. Las tradiciones locales colocan a alguna
distancia de este primer santuario, como ya hemos dicho, el recuerdo de la
circuncisión del Precursor. Además de la casa urbana, Zacarías poseía otra más
aislada. Isabel se había retirado a ella durante los primeros meses de su
embarazo, para gustar en el silencio el don de Dios'. Allí la encontró la
Virgen al venir de Nazaret, allí se produjo el sublime salto de gozo de los niños
y de las madres, allí el Magníficat probó al cielo que en adelante la
tierra le sobrepujaba en la alabanza y el amor. Convenía que el cántico de
Zacarías, el cántico de la mañana, resonase por primera vez en el lugar donde
el de la tarde se había elevado como columna de incienso de suave olor. Urbano V, en 1368, ordenó se
cantase el Credo el día de la Natividad de San Juan Bautista y
durante su Octava, para que el Precursor no pareciese inferior a los
Apóstoles. La antigua costumbre de suprimir el Símbolo en esta fiesta
ha prevalecido sin embargo: no como señal de inferioridad respecto
de aquel que se eleva por encima de todos los que anunciaron el reino de
Dios, sino para indicar que acabó su curso antes de la promulgación
del Evangelio.
El Ofertorio está sacado del
salmo del Introito: es el verso que antiguamente formaba el Introito de la 2.*
Misa del Santo, al alba.
OFERTORIO
El justo florecerá como la
palmera: se multiplicará como el cedro del Líbano.
La Secreta pone de relieve
el doble carácter de Profeta y Apóstol, constitutivo de la grandeza de San
Juan; el sacrificio que se ofrece en su honor, aumentará su gloria al poner de
nuevo ante nuestros ojos al cordero de Dios que anunció y que mostró al mundo.
SECRETA
Llenamos, Señor, tus altares
de dones, celebrando con el debido honor la natividad de aquel que predijo había
de venir y que mostró ya presente al Salvador,a nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que contigo vive y reina.
El Esposo toma posesión de
la Esposa, y Juan Bautista le preparó el camino, como lo indica la Antífona de
la Comunión. El momento de los Misterios es aquel en que, cada día, repite: "El
que tiene la Esposa, ése es el Esposo; mas el amigo del Esposo, que
está con él y le oye, se llena de gozo con la voz del Esposo. Asi, pues,
este mi gozo ha quedado cumplido".
COMUNION
Tú, niño, serás llamado Profeta
del Altísimo: porqué irás delante del Señor, para preparar sus caminos. Si la
alegría se desborda en el amigo del Esposo, ¿cómo la Esposa, en este bendito
momento de Misterios, no será toda ella alegría y agradecimiento? Exalte, pues,
en la Poscomunión a aquel que la hizo conocer a su Salvador y Señor.
POSCOMUNION
Alégrese, oh Dios, tu
Iglesia con la generación de San Juan Bautista, por quien conoció al autor de
su regeneración, a nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina.
OFICIO PERMANENTE
DEL PRECURSOR. — También nosotros, oh! Precursor del Mesías,
tomamos parte en la alegría que trae al mundo tu nacimiento. Este anunciaba la
propia venida del Hijo de Dios. Ahora bien, cada año el Emmanuel vuelve a nacer
de nuevo en la Iglesia y en las almas; y así hoy, como hace veinte siglos, no
quiere venir a este mundo sin que tú, como entonces, hayas preparado los
caminos de este nacimiento por el que se nos da a cada uno el Salvador. Apenas finalizó
la serie de misterios que dieron cumplimiento a la glorificación del
Hombre-Dios y fundación de la Iglesia, cuando ya alborea en el horizonte
Navidad; ya, en su cuna, Juan salta de gozo y revela la proximidad del Niño-Dios.
Amable profeta del Altísimo, que, sin poder hablar aún, ya sobrepasas a todos
los grandes profetas: muy pronto parecerá que el desierto te ha arrebatado para
siempre del trato de los hombres. Mas en los días de Adviento, la Iglesia te encontrará
de nuevo; y ella nos volverá sin cesar a tus sublimes enseñanzas, al testimonio
que tú mismo darás de Aquel a quien ella espera. Comienza desde ahora a
preparar nuestras almas; vuelto de nuevo a este mundo en este alegre día,
venido como mensajero de la cercana llegada del Señor, ¿podrías permanecer
inerte por un momento ante la obra inmensa que te incumbe respecto de nosotros?
DIGNOS FRUTOS DE
PENITENCIA. — Desterrar el pecado, domar las pasiones,
enderezar los instintos descarriados de la pobre naturaleza caída: todo esto
sin duda se habría ya practicado, todo esto se habría ejecutado hace tiempo, si
hubiésemos correspondido a tus pasadas fatigas. Sin embargo de eso, es muy
cierto que apenas en muchos se ha comenzado a roturar esas tierras rebeldes, en
donde las piedras y las zarzas han desafiado tus cuidados desde hace años. Lo
reconocemos, confundidos al confesarnos culpables: te descubrimos a ti y a
Dios Todopoderoso nuestras faltas, como nos enseña la Iglesia a hacerlo al
principio del Santo Sacrificio; mas al mismo tiempo te pedimos con ella intercedas<
por nosotros ante Dios nuestro Señor. Así lo proclamabas en el
desierto: de estas mismas piedras Dios puede sacar hijos de Abraham.
PRESENCIA DE SAN
JUAN EN LA MISA. — Diariamente las solemnes fórmulas
oblacionales, preparatorias de la inmolación renovada del Salvador, nos
muestran la parte honrosa y poderosa que te corresponde en este augusto
Sacrificio; tu nombre, vuelto a pronunciar cuando la víctima sagrada está sobre
el altar, ruega entonces por nosotros, pecadores, al Dios
misericordioso. ¡Ojalá nos sea propicio, en atención a tus méritos y a nuestra
miseria, y a la súplica perseverante de la Iglesia, trocando nuestros corazones
y reemplazando sus malas inclinaciones por los atractivos de la virtud, que nos
alcanzarán la visita del Emmanuel! En este momento sagrado de los Misterios,
invocado tres veces según la fórmula que tú nos enseñaste, el Cordero de
Dios, que quita los pecados del mundo, se apiadará de nosotros y nos
concederá la paz: esta paz preciosa con el cielo, con la tierra y con nosotros mismos,
que nos preparará para el Esposo haciéndonos Hijos de Dios según tú
mismo atestiguas cada día por boca del sacerdote al finalizar el Santo
Sacrificio. Entonces ¡oh Precursor! será completa nuestra alegría como la tuya;
dará comienzo la unión sagrada, de la que este día de tu nacimiento encierra
para nosotros una esperanza tan lisonjera, y, desde este mundo y bajo el velo
de la fe, será una realidad sublime, en espera de la clara visión de la
eternidad.
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