CAPITULO IV
LIGADURA DE LA VID.
1. En tercer lugar las vides se atan. ¿Y a quién no se le
presentan ya las ligaduras de nuestra Vid mística? Veámoslas. La primera, en mi
sentir, fue la obediencia: obedeció al Padre hasta la muerte y muerte de cruz;
obedeció a su Madre y a José: Vino con ellos a Nazaret y les estaba sujeto;
obedeció a los jueces terrenos, pagando el tributo. Segundo vínculo: el
claustro virginal de la Virgen: "En
tu seno llevaste a Aquel que no pueden contener los cielos". Tercer
vínculo, el pesebre:"llora el Niño
reclinado en el angosto pesebre". Cuarto vínculo: los cordeles con que
fue atado en el prendimiento. Y echaron mano de Jesús los que lo prendieron. i
Oh Rey de reyes y Señor de los que dominan], ¿ qué tienes Tú que ver con las ataduras?
Átense las vides, para que su fruto no se malee o sea escaso, si yacen por
tierra. Mas tu fruto es incorruptible. ¿Por qué, pues, se ata? Cuando el rey
Alejandro, herido de una saeta guarnecida con anzuelos, fue rogado se dejase sujetar
mientras la operación quirúrgica, porque al menor movimiento corría riesgo de
morir, dijo hermosamente: "No es
decoroso a un rey el ser atado; la regia potestad sea siempre libre e
incólume". i Oh Dios de los dioses, y qué gravísima injuria se infirió
a tu libertad y soberanía! i Con cuántas cuerdas eres atado, Tú, el solo libre;
Tú, que solo tienes poder de atar y desatar! Más ligado fuiste por tu
misericordia, a fin de desatamos a nosotros de nuestras miserias ¡Oh, cuán
crueles fueron las sogas con que aquellos ferocísimos te ataron a Ti, mansísimo
Cordero! Con los ojos del alma puedo verte, Señor Jesús, y te contemplo preso y
desposado como ladrón, arrastrado al tribunal del príncipe de los sacerdotes y
después a presencia de Pilatos. Contemplo y me horrorizo; y de pasmo feneciera
a no saber claramente que ya estabas atado con cadenas de amor, las cuales sin
dificultad pudieron traerte a sufrir las cadenas exteriores. Gracias, !oh buen
Jesús!, a tus cadenas, que tan poderosamente rompen las nuestras.
2. Quinto vínculo: las cuerdas con que fue amarrado a la
columna en la flagelación; si bien los mismos azotes, que martirizaron su
cuerpo, podemos, no sin razón, llamados también vínculos. Crueles, duros,
injustos fueron, Jesús mío, estos azotes; mas yo los amo, porque les fue
concedido tocar tu cuerpo santísimo y empaparse en tu purísima sangre. ioh buen
Jesús! Si tanta sangre derramaste en la flagelación, que salpicada la columna
conserva aún, según fama, frescas y rubicundas las señales, ¿cuánta sangre no
se coagularía en los azotes, que desgarraron tu cuerpo? Advierta el alma con
cuánta propiedad se compara esta ligadura con el palo u horcón a que se sujetan
las vides. Palo fue, en verdad, el tronco al cual fue atado Jesús. Como la vid
a la estaca, así Jesús fue amarrado a la columna.
3. Sexto vínculo: la corona de espinas. Fue colocada para
mayor tormento sobre la cabeza amabilísima, y, oprimiéndola, dejó en ella las
señales de muchas heridas, de donde brotaron los hilos de sangre que arroyaron
el venerable rostro, aún no enjuto de las salivas y esputos de los judíos.
Atadura cruel; mas el tormento inferido por la diadema de honor entiendo haber tocado
al extremo de la deshonra.¡ Oh Rey, de la gloria, dulce Jesús, corona de todos
los que te confiesan y siguen, de cuantos luchan por Ti, y vencen por Ti y
permanecen en Ti, ¿quién te condenó a
tan amargo vínculo de confusión? Cubre, Jesús mío, cubre la vergüenza tu cabeza
y rostro amable; una generación ciega y perversa te corona con diademas de
escarnio; pero es verdadero el dolor que te causan las punzadas de las espinas.
