Padre Batis |
"Antes me matarán que dejarles
cometer semejante sacrilegio"
Nicolás exclamó: -"¡Animo, muchachos, muero por
Cristo que no muere jamás!", lanzó un ¡Viva Cristo Rey! y después de recibir la
descarga, expiró. El niño de trece años Agustín Ríos lloró copiosamente. Entonces
Valencia Gallardo increpó a los verdugos; les llamó la atención sobre la tierna
edad de la víctima, y vitoreó a Cristo y a la Virgen de Guadalupe. Furiosos los
perseguidores se arrojaron sobre él y le cortaron la lengua. Uniendo luego el
sarcasmo a la crueldad le dijeron: "Ahora habla, hijo de tal... “José,
haciendo un supremo esfuerzo por confesar su fe, levantó el dedo hacia arriba
en una sublime expresión de confianza. En seguida le destrozaron el cráneo con
bala explosiva, y acribillaron a los demás en masa.
Habían dado el tiro de gracia a Nicolás Navarro y
Salvador Vargas, cuando el jefe del pelotón ordenó:
-No den el tiro de gracia, pues es necesario poder decir
que murieron en combate.
Se limitaron entonces a colocarles cerillas encendidos en
los poros de la nariz para ver si respiraban, y se alejaron. Entre los caídos
hubo uno al que no alcanzaron las balas; pero perdido el conocimiento por los
golpes, sufrió brutal quemadura del cerillo. Al volver en sí, con atroces
sufrimientos por el martirio a que había sido sujeto, reconoció a sus
compañeros, y halló que cuatro más vivían aún. A costa de grandes sacrificios
pudo llevarlos a lugar que creyó seguro, donde les proporcionó alguna ayuda
hasta que pudo obtener auxilio. Los cuidaron con el mayor esmero y sigilo, pero
murió todavía otro. Dios permitió que los demás vivieran para atestiguar el
valor heroico de sus compañeros.
Al día siguiente los periódicos de la capital publicaban
el siguiente boletín oficial en primera plana: FUE ASALTADA LA POBLACIÓN DE
LEÓN, GTO. Un grupo de hombres armados entró a la población en la madrugada de
ayer y atacaron un cuartel. Fueron rechazados por las tropas J' la policía.
Después del asalto las autoridades capturaron a once personas que fueron
juzgadas y fusiladas. En cuanto las fuerzas de la policía local, al mando del
inspector general Trinidad López, se dieron cuenta del asalto de que era
víctima la ciudad de León, se apresuraron a la defensa, y cooperaron
eficazmente para rechazar a los asaltantes.
El periódico Excélsior de la ciudad de México se atrevió
a romper el silencio de muerte que rodeaba estos bárbaros acontecimientos y en
su editorial del 13 de enero de 1927 condenó valientemente el martirio de
Valencia Gallardo y sus jóvenes compañeros, en los siguientes términos: LA OLA
DE SANGRE. En México siempre se ha abusado de la pena de muerte y no por cierto
en su carácter legal de verdadero castigo, sino como asesinato vulgar, casi
siempre cruel, muchas veces a mansalva y en las sombras. Esta tendencia se ha
exacerbado ahora de manera alarmante, y no parece sino que todas las garantías
individuales están en suspenso y que la ley y la justicia son la voluntad
caprichosa y colérica de cualquier jefe militar y hasta de un simple alcalde de
pueblo.
En los partes oficiales de combates habidos últimamente
con grupos rebeldes, ya no se habla de juicios sumarios, ni de sumarísimos
siquiera, sino de inmediatas ejecuciones, perpetradas casi siempre en las
personas de civiles, cuyos delitos no se castigan conforme a la ley, con la
misma severidad que los del orden militar. El respeto a la vida ha desaparecido
por completo en nuestro país. Podríamos citar numerosos casos que prueban
nuestras afirmaciones; pero nos referiremos tan sólo a uno, al de León, que
ocurrió hace pocos días, y que por lo escandaloso, lo cruel, lo bárbaro, lo
inhumano e injusto, ha sembrado en todo el país el más profundo descontento. Las
víctimas eran personas muy conocidas en la localidad de antecedentes muy
recomendables, el mayor de los cuales no tenía 20 años de edad. Arrastrados por
tales o cuales influencias se lanzaron a una aventura, y sea cual fuere la culpabilidad
que hayan tenido, nunca hubiera ameritado que se les asesinara como perros y
aun que se llegara a torturarlos antes de fusilarlos.
