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lunes, 14 de diciembre de 2015

"Presencia de Satan en el Mundo Moderno"



El caso muy especial de Antoine Gay (1790-1871)

(CONTINUACIÓN) 

Se produce un vuelco en la vida de Gay cuando un nuevo protector, el padre Marie-Joseph Chiron, se acerca a él. Se trata de un santo hombre cuya vida ha sido escrita por el abate ZéphyrinGandon, con prefacio de monseñor Hurault, obispo de Viviers (Aubanel, padre, Avignon). El padre Chiron, cuya memoria se venera en la diócesis de Vi- viers, era el más indicado para interesarse en el caso de Antoine Gay. Fundó, en efecto, una congregación en la cual uno de los fines era ocuparse de los alienados. Nunca creyó que Gay fuese loco, pero sí que estaba poseído por el demonio y resolvió dedicarse a aliviarlo en la medida en que Dios lo permitía. Mientras tanto, Gay se había convertido en terciario franciscano con el nombre de hermano Joseph-Marie. En 18 50, el padre Chiron parte con él rumbo al convento de Vernetesains, en la diócesis de Perpignan, con el fin de presentarlo al obispo del lugar para obtener el permiso de exorcizarlo, lo cual no pudo, por lo demás, realizarse, siempre por razones que ignoramos, pero que responden sin duda a la hipótesis que hemos hecho: el Diablo estaba ahí en "servicio obligado". Durante este viaje se produjo un episodio que arroja un poco de luz sobre el mundo misterioso de los demonios.

La discusión de Perpignan

El padre Chiron se interesaba en Perpignan por la suerte de una mujer, madre de tres niños, que era poseída desde hacía veinte años. Toda la parroquia la había visto correr con una velocidad extrema, elevándose alrededor de cincuenta centímetros sobre el suelo —hazaña que volaremos a comentar en un próximo capítulo con res- pecto a otra posesa. Ahora bien, mientras el padre Chiron se hallaba en la casa de esta mujer, le presentaron a una desgraciada llamada Chiquette, pero cuyo verdadero nombre era, en catalán, Frangoise. Esta Chiquette, que contaba treinta y seis años, era muda; pero era poseída por un demonio llamado Madeste que estaba muy lejos, por cierto, de ser mudo. Y se produjo entre Madeste e Isacaron, el demonio que habitaba dentro de Antoine Gay, una querella de una violencia inaudita. El padre Chiron en persona ha contado la cosa en estos términos: "No bien se encontró en presencia de Isacaron se entabló entre los dos ángeles caídos un diálogo de una violencia poco común. Los demonios de los posesos parecían dos perros rabiosos. Hablaban un idioma completamente desconocido, muy dulce, que no comprendíamos para nada. Más tarde supe por Isacaron, que me tradujo la discusión, que se trataba de un punto de preeminencia: cuál de los dos era más importante. Me vi obligado con frecuencia a intervenir entre ambos que estaban prontos a irse a las manos. "No es necesario decir que estos dos poseídos nunca se habían visto, pero los demonios posesores, por supuesto, se conocían bien. Tuvieron en los días que siguieron y en seis ocasiones diferentes disputas siempre vehementes en el mismo lenguaje desconocido, y esto ocurrió en presencia de varios testigos." Estos hechos provocaron en el padre Chiron una impresión muy grande. En carta dirigida poco después al obispo de Clermont-Ferrand los exponía detalladamente y llegaba a la conclusión muy justa: "Sin la posesión hechos semejantes serían inexplicables." Estamos enteramente de acuerdo con esta opinión. Pero este episodio nos sugiere la idea de que el entendimiento cordial no existe tratándose de demonios ¡lo cual sería por lo demás muy asombroso! De vuelta a Lyon, Antoine Gay y su protector esperaron el fin del verano para ir a la Salette.

Una estada en Ars La reputación del santo cura de Ars era tan grande y está loca- lidad se hallaba tan próxima a Lyon que hubiera sido muy sorprendente que Antoine Gay no fuera presentado al abate Vianney. De hecho fue a Ars en 1853 y prolongó su peregrinaje durante quince días. Al hacer esto obedecía al arzobispo de Lyon, monseñor de Bonald en persona, quien había dicho al señor Goussard, uno de los familiares de Gay: "Lo llevará usted donde el cura de Ars y se quedará allí varios días con él." El señor Houzelot, siempre atento al caso Gay, era de la partida. Esto ocurría a fines de noviembre. El domingo próximo siguiente, cuatro de diciembre, la humilde parroquia de Ars celebraba la fecha de la Inmaculada Concepción. No olvidemos que el dogma de la Concepción Inmaculada de la Virgen no estaba todavía proclamado. Debía serlo el 8 de diciembre de 18 54. Se produjo —volviendo a Ars— un acontecimiento inesperado. Antoine Gay, arrodillado al pie de la imagen de la Virgen, con los brazos en cruz y los ojos llenos de lágrimas, pronunciaba una de oraración solemne, que, con toda evidencia, emanaba del espíritu infernal que estaba en él, puesto que Antoine Gay no tenía una formación teológica suficiente para que del fondo de su alma saliera un discurso tan impresionante: Homenaje de un Demonio a María "¡Oh, María! ¡Oh, María! ¡Obra maestra de las manos divinas! Tú eres lo que Dios ha hecho de más grande."¡Criatura incomparable, tú eres la admiración de todos los habitantes del Cielo; todos te honran, todos te obedecen y te reconocen por la Madre del Creador. Tú has sido elevada por encima de los ángeles y de toda la Corte celestial; estás sentada junto a Dios, eres el Templo de la divinidad, has llevado en tu seno todo lo que hay de más fuerte, de más grande, de más poderoso y de más amable! ".. . María, has recibido en tu seno virginal a Aquel que te ha creado, eres Virgen y eres Madre; no hay nada que pueda comparársete. Después de Dios, tú eres todo lo que hay de más grande; tú eres la Mujer fuerte; tú sola das más gloria a Dios que todos los habitantes del Cielo juntos. . . "En ti no ha habido jamás ninguna mancha. Que todos los que digan que no eres Virgen y Madre sean excomulgados; ¡tú has concebido sin pecado, tú eres inmaculada!.. . "¡Te alabo, oh, María! ¡Pero todas las alabanzas que te doy remontan a Dios, el autor de todo bien!. . . Después del corazón de tu divino Hijo, ninguno hay que pueda ser comparado al tuyo. ¡Oh, corazón bueno! ¡Oh corazón tierno! ¡No abandonas ni siquiera a los más ingratos y los más culpables de los mortales! ¡Tu corazón está penetrado de dulzura para con los miserables que no merecen gracia ni misericordia; los infames pecadores son convertidos por ti! "¡Ah, si los habitantes de la tierra te conocieran! ¡Si supieran apreciar tu ternura, tu poder, tu bondad, ninguno perecería! Todos los que recurren a ti con una entera confianza y que te rezan continuamente, sea cual fuere el estado en que se hallan, tú los salvarás y los bendecirás eternamente. . . ¡Me veo obligado a humillarme a tus plantas y a pedirte perdón por todos los ultrajes que hago soportar al poseído! "¡Confieso hoy, día de una de tus fiestas más solemnes del año, que tu divino Hijo me obliga a decir que ésta es la más solemne de todas tus fiestas!" Así habló Isacaron, demonio de la impureza, por boca de Antoine Gay, y sus palabras fueron recogidas por el señor Houzelot, del cual las hemos extraído. Y comprendemos mejor, después de esta confesión obligada de un demonio, que María, cinco años más tarde, haya dicho a Bernadette quien, suplicante, le preguntaba su nombre: ¡SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN! El abate Toccanier, auxiliar del cura de Ars, estaba presente cuando las memorables alabanzas a la Virgen fueron proclamadas por Isacaron en la forma que acabamos de consignar. Houzelot tuvo la idea de pedirle a este último que le dictara más lentamente lo que acababa de decir, con el fin de anotar sus palabras, e Isacaron accedió. El abate Toccanier no podía ocultar su emoción. "No existe nada comparable si no es en los Padres de la Iglesia", dijo a los presentes, con respecto a la larga proclamación del Demonio. Quiso, por lo demás, tener con éste una discusión teológica sintética, otro día, y quedó estupefacto de la seguridad de las respuestas que le fueron hechas en la más pura ortodoxia.


Sigue la ausencia de exorcismos

Sin embargo, no era posible olvidar que el poseso había ido a Ars para ser liberado allí de sus pruebas. El santo cura ¿tendría sobre Antoine Gay los mismos poderes que le hemos visto ejercer sobre tantos otros en el capítulo precedente? Aunque en esta fecha el abate Vianney estaba muy rodeado y era difícil llegar a él, Antoine Gay le fue presentado varias veces. Lo llevó consigo al presbiterio. Cierta noche, sobre todo, el cura vio que Gay caía a sus plantas como si fuera impulsado por un poder invisible, pero al mismo tiempo el poseso lo amenazaba con el puño y le gritaba con tono amenazador: ¡Vianney! ¡Eres un ladrón! ¡Nos arrancas las almas que hemos tenido tanto trabajo en seducir! Al oír estas palabras el santo hombre se limitó a hacer sobre la cabeza de Gay la señal de la cruz. Se oyó que el demonio lanzaba un grito de furor. Se decidió, no obstante, que se procedería al exorcismo. El santo cura estaba, en efecto, convencido que tenía que vérselas con un poseído. El abate Goussard, a pedido suyo, regresó a Lyon para solicitarle al cardenal de Bonald el permiso de proceder al exorcismo. "El cura de Ars, repuso el cardenal, no necesita mi permiso; sabe muy bien que se lo doy, o si no que se dirija a monseñor de Belley." Sin tardanza, el abate Toccanier escribió a monseñor Chalandon, entonces obispo de Belley. Este se apresuró a otorgar el permiso soli- citado. Y sin embargo el exorcismo una vez más ¡fue postergado y finalmente omitido! ¿Por qué? El cura de Ars pensó que era mejor realizarlo en forma muy solemne en Fourviere, en el santuario de la Virgen. Pero el tiempo transcurrió sin que una decisión de esta clase fuera tomada. Antoine Gay fue llevado de regreso a Lyon sin haber sido liberado de su terrible compañero. .. Con esto nos cuesta aún más descartar la idea de que Dios no deseaba liberar al poseso por dos razones: la primera, porque Antoine Gay no cesaba, a través de su prueba, de santificarse, y la segunda, porque el demonio que habitaba en él tenía que terminar la tarea que le había sido impuesta. Veamos primero este último punto.

Una página de San Grignion de Montfort
Para los que se sientan asombrados por la humildad con la cual un demonio semejante al que poseía a Antoine Gay se vió obligado en Ars, y en muchas ocasiones en otras partes, durante los cuarenta añosde su presencia dentro de ese pobre hombre, a pronunciar el elogio más solemne de la Virgen, nos parece suficiente recordar la página siguiente de San Louis Grignion de Montfort, en su célebre tratado De la verdadera devoción a la Santísima Virgen. Hablando de la hostilidad que existe entre María y Satán, el santo escribe: "Jamás ha formado ni ha creado Dios una enemistad más irreconciliable que durará y aumentará hasta el mismo fin: es entre María y el Diablo; entre los hijos servidores de la Santísima Virgen y los hijos y agentes de Lucifer; de modo que el más terrible de los ene- migos que Dios ha creado contra el Diablo es María, su santa Madre. Hasta le ha dado desde el paraíso terrestre, aunque todavía ella no estaba sino en su mente, tanto odio contra ese maldito enemigo de Dios, tanta industria para descubrir la malicia de esta antigua serpiente, tanta fuerza para vencer, echar por tierra y aplastar a este orgulloso impío, que él la teme más, no solamente que a todos los ángeles y los hombres, sino en cierto sentido que a Dios mismo. No es que la ira, el odio y el poder de Dios no sean infinitamente más grandes que los de la Santísima Virgen, puesto que los de María son limitados; pero es que, primeramente, Satán, por su orgullo, sufre infinitamente más al ser vencido y castigado por una pequeña y humilde sirvienta de Dios, y su humildad lo humilla más que el poder divino; en segundo lugar, porque Dios ha dado a María un poder tan grande contra los diablos que temen más, como se han visto obligados a confesarlo, a pesar suyo, por boca de los poseídos, uno solo de sus suspiros por algún alma que las oraciones de todos los santos, y una sola de sus amenazas contra ellos que todos sus tormentos" (obra citada, N° 52). ¿No es esto precisamente lo que acabamos de oír y comprender por boca de Antoine Gay, órgano del demonio Isacaron? Pero tenemos que oír al mismo personaje en la función providencial que le había tocado en suerte. 

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