CAPITULO PRIMERO.
La poca confianza en Dios causa grandísimos males a las almas que quieren hacer progresos en las virtudes cristianas.
I. Cuales son
estos males en general.
Una
viva confianza en Dios es un manantial de toda suerte de vienes. Ella arraiga,
mantiene y fortifica todas las virtudes, endulza las penas, debilita todas las
tentaciones: es un fecundo origen de toda especie de obras buenas, es como un
paraíso de bendición y un modelo de la bienaventuranza anticipada. “Bendito el
hombre, dice el profeta Jeremías[i],
que pone su confianza en el Señor, y de quien el Señor es la esperanza. El será
semejante a un árbol trasplantado a la orilla de las aguas, el cual extiende
sus raíces hacia el agua que la humedece, y no temerá el calor que venga el
estío. Su hoja se mantendrá siempre verde; no tendrá pena en el tiempo de
sequedad, y no dejará jamás de dar fruto”
La
falta de esta confianza es por el contrario un manantial de un sin numero de
males: enflaquecen las virtudes, llena al alma de penas y amarguras, excita y
fortifica todas las tentaciones, impide el hacer buenas obras, y muchas veces
viene a ser como una especie de infierno anticipado. Por esto San Bernardo no
teme decir que la desconfianza es el mayor estorbo que podemos poner a nuestra
salvación.
2.
Es fácil que la poca confianza en la bondad de Dios sea un estorbo para la
virtud, para el espíritu de la oración, para el espíritu de reconocimiento, y
para el amor de Dios; que a más de esto, es origen de las más molestas
tentaciones, robando al alma la paz que le es tan recomendada y es tan
necesaria para cumplir todas sus obligaciones. Se verá en seguida de este
capitulo la verdad de todo lo que se acaba de decir.
II. La poca
confianza en Dios es un gran estorbo para la verdadera virtud
Una confianza siempre débil y tímida hace la
virtud tremola e inconstante. Y semejante virtud a cada paso se detiene con los
cortos embarazos, se entibia con los menores contratiempos y se desanima con
las más ligeras contradicciones. Es preciso a cada paso darle la mano para
sustentarla; y luego que le falta un guía exterior y apoyo visible, se
intimida, se cansa y esta siempre pronta a caer. Ella se mantiene siempre en
una especie de infancia, en que no puede tomar más alimento que leche: otro más
fuerte y más sólido que fortalezca a los demás, la ahogaría. Con esta inercia y
flaqueza, que debería ser más vergonzosa en la vida espiritual que en la
corporal, se queda incapaz para siempre de aquellas acciones de virtud que
necesitan de poca fortaleza y de valor.
2.
Un alma en este estado no puede aprovecharse de los motivos de temor, porque se
encuentra oprimida de ellos. También saca poco provecho de los motivos de
confianza, porque no hacen de ella sino impresiones muy ligeras. De todo lo que
se dice, perteneciente al respeto debido a los sacramentos, hace asunto de
turbación y escrúpulo. Las exhortaciones a penitencia y compunción más le
perjudican que le aprovechan porque todo le es pesado y penoso; y en vez de
encontrar en esto, como en lo demás, motivos de fervor, solo ve razones para
reprenderse con una severidad que la oprime. Si cae, como no es difícil que
suceda, en algunas faltas un poco mas considerables que las de inadvertencia,
la represión que le da su conciencia, la pone en tal consternación, y después
en una especie de desaliento, que en vez de procurar humillarse delante de Dios
con un dolor tranquilo que le haga sacar provecho de sus mismas faltas, la
turba y le quita el gusto de los ejercicios devotos; lo cual puede tener
funestísimas consecuencias.
Continua...
No hay comentarios:
Publicar un comentario