INFLUENCIA DE
SATAN EN EL MUNDO MODERNO
"Se ha escrito
copiosamente, desde Julio César —dice Papini—sobre la «dulce Francia», pero
nadie, creo, ha hecho sobre ese país el extraño descubrimiento que enuncio
aquí: Francia es la tierra prometida del satanismo."
Extraño
descubrimiento en efecto. Y Papini insiste. No es novela lo que pretende
escribir. Es un hecho que comprueba, asegura él: "Una complacencia
perfectamente consciente del mal por el mal, un gusto por la perversión cruel, una
teoría y una práctica de la rebelión contra Dios y contra toda ley moral,
particularmente la ley cristiana." Pero como Papini muestra, a lo largo de
su libro, una indulgencia muy acentuada por Satán, no quiere que se interprete
mal su aseveración, tan poco halagadora para nosotros: "Quiero
inmensamente a Francia — precisa —, su arte, su literatura, y su civilización;
no tengo, pues, ninguna intención de calumniarla.
Y para demostrar
que no hablo ni al azar, ni en broma, me veo obligado a producir una larga
enumeración de nombres de obras." Y cita efectivamente un buen número de
escritores nuestros. Cosa curiosa, no son siempre los que citaríamos nosotros
como habiendo tenido "tendencias satánicas". Ni una palabra de
Voltaire, de Diderot,de d'Alembert, de d'Holbach, de Condorcet. En cambio
encuentra satanismo hasta en autores católicos: Georges Bernanos y Francois Mauriac.
Todo esto no es muy serio. Si la Revolución Francesa, en gran número de sus
aspectos y de sus acontecimientos — no en todos —, puede ser considerada como
satánica, es imposible olvidar que corrió, durante mucho tiempo, un proverbio
según el cual se hablaba en la Iglesia de las Gesta Dei per Francos.
Desgraciadamente desde hace dos siglos es igualmente posible hablar de la Gesta
Diaboli per Francos. Todo el problema para nosotros está en saber si nos hemos
curado de esa servidumbre satánica y si queremos, sí o no, volver a nuestra secular
tradición de luz y de verdad en la caridad divina. Diversos grados de presencia
satánica Dejando de lado las vanas lucubraciones de Papini, vamos a tratar de
hacernos una idea más exacta de la acción de Satán en el universo que
habitamos, en este año 1959. Un primer punto nos
parece muy seguro: Satán actúa en ciertos países más que en otros. Surge de ahí
un segundo punto no menos evidente, a saber que es posible distinguir los
grados de presencia de Satán en el seno de los pueblos, algo análogo a los
grados de presencia que hemos discernido entre los individuos. Hemos dicho que
la acción de Satán va creciendo de la tentación a la infestación y de la
infestación a la posesión. Tiene pues que haber países poseídos, países
infestados y países simplemente tentados por Satán. Hasta aquí nada de
inverosímil. La dificultad surge cuando queremos hacer la aplicación práctica
de estos planteos lógicos. Lo que vamos a decir es un punto de vista personal y
no compromete más que a nosotros mismos.
El país en el seno
del cual advertimos actualmente la presencia de Satán en el más alto grado, es
decir en el grado de la "posesión colectiva", no vacilemos en decirlo,
es la China Popular.
ejecuciones en China |
éstos dos síntomas
de la presencia de Satán, ejercen sus estragos de una manera más violenta y más
generalizada que en ninguna otra parte. Si el comunismo ateo existe a base de
mentiras, por su negación de Dios, del alma, su negación de toda
espiritualidad, debemos decir que en ninguna parte la mentira triunfa como en
China Roja. Un observador norteamericano, John Strohm, que acaba de ser
admitido para que pase allí varias semanas y que ha podido ver, leer y oír muchas
cosas que sabíamos por otra parte, pero en forma más vaga y menos precisa,
atestigua que la China vive sobre la mentira de la "agresión
norteamericana",
de la cual se sirven los dirigentes
chinos por más que saben que esta agresión es un mito, para azuzar a su pueblo,
para obligarlo a sufrir, en plena paz, un régimen de estado de sitio, para
impulsarlo no solamente al trabajo, lo cual sería bueno, sino al armamento
febril, al odio más agresivo y quizá a las aventuras más catastróficas.
