Nació en Colima, Colima, el domingo 7 de marro de
1909 y murió martirizado el sábado 27 de agosto de 1927. Fue virtuoso alumno
-externo- del Seminario Diocesano de Colima; Prefecto de la Congregación
Mariana de Nuestra Señora de Guadalupe y de San Luis Gonzaga; distinguido
miembro del Apostolado de la Oración; valiente afiliado a la A.C.].M.
(Asociación Católica de la Juventud Mexicana); incorporado a la L.N.D.L.R. (Liga
Nacional Defensora de la Libertad Religiosa) y Jefe Civil, en la ciudad de
Colima, representante de Dionisio Eduardo Ochoa, Jefe iniciador, en el Estado
de Colima, del movimiento armado en defensa de la libertad religiosa. Por todas
estas actividades su vida se hallaba en continuo peligro, pero siempre estaba
decidido a darla por defender los derechos de Cristo, por lograr la libertad de
la Iglesia y por conservar la pureza de su fe. En la carta que le dirigió a
Lupe, su hermana, que residía en la Ciudad de México, el 31 de enero de 1926,
terminaba diciéndole:
"A pesar de ser tan tibios
y tan poco virtuosos ... , según pienso, esta persecución va a hacer que México
brille por la heroicidad de sus Mártires. Tú que estás junto al Santísimo
Sacramento [se refiere Tomás a que en la capital de la República aún no se
clausuraba el culto público, como ya en ese año estaba clausurado en Colima],
pídele que nos dé valor a todos los católicos para no flaquear. Ya no hemos de
pedir que cese la persecución, sino que en cada católico haya un héroe, como en
tiempo de Nerón".
Y en carta posterior terminaba diciéndole:
"Pídele a Dios Que sea un mártir. Tomás de la Mora". "Y este pensamiento del martirio [según leemos
en el primer tomo de la obra Los Cristeros del Volcán de Calima] lo llenaba de
entusiasmo: en una ocasión, conversando con el Padre Enrique de Jesús Ochoa,
capellán de los Cristeros en Colima, decía saltando de alegría y con el rostro
iluminado por el contento:
"-Los mártires son santos, ¿verdad?
"-Sí -se le respondió.
"- y si a nosotros nos matan por Jesucristo:
¿seremos mártires?
"-El que da la vida por la Causa de. Jesucristo
es mártir
-contesta el sacerdote [el Padre Enrique de Jesús
Ochoa].
"- Oh! -dice entonces, y sus ojos brillaban por
el regocijo-, cuando por la Causa de Jesucristo Rey nos ahorquen, entonces
seremos mártires, entonces seremos santos!".
y el día 15 de agosto, día de
la Asunción de la Virgen Santísima, asistió por última vez a la Santa Misa y
recibió la Sagrada Comunión. Fue la Misa que celebró el Padre Capellán
(cristero) de las Fuerzas Cristeras Colimenses cuando, acompañado de su hermano
el General Dionisio Eduardo Ochoa, estuvo en Colima, en la calle Venustiano
Carranza Dos semanas más tarde, el sábado 27 de agosto de 1927, habiendo
descubierto los perseguidores que él tenía algunas relaciones con los
cristeros, fue aprehendido en su propia casa, mientras jugaba con sus
hermanitos menores. Desde el principio del Movimiento Cristero, Tomás de
la Mora fue autorizado para representar en Colima, como Jefe Civil, al citado
jefe militar Ochoa en todo lo que fuere menester, principalmente en lo relativo
a suministrar noticias y proveer a los soldados libertadores de lo que para
ellos era dable conseguir, fuere con dinero, ropa o municiones.
Con toda entereza cristiana, Tomasito, al ver
invadida su casa por los soldados callistas, dijo a su madre: "i Mamá, me
van a matar!". Su rostro, habitualmente pálido, se cubrió de mayor palidez.
Su madre lo tomó entonces de la mano y lo acompañó en medio de la escolta de
diez soldados en el cateo que hacían éstos por encontrar algo comprometedor.
