“Nuestra arma es
el boicot”
Nuestra arma es el
boycot y el arma como tal es buena. Es una protesta permanente del pueblo que
rechaza las leyes que lo oprimen, que no quiere seguir dando dinero a quienes
le niegan libertad. Es un plebiscito mudo contra quienes temen la opinión
popular. Es un mentís dado ante el mundo entero a los que dicen que no hay
conflicto religioso, o que éste se entabla entre el gobierno y el clero, pues
si el pueblo hace el boycot a pesar de los perjuicios directos que le acarrea,
es porque el conflicto tiene lugar entre el gobierno y el pueblo. El boycot
voluntario y triunfador debe compararse con la manifestación de la C. R. O. M.,
forzada y fracasada. Allí se vieron obligados a concurrir bajo la amenaza de la
cláusula de exclusión, que, inicuamente aplicada por los líderes sindicales,
los arroja de sus trabajos en caso de no asistir.
Aquí los invitamos
libremente a sacrificarse si quieren que no se repitan hechos bochornosos como
ése. Si queremos ser tratados como hombres libres y dignos dentro de nuestra
propia patria debemos echarnos a la calle, a la vida pública, con nuestro
esfuerzo, nuestra palabra, nuestra plegaria. Y esto debemos hacerlo desde hoy
mismo, y debemos hacerlo todos; porque nadie tiene derecho de permanecer
arrinconado con los brazos caídos. Demos un paso al frente para establecer el
reinado de Cristo y démosle luego, en medio de los rifles y las espadas, en
medio de los puños cerrados y las bayonetas de los verdugos. Una salva de
aplausos subrayó las palabras de Luis, quien entusiasmó a su auditorio por la
convicción y fuego que puso en cada uno de sus párrafos. A continuación pasó a
la tribuna Manuel, quien hacía esa noche su debut como conferenciante, por lo
que sumamente nervioso no pudo recordar la plática preparada; pero haciendo de
tripas corazón dijo: "Todo lo que ha dicho mi compañero es irrefutable...
Me uno a sus conclusiones... Voy a leer a ustedes la circular 2A donde se nos
instruye acerca de cómo llevar el boycot". Al terminar su lectura agregó,
señalando a Raúl: ahora, señores, mi compañero tomará la palabra. Este,
desconcertado por tan inesperado final -pues según los planes esa noche sólo
concurríamos como espectadores en preparación de nuestro próximo debut-, se
paró y no encontrando otra cosa que hacer se dirigió a la tribuna. Su aspecto
deportivo, su alta estatura y anchas espaldas, su mirada limpia y sonrisa
franca le ganaron la simpatía de la concurrencia que le recibió con fuertes
aplausos.
¡Compañeros!
-exclamó Raúl--: Calles dice que la alarma y la agitación provocadas por su ley
que reforma el código penal sobre delitos en materia de culto religioso, son
meramente artificiales, pues basta no violar la ley para escapar del castigo.
En este mismo orden de cosas, si yo propongo una ley que diga: Todo individuo
de la especie humana que no ande en cuatro patas será pasado por las armas, la
agitación y el descontento que provoque esta ley serán artificiales e
infundados, puesto que bastará salir a la calle en cuatro patas para escapar al
castigo. Un aplauso general interrumpió a Raúl, quien prosiguió: Según Calles
eso es lo único que a los mexicanos debe preocupar: "Escapar al
castigo". Cree que con ello se satisfacen todas nuestras aspiraciones y
nuestros altos anhelos espirituales.
El entusiasmo de
sus oyentes fue creciendo a medida que las palabras fluían de su boca rubricadas
por sobrios y viriles movimientos. Concluyó diciendo: Calles, con el dinero de
los contribuyentes, está inundando de publicaciones los sindicatos, las escuelas,
las oficinas públicas. A través de esta propaganda podemos darnos cuenta de
cuáles son sus intentos: implantar en nuestra, patria la tiranía bolchevique,
con todas sus infamias, con todas sus abominaciones, con todas sus matanzas,
con todas sus hambres.... y aquí como allá se repite el inhumano espectáculo de
ese horrible contraste entre las orgías de Calles, Morones y socios, y las
lágrimas, el luto y la desolación de todo un pueblo ... i Hipócritas, abajo las
caretas! i El pueblo los conoce y los desprecia, largo de aquí! Al terminar nos
pidieron saliéramos nosotros primero, acompañados por dos de los obreros
organizadores. Mientras tanto el Tuercas devolvía a los gendarmes sus macanas y
pistolas, y les daba cinco pesos para municiones, diciéndoles: -Sus balas las
conservo de recuerdo y por su propia conveniencia guarden secreto de cuanto han
oído o visto por aquí, pues no creo les tomen muy a bien haberse dejado
desarmar. Semanariamente preparábamos una conferencia ajustada al tema señalado
y lo íbamos repitiendo noche a noche donde los organizadores lo solicitaban. !Qué compromiso
cuando nos tocaba un auditorio de personas prominentes! Una noche Raúl y Luis
salieron del grupo apresuradamente para dar una conferencia solicitada ese
mismo día. Al llegar los introdujeron al salón y el dueño de la casa les fue
presentando a los concurrentes: el señor licenciado X, un joven acejotaemero;
don fulano de tal, el doctor zutano. A cada presentación sentían les faltaba
suelo.