cartel de la revolución cultural |
Pero este
observador, muy atento desde el punto de vista económico y político, no habla
de los aspectos religiosos del problema. Ahora bien, la China, con respecto a
la religión, tenía el culto, sobre todo, de los antepasados y de la familia,
unido a un cierto culto por ídolos. ; El número de cristianos no superaba los tres o cuatro millones, sobre seiscientos cuarenta, o sea
uno por doscientos! Pero esta modesta y valiente Iglesia de
China está siendo "liquidada", como se dice en el grosero lenguaje
del comunismo. La persecución se ha enconado en la forma más brutal contra los
europeos, luego contra los mejores entre los cristianos. Su mayor triunfo, sin
embargo, ha consistido en arrastrar al cisma una parte demasiado grande de la Iglesia
católica misma, mediante la consagración de un número considerable de obispos
elegidos del pueblo, pero separados de todo vínculo con Roma.
La China Roja, por
otra parte, se ha revelado satánica por su desprecio de la vida humana. Uno de
sus principales dirigentes ¿no ha declarado que su país es el único que puede
permitirse desatar una guerra? "Podemos perder — dijo —, trescientos millones de chinos.
Quedarán todavía trescientos cuarenta millones." ¿Una frase como ésta no
es acaso puro satanismo? Y lo que le da verosimilitud es el modo con que se ha
tratado hasta hoy a los adversarios del régimen. De acuerdo con las
estadísticas británicas, se ha ejecutado entre ochocientos mil y un millón quinientas
mil personas en China Roja, desde hace diez años. Las cifras norteamericanas
son mucho más elevadas y van desde los cinco a los diez millones, y aún veinte
millones. Es probable que la verdad esté entre los dos extremos. Pero; es
seguro que la República Popular China ha nacido en un baño de sangre humana! Y
lo que ocurrió en el Tibet nos da una nueva prueba de ello. Se ha hablado a
menudo, desde hace cien años, en nuestro país, del peligro amarillo. Este
peligro es ahora inminente. Muy probablemente de la China se propagará el
incendio que un día u otro devorará a toda la tierra. Por todas estas razones,
porque pensamos en el millar de millones de chinos hambrientos que habrá en el
mundo antes de cuarenta años, porque consideramos la mentalidad china actual,
el predominio del comunismo ateo en esta parte del mundo, creemos poder hablar
de una posesión diabólica colectiva en esa tierra lejana. Infestaciones Inmediatamente después de la China, aunque muy
diferente de ella, nos permitimos colocar a Rusia comunista.
Pero entre el caso de la China y el de Rusia, creemos que existe tanta
diferencia como entre una posesión y una infestación, ¿Cuál es esta diferencia?
Para nosotros es esencial. La China Roja está poseída. Satán es allí el amo.
Agita este gran cuerpo en todos sentidos. Establece un orden perverso, una
disciplina de hierro, una ambición temible, un apetito de dominio que no
cesará, sin duda, de crecer, un furor de destrucción que nuestros sobrinos o
sobrinos nietos verán, sin duda, en actividad.
En Rusia, el Demonio está presente en la conducción, en la política, en
la enseñanza, en los designios de futuro de los dirigentes. Pero
lo que durante tanto tiempo se ha llamado "la santa
Rusia"
permanece intacta, en una gran parte. La fe vive, la plegaria
actúa. Los embustes del
Demonio no han alterado la fe intensa del pueblo ruso.
escudo de Rusia |
Procesiones en Rusia |
Países de
tentación Una China poseída, una Rusia infestada, esto significa, añadiéndoles un
determinado número de países menores que es inútil nombrar, por lo menos la
mitad de la humanidad. Sería absolutamente
ridículo creer y decir que la otra mitad está exenta de los ataques de Satán.
Todos los capítulos de este libro han hecho ver a Satán actuando en países
cristianos, en viejas tierras de civilización cristiana. Ni las posesiones
individuales ni las infestaciones son desconocidas en tales regiones. Sin
embargo, es lo que podemos llamar el régimen de la tentación diabólica la regla
general en nuestro país. La tentación es cosa de todos los días, casi de todos
los instantes. Asume todas las formas. Varía según los caracteres y los tempera
momentos. Querer describirla, sería simplemente hacer un tratado de los pecados
capitales: el orgullo, la lujuria, la envidia, etc. Pero no es esto lo que
merece retener nuestra atención en el cuadro de conjunto que tratamos de
trazar. No hace mucho —el 20 de febrero de 1959 — un semanario católico
importante, La Francia católica, publicó un artículo de María Winowska, en
quien todos concuerdan en ver a uno de los espíritus más lúcidos de nuestra
época: La tercera tentación. Se trata de la tentación del Demonio con respecto
a Cristo, aquella en que le muestra todos los reinos de la tierra y le dice:
"Todo esto será tuyo si postrándote ante mí, me adoras." María
Winowska pone en escena a un joven indio que acaba de recibir el bautismo. Han
subido a Montmartre. Bajo su vista se despliega el inmenso y magnífico
espectáculo de París. Y el joven indio exclama: "— ¿Por qué no vivís de
acuerdo con vuestra fe? El Evangelio es formal; oración primero, prudencia
primero, fe primero, caridad primero. Está en el papel, pero ¿en la práctica"
Y María Winowska contesta: — Tienes razón, pero ¡hay con todo personas en
nuestro país, hombres, mujeres, que practican el Evangelio! ¡Te lo aseguro! Y
hasta son muchos. Y esto es lo que nos defiende. Pero existen también
deficiencias, lagunas, cosas ilógicas. Y el joven indio prosigue: — ¡En su
mayoría los cristianos de Europa viven como si no tuvieran fe. No quiero decir
que no la tengan, pero la ocultan bien —y añade sin piedad: —He visto
sacerdotes que me han hablado de técnicas de apostolado, de métodos, de
adaptaciones, de prensa, de cinematógrafo, de televisión. Seguramente son
buenos sacerdotes, pero ¿por qué no dicen lo esencial? ¡Para nosotros la
prudencia es más que eso, más que todo en el mundo! ¿Qué proporción hay del
Creador a la criatura? Naturalmente María Winowska protesta. No se puede juzgar
al clero por un contacto exterior. No es posible acusarlo de activismo sin
conocer su vida interior total. Ya hemos hecho dos "revoluciones" en
materia religiosa desde hace cincuenta años: una litúrgica que está lejos de
haber dado todavía todos sus frutos —una revolución bíblica que está sólo en
sus comienzos — y queda por cumplir una revolución mística que responderá
totalmente a los deseos tan justos de María Winowska y del joven indio. La tentación grande
para los cristianos de nuestra época, no una tentación de detalle, sino la
tentación más común, más general, más peligrosa, es
preferir las cosas a Dios. El joven indio sostiene que ha
tratado de aplicar un "test" a los cristianos que ha encontrado. Este
"test" era justamente la tentación del Demonio en la montaña.
(1 Doctrina
separatista de los flamencos belgas de tendencia germanófila.)
(N. de la T.)
"Ahora bien —
dijo —, sabéis que eran muy pocos los que no hubieran consentido en hacer una
pequeña reverencia, aunque más no fuera que una inclinación pequeñita, al
tentador que les ofrecía los reinos de este mundo. Me decían: «Cuando tuviera
todo eso, sería para gloria de Dios» o bien: «Es menester hacerle algunas
concesiones al mundo para dominarlo mejor», o por fin: «El cristianismo no podrá
resistir si no se adapta al progreso.» Abrevio, pero
¡le aseguro que todas esas personas tenían más confianza en las técnicas
humanas que en la fe! . . ."
