Santa Catalina de Genova
TRATADO
DEL PURGATORIO
SANTA
CATALINA DE GENOVA
Introducción
CAPITULO I
Experiencia del purgatorio
en la tierra
1. Esta alma santa, viviendo todavía en la carne, se
encontraba puesta en el purgatorio del fuego del divino Amor, que la quemaba entera
y la purificaba de cuanto en ella había para purificar, a fin de que, pasando
de esta vida, pudiese ser presentada ante la presencia de su dulce Dios Amor. Y
comprendía en su alma, por medio de este fuego amoroso, cómo estaban las almas
de los fieles en el lugar del purgatorio para purgar toda herrumbre y mancha de
pecado, que en esta vida no hubiesen purgado. Y así como ella, puesta en el
purgatorio amoroso del fuego divino, estaba unida a ese divino Amor, y contenta
de todo aquello que Él en ella operaba, así entendía acerca de las almas que
están en el purgatorio. Almas ajenas a todo, absortas en el amor de Dios
2. Y decía: Las almas que están en el purgatorio, según me
parece entender, no pueden tener otra elección que estar en aquel lugar; y esto
es por la ordenación de Dios, que ha hecho esto justamente. Ellas,
reflexionando sobre sí mismas, no pueden decir: «Yo, cometiendo tales y tales
pecados, he merecido estar aquí». Ni pueden decir: «No quisiera yo haberlos
cometido, pues ahora estaría en el Paraíso». Y tampoco pueden decirse:
«Aquéllas salen del purgatorio antes que yo», o bien «yo saldré antes de
aquél». Y es que no pueden tener memoria alguna, en bien o en mal, ni de sí ni
de otros, sino que, por el contrario, tienen un contento tan grande de estar
cumpliendo la ordenación de Dios, y de que Él obre en ellas todo lo que quiera
y como quiera, que no pueden pensar nada de sus cosas. Lo único que ven es la
operación de la bondad divina, que tiene tanta misericordia del hombre para
conducirlo hacia Sí; y nada reparan en sí mismas, ni de penas ni de bienes. Si en
ello pudieran fijarse, no estarían viviendo en la pura caridad. Por lo demás,
tampoco pueden ver a sus compañeras que allí penan por sus propios pecados. Están
lejos de ocuparse en esos pensamientos. Eso sería una imperfección activa, que
no puede darse en aquel lugar, donde los pecados actuales no son ya posibles. La
causa del purgatorio que sufren la conocieron de una sola vez, al partir de
esta vida; y después ya no piensan más en ella, pues otra cosa sería un apego
de propiedad desordenada.
3. Estas almas, viviendo en la caridad, y no pudiendo
desviarse de ella con defectos actuales, por eso ya no pueden querer ni desear otra
cosa que el puro querer de la caridad. Estando en aquel fuego purgatorio, están
en la ordenación divina, que es la pura caridad, y ya no pueden desviarse de
ella en nada, pues ya no pueden actualmente ni pecar ni merecer.
Contentas de adelantar en la purificación
4. No creo que sea posible encontrar un contento comparable al
de un alma del purgatorio, como no sea en el que tienen los santos en el
Paraíso. Y este contentamiento crece cada día por el influjo de Dios en esas
almas; es decir, aumentado más y más a medida que se van consumiendo los
impedimentos que se oponen a ese influjo.
La herrumbre del pecado es
impedimento, y el fuego lo va
consumiendo.
Así es como el alma se va abriendo cada vez más al divino
influjo. Si una cosa que está cubierta no puede corresponder a la reverberación
del sol -no por defecto del sol, que continuamente ilumina, sino por la
cobertura que se le opone-, eliminada la cobertura, queda la cosa descubierta
al sol. Y tanto más corresponderá a la irradiación luminosa, cuanto más se haya
eliminado la cobertura. Pues así sucede con la herrumbre del pecado, que es
como la cobertura de las almas. En el purgatorio se va consumiendo por el fuego,
y cuanto más se consuma, tanto más puede recibir la iluminación del sol
verdadero, que es Dios. Y tanto crece el contento, cuanto más falta la herrumbre,
y se descubre el alma al divino rayo. Lo uno crece y lo otro disminuye, hasta
que se termine el tiempo. Y no es que vaya disminuyendo la pena; lo que disminuye
es el tiempo de estar sufriéndola. Y por lo que se refiere a la voluntad de
esta alma, jamás ella podrá decir que aquellas penas son penas; hasta tal punto
está conforme con la ordenación de Dios, con la cual esa voluntad se une en
pura caridad.
Son penas indecibles
5. A pesar de lo dicho, sufren estas almas unas penas tan extremas,
que no hay lengua capaz de expresarlas, ni entendimiento alguno las puede
comprender mínimamente, a no ser que Dios lo mostrase por una gracia especial.
Yo creo que a mí la gracia de Dios me lo ha mostrado, aunque después no sea yo capaz
de expresarlo. Y esta visión que me mostró el Señor nunca más se ha apartado de
mi mente. Trataré de explicarlo como pueda, y me entenderán aquéllos a quienes
el Señor se lo dé a entender.
Penas causadas por los
pecados
6. El fundamento de todas las penas es el pecado, sea el
original o los actuales. Dios ha creado el alma pura, simple, limpia de toda mancha
de pecado, con un cierto instinto que le lleva a buscar en Él la felicidad.
Pero el pecado original le aleja de esa inclinación, y más aún cuando se le
añaden los pecados actuales. Y cuanto más se desvía así de Dios, se va haciendo
más maligna, y menos se le comunica Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario