EFECTOS DE LA PASION DE CRISTO
Mirando a concretar
cada vez más los frutos de la pasión de Jesucristo, el Angélico nos propone en
esta cuestión el estudio detallado de los efectos de la pasión. Conviene, ante
todo, que tengamos ¡presente el fin de la encarnación y de Ia venida del Hijo
de Dios al mundo. El Símbolo de la fe dice: «Propter nos hornines et propter nostran salutem descendit de caelis»
: Por amor nuestro y por nuestra salvación eterna, bajó del cielo el Hijo de
Dios y se hizo Hijo del hombre, San Pablo, escribiendo a los romanos (S,12S5),
contrapone la obra de Cristo a la de Adán. Pues ¿cuál fue la obra de Adán? Ante
todo introdujo el pecado, en el mundo, por el que perdió los dones de gracia
que había recibido; quedo esclavo del pecado y del demonio, sometido a le muerte,
reo, de justicia divina, enemigo de Dios y excluido de su eterna gloria... En
estos cinco puntos resume Santo Tomás la obra desastrosa del primer, Adán, y a
la reparación de ellos reduce la obra salvadera del Adán segundo. En el
comienzo de la Epístola a los Efesios resume el Apóstol el plan divino de la
redención, trazado por Dios Padre y ejecutado pe! el Hijo de Dios 'Por la
virtud de su sangre (1,3-14) .
l. La liberación del pecado
La Primera causa de
todos los males que Adán acarreó a sus hijos fue el pecado mismo, de donde
todos los otros males se derivan. Pues ése fue el primer efecto saludable de la
pasión del Salvador y que los apóstoles recuerdan con frecuencia: la destrucción
del pecado. Es expresiva la forma en que San Pablo declara este misterio,
escribiendo a los romanos: Pues sabemos
que nuestro hombre viejo ha sido crucificado para, que, fuera destruido el
cuerpo del pecado y que no sirvamos al pecado, pues, el que muere queda
absuelto del pecado (6,6s). San Juan dice que, si andamos en la luz,
estamos en comunión unos con otros y La sangre de Jesucristo nos purifica de
todo pecado (1 lo. 1,7-). La sangre que fue derramada por el pecado, esa misma
es la que luego nos purifica del pecado (Appo. l,5) De lo santos dice el mismo
que lavaron sus túnicas en Ia sangre del Cordero inmaculado. ¿De qué manchas
las pudieron levar sino de las manchas del pecado, que los excluía del cielo?
(Apoc. 7,14; '22;'14) Y el pecado lo echa de nosotros la gracia de Dios y su
justicia. Por esto dice él Apóstol que somos justificados gratuitamente con la
gracia de Dios: por, la redención de Jesucristo (Rom. 3,24): y añade que por la
obediencia de Jesucristo hasta la muerte de cruz, la muchedumbre de los hijos
de Adán son hechos justos (5,19). Y, con una expresión muy fuerte, dice también
que, a quien no conoció pecado, Dios Padre le hizo pecado, (por nosotros para
que en EL fuéramos justicia de Dios (z Cor. 5,21) y tan grabada tenía esta idea
el Apóstol, que dice a los que confiaban en la ley para alcanzar da justicia:
Si por la Ley se obtiene la justicia, en 'Vano murió Cristo (Gal. 2,21). En
Cristo y solo en Cristo tenemos la redención y la remisión de los pecados {Gal
, 1,14). Esta ha sido Ia función principal del sacerdocio de Cristo, que en la
Epístola a los Hebreos se nos describe con las imágenes tomadas de la liturgia
mosaica, de las ceremonias con que el sumo sacerdote hacia la expiación de sus
pecados y de los pecados del pueblo (1,3; 9,II-15 23-28). Purificados del
pecado, quedamos libres de la servidumbre del mismo y de los vicios, pare
servir a Dios como hijos.
II. El rescate del poder del diablo
También nos libró
Jesús de la servidumbre del diablo. Esto necesita alguna aclaración. El Señor
creó las substancias espirituales que llamamos ángeles, dotados de Libertad,
para que con el ejercicio de ella se hicieran acreedores a su final destino.
Algunos de esos ángeles hicieron mal uso de esa libertad y fueron condenados.
Pero tanto éstos, como los que siguieron la conducta contraria, en atención a
su naturaleza, ocupan el, Jugar superior en el conjunto de la creación y en su
gobierno, y así mismo ejercen su influencia en los seres de naturaleza inferior
a ellos, que son los hombres, seres asimismo libres y con un destino semejante al
de las substancias espirituales. Pues, si los ángeles influyen en nosotros
ayudándonos en la consecución del último fin, que es la bienaventuranza, de que
ellos ya gozan, los diablos trabajan por dificultamos la consecución de ese fin
y arrastrarnos a la condenación a que ellos mismos están sujetos. Diríamos que
es esto como un desquite que Dios concede a los demonios mientras no llega el
día de aquella inexorable sentencia: Apartaos de mí, malditos, al fuego
perdurable que está preparado para Satanás y para sus ángeles (Mt. Z$,41). Esto
nos explica la libertad de que goza el diablo en tentar a los hombres, libertad
que Dios para probar a los hombres y para darles ocasión de ejercitar la
virtud. Esto vemos bien claro en las vidas de los santos, sobre
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