Al verse en aquel
aprieto dijo Luis a Raúl: -Mira, manito, no nos queda sino un camino de salvación:
hablar con entusiasmo y con valor y que Dios nos ayude. Hablaron como nunca lo
habían hecho. La emoción se posesionó de todos hasta hacer prorrumpir al
auditorio en estruendosos aplausos al concluir. Aquella noche fue memorable
para los dos amigos que experimentaron el goce de poder expresar sus más hondos
sentimientos. En otra ocasión nos divertimos de lo lindo con el temor de
nuestros oyentes. Al llegar a la casa señalada para la conferencia empezamos a
ver cosas extrañas que nos llamaron la atención. En la esquina estaba una
pareja otoñal, aparentemente entregada a un flirteo tan fuera de época, que al
verlos dijo Luis:
-Mira,
éstos llegaron tarde.
-Sí,
como veinte años tarde -le contesté.
Frente a la casa se
encontraba un señor en traje de mezclilla que lucía como un Santo Cristo con
carabina. El buen señor simulaba atender una pequeña mesa con panecillos
caseros muy bien elaborados. Al llamar a la puerta, muy amable nos informó no
estaba en casa la familia, y nos preguntó qué se nos ofrecía. Hasta entonces
recordé nos había advertido el encargado responsable de la conferencia, un
anciano de simpático aspecto, que para que la puerta nos fuera franqueada
debíamos, a guisa de contraseña, pedir un vaso de agua, así que casi sin poder
contener la risa ante todo aquel aparato de seguridad, contesté que deseaba me
obsequiaran un vaso con agua.
-En seguida,
caballeros, en seguida -dijo el buen señor de la mesita y con mucha solemnidad
gritó su mercancía-: i Panecitos calientes, panecitos!Aquello era el
ábrete sésamo, así es que la puerta se abrió y fuimos cortésmente invitados a
entrar. Ya dentro nuestro regocijo fue en aumento, pues la concurrencia estaba
compuesta de personas de edad en su mayor parte, a las que el organizador de la
conferencia daba instrucciones de cómo debían proceder "en el caso
desgraciado de que la policía hiciera irrupción en la casa".
-Simularemos un
baile -decía el encargado-, pero qué digo simular, será necesario bailar
realmente si éstos se introducen, y hay que hacerlo bien, con naturalidad, con
soltura.
-Pero
hace tanto tiempo que no bailamos -contestó una señora.
-y
ahora son tan distintos los bailes -dijo otra.
-Además...
yo he venido sola -balbuceó una tercera.
-¡No,
no, no! -exclamó el organizador llevándose las manos a la cabeza-:
todas nuestras
precauciones vendrían por tierra, serían contraproducentes. Es necesario hacer
un simulacro general para que llegado el caso no nos tomen por sorpresa. y
uniendo el dicho al hecho se puso a organizar el simulacro, lo que fue obra de
romanos. Una señora acompañó al piano al dueño de la casa que tocó el violín y
los demás bailamos, pues ni nosotros pudimos sustraernos al celo del
organizador, quien acomodó a Raúl con una "señorita... si me hace el
favor", lo que después le valió el remoquete de "perturbador de
ancianas" con que le señalaron en el Grupo al conocerse la aventura.