Un piquete de gendarmes montados los aprehendió y los
condujo al centro de la población, fusilándolos poco tiempo después sin
formación de causa y sin averiguación de ninguna especie. Ante los preliminares
del fusilamiento uno de los jóvenes -un niño- lloró amargamente, y uno de sus
compañeros de infortunio, Valencia Gallardo, trató de consolarlo, excitando a
los demás compañeros a invocar a Dios en voz alta; y esto motivó que los gendarmes
montando en cólera le cortaran la lengua, antes de fusilarlo. Hechos semejantes
ocurrían en toda la República denunciando manifiestamente una consigna, cuyo
objeto era amedrentar al pueblo católico y quebrantar así su resistencia pasiva
o violentar a los más impetuosos para llevarlos al terreno de la resistencia
armada, donde creían poder vencemos rápidamente. Por las circunstancias en que
se desarrollaron algunos casos, conmovieron más que otros, encontrándose entre
éstos la muerte del párroco Mateo Correa, de sesenta y dos años de edad. Por
caminos apartados llevaba el Sagrado Viático para auxiliar a un moribundo de su
feligresía, pero permitió Dios que diera de manos a boca con un grupo de
soldados, quienes al ver que ocultaba algo contra su pecho quisieron
arrebatárselo, y él horrorizado exclamó:
-"Antes me matarán que dejarles cometer semejante
sacrilegio" -y esquivándolos consumió la Hostia que llevaba.
Los soldados lo condujeron ante el general Eulogio Ortiz,
quien le ordenó:
-"Vaya y confiese a los cristeros que vamos a
fusilar y luego ya veremos lo que hacemos con usted".
Con gusto ejerció su santo ministerio, y alentó con las
palabras del Buen Pastor a los que iban a morir.
-Ahora -dijo el general al párroco- va usted a decirme lo
que esos bandidos le acaban de confesar.
-"Jamás lo haré" -contestó enérgicamente el
anciano cura.
-¿Cómo que jamás? Voy a mandar que lo fusilen en seguida.
-Puede usted hacerlo, pero no ignore que un sacerdote
debe guardar el secreto de la confesión. 96
_!pamplinas! Lo que pasa es que usted es un cristero como
ellos. Fusílenlo! -ordenó a los
soldados, y poco después caía entre los cuerpos inertes de sus hijos de
confesión.
En otro jirón de la república, Chalchihuites, Estado de
Durango, se hallaba oculto el párroco Luis G. Batís; lo sorprendieron mientras
dormía, la madrugada del 15 de agosto de 1926, fiesta de la Asunción de Nuestra
Señora. Junto con él aprehendieron a los acejotaemeros Manuel Morales, Salvador
Lara y David Roldán, por encontrarse en la misma casa.
Al saberse la noticia, el pueblo se amotinó y habría
hecho pedazos a la escolta de no haberlo impedido el mismo cura, quien les
recomendó contenerse y confiar en la voluntad del Señor. Sin juicio fueron
condenados a muerte y lleváronlos fuera del pueblo para la ejecución. En el
camino el sacerdote suplicó por sus compañeros: "Mátenme a mí, si quieren;
pero, por Dios, no hagan mal a estos jóvenes: piensen que éste (Manuel Morales)
es casado, tiene mujer y tres hijos pequeños. Estos otros dos jóvenes (Roldán y
Lara) son el único sostén de sus familias, y dejarían a sus ancianas madres
privadas de todo apoyo en el mundo".
-"No, señor cura -replicaron estos dos-, queremos
morir con usted, sabemos que morimos por Cristo".
-"Señor cura -agregó Morales-, yo doy gustoso mi
vida mejor dicho la
devuelvo a Dios. El velará por mi esposa y por mis hijitos. ¡Hágase su santísima voluntad!"
-¡Muramos pues por la causa de Dios! -exclamó entonces el
señor cura-o Nuestra muerte no importa. j Viva Cristo Rey!
Dos descargas abatieron al Padre Batis y a Manuel
Morales.
Lara y Roldán fueron obligados todavía a recorrer otro
tramo de camino antes de darles el golpe final. Todos ellos quedaron abandonados,
hasta que el vecindario los recogió ya muertos. Estos crímenes exaltaron los
sentimientos del pueblo, quien recurrió a las armas, sin tenerlas, como ha
sucedido donde quiera que existe un pueblo viril y un tirano armado que lo
exaspera. Algunos entusiastas se organizaron para dar forma a la defensa armada
y hacerla viable ante un enemigo cuya superioridad en este terreno era
abrumadora: el gobierno tiene el control absoluto de la producción, importación
y portación de armas y de toda clase de pertrechos y equipo necesarios. René
Capistrán Garza, acejotaemero de la vieja guardia, tal vez el más querido por
su temperamento viril y fogoso y cuya palabra era capaz de arrastrar
multitudes, levantó la bandera de la resistencia armada lanzando su Manifiesto
a la Nación, que la conmovió de extremo a extremo. Con el corazón palpitante
leíamos sus párrafos: El régimen actual que oprime a la Nación Mexicana manteniéndola
humillada bajo la férula de un grupo de hombres sin conciencia y sin honor,
está sustentado sobre los principios destructores la subversivos de una
política que pretende convertir a la Patria en un campo de brutal explotación y
a los ciudadanos en un conglomerado sujeto a la esclavitud. Destrucción de la libertad religiosa, de la
política, de la de enseñanza, de la de trabajo, de la defensa; negación de Dios
y creación de una juventud atea; destrucción de la propiedad privada por medio
del despojo, socialización de las fuerzas productoras del país, ruina del
obrero libre por medio de organizaciones radicales; despilfarro de los bienes
públicos y saqueo de los bienes privados, desconocimiento de las obligaciones
internacionales, tal es sustancialmente el monstruoso programa del régimen
actual ... El santo derecho de la defensa, he ahí toda la base moral de este
movimiento. A este derecho inalienable se adhiere fuertemente la conciencia
nacional.
La necesidad vital de destruir para siempre los viciosos
regímenes de facción para crear un gobierno nacional; la aspiración
incontenible de abolir las prerrogativas de la fuerza con la fuerza
irresistible del derecho, he ahí toda la razón de ser de este movimiento que es
el impulso popular hecho realidad viva. México está en la necesidad de salvarse
de sus tiranos y para eso necesita destruirlos. No es una revolución; es un movimiento
coordinador de todas las fuerzas vivas del país. No es una rebelión; es la
enérgica e incontenible represión contra los verdaderos rebeldes que desafiando
la voluntad popular están ejerciendo el poder...
México está sojuzgado; pero vive y alienta en él una
firme voluntad. Sus tiranos van a saber por primera vez en su vida lo que es y
lo que vale un pueblo que defiende su libertad y que por ella sabe luchar y
morir. No queremos privilegios para nadie; queremos justicia para todos,
libertad y garantías dentro de la libertad. He aquí el programa. En este
principio está encerrado nuestro amplio y completo programa que se publica por
separado y cuyos puntos básicos van a continuación;
I.-Libertad Religiosa y de conciencia. Independencia
absoluta entre la Iglesia y el Estado.
Il.-Libertad de enseñanza.
IIl.-Libertad política.
IV.-Libertad de imprenta.
V.-Libertad de asociación.
VI.-Garantías para el trabajador.
VII. Garantías para el capital nacional y extranjero.
VIII.-No retroactividad en las leyes.
IX.-Respeto a la propiedad privada.
X.-Justa dotación ejidal y creación de la pequeña propiedad.
Se llama a las armas al pueblo al ejército mexicanos, bajo las banderas de la
libertad. La hora de la lucha ha sonado, la hora de la victoria pertenece a
Dios.
A su vez la Liga Defensora de la Libertad lanzó el 21 de
diciembre de 1926 un boletín dirigido al Ejército Nacional Mexicano, planteándole
esta pregunta: En caso de que el Gobierno sectario mande al Ejército ametrallar
al pueblo ¿qué debe éste hacer? La respuesta se le da en seguida: No sólo no
falta el ejército a su honor y a su deber, negándose a la obediencia, sino que,
si desgraciadamente obedece y ametralla o persigue al pueblo, comete el más
abominable de los crímenes: el crimen de lesa Patria... "Ante la vida o la
muerte de la Patria no hay disciplina militar que valga y sirvan de
elocuentísima confirmación los tres hechos históricos siguientes, que
recomendamos mucho al valiente Ejército Nacional.
El emperador Diocleciano dio a Constancio Cloro orden de perseguir
a los cristianos. Este, para cumplir aquel mandato, mandó reunir a todos los soldados
y empleados públicos, y explicándoles el decreto del emperador, dispuso que se
formasen en dos filas, y se colocaron en una los dispuestos a obedecer, y en la
otra los demás. Con gran asombro de todos, Cloro escogió los que se negaron y
explicó naturalmente la razón de su proceder: -"Mal puede ser fiel al emperador
-dijo- el que es infiel a Dios, solamente los que ante todo y sobre todo
son fieles a Dios, pueden ser obedientes a su emperador y buenos
súbditos".
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