En suma, sobre
cuarenta y siete personas prudentemente sondeadas, el indio sólo había
encontrado tres o cuatro que prefirieran verdaderamente a Dios antes que las
cosas. Y huelga decir que no se había dirigido más que a excelentes católicos. Tal
es, pues, la "tercera tentación". Todos estos buenos católicos tienen
fe, hasta tienen las obras de la fe, tienen la esperanza y la caridad. Son de
esos que San Pablo llamaba "santos", es decir almas en las cuales
habita Dios. Pero son también almas ilógicas — y todos lo somos más o menos —,
almas que no van hasta el final de las exigencias de su fe, almas en las
cuales, para hablar aún como María Winowska, el haber tiene más importancia que
el ser. Tiene mil veces razón cuando llega a la conclusión: "Toda la
ciencia del mundo no vale una onza de prudencia y el progreso técnico más
vertiginoso queda corto si el hombre no lo domina cualitativamente. Dicho de
otro modo: ¿qué le sirve al hombre ganar al mundo entero si llega a perder su
alma?"
Hace tres siglos
Pascal decía ya, en un lenguaje incomparable: "Todos los cuerpos juntos, y
todos los espíritus juntos, y todas sus producciones, no valen el mínimo
movimiento de caridad. Esto es de otro orden infinitamente más elevado." Vista
de conjunto Tendríamos, a nuestro entender, un cuadro de nuestro mundo actual enteramente
falso si confundiéramos la oposición este-oeste con el confrontamiento: Satán
contra Dios; si separáramos al planeta en dos zonas absolutamente distintas: la
del Diablo en China y en Rusia y en los otros países comunistas y la de Dios,
que sería el lado nuestro. Vamos a dar la palabra a un ruso como prueba. Hemos
leído, hace poco, a uno de ellos en nuestros diarios. Se trata de un ingeniero soviético
que ha venido a Europa occidental con una misión científica y que pasa entre
nosotros una temporada relativamente larga. Y decía: "En
el fondo ustedes los occidentales son materialistas. Pueden con el dinero
obtener todos los bienes, satisfacer todos los deseos. Pero justamente, no
piensan más que en eso.
La vida, la actividad, la ciencia, la técnica, todas
las ocupaciones y preocupaciones, las consagran ustedes a este objetivo físico:
acrecentar el bienestar, mejorar la comodidad. Automóvil, heladera eléctrica,
televisión: he ahí para la inmensa mayoría de ustedes la razon de vivir."
¿Quién se atrevería a decir que no hay una parte de verdad en esta acusación?
El materialismo no es solamente tara del comunismo, también lo es del
capitalismo. Si hemos de creer al mismo ingeniero, la decadencia infligida al
hombre por el capitalismo sería mucho más grave que en el régimen comunista.
Veamos, en efecto, la continuación de su razonamiento: "Para
nosotros, por el contrario, todas estas cuestiones no existen (quiere decir, la
búsqueda del bienestar). La comodidad de ustedes nos es prácticamente
desconocida. Porque no tenemos esa posibilidad, ni siquiera pensamos en ello.
