A.C.J.M
EL GRUPO DANIEL O'CONNELL
de nuestra querida A.C.J.M., ocupaba una casita de reducidísimas dimensiones,
en la que nos congregábamos regularmente unos treinta amigos, unidos por
estrechos lazos de camaradería, en un ambiente jovial. Las más diversas ocupaciones
nos absorbían, pero bajo aquellos techos que amenazaban ruina, nuestros ideales
y alegrías eran comunes, como si al trasponer su estrecho zaguán y dar las
buenas noches a Doña Guadalupe, la portera, nos despojáramos de nuestras
personales preocupaciones y revistiéramos uniformemente las del grupo. En la
primera pieza, a la que dábamos el nombre de salón de actos, celebrábanse las
juntas populares, en las que intervenía la totalidad de los asociados; era
también salón de juegos y sitio apropiado para orfeones, y en general para lo
que entrañaba bullicio, alegría ruidosa; es decir, una buena parte de la vida
del grupo. En la siguiente pieza celebrábamos las reuniones solemnes, los
círculos de estudio y demás actos que revestían cierta seriedad y a la cual
pomposamente llamábamos biblioteca, sin que un modesto estante con unos cuantos
libros alcanzara a justificar tal nombre.
Separaba estas dos
únicas piezas de la casa una puerta-vidriera, en cuyos cristales opacados con
pintura, figuraban grabados los nombres de los más conspicuos miembros del
Grupo, encabezados por el dibujado título de Amantes célebres, y la relación de
éstos: en Raúl Carral vs. Cristina Escobar. Lema: Por Cristo y por Cristina. Rafael
Armora -el Pichón- vs. Chelo Alemán. Divisa: i Chelo.'
eres mi anhelo. De Rafael Armora, Chelo Alemán será la señora. Carlos
Espinosa -el Chivo-- vs. Rosa Durán. "No hay rosa que no sea
Espinosa". Luis Bernal -el casto anciano-el-vs. Josefina, Virginia, Lupe,
Anita, etc., etc. Divisa: "Calabaceado, virgen y mártir". En un
rincón de la vidriera escrito con tinta se leía: "Los de la A.C.J.M.,
somos gente de buen gusto: que nos gusten las buenitas no es motivo para
susto", y así otros más. Aquella noche estaban varios compañeros
entregados al juego del dominó, y un grupo más numeroso organizaba la porra
para una fiesta deportiva, en que contendería el Grupo con algunos de los
colegios particulares de mayor significación. El bullicio era infernal.
-¡Que Paso!
-gritaba Rafael golpeando su ficha, mientras que Pancho, con sorna, le repetía:
"Afortunado en amores... "
Los de la porra
decían: -Para los saltos los cohetes, ya saben -y todos a una gritaban-:
ssssahh... ¡A!.. ¡C!... ¡J! …¡M!.. -Magnífico
-exclamó el Chivo- Ahora lo del curandero Fidencio- y bajo la batuta de Raúl
gritaron al unísono: -Como el golpe va a ser recio y muy fuerte el batacazo,
váyase luego a Espinazo pa' que los cure Fidencio. En otra mesa estaban el
Centavo, Luis y Pancho, protestando por el alboroto de sus compañeros, aun
cuando no era menor el que ellos metían obligados a levantar la voz para
hacerse oír. El casto anciano, el hombre serio de aquella "docta
corporación", estaba con larga lista en la mano dictando a los otros, que
ponían los datos en tarjetas iguales, pero de diferente color.
-¿Nombre?
-Margarita
López.
-¿Jefatura
Local número?
-Siete,
ya lo saben: todas igual.
-Está
bien, papá, bájame el sueldo, pero no me regañes. -Ie respondieron en broma sus
ayudantes.
-¿Manzana
número?
-
Treinta y cinco.