Luchan en Ti la vergüenza y el dolor, e ignoro cuál de todos más té aflige y
atormenta; la corona te pone en confusión, las espinas te punzan y lastiman. Salid
ya, ¡oh hijas de Sión ved al rey Salomón con la diadema con que le coronó su madre
en el día de su desposorio y en el día de la alegría de su corazón., Toda alma
que se confiesa hija de Sión -de la Iglesia-, salga de los cuidados mundanales,
de los pensamientos de vanidad, y vea y contemple al rey Salomón -Jesucristo,
nuestra paz destruyendo los odios y restableciendo la amistad entre Dios y los
hombres. Alma fiel y devota, mírale con la diadema que le GÍ1íó su madre, la
Sinagoga, el ingrato pueblo judío. ¡Oh madre cruel!, ¿qué pecado ha cometido el
mejor de tus hijos, para que así lo castigues? El rompió las cadenas de los prisioneros,
levantó a los caídos, fue el consuelo de huérfanos y viudas. ¿Y tal hijo merece
ser amarrado, y con cadenas de espinas? ¿Esta es la dote, éstos los regalos que
le ofreces para sus bodas? ¡Oh, qué día, este primer día de los desposorios día,
por cierto, día de indignación y blasfemia, día de tribulación y miseria, día
de golpes y dolores! día de cadenas y muerte! ¡Tal es el día de los desposorios!
Con estas arras, i ¡Oh alma fiel!, te empeñó tu Esposo, el más hermoso de los
hijos de los hombres. Como esposo vino a ti el día de hoy, no coronado de oro y
piedras preciosas, sino de espinas. Ni le faltó el ropaje irrisorio:
vistiéronle manto de lana, si bien Él mismo había ya teñido su cuerpo con más
hermosa púrpura en la efusión de su sangre sacratísima. Que la púrpura no se
tiñe más de dos veces, mas Él dos, tres y más veces bañó en el torrente de su
sangre la púrpura de su cuerpo. Mira a tu Esposo, ¡oh esposa! , enrojecido en
el sudor de Getsernaní, en la flagelación, en la crucifixión. Alza los ojos del
alma, y considera si es ésta o no la túnica de tu Esposo. Una bestia feroz, la
rabia canina del populacho judío, lo devora; una fiera pésima condena a tu
hijo, a tu hermano, a tu Esposo. Pues ¿quién no se duele?, ¿quién puede
reprimir las lágrimas y gemidos? Si es bueno gozar con Jesús, bueno es también
llorar al buen Jesús.
4. La séptima., ligadura fue en la cruz, y de hierro:
cadena harto más dura y fuerte que las demás, pues no solamente rompió la
trabazón de las manos y pies santísimos de Jesús, más aún separó de su inmaculado
cuerpo su piadosísima alma. Salid ahora, ¡oh hijas de Sión!, y ved a nuestro
Pacífico, que lucha por nuestra Libertad, sucumbir en la batalla. Contemplad al
Autor de nuestra vida entrando por las puertas de la muerte, para traemos de
nuevo al camino de la vida. Mirad las cuerdas durísimas, los férreos clavos,
cómo penetran cruelmente y traspasan aquellas mano y aquellos pies que siempre
se enderezaron a salvarnos 'JI '11M salvaron en medio de la tierra ved el leño
de la cruz;"ciclo dentro de nuestro Pan, Pan candidísimo, Pan delicado,
Pan de los Ángeles que descendió del cielo ¿y se nos dio en alimento, para
recrear nuestras almas, sujetas a continuo desgaste, no con otro manjar, sino
consigo mismo. Y por nosotros se encarnó, para transformarnos en su espíritu,
no a Sí en nuestra carne. Considerad, i oh carísimos!, de qué manera fue atado
y contado entre los inicuos nuestro libérrimo y óptimo Esposo. Muere nuestra
Vida, y muere no por sus necesidades, sino por las nuestras ¡Oh, dad ríos de
lágrimas al que muere entre tantas cadenas, pues El lloró primero por nosotros!
Permaneced de pie delante del Crucificado, meditad, recapacitad cuán. amarga., ¿ignominiosa
es la muerte a que se ve condenado
todavía espera e inquiere si hay quien le vaga compañía en su tristeza,
quien le consuele, quien le enjugue los ríos de sangre, quien le cierre los
ojos, quien saque los clavos que le, sujetan, quien, bajado de la cruz, le
envuelva en una sabana limpia, no de lino, sino de corazón, y llorando con las
santas mujeres que lloran, le acompañe al sepulcro.
5. Salgamos también nosotros fuera del campamento, como
nos amonesta San Pablo, en compañía de nuestro Esposo, el bue no y óptimo
Jesús; lejos, quiero decir, de las concupiscencias de este siglo, llevando con
Él, el deshonor de la cruz y la as pereza de las cadenas: "que no está bien debajo de una cabeza crucificada un miembro
delicado", y demuestra no pertenecer al cuerpo de su Capitán aquel
miembro que no se compadece de su cabeza, Atémonos, pues con los lazos de la
pasión del bueno y amorosísimo Jesús, para que podamos con El ser atados con
los lazos de la caridad. Con lazos de amor fue traído del cielo a tomar los
lazos de la pasión, y pues nosotros deseamos ser llevados de la tierra al
cielo, unámonos antes a nuestra Cabeza con los lazos de la pasión, y así,
mediante las ligaduras de la caridad, seamos una misma cosa con El.
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