Cuando estuvo cerca de su cama, tornó de allí la medalla de su querida
Congregación Mariana. La besó y, con grande afecto, la colgó a su pecho. En
estos momentos recobró su valor heroico. Ya no dio muestras de temor. La turba
de soldados nada encontró delictuoso. Pero se llevaron a Tomasito a presencia
del General Flores, Jefe de la Guarnición. Flores era en Colima duro e impío. A
los católicos los trataba con rigidez más que militar: con notoria inhumanidad.
La madre, al ver a su hijo en manos de los perseguidores, empezó a dar gritos
de angustia. Pero Tomasito, con admirable valor y serenidad, le dijo, con
grande ternura: "No te aflijas, mamá, dame tu bendición, y si no nos vemos
en esta vida, nos veremos en el Cielo". Se arrodilló y le pidió su
bendición por última vez. y aquella afligida madre vio partir a su hijo en
medio de los soldados. De su casa fue conducido al ex Seminario, donde él había
estudiado, convertido a la sazón en cuartel, donde, lleno de santa alegría,
porque se cumplían sus deseos de ser mártir de Cristo, prorrumpía con
frecuencia en exclamaciones de agradecimiento y alabanza ferviente a Dios. Esta
es la casa, decía, donde juré ser fiel a Jesucristo. Aquí le prometimos a
Cristo -él y sus compañeros de vida y de ideal- morir primero que verlo desterrado
de México. En presencia del General Flores, que lo juzgaba, se
portó tan intrépidamente como aquellos célebres mártires de los primeros tiempos
del Cristianismo. He aquí, resumido, el interrogatorio:
¿Usted tiene correspondencia
con los católicos que están rumbos armas?
-Mientras no se me demuestre
con pruebas, no soy responsable --contestó.
-Aquí tiene esta carta: la
letra y la firma son de usted.
-Es mía -dice Tomás sin vacilar
un momento al reconocer su letra.
-Eres un mocoso -le dijo el
militar-, tú no eres capaz de nada; tienes que decimos quién es el que te
aconseja.
-No diga usted -respondió Tomás
de la Mora- que soy un chiquillo, porque sé muy bien lo que hago: nadie me
aconseja.
Tan enérgica y cristiana respuesta le aumentó el
odio sectario al dicho General Flores, que se vio confundido por un niño. Ordenó
entonces que se le diera "una calentadita", o sea, que le dieran
bofetones y guantazos. Después de tan bárbara maltratada, volvió Tomás, con la
cara amoratada por los golpes, a la presencia del impío General que se gozaba
en atropellar y hacer sufrir a su adolescente víctima. Y al verlo éste en aquel
estado de humillación, pensando que el tormento había doblegado su firmeza, le
dice de nuevo:
-Mira, dime todo lo que sabes sobre esos cristeros y
te dejaré libre.
-Es inútil, mi General. No diré nada, y si me da
usted la libertad, mañana me voy al Volcán a unirme a los cristeros en la lucha
por Cristo Rey. Me comunicaré con ellos y les diré lo que me pasa. Acepto la
muerte.
-Eres un mocoso, tú no sabes lo que es la muerte
-dice ya irritado el General-; di lo que te pregunto. -Tomás recobró su carácter
festivo y le dijo sonriendo:
-Pues, en eso, mi General, estamos iguales. Porque
usted tampoco sabe lo que es la muerte. Porque nunca se ha muerto. Pero yo con
gusto moriré porque muero por Cristo Rey.
-No pierdas tiempo, muchacho -le dijo el militar.
-No lo pierda usted, General -contestó el santo
joven- Ya le dije que no diré nada. Estoy dispuesto a sufrir la muerte, antes
que ser traidor a la causa de los que luchan por Cristo. Y fueron vanas todas las tentativas, amenazas,
halagos y pro- mesas para quebrantar su voluntad. Muy larga fue la discusión. Se
trató de intimidarlo. No aceptó ninguna oferta. Entonces el General, iracundo,
dio la orden de ahorcarlo esa misma noche.
-Está bien, mi General -contestó Tomás de la Mora-;
sola- mente concédame una hora para prepararme a morir y que yo escoja el lugar
de mi ejecución.