Con interés tomé una
de las tarjetas que decían: Deseoso de contribuir con mi cooperación a lograr
los fines de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, me adhiero a
la misma y prometo Secundar la acción de la Liga en a forma que prescriban sus
reglamentos y acuerdos posteriores.
-Contribuir
mensualmente con la suma de... -¿Con cuánto?
-Veinticinco
centavos.
Examinó Luis largo
rato su lista y gritó: -¿Quién organizó la manzana 35?
-¡Nosotros!
-contestó Rafael, poniendo una mano sobre el hombro de Raúl.
-¡Me
lo imaginaba! -repuso Luis, y agregando-: Traduzcan esto- les pasó la lista.
Con ayuda de todos
y aplicando métodos de tanteos, eliminaciones sucesivas y otros que fueron
proponiendo, llegaron a descifrar el nombre que parecía esforzarse por quedar
en el misterio.
-¡Ya
recuerdo! -dijo Raúl-. La culpa la tiene el marido de esta señora
que resultó ser militar. Figúrense que llegamos preguntando por la señora de la
casa, suponiendo que por la hora no estaría el señor, pero éste salió
preguntando qué se nos ofrecía con su mujer. Cortados por su actitud poco amigable,
le expusimos que estaba organizándose la Liga Defensora de la Libertad
Religiosa para hacer valer nuestros derechos, en oposición a las leyes atentatorias
impuestas por el gobierno, con lo que el militar acabó de enfurecerse,
diciéndonos que él era revolucionario y no estaba dispuesto a cooperar en la
defensa de los curas. Entonces Rafael le lanzó un discurso; le dijo que el
gobierno no trataba de buena Fe, ni pretendía, como alegaba, impedir la intervención
eclesiástica en Asuntos del Estado, sino que estaba desarrollando un plan
preconcebido para lograr el dominio sobre la Iglesia, sometiéndola a una supervisión
tan absoluta como no existía sino en la Rusia Soviet.
-Por mi parte le
hice ver -prosiguió Raúl- que la Constitución formulada por la misma revolución
en Querétaro, establece que todo hombre es libre de profesar la creencia
religiosa que más le agrade y de practicar el culto respectivo en los templos o
en su domicilio particular; pero ahora, para anular ese derecho, se expide una
ley reglamentaria que convierte en ilegales aun los rezos celebrados en el
hogar. Agregamos que Calles, el hombre de hierro de la revolución, lo es en
sentido mecánico, pues lo mueven las fuerzas a que está conectado, para imponer
las ideas de Marx y de Lenin al pueblo mexicano, cuyo modo de sentir y de pensar
es muy distinto. El cambio de actitud del mílite fue tal, que inscribió en la
Liga a su señora y a su "niña". Festejamos su éxito, y Raúl y Rafael
propusieron dejáramos todo asunto pendiente y nos uniéramos a la porra, pues la
fiesta estaba próxima y sus resultados aún inciertos, a pesar del magnífico
entrenamiento y del refuerzo logrado con elementos de algunos Grupos del
interior. Ante la imposibilidad de trabajar o jugar en medio de aquel alboroto,
que por momentos crecía, nos les unimos todos continuando la porra con
renovados bríos. Queran (Quieran) que no queran (Quieran) les hemos de ganar,
Hijos del gran Morelos, los hemos de aplastar! Tan enfrascados estábamos que no
sentimos llegar a Pablo y Pinolillo, quienes cariacontecidos y nerviosos nos
interrumpieron para contamos cómo, esa misma mañana, se habían presentado en su
colegio policías de Gobernación a clausurar la capilla, y detener a los profesores
religiosos. Pablo, atropellando
las palabras por su estado de excitación, nos contó que estando a media misa,
los Padres les ordenaron intempestivamente salir por las puertas laterales de
la capilla, rogándoles el mayor silencio posible. Ya en el patio de recreo
vieron entrar gran número de agentes policíacos que se encaminaron a la
capilla, y tras de recoger objetos de culto, imágenes y libros de oraciones,
procedieron a sellar todas sus puertas mientras los alumnos miraban atónitos y
sus profesores les suplicaban compostura, pues algunos empezaban a querer
repeler el atraco. En seguida los agentes se dirigieron a las clases y
registraron los pupitres de los alumnos en busca de imágenes o libros de
doctrina católica, como prueba de que allí se impartía enseñanza religiosa.
Para entonces ya
era difícil a los profesores contener a sus alumnos, pero cuando declararon los
de Gobernación que quedaban detenidos los maestros, estalló el tumulto: los
estudiantes usaron sus propios libros como proyectiles y rodeando a los Padres
se opusieron a su aprehensión; pero éstos, calmando los ánimos, aceptaron
acompañar a los policías, "tan sólo para unas aclaraciones", según
manifestó el que hacía de jefe de ellos.
-Ya para salir el
Padre Prefecto -nos dijo Pablo- pidió a algunos de los mayores que tratáramos
de seguirlos para ver a dónde los llevaban. La tarea fue difícil, pues los
profesores fueron repartidos en varios carros.
-Pero antes de
subirlos -terció Pinolillo- hicieron una selección y a los padres franceses los
metieron en un camión rojo, con rejas en sus puertas.
-Inmediatamente
posesionados de nuestro papel -prosiguió Pablo, arrebatándole la palabra a Pinolillo-,
los que teníamos bicicletas corrimos por ellas, y seguimos a distancia los
carros. La camioneta tomó por la Calzada de la Verónica y los otros hacia la
Teja. Pinolillo y yo nos fuimos tras la julia(policía) y el güero Colín, con
otros, tras los demás. Fue una persecución angustiosa, pues por momentos se nos
perdía de vista y sólo gracias a los altos del tránsito pudimos ir dándole
alcance hasta llegar al cuartel de la Villa, donde introdujeron a los Padres.
Telefónicamente me comuniqué con papá -continuó Pablo, mientras los demás no
perdían sílaba del relato-, y le conté lo ocurrido, quedando él en comunicarse
con el abogado del colegio y con el ministro de Francia, y yo en seguir en
guardia fuera del cuartel. Cerca del medio día se presentó papá y nos informó
que el ministro francés se había dirigido a Gobernación, donde nadie decía
tener noticias de que hubiera orden alguna de arresto para los Padres, ni menos
de que éstos hubieran sido detenidos, por lo que de allí se había dirigido a Relaciones
Exteriores y estaba haciendo gestiones.
-Pero
pueden sacarlos del cuartel al verse descubiertos -exclamó alarmado
el Chivo.
-Claro
que pueden -respondió Pablo-, y la intención seguramente es
embarcarlos en la misma Villa rumbo a Veracruz, y por allí expulsar del país a
los Padres bajo el cargo de extranjeros perniciosos. Por ahora parece que la
intervención enérgica de su Ministro los ha desconcertado, y sobre todo el que
éste supiera con precisión quiénes son los detenidos y dónde se encuentran.
Además se han movido influencias de mexicanos y ya lograron éstos hablar con
los Padres en el propio cuartel de la Villa, esperando que mañana pueda
resolverse en definitiva la cuestión. -y de los otros Padres aprehendidos ¿qué
saben? -preguntó Luis a Pablo. -Están detenidos en las oficinas de Gobernación -contestó
el interpelado-él y un grupo de señoras se encargó de llevarles de comer y
cobijas para esta noche. Les hacen el cargo de impartir instrucción religiosa,
contraviniendo las leyes respectivas, así como de celebrar actos de culto, y a
lo que parece existe el peligro de que el gobierno se incaute los edificios del
Colegio. Bajo la impresión de tal noticia salimos del Grupo, que en adelante
habría de ser testigo de una desproporcionada lucha entre sus miembros y los
crueles esbirros de una persecución religiosa sin precedente en México, y cuyos
primeros síntomas apenas se manifestaban.
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