Segunda vía: la causalidad eficiente
15. Este segundo procedimiento para demostrar la
existencia de Dios puede formularse sintéticamente del siguiente modo:
5. Dios es absolutamente inmóvil tanto en el
sentido metafísico del movimiento (tránsito de la potencia al acto) como en el sentido físico (movimiento local de un sitio a otro). Lo es en el sentido metafísico porque,
como veremos más adelante, es Acto puro, sin mezcla de potencialidad
alguna; y lo es en el sentido físico porque, como veremos también, es lntenso y ocupa y llena todos los lugares del universo, sin que exista
ni pueda existir un sólo lugar en el que no esté internamente presente Dios por
esencia, presencia y potencia.
Las causas eficientes segundas reclaman
necesariamente la existencia de una Primera Causa eficiente a la que llamamos
Dios.
En gracia a los no iniciados en filosofía vamos a
explicar brevemente los términos de la proposición. Se entiende en filosofía
por causa eficiente aquella que, al actuar, produce un efecto distinto de sí misma. ASÍ, el
escultor es la causa eficiente de la estatua esculpida por él; el padre es la
causa eficiente de su hijo. Se entiende por causa segunda toda aquella que,
a su vez, ha sido hecha por otra causa eficiente anterior. y así, el padre es
causa eficiente de su hijo, pero, a su vez, es efecto de su propio padre, que
fue quien le trajo a la existencia como causa eficiente anterior. En este
sentido son causas segundas todas las del universo, excepto la Primera Causa incausada, cuya existencia vamos a investigar.
Escuchemos, en primer lugar, a Santo Tomas de Aquino:
"Hallamos que en el mundo de lo sensible hay un
orden determinado entre las causas eficientes; pero no hallamos ni es posible
hallar que alguna cosa sea su propia causa, pues en tal caso habría de ser
anterior a sí misma, y esto es imposible. Ahora bien: tampoco se puede prolongar
indefinidamente la serie de las causas eficientes, porque, en todas las causas
eficientes subordinadas, la primera es causa de la intermedia y ésta es causa
de la última, sean pocas o muchas las intermedias y puesto que, suprimida una
causa, se suprime su efecto, si no existiese entre las causas eficientes una
que sea la primera, tampoco existiría la última ni la intermedia. Si, pues, se
prolongase indefinidamente la serie de causas eficientes, no habría causa
eficiente primera, y, por tanto, ni efecto último ni causa eficiente
intermedia, cosa falsa a todas luces. Por consiguiente, es necesario que exista
una Causa Eficiente Primera, a la que llamamos Dios.
Como se ve, el argumento de esta segunda vía es también
del todo evidente y demostrativo. Pero para ponerlo todavía más al alcance de
los no iniciados en filosofía, vamos a poner un ejemplo clarísimo para todos;
el origen de la vida en el universo.
Es un hecho indiscutible que en el mundo hay seres
vivientes que no han existido siempre, sino que han comenzado a existir; v.gr.,
cualquier persona humana. Todos ellos recibieron la vida de sus propios padres,
y éstos de los suyos, y así sucesivamente. Ahora bien: es imposible prolongar
hasta el infinito la lista de nuestros tatarabuelos. Es forzoso llegar a un
primer ser viviente que sea el principio y origen de todos los demás. Suprimido
el primer. "Hallamos que en el mundo de lo sensible hay un
orden determinado entre las causas eficientes; pero no hallamos ni es posible
hallar que alguna cosa sea su propia causa, pues en tal caso habría de ser
anterior a sí misma, y esto es imposible. Ahora bien: tampoco se puede prolongar
indefinidamente la serie de las causas eficientes, porque, en todas las causas
eficientes subordinadas, la primera es causa de la intermedia y ésta es causa
de la última, sean pocas o muchas las intermedias. y puesto que, suprimida una
causa, se suprime su efecto, si no existiese entre las causas eficientes una
que sea la primera, tampoco existiría la última ni la intermedia. Si, pues, se
prolongase indefinidamente la serie de causas eficientes, no habría causa
eficiente primera, y, por tanto, ni efecto último ni causa eficiente
intermedia, cosa falsa a todas luces. Por consiguiente, es necesario que exista
una Causa Eficiente Primera, a la que llamamos Dios.
Como se ve, el argumento de esta segunda vía es también
del todo evidente y demostrativo. Pero para ponerlo todavía más al alcance de
los no iniciados en filosofía, vamos a poner un ejemplo clarísimo para todos;
el origen de la vida en el universo.
Es un hecho indiscutible que en el mundo hay seres
vivientes que no han existido siempre, sino que han comenzado a existir; v.gr.,
cualquier persona humana. Todos ellos recibieron la vida de sus propios padres,
y éstos de los suyos, y así sucesiva- mente. Ahora bien: es imposible prolongar
hasta el infinito la lista de nuestros tatarabuelos. Es forzoso llegar a un
primer ser viviente que sea el principio y origen de todos los demás. Suprimido
el primero, quedan suprimidos automáticamente el segundo y el tercero y todos
los demás; de donde habría que concluir que los seres vivientes actuales no existen
realmente, lo cual es ridículo y absurdo. Luego existe un Primer Viviente que
es causa y origen de todos los demás.
Ahora bien: este Primer Viviente reúne, entre otras
muchas, las siguientes características:
1º No tiene padre ni madre, pues de lo contrario ya no
sería el primer viviente, sino el tercero, lo cual es absurdo y
contradictorio, puesto que se trata del primer viviente en absoluto.
2º No ha nacido nunca, porque de lo contrario hubiera
comenzado a existir y alguien hubiera tenido que darIe la vida, pues de la nada
no puede salir absolutamente nada, ya que la nada no existe, y lo que no
existe, nada puede producir. Luego ese primer viviente tiene la vida por
sí mismo, sin haberIa recibido de nadie.
3º Luego es eterno, o sea, ha existido siempre, sin
que haya comenzado jamás a existir.
4º Luego todos los demás seres vivientes proceden necesariamente
de él, ya que es absurdo y contradictorio admitir dos o más primeros vivientes:
el primero en cualquier orden de cosas se identifica con la unidad absoluta.
5º Luego de él proceden, como de su causa originante y creadora, todos los
seres vivientes del universo visible: hombres, animales y plantas, y todos los
del universo invisible: los ángeles de los que nos hablan las
Escrituras.
Escrituras.
6º Luego es superior y está infinitamente por encima de todos los seres vivientes del universo, a los que comunicó la existencia y la vida.
Hay que concluir forzosamente que el Primer Viviente
que reúne estas características tiene un nombre adorable: es, sencillamente,
Dios.
Escuchemos a Hillaire exponiendo con claridad y
sencillez estos mismos argumentos:
"Las ciencias
físicas y naturales nos enseñan que hubo un tiempo en que no
existía ningún ser viviente sobre la tierra. ¿De dónde, pues, ha salido la vida
que ahora existe en ella: la vida de las plantas, la vida de los animales, la
vida del hombre?".
La razón
nos dice que ni siquiera la vida vegetativa de una planta y
menos la vida sensitiva de los animales, y muchísimo menos la vida
intelectiva del hombre, han podido brotar de la materia. ¿Por qué? Porque
nadie da lo que no tiene; y como la materia carece de vida, no puede darla.
Los ateos se encuentran acorralados por este dilema:
o bien la vida ha nacido espontáneamente sobre el globo, fruto de la materia
por generación espontánea; o bien hay que admitir una causa distinta
del mundo, que fecunda la materia y hace brotar la vida. Ahora bien: después
de los experimentos concluyentes de Pasteur, ya no hay sabios verdaderos que se
atrevan a defender la hipótesis de la generación espontánea; la verdadera
ciencia establece que nunca un ser viviente nace sin germen vital, semilla, huevo
o renuevo, proveniente de otro ser viviente de la misma especie.
Pero ¿cuál es el origen del primer ser viviente de
cada especie? Remontaos todo lo que queráis de generación en generación: siempre
habrá que llegar a un primer creador, que es Dios, causa primera de todas las
cosas. Es el viejo argumento del huevo y la gallina; mas no por ser
viejo deja
de ser molesto para los ateos.
de ser molesto para los ateos.
Este argumento del origen de la vida es un simple
caso particular del argumento general de la necesidad de una Primera Causa eficiente
y puede aplicarse, por lo mismo, a todos los demás seres existentes en el
universo. Cada uno de los seres, vivientes o no, que pueblan la inmensidad del
universo, constituye una prueba concluyente de la existencia de Dios; porque
todos esos seres son necesariamente el efecto de una causa que los ha producido,
la obra de un Dios creador.
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