Han matado en nosotros el deseo de estos bienes materiales, que los acapara por
entero a ustedes. Y al hacer esto, nos han liberado. Toda la energía que
ustedes malgastan en la búsqueda de cosas fútiles, nosotros la empleamos en
leer, en la música, en reflexionar, en soñar. ¿Qué otra cosa quieren que hagamos cuando por la noche regresamos a
nuestro departamento estrecho, un poco, si quieren, como un monje a su
celda?" Y terminaba con estas palabras: "Sí;
tenemos todavía el tiempo para pensar y el gusto del pensamiento, pero, ¿y
ustedes?" ¡Qué consoladoras serían estas palabras si
entre las ocupaciones que este ruso tiene a bien reservarse hubiera, a
continuación de las palabras: "leer, música, reflexionar, soñar" esta
pequeñísima indicación: rezar! No obstante, se advierte que el ideal de este
ingeniero es más elevado que el de los dirigentes comunistas: alcanzar y
superar a los Estados Unidos en productividad, riquezas materiales, millones de
toneladas de acero, de carbón, de kilovatios, de automóviles, de estaciones de
televisión, etc. Lo que este ingeniero desprecia — y que nosotros despreciamos
como él en la medida en que todo esto se opone al desarrollo espiritual del ser
humano— es justamente lo que los jefes de su pueblo y de las otras naciones
comunistas han tomado como objetivo final. ¿El comunismo no está acaso definido
en China?: "¿A cada cual según sus necesidades?", y nuestras
necesidades en esta fórmula ¿no son ante todo nuestros deseos materiales? Pero
no tenemos que oponer comunismo al capitalismo. El uno y el otro están
inspirados por Satán, en la medida en que niegan a Dios y el alma. El
comunismo, en total, no ha hecho otra cosa que retomar la filosofía
"burguesa". Es fruto de ella. La lleva al extremo. Si es verdad que
no existe ni Dios, ni el diablo, ni el espíritu, y que todo es materia, el
capitalismo y el comunismo no son más verdad el uno que el otro ¡porque no hay
más verdad en el sentido cabal del vocablo, todo es mentira, todo es satánico! Después
de esto, sin alegría, pero sin miedo tampoco, denunciamos aquí como marcas
indudables de la presencia de Satán entre nosotros algunos rasgos de nuestra
"civilización" contemporánea que nadie puede negarse a ver: la mediocridad de nuestros grandes medios de
difusión, cinematógrafo, radiotelefonía, televisión; mediocridad que no reside
en el poder de la propaganda, sino en la nobleza y la belleza de la acción ejercida
sobre las almas; el erotismo ambiente
que se despliega en las novelas, en las piezas de teatro, en las canciones, en
todo lo que resumen estas palabras: "los espectáculos", "las
distracciones" en el sentido pascalino, "los ocios"; la
degradación del arte moderno, que parece no tener ya el gusto de lo bello, sino
únicamente de lo feo o de lo obscuro.
Materialismo |
Al final de este
capítulo, que hubiera sido fácil prolongar, ¿qué vemos? Satán en obra por todas
partes. Frente a él, una sola fuerza real: Jesucristo. Por una parte, el materialismo
ateo, la mentira, el desprecio de la vida humana, la sangre de Abel derramada
por Caín. Por la otra, la fe, la caridad, la inmensidad del amor, en la oración,
en la adoración, en el rechazo del odio satánico, en el deseo de la extensión
universal del reino de Dios, en el entusiasmo de la demanda incesante de
corazones: "Vénganos tu reino." La visión de la historia universal no
ha cambiado: Ciudad de Dios contra Ciudad de Satán, ¡Ciudad del Amor contra
Ciudad del Odio! Hay dos estandartes: el de Satán y el de Jesucristo. Cosa
extraña, el cristiano que hace profesión de despreciar la vida presente, porque
sabe que existe otra, eterna, practica, sin embargo, el respeto más absoluto
por la vida humana y por la persona humana. En cambio Satán que convence a sus
adeptos que la vida presente es la única, que no existe otra, después de ésta,
la cual constituye el bien supremo del hombre, Satán manifiesta por esta misma
vida, que es todo, un desdén que se traduce; en campos de concentración, en
ejecuciones en masa, en hornos crematorios, en torturas deshonrosas! ¡Vale
decir que la mentira está siempre asociada al asesinato! Pero el reproche más
grande que hacemos a los adeptos de Satán, es la mutilación que infligen al
hombre, negándole el infinito, rehusándole la inmortalidad. La estrechez de
espíritu de los incrédulos es lo más lamentable que hay en ellos. A ellos
debemos repetir el grito de Tertuliano, a los heréticos de su época:
"Parce orbis unicae spei!" ("¡Cuidad la única esperanza del
universo!") Si queremos, en efecto, un día poseer este universo mismo que
no vale nuestra alma ¡es nuestra alma la que hay que salvar por la fe y el
amor! ¡Qué puesta formidable la de la lucha entre Satán y Cristo.
CONTINUA...
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