La invención de
la santa Cruz.
(Año 326 de J.C.)
La bienaventurada Santa
Elena, madre del emperador Constantino, visitando a la edad de ochenta años los
santos lugares, consagrados con la vida y sangre de Cristo, movida por divina
inspiración, quiso buscar la Santa Cruz de nuestro Redentor adorable. Hallábase
muy congojada y perpleja porque nadie podía decir dónde estaba, y los inmundos gentiles
habían puesto en el Calvario un ídolo de Venus para que ningún cristiano se
acercase para hacer oración en aquel sagrado lugar. Mas como fuese costumbre de
los gentiles, cuando hacían morir por justicia algún hombre facineroso,
enterrar los instrumentos del suplicio junto al lugar donde se sepultaba el
cuerpo, mandó santa Elena cavar cerca del sepulcro del Señor, y al fin se
hallaron allí tres cruces, y el título de la cruz de Cristo tan apartado que no
podía declarar cuál de aquellas cruces fuese la del Señor. En esta perplejidad
el patriarca de Jerusalén, san Macario, que allí estaba, mandó hacer oración, y
luego hizo traer allí una mujer tan enferma que los médicos la tenían por desahuciada.
A ésta mandó aplicar la primera cruz y la segunda, sin verse fruto alguno, y
aplicándole la tercera, repentinamente quedó del todo sana y con enteras
fuerzas. Con este milagro ceso la duda y se entendió que aquella era la cruz de
nuestro Salvador. Increíble fue el gozo de santa Elena, la cual hizo gracias al
Señor por tan señalado regalo y beneficio, y mandó edificar un suntuoso templo
en aquel mismo lugar, donde dejó parte de la cruz ricamente engastada y adornada,
y la otra parte con los clavos envió a su hijo el emperador Constantino, el
cual mandó ponerla en un templo que labró en Roma, y que después se llamó Santa
Cruz de Jerusalén. Ordenó además que desde entonces ningún malhechor fuese
crucificado, y que la cruz que hasta aquel tiempo era el más vil e ignominioso suplicio,
fuese de allí adelante la gloria y corona de los reyes, y así trocó las águilas
del guion imperial por la cruz, con ella mando batir monedas y poner un globo del
mundo en la mano derecha de sus estatuas y sobre el globo la rauma cruz, para que
se entendiese que el mismo mundo había sido conquistado por la santa Cruz de
nuestro Redentor Jesucristo, y que esta misma cruz había de ser el escudo y defensa
de la república cristiana.
Reflexión: La
Iglesia celebra hoy esta fiesta para enseñarnos a reverenciar el tesoro divino
de la santa Cruz, en el cual está la salud, la paz, la verdadera sabiduría, la
justicia y la santificación del género humano. Declarando Tertuliano la
costumbre que tenían los cristianos en santiguarse y armarse de la señal de la
cruz, dice: «En todos los pasos que damos, en nuestras entradas, en nuestras
salidas, cuando nos calzamos, cuando nos lavamos y nos ponemos a la mesa,
cuando nos sentamos y nos traen lumbre y nos acostamos, y finalmente en todas
nuestras acciones continuamente hacemos la señal de la cruz en la frente.».
Notables palabras son éstas, que manifiestan la santa costumbre de los
cristianos más antiguos y fervorosos. ¿Por qué no hemos de imitarles, haciendo
también con toda reverencia la señal de la cruz al levantarnos y acostarnos, en
la tentación, y al comenzar cada una de nuestras obras, al comenzar algún viaje
y en tantas otras ocasiones o peligros en que tenemos harta necesidad de la
ayuda y favor del cielo?
†
Oración: Oh
Dios, que en la invención de la saludable cruz, renovaste los milagros de tu
pasión, concédenos que por el valor de aquel leño de vida, alcancemos eficaz socorro
para lograr la vida perdurable. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén
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