22 de
Abril
Los
santos Sotero y Cayo, pontífices y mártires.
(†170.
†296.)
III
Clase
Paramentos
rojos
Misa: Si Diligis Me
Epístola: I Pedro:(V,
1-4; y 10-11)
Evangelio: San Mateo (XVI, 13-19)
El venerable pontífice y glorioso mártir de Cristo San
Sotero o Soter nació al fin del siglo primero en Fondi que está en el reino de Nápoles,
y vivía en Roma al tiempo en que los fieles romanos que habían recibido la
doctrina celestial de mano de los príncipes de los apóstoles, eran modelos de virtud
para toda la cristiandad. Y como resplandeciese san Sotero en aquella santa
Iglesia por su sabiduría y celo apostólico, fue elegido por sucesor de san
Aniceto en la silla de san Pedro. Bien fue menester aquella caridad de Cristo
que ardía en las entrañas del nuevo pastor de la Iglesia; porque arreciaba a la
sazón la persecución de Marco Aurelio Antonino, el cual imitó la bárbara
crueldad de Nerón contra los inocentes cristianos; y así unos eran enterrados
vivos y cargados de cadenas en cárceles subterráneas, otros condenados a las
minas, otros arrojados a los tigres y leones del anfiteatro, otros despedazados
y muertos a puros tormentos en las plazas y patíbulos. Mas San Sotero como buen
pastor que no temía perder la vida por sus ovejas, les visitaba en las cárceles
y en las cavernas, les socorría con limosnas, les alentaba con cartas y
saludables instrucciones, con tanta gracia del Señor, que todo el mundo fue
testigo de la constancia admirable con que innumerables fieles dieron la vida
por la fe, antes que el santísimo pastor mereciese también la corona de su
ilustre martirio. Celebramos hoy también la fiesta de otro pontífice mártir,
llamado Cayo, el cual era originario de Dalmacia y pariente de Diocleciano; y
semejante a san Sotero en los trabajos, persecuciones y gloriosa muerte. Veían
se los cristianos obligados a esconderse en plazas, esquinas y encrucijadas de
las ciudades mandaban los tiranos poner unos idolillos, con bando riguroso que
nadie pudiese comprar, ni vender sin haber, los antes incensado, ni aun podían sacar
agua de las fuentes y pozos públicos sin hacer antes aquel impío
sacrificio. Es imposible decir lo que hizo el santísimo pontífice Cayo para que
triunfase la ley de Cristo en esta horrible persecución; y no poco le ayudaron
Cromacio, antiguo prefecto de Roma, convertido a la fe, y San Sebastián, que
era el capitán de la guardia imperial, y un oficial del emperador, llamado
Cástulo, fervoroso cristiano, en cuyo palacio tenía su oculta iglesia el santo
pontífice. Y allí en lo más alto de la casa se juntaban secretamente los fieles
todos los días, y San Cayo les apacentaba con la palabra de Dios, celebraba la
misa y les distribuía ej pan de los fuertes. Finalmente después de haber enviado
delante de sí al cielo gran muchedumbre de valerosos mártires, a los doce años
de su pontificado, que pasó en los montes, cuevas y casas de los cristianos, selló
también con su sangre la fe de nuestro Señor Jesucristo.
Reflexión: ¡Qué
trabajosa y azarosa vida la de aquellos cristianos! Por no ser infieles al santo
Bautismo, por no quemar un granito de incienso en el ara de los falsos dioses
se condenaba a un destierro voluntario, moraban en los bosques, en las cuevas y
catacumbas, y ponían mil veces a riesgo la hacienda y la vida. Pues, ¿qué hacemos
nosotros por nuestra fe? ¿No es por ventura, tan preciosa como la suya? ¿No
tenemos el mismo Dios, la misma fe y el mismo bautismo? ¡Ah¡ cubrámonos de vergüenza
y temamos a Dios, que puede castigar nuestra culpable incredulidad, o nuestra
torpísima indolencia en su servicio.
Oración: Suplicámoste,
Señor, que nos proteja la festiva memoria que celebramos de tus santos mártires
y pontífices Sotero y Cayo, y que su venerable intercesión nos recomiende ante
el acatamiento de tu divina Majestad. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
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