Y aquella hora la pasó de rodillas y orando. Sólo
Dios sabe lo que oró el héroe y los sentimientos de su corazón. Mas la lucha no
cesaba. Varias veces, estando él de rodillas en su cálida deprecación, se le
acercó uno de los oficiales y le hizo nuevas proposiciones, en nombre del
General. Pero al momento las rechazaba contestando a las insistencias y
fingidas dulzuras del General Flores:
-Tenga la bondad de dejarme. No me quite usted el tiempo. ¿No ve que me queda muy poco tiempo de vida? Hágame
el favor de retirarse y dejarme solo y en paz. Me estoy preparando para la
muerte. Era ya cerca de la medianoche cuando lo sacaron del cuartel, o sea, del
ex Seminario Diocesano convertido en cuartel. Los soldados que lo conducían
iban malhumorados, convertidos por capricho del General Flores, de soldados en
verdugos de aquel jovencito héroe de Cristo Rey. Llevaban orden de ahorcarlo
donde él quisiera. La escolta cumplía las órdenes y Tomasito marchaba valientemente
al patíbulo custodiado por los soldados. Al fin llegaron, por la calle
Zaragoza, a la calzada Pedro A. Galván, o de la Piedra Lisa, como es más
comúnmente llamada por el pueblo. Se ubica en las afueras de la ciudad de
Colima. Allí, al pie de uno de los árboles, hizo alto la escolta. Dicho árbol
se hallaba al cerrarse la mencionada calle de Zaragoza por el lado oriente de
la calzada. Se trataba de un árbol histórico y considerado por los liberales
como una especie de reliquia. Bajo él, en una piedra que se conserva, se sentó
a descansar, en cierta ocasión, Benito Juárez, la encarnación misma del
liberalismo mexicano y uno de los más encarnizados enemigos de la Iglesia. Al
llegar cerca de dicha pie- dado para echarle la soga al cuello [tocándolo], le
dijo: 'No me toque, porque me mancha'. '¿Por qué?' -le respondió el sol- dado-o
'Porque ustedes son soldados del demonio y nosotros de CRISTO REY".
"Deme la soga" y él mismo se la echa al cuello y añade: "Ustedes
se han propuesto pelear con Dios y a Dios no le vencen; porque Dios es
triunfador”. [Antes, el soldado le dijo que mismo se pusiera la soga y Tomasito
-sonriendo como San Lorenzo en la parrilla- le respondió que él no sabía cómo
se ponía la soga porque era la primera vez que lo ahorcaban.
"_ ¿Tienes que pedir alguna gracia o arreglar
algún asunto? -le dice el jefe de la escolta-o -Ningún negocio me queda por
arreglar en esta vida. Todo lo tengo listo para la marcha. Ante Dios tengo
muchos asuntos que arreglar: primero, pedirle que les quite la venda que ciega
a ustedes; segundo, pedir por mis afligidos padres; y tercero, pedir por la
Iglesia y por mi Patria.
El jefe, burlándose del mártir, le dice: -Para ti,
pides, o no tienes que pedir. -Nada para mí. Cristo tiene méritos adelantados
para salvar millones, y sé que El me sal- va. Porque soy de los suyos y muero
por El. Terminadas estas sublimes palabras, exclama: j Viva CRISTO REY! j Viva
la Santísima Virgen de Guadalupe!
"El jefe ordena a los soldados que tiren de la
cuerda y el mártir glorioso vuela al cielo triunfante, llevando la blanca es- tola
de la inocencia y ostentando sobre su frente pura la corona del martirio. Era
como la una de la mañana.
"Es imposible leer esta bellísima página del
Martirologio Mexicano sin exclamar: Gloria a la Iglesia Católica de México, que en
pleno siglo XX, ha renovado los hechos más gloriosos de la Iglesia de las
catacumbas!".
Que hermosa historia de este héroe y santo mexicano, su sangre ha regado nuestro suelo para salvar almas. Que la juventud actual aprende de el y de su valentía.
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