PARTE II: DECLARACIÓN DOCTRINAL DEL 15 DE ABRIL
DE 2012
1. Circunstancias
que rodean la declaración.
Mons. Fellay y el Cardenal Levada |
Antes de movernos al análisis de la Declaración
Doctrinal (DD), dada al Cardenal Levada por Mons. Fellay el 15 de Abril de
2012, recordemos eventos que precedieron inmediatamente a su composición:
-
16 de Marzo de 2012, el Cardenal
Levada respondió vía correspondencia a Mons. Fellay, rechazando su Preámbulo
Doctrinal (DP2).
-
15 de Abril de 2012, Mons. Fellay
manda su Declaración Doctrinal (DD).
-
13 de Junio de 2012, la Declaración
Doctrinal (DD) fue rechazada por Roma, que presentó un nuevo Preámbulo
Doctrinal (DP3).
- Carta del Cardenal Levada fechada 16 de Marzo 2012.
En esta carta, el
Cardenal Levada le expresó a Mons. Fellay su “tristeza” al enterarse de su “rechazo de aceptar el texto del Preámbulo
(del 14 de Septiembre de 2011) que le fue
dado (por él).” El Cardenal comenzó
por rechazar lo que llamaba “soluciones
alternativas”, propuestas por la Sociedad, eso es el Preámbulo Doctrinal
(DP2), con fecha del 30 de Noviembre de 2011, que fue escrito enteramente por
la Sociedad. Después, él afirmó que
estas soluciones no eran “suficientes
para resolver los problemas doctrinales que están en la raíz de la ruptura con
la Santa Sede y la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, porque éstas no señalan
directamente los asuntos controversiales, en relación a las enseñanzas
del Vaticano II y el Magisterio Papal que le sucedió.” Citó a Benedicto XVI,
al momento de levantar las “excomuniones” en el 2009, quien reprochó a la Sociedad
diciendo “ustedes no pueden congelar la
autoridad magisterial” en el periodo previo al Concilio Vaticano II, que,
además, “contiene toda la historia
doctrinal de la Iglesia.” Particularmente, él
hizo referencia al párrafo III del Preámbulo Doctrinal, sobre “la unidad del
Magisterio,” que, de acuerdo a él, excluye toda oposición entre el
presente y el Magisterio precedente, porque pensando de otra manera “significa
poner objetivamente el juicio de uno sobre el Magisterio en sí.”
Luego, el Cardenal se vuelve amenazante:
“El rechazar el
Preámbulo Doctrinal, aprobado expresamente por el Santo Padre, es negar de
facto la fidelidad al Romano Pontífice y al Magisterio de la Iglesia presente
(cf. nn. I y II del Preámbulo Doctrinal); esto involucra una ruptura de
comunión con el Romano Pontífice y las consecuencias canónicas que
sobrevienen, de acuerdo a los cánones 751 y 1364 del Código de Derecho
Canónico.”
En otras palabras, el Cardenal amenaza en
declarar a la Sociedad como “cismática” y de infligirle una nueva excomunión si
Mons. Fellay no regresa al Preámbulo presentado por Roma. Finalmente, él invita a Mons. Fellay a “considerar las serias consecuencias de la
posición que (él) ha tomado, si decide hacerla definitiva,” a “reconsiderar” su rechazo del Preámbulo
Doctrinal (DP1) y le dio de un mes para dar su respuesta definitiva.
A decir verdad, el Cardenal Levada tiene razón
en pedirle a Mons. Fellay de dar su opinión sobre los “puntos controversiales”
del Concilio y el Magisterio post-conciliar, que fueron la causa de la
“ruptura” entre la Sociedad y Roma. De hecho, estos problemas no fueron mencionados
en el DP2 de Mons. Fellay.
- La reacción de
Monseñor Fellay a la Carta del Cardenal Levada.
A partir de ese momento, Mons. Fellay fue
partido entre negarse a ir más lejos y el deseo de ser reconocido por Roma.
- Un optimismo sin
fundamento: ¡Roma ha cambiado!
Mons. Fellay demostró un dichoso optimismo, que
apareció en su Editorial de CorUnum
no. 101 en Marzo de 2012, que merece un examen detallado. Él empieza con una
retrospectiva de los eventos de los últimos años, que deberían disuadir toda
confianza en Roma.
Sobre las discusiones doctrinales de
2009-2011, él está algo desilusionado: “La ausencia de
evaluación por parte de Roma sobre las discusiones doctrinales…las discusiones
han terminado, es cierto, algo abruptamente.” Y sobre los contenidos de las mismas
discusiones, él reconoció que un acuerdo doctrinal con Roma es imposible: “Nuestros expertos han
demostrado bien que el conflicto existente entre, por un lado, la enseñanza de
la Iglesia antes del Concilio y, por el otro, el del Concilio Vaticano II y sus
consecuencias.”
Luego, él menciona las nuevas proposiciones
de Roma (15 de Septiembre de 2011) y las respuestas de la Sociedad: “Entonces, hemos
recibido la propuesta (Preámbulo Doctrinal 1) que intentó hacernos entrar en el
esquema de la hermenéutica de la continuidad… la primera vez, el 1 de
Diciembre, y una segunda vez el 12 de Enero; le comunicamos a Roma el hecho de
que es imposible para nosotros firmar un documento que contenga tales
ambigüedades.”
No obstante, Mons. Fellay parece no ser capaz
de entender lo que Roma quiere en práctica:
“La propuesta hecha
por esa misma Congregación: el reconocer a la Sociedad concediéndole un estado
canónico de prelatura personal, a condición de que firmemos un documento
ambiguo, del que ya hablamos en la última publicación de CorUnum (no.100). Esto es
sorprendente, en la medida que las discusiones manifestaron un profundo
desacuerdo en casi todos los puntos que fueron tratados.” “Esto es
sorprendente”: Mons. Fellay tiene problemas viendo
que si Roma accedió con la Sociedad de exponer sus posiciones durante las
discusiones, pero no más, es porque ellos simplemente están esperando una nueva
fase, para nuevas negociaciones con un Preámbulo Doctrinal listo para ser
firmado en vista de un estatuto jurídico.
Luego Mons. Fellay expuso un falso argumento
(un sofisma) en el que él reveló su nueva estrategia hacia Roma. Después de haberle reafirmado a todos que él
está manteniendo la Fe (que es) primera y
suprema,” declaró que “la situación
de la Iglesia puede obligarnos a realizar actos de prudencia en relación y
correspondencia con la situación concreta.” En otras palabras, si la
“situación concreta” cambia en Roma, nosotros
debemos cambiar nuestra actitud hacia Roma (CorUnum, Marzo 2012).
Él mencionó que, en relación a las futuras
negociaciones con Roma, el Capítulo de 2006 dijo:
“El Capítulo de 2006
estableció una clara línea de conducta en materia concerniente a nuestra
situación con respecto a Roma. Le damos prioridad a la fe, sin buscar para
nuestra parte una solución práctica antes de resolver la cuestión doctrinal”
(CorUnum,
Marzo 2012).
Lo que aquí es impactante, es que él llama la
condición sine qua non del Capítulo de 2006 una
simple “línea de conducta,” no un
principio, así eventualmente modificable de acuerdo a las circunstancias. Y él
hará exactamente lo contrario a lo que decidió el Capítulo de 2006— ¡él iba a
buscar una “solución práctica antes de resolver la cuestión doctrinal”!
Pero a fin de convencer a la SSPX de que
debemos cambiar nuestra percepción hacia Roma, él intenta mostrar que la
“situación concreta” en Roma ha cambiado para bien cuando se refiere a “una observación histórica concerniente a la
situación presente de la Iglesia” (Con
Unum, Marzo 2012).
Entonces, él hace un paralelo entre el año 2006
(por el Capítulo) y el año 2011 para intentar demostrar que ha habido un cambio
en Roma, que demanda un cambio también en nosotros.
Él ofrece como “prueba” de este cambio algunos
“hechos,” de los que él mismo no
parece estar convencido al usar expresiones como siendo “no muy visible,” “tímido,”
“frustrado,” “colocado bajo el celemín,” “incluso
a través de su aplicación hay algo que deja a desear,” etc.
Él habla de “dos movimientos opuestos, desiguales (en Roma),” que de hecho es
sólo una batalla entre los conservadores y los extremistas, pero remarca que
todas estas personas son conciliares. Él es sensible al halago de sus “nuevos amigos en Roma,” y dice que “obispos jóvenes, algunos de los cuales
clara, pero discretamente, nos expresan su simpatía… ¡Puede ser que en Roma
estas cosas son más manifiestas! ¡Ahora tenemos contactos amistosos en los
Dicasterios más importantes, y también en el séquito del Papa!”
Si le creemos, esta descripción lleva a pensar
erróneamente que la Iglesia Conciliar está muriendo, desintegrándose. Incluso,
afirma que “el movimiento (de
restauración) no puede ser detenido.” Y, para coronar sus ilusiones, va tan lejos
como para afirmar que “la Divina
Providencia se está expresando a través de la realidad de los eventos,”
(sic) eso es, que ¡él considera que la Providencia está detrás de estos
pequeños eventos, no del todo convincente, de que Roma se está convirtiendo!
Como siempre, él invoca un tipo de “sobrenaturalismo,” que manifiesta sólo sus
propias ilusiones.
Así, llega a su conclusión:
“Si esto es cierto, y
estoy convencido de ello, esto requiere que tomemos una nueva posición con
respecto a la Iglesia oficial. Está en el contexto que nos preguntemos a
nosotros mismos sobre el reconocimiento de la Sociedad por la Iglesia oficial.
Nuestros nuevos amigos en Roma declaran que el impacto de tal reconocimiento
sería extremadamente poderoso sobre toda la Iglesia, como una confirmación de
la importancia de la Tradición para Ella.”Luego, para calmar las filas de los que se
oponen a un acuerdo, él afirma tranquilizadoramente: “Sin embargo, tal
realización concreta requiere dos puntos absolutamente necesarios a fin de
asegurar nuestra supervivencia: El primero es que a la Sociedad no le sean
demandadas concesiones que afecten la fe y lo que sigue a ella (liturgia,
sacramentos, moralidad, disciplina). El segundo es que la libertad real y
autonomía de acción le sean concedidas a la Sociedad, y que estas libertades le
permitan vivir y desarrollarse en circunstancias concretas… Las circunstancias
concretas nos mostrarán cuando el tiempo llegue de “dar el paso” hacia la Iglesia
oficial. Hoy en día, a pesar de la obertura Romana del 14 de Septiembre,
y por las condiciones que han sido establecidas, esto todavía parece
imposible.”
CONTINUA...
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