SAN PEDRO CANISIO, CONFESOR Y DOCTOR
Misa – In Medio, Paramentos Blancos
III
Clase, con Gloria, sin Credo.
Epístola -
II Timoteo; IV, 1-8
Evangelio - San
Mateo; V, 13-19
EL
SANTO. — Fiel a su promesa, nunca ha abandonado a su
Iglesia Nuestro Señor, ni la ha privado de la ayuda necesaria para cumplir su fin
a través de los siglos. En las épocas más turbulentas, cuando el infierno
parecía la iba a sumergir, ha suscitado hombres "poderosos en obras y en
palabras para reprimir la audacia de Satanás, frenar los progresos del mal, y
extender el reino de Dios en el mundo Uno de estos fué San Pedro Canisio.
"Valiente y suave, humilde y sabio, profesor, escritor, orador y
polemista, siempre dispuesto a lanzarse en cualquier campo de batalla;
predicador de reyes y catequista de niños; primer Provincial de la Compañía de
Jesús en Alemania; teólogo en el Concilio de Trento; Nuncio del Papa ante
obispos y príncipes; mezclado en todos los asuntos religiosos de su tiempo,
capaz por su doctrina, su prudencia, su abnegación, su genio y su vida santa de
hacer frente a los progresos del protestantismo, y detener y disminuir sus
conquistas. Tal es el santo cuya fiesta celebra hoy la Iglesia, y que propone a
los defensores de la verdad, para que tengan ante los ojos "el modelo de
un campeón intrépido de la doctrina católica y un ejemplo que imitar,
conservando el tesoro precioso de la fe, sin la cual no se puede conseguir la
vida eterna".
EL
CATEQUISTA. — Uno de los principales
títulos de gloria de San Pedro Canisio se halla en su obra catequista. Compuso
dos catecismos: la Suma de la doctrina cristiana y el Catecismo menor, para
preservar a los niños del pueblo, a los estudiantes de las universidades y a
los mismos clérigos contra el error protestante, y darles la doctrina sana de
la Iglesia. Antes de su muerte, vió el santo 200 ediciones de su catecismo y su
traducción a 12 lenguas extranjeras, es inmenso el bien que hizo y desde el
siglo x v n se le llamaba a Canisio "Doctor de casi todas las
naciones." Este juicio fué ratificado por Pío X I , que al canonizarle, le
declaró protector de la Religión católica en Alemania y Doctor de la Iglesia
Universal.
VIDA — Nació Pedro Canisio en Nimega en 1521, el mismo año de la rebelión abierta de Lutero
contra la Iglesia. A los 15 años
fué a Colonia para estudiar humanidades. Allí hizo votos de castidad perpetua, y poco más tarde entró en la Compañía de Jesús.
Ordenado de sacerdote, se
consagró a la defensa de la fe católica contra los ataques de los innovadores. Dos veces tomó parte en las sesiones del Concilio de Trento,
y le fueron encargadas misiones
particulares por los Papas Paulo
IV y Gregorio XIII. Con su celo reavivó la fe de los jefes del Imperio germánico en las dietas de Ratisbona y Augsburgo, y en Worms confundió a los
magistrados herejes. Compuso una
notable Suma de la doctrina cristiana,
y sus obras de controversia le merecieron el sobrenombre de "martillo de los herejes". Sus incesantes trabajos no le impidieron
permanecer íntimamente unido a
Dios, hasta ser arrobado a veces en éxtasis. Su humildad le hizo rehusar muchas veces el episcopado; su obediencia y austeridad fueron
sumas. Por fin a la edad de 77
años murió en Friburgo donde vivía
desde hacía muchos años. En 1864 le beatificó Pío IX, y en 1925 Pío XI le canonizó y le declaró Doctor de la Iglesia.
PLEGARIA.
Señor
hacemos nuestros los ardientes sentimientos de fe que el santo Doctor expone al
principio de su Suma: "No conozco a Lutero y rechazo a Calvino.
Anatematizo a todos los herejes, nada quiero con ellos. Ni dicen, ni creen, ni
observan la regla de fe de la única, santa y católica Iglesia romana. Por el
contrario estoy unido por una fe común, y apruebo la religión y doctrina de los
que escuchan y siguen a Cristo, no sólo en sus enseñanzas de la Escritura sino
en las decisiones de los Concilios Ecuménicos, en su palabra salida de la
cátedra de Pedro, lo mismo que en los testimonios de los Padres. "Hombres
blasfemos desprecian y combaten a la Iglesia romana; la detestan como iglesia
del Anticristo. Yo me proclamo ciudadano suyo; no me apartaré un ápice de su
autoridad; en testimonio suyo estoy dispuesto a derramar mi sangre y mi vida.
Solamente en su unión, los méritos de Cristo y los dones del Espíritu Santo son
la salvación para mí y para todos los demás. Tal es mi esperanza, mi certeza y
mi persuasión. "Lo que me impone y me arranca esta profesión de fe, oh
Dios mío, es el honor de tu nombre, la fuerza de la verdad conocida, la
doctrina de la Escritura canónica, el común sentir de los Padres, la obligación
de dar testimonio ante mis hermanos, en ñn, la esperanza de obtener en el
cielo, la felicidad prometida a los confesores del Evangelio. "Si esta
confesión me acarrea el desprecio de los herejes, perdónalos, ¡Oh Padre!
perdónalos. El imperio fatal de Satanás, el prestigio de una falsa ciencia les
domina; no saben ni quieren saber lo que hacen. "Consérvame, te suplico,
esta gracia: que en vida y en muerte no cese de profesar con constancia sincera
y sinceridad constante la fe que se debe a Ti y a tu Iglesia y a la verdad.
Amén."
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