Mientras tanto
continuaban en la calle los gritos de ¡panecitos calientes, panecitos! y
entraban nuevos concurrentes. Al último pasó la pareja de la esquina, cuya
misión -nos dijo orgulloso el organizador- era prevenir al señor del traje de
mezclilla la proximidad de la policía o de algún sospechoso. Después de todo
aquello la conferencia era 10 de menos para nosotros, que fuimos premiados con
la ovación silenciosa más grande que se haya tributado, pues por instrucciones
del mismo organizador se podía aplaudir, "pero sin producir ruido
alguno". Desde luego que este tipo de personas constituyó la excepción, y
dado el miedo que sentían, su actitud era casi heroica con sólo asistir a
escuchar lo que nosotros dijimos, y que a más de uno dejó aterrado. En
contraste, un compañero del grupo, que acostumbraba pronunciar inflamadas
arengas y "poner a éstos en su lugar", al terminar repartía tarjetas
comerciales proponiéndose como contratista de pulido y encerado de pisos, sin
que esto le reportara el menor trastorno y sí muchos clientes, según afirmaba. !Conqué alegría
contábamos nuestras aventuras, entusiasmados por lo bien que nos recibían, por
nuestro éxito oratorio, o por el descubrimiento de alguna hermosa niña!
VI
CONFORME
TRANSCURRÍA EL TIEMPO se hacían sentir más los efectos del boycot,
especialmente en las ciudades del interior de la República, donde la vida
social se encontraba paralizada y la situación económica revestía caracteres de
gravedad; pero a cada manifestación de descontento de la población, Calles
contestaba con actos de terror y barbarie. No había Estado de la República en
que no hubiera corrido ya la sangre generosa de los que en una u otra forma
resistieron, o simplemente manifestaron su inconformidad con las leyes
arbitrarias y exóticas.
La policía veía
complots dondequiera y daba gran publicidad al descubrimiento de los mismos,
anunciando siempre que con ese golpe terminaba el movimiento subversivo de los
católicos. Una de esas noticias que más conmovió a la opinión pública fue la de
un pretendido complot de señoras, quienes según la policía se iban a levantar
en armas, encabezadas por la conocida doctora Perches, "como lo probaba el
hecho de haberles recogido rifles de chispa, arcabuces y pistolas de un
tiro". Era evidente que esas armas indebidamente requisadas pertenecían a
la colección de antigüedades y objetos de arte de la familia Perches. Comentábamos
burlescamente la actividad policíaca en relación con este complot, y el apoyo
que a la política de Calles ofreció la organización secreta yanqui de los
Ku-Kux-Klanes, cuando llegó Pablo trayendo el primer número del minúsculo
periódico clandestino llamado Desde mi Sótano, el cual íbamos a distribuir. Nos
lo mostró y a continuación leyó: "Desde mi Sótano. -Dios y mi Derecho-.
Registrado como artículo de primera necesidad.
-Responsable: los
causantes del conflicto.- Director: Silvio Pellico.- Precio elástico desde un
centavo hasta el infinito". Después leyó sus
secciones Lo que la Prensa calla y La situación del momento.
-Esto es lo que
necesitamos -comento Raúl-: la verdad ya estoy harto del sinnúmero de hojas mal
impresas y peor escritas, donde cada quien lanza de su ronco pecho opiniones
personales, muchas de ellas desorientadoras, o cuando menos tan cansadas que
predisponen el ánimo para no leer la avalancha de impresos que padecemos.
-Pues si eso dices
tú, que eres filósofo y literato -dijo Pichón-, qué diré yo que no me entran
esas cosas! Fíjate que cuando recibo alguna circular de la Confederación de
Estudiantes le hablo a Luis para preguntarle qué dice. A mí denme acción
-prosiguió-o Y a propósito, quiero anunciarles la creación de una sociedad con
esa característica. Como saben soy presidente del Grupo Pro Erosión, fundado en
clase de geología, el cual tiene por emblema un desarmador, e impone a sus
miembros el compromiso de quitar cuanto tornillo encuentren, pero es el caso
que hemos llegado a una situación crítica, pues en la escuela ya casi no hay
tornillo por quitar, y como cada vez que se va a abrir una puerta, un pupitre o
una alacena, las hojas se caen, la dirección amenazó con la expulsión del alumno
al que se le vea un desarmador, y ustedes comprenden que a estas alturas del
año no podemos concedernos unas vacaciones así, por lo que decidimos obsequiar
al Director un hermoso paquete con todos los tornillos logramos y disolver la
sociedad Pro Erosión; pero los que somos sus socios no podemos permanecer
inactivos y les he propuesto fundar una sociedad secreta, cooperativa y
limitada, que se llamará Compañía de Compañeros Explotadores de Explosiones.
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