El caso muy especial de Antoine Gay (1790-1871)
(CONTINUACIÓN)
Se produce un vuelco en la vida de Gay cuando un
nuevo protector, el padre Marie-Joseph Chiron, se acerca a él. Se trata de un
santo hombre cuya vida ha sido escrita por el abate ZéphyrinGandon, con
prefacio de monseñor Hurault, obispo de Viviers (Aubanel, padre, Avignon). El
padre Chiron, cuya memoria se venera en la diócesis de Vi- viers, era el más
indicado para interesarse en el caso de Antoine Gay. Fundó, en efecto, una
congregación en la cual uno de los fines era ocuparse de los alienados. Nunca
creyó que Gay fuese loco, pero sí que estaba poseído por el demonio y resolvió
dedicarse a aliviarlo en la medida en que Dios lo permitía. Mientras tanto, Gay
se había convertido en terciario franciscano con el nombre de hermano Joseph-Marie.
En 18 50, el padre Chiron parte con él rumbo al convento de Vernetesains, en la
diócesis de Perpignan, con el fin de presentarlo al obispo del lugar para
obtener el permiso de exorcizarlo, lo cual no pudo, por lo demás, realizarse,
siempre por razones que ignoramos, pero que responden sin duda a la hipótesis
que hemos hecho: el Diablo estaba ahí en "servicio obligado". Durante
este viaje se produjo un episodio que arroja un poco de luz sobre el mundo
misterioso de los demonios.
La discusión de Perpignan
El padre Chiron se interesaba en Perpignan por la
suerte de una mujer, madre de tres niños, que era poseída desde hacía veinte
años. Toda la parroquia la había visto correr con una velocidad extrema,
elevándose alrededor de cincuenta centímetros sobre el suelo —hazaña que
volaremos a comentar en un próximo capítulo con res- pecto a otra posesa. Ahora
bien, mientras el padre Chiron se hallaba en la casa de esta mujer, le
presentaron a una desgraciada llamada Chiquette, pero cuyo verdadero nombre era,
en catalán, Frangoise. Esta Chiquette, que contaba treinta y seis años, era
muda; pero era poseída por un demonio llamado Madeste que estaba muy lejos, por
cierto, de ser mudo. Y se produjo entre Madeste e Isacaron, el demonio que
habitaba dentro de Antoine Gay, una querella de una violencia inaudita. El
padre Chiron en persona ha contado la cosa en estos términos: "No bien se
encontró en presencia de Isacaron se entabló entre los dos ángeles caídos un
diálogo de una violencia poco común. Los demonios de los posesos parecían dos
perros rabiosos. Hablaban un idioma completamente desconocido, muy dulce, que
no comprendíamos para nada. Más tarde supe por Isacaron, que me tradujo la
discusión, que se trataba de un punto de preeminencia: cuál de los dos era más importante.
Me vi obligado con frecuencia a intervenir entre ambos que estaban prontos a
irse a las manos. "No es necesario decir que estos dos poseídos nunca se
habían visto, pero los demonios posesores, por supuesto, se conocían bien.
Tuvieron en los días que siguieron y en seis ocasiones diferentes disputas
siempre vehementes en el mismo lenguaje desconocido, y esto ocurrió en
presencia de varios testigos." Estos hechos provocaron en el padre Chiron
una impresión muy grande. En carta dirigida poco después al obispo de
Clermont-Ferrand los exponía detalladamente y llegaba a la conclusión muy
justa: "Sin la posesión hechos semejantes serían inexplicables."
Estamos enteramente de acuerdo con esta opinión. Pero este episodio nos sugiere
la idea de que el entendimiento cordial no existe tratándose de demonios ¡lo
cual sería por lo demás muy asombroso! De vuelta a Lyon, Antoine Gay y su
protector esperaron el fin del verano para ir a la Salette.
Una estada en Ars La reputación del santo cura de
Ars era tan grande y está loca- lidad se hallaba tan próxima a Lyon que hubiera
sido muy sorprendente que Antoine Gay no fuera presentado al abate Vianney. De
hecho fue a Ars en 1853 y prolongó su peregrinaje durante quince días. Al hacer
esto obedecía al arzobispo de Lyon, monseñor de Bonald en persona, quien había
dicho al señor Goussard, uno de los familiares de Gay: "Lo llevará usted
donde el cura de Ars y se quedará allí varios días con él." El señor
Houzelot, siempre atento al caso Gay, era de la partida. Esto ocurría a fines
de noviembre. El domingo próximo siguiente, cuatro de diciembre, la humilde
parroquia de Ars celebraba la fecha de la Inmaculada Concepción. No olvidemos
que el dogma de la Concepción Inmaculada de la Virgen no estaba todavía
proclamado. Debía serlo el 8 de diciembre de 18 54. Se produjo —volviendo a
Ars— un acontecimiento inesperado. Antoine Gay, arrodillado al pie de la imagen
de la Virgen, con los brazos en cruz y los ojos llenos de lágrimas, pronunciaba
una de oraración solemne, que, con toda evidencia, emanaba del espíritu
infernal que estaba en él, puesto que Antoine Gay no tenía una formación
teológica suficiente para que del fondo de su alma saliera un discurso tan
impresionante: Homenaje de un Demonio a María "¡Oh, María!
¡Oh, María! ¡Obra maestra de las manos divinas! Tú eres lo que Dios ha hecho de
más grande."¡Criatura incomparable, tú eres la
admiración de todos los habitantes del Cielo; todos te honran, todos te
obedecen y te reconocen por la Madre del Creador. Tú has sido elevada por
encima de los ángeles y de toda la Corte celestial; estás sentada junto a Dios,
eres el Templo de la divinidad, has llevado en tu seno todo lo que hay de más
fuerte, de más grande, de más poderoso y de más amable! ".. . María, has
recibido en tu seno virginal a Aquel que te ha creado, eres Virgen y eres
Madre; no hay nada que pueda comparársete. Después de Dios, tú eres todo lo que
hay de más grande; tú eres la Mujer fuerte; tú sola das más gloria a Dios que
todos los habitantes del Cielo juntos. . . "En ti no ha habido jamás
ninguna mancha. Que todos los que digan que no eres Virgen y Madre sean
excomulgados; ¡tú has concebido sin pecado, tú eres inmaculada!.. . "¡Te
alabo, oh, María! ¡Pero todas las alabanzas que te doy remontan a Dios, el
autor de todo bien!. . . Después del corazón de tu divino Hijo, ninguno hay que
pueda ser comparado al tuyo. ¡Oh, corazón bueno! ¡Oh corazón tierno! ¡No
abandonas ni siquiera a los más ingratos y los más culpables de los mortales!
¡Tu corazón está penetrado de dulzura para con los miserables que no merecen
gracia ni misericordia; los infames pecadores son convertidos por ti!
"¡Ah, si los habitantes de la tierra te conocieran! ¡Si supieran apreciar
tu ternura, tu poder, tu bondad, ninguno perecería! Todos los que recurren a ti
con una entera confianza y que te rezan continuamente, sea cual fuere el estado
en que se hallan, tú los salvarás y los bendecirás eternamente. . . ¡Me veo
obligado a humillarme a tus plantas y a pedirte perdón por todos los ultrajes
que hago soportar al poseído! "¡Confieso hoy, día de una de tus fiestas
más solemnes del año, que tu divino Hijo me obliga a decir que ésta es la más
solemne de todas tus fiestas!" Así habló Isacaron, demonio de la impureza,
por boca de Antoine Gay, y sus palabras fueron recogidas por el señor Houzelot,
del cual las hemos extraído. Y comprendemos mejor, después de esta confesión
obligada de un demonio, que María, cinco años más tarde, haya dicho a
Bernadette quien, suplicante, le preguntaba su nombre: ¡SOY LA INMACULADA
CONCEPCIÓN! El abate Toccanier, auxiliar del cura de Ars, estaba presente
cuando las memorables alabanzas a la Virgen fueron proclamadas por Isacaron en
la forma que acabamos de consignar. Houzelot tuvo la idea de pedirle a este
último que le dictara más lentamente lo que acababa de decir, con el fin de
anotar sus palabras, e Isacaron accedió. El abate Toccanier no podía ocultar su
emoción. "No existe nada comparable si no es en los Padres de la Iglesia",
dijo a los presentes, con respecto a la larga proclamación del Demonio. Quiso, por lo demás, tener con éste una discusión
teológica sintética, otro día, y quedó estupefacto de la seguridad de las
respuestas que le fueron hechas en la más pura ortodoxia.
Sigue la ausencia
de exorcismos
Sin embargo, no era posible olvidar que el poseso
había ido a Ars para ser liberado allí de sus pruebas. El santo cura ¿tendría
sobre Antoine Gay los mismos poderes que le hemos visto ejercer sobre tantos
otros en el capítulo precedente? Aunque en esta fecha el abate Vianney estaba
muy rodeado y era difícil llegar a él, Antoine Gay le fue presentado varias
veces. Lo llevó consigo al presbiterio. Cierta noche, sobre todo, el cura vio
que Gay caía a sus plantas como si fuera impulsado por un poder invisible, pero
al mismo tiempo el poseso lo amenazaba con el puño y le gritaba con tono
amenazador: ¡Vianney! ¡Eres un ladrón! ¡Nos arrancas las almas que hemos tenido
tanto trabajo en seducir! Al oír estas palabras el santo hombre se limitó a
hacer sobre la cabeza de Gay la señal de la cruz. Se oyó que el demonio lanzaba
un grito de furor. Se decidió, no obstante, que se procedería al exorcismo. El
santo cura estaba, en efecto, convencido que tenía que vérselas con un poseído.
El abate Goussard, a pedido suyo, regresó a Lyon para solicitarle al cardenal
de Bonald el permiso de proceder al exorcismo. "El cura de Ars, repuso el
cardenal, no necesita mi permiso; sabe muy bien que se lo doy, o si no que se
dirija a monseñor de Belley." Sin tardanza, el abate Toccanier escribió a
monseñor Chalandon, entonces obispo de Belley. Este se apresuró a otorgar el
permiso soli- citado. Y sin embargo el exorcismo una vez más ¡fue postergado y
finalmente omitido! ¿Por qué? El cura de Ars pensó que era mejor realizarlo en
forma muy solemne en Fourviere, en el santuario de la Virgen. Pero el tiempo
transcurrió sin que una decisión de esta clase fuera tomada. Antoine Gay fue
llevado de regreso a Lyon sin haber sido liberado de su terrible compañero. ..
Con esto nos cuesta aún más descartar la idea de que Dios no deseaba liberar al
poseso por dos razones: la primera, porque Antoine Gay no cesaba, a través de
su prueba, de santificarse, y la segunda, porque el demonio que habitaba en él
tenía que terminar la tarea que le había sido impuesta. Veamos primero este
último punto.
Una página de San
Grignion de Montfort
Para los que se sientan asombrados por la humildad
con la cual un demonio semejante al que poseía a Antoine Gay se vió obligado en
Ars, y en muchas ocasiones en otras partes, durante los cuarenta añosde su
presencia dentro de ese pobre hombre, a pronunciar el elogio más solemne de la
Virgen, nos parece suficiente recordar la página siguiente de San Louis
Grignion de Montfort, en su célebre tratado De la verdadera devoción a la
Santísima Virgen. Hablando de la hostilidad que existe entre María y Satán, el
santo escribe: "Jamás ha formado ni ha creado Dios una enemistad más
irreconciliable que durará y aumentará hasta el mismo fin: es entre María y el
Diablo; entre los hijos servidores de la Santísima Virgen y los hijos y agentes
de Lucifer; de modo que el más terrible de los ene- migos que Dios ha creado
contra el Diablo es María, su santa Madre. Hasta le ha dado desde el paraíso
terrestre, aunque todavía ella no estaba sino en su mente, tanto odio contra
ese maldito enemigo de Dios, tanta industria para descubrir la malicia de esta
antigua serpiente, tanta fuerza para vencer, echar por tierra y aplastar a este
orgulloso impío, que él la teme más, no solamente que a todos los ángeles y los
hombres, sino en cierto sentido que a Dios mismo. No es que la ira, el odio y
el poder de Dios no sean infinitamente más grandes que los de la Santísima
Virgen, puesto que los de María son limitados; pero es que, primeramente,
Satán, por su orgullo, sufre infinitamente más al ser vencido y castigado por
una pequeña y humilde sirvienta de Dios, y su humildad lo humilla más que el
poder divino; en segundo lugar, porque Dios ha dado a María un poder tan grande
contra los diablos que temen más, como se han visto obligados a confesarlo, a
pesar suyo, por boca de los poseídos, uno solo de sus suspiros por algún alma
que las oraciones de todos los santos, y una sola de sus amenazas contra ellos
que todos sus tormentos" (obra citada, N° 52). ¿No es esto precisamente lo
que acabamos de oír y comprender por boca de Antoine Gay, órgano del demonio
Isacaron? Pero tenemos que oír al mismo personaje en la función providencial
que le había tocado en suerte.
Me declaro sorprendido.
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