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sábado, 2 de diciembre de 2017

EL CORAZÓN ADMIRABLE DE LA MADRE DE DIOS. SAN JUAN EUDES


§ 6. TABLAS Y LIBRO DE LA NUEVA LEY
La quinta cosa que yo encuentro en el Templo de Salomón, son las Tablas de la Ley, que son, entre las cosas que allí hay, las más dignas de atención. San Gregorio de Nisa dice que las Tablas de la Ley mosaica que estaban en el Templo de Salomón eran figura de los corazones de los Santos (14).
Según esto, si los corazones de los santos son las verdaderas tablas de la Ley evangélica, de las que las de Moisés no son más que figura, ¿qué se deberá decir del Sacratísimo Corazón de la Reina de los Santos y de la Madre del Santo de los Santos? Este dignísimo Corazón es la primera y la más santa Tabla de la Ley Cristiana. Es una tabla, no de piedra, sino de oro, o más bien de diamante; no muerta, sino viva; no quebradiza como aquella de Moisés, sino irrompible, en la que el dedo de Dios, el Espíritu Santo, ha escrito y grabado en letras de oro, no sólo todos los fueros y leyes divinas, sino que también todos los consejos, todas las máximas y todas las verdades evangélicas...
Este Corazón incomparable no es solamente la auténtica Tabla de la Ley de Dios, sino que es también un Libro viviente y admirable, en el que el Espíritu Santo ha impreso todos los misterios de la Divinidad, todos los secretos de la Eternidad, todas las leyes cristianas, todas las máximas evangélicas y todas las verdades que el Hijo de Dios ha tomado del Corazón de su Padre, las cuales ha vertido abundantemente en el Corazón de su Madre.
¿Qué decís, pues, vosotros, gloriosos Santos, de este Corazón virginal?
Sin duda decís con el santo abad Ruperto, uno de los favoritos de la Reina del Cielo, que su Corazón es "El Secretario del Gran Rey eterno, que posee todos los santos contratos y demás divinas Escrituras" que su infinita bondad ha hecho en favor del género humano.
Decís con el piadosísimo Ricardo de San Lorenzo, que tan dignamente ha empleado su pluma en la alabanza de la Madre del Redentor, que su Corazón es el estudio de las Sagradas Escrituras y la biblioteca del Cielo, que guarda todos los títulos sagrados de la Antigua y de la Nueva Alianza de Dios con los hombres.
Y con el sapientísimo Orígenes: que es "el tesoro de la soberana Verdad" y de todas las verdades, que han salido del Corazón de aquel que es el primer principio de toda verdad (17).
Y con San Andrés de Candía, que es "el compendio de los Divinos Oráculos".
Decís con San Antonio que es «la misma Sagrada Escritura viviente y animada del Espíritu de Dios". Decís que es el Evangelio Eterno y el Libro de la Vida, del que se hace mención en el Apocalipsis (1 9 ) .
Decís con San Epifanio que es "el Libro del Verbo divino, en el que el Padre Eterno ha escrito su Verbo y su palabra eterna, para exponerla a los ojos de los hombres» (20), y para hacerle leer y conocer de aquellos que son dignos de leer este libro Santo: libro inmenso que contiene a aquel que es incomprensible, y en el que se contienen todos los tesoros de la Sabiduría y ciencia de Dios, que son sin medida.
¡Oh libro prodigioso! ¡Oh Corazón admirable! ¡Oh, bendito sea por siempre, alabado y glorificado el adorabilísimo autor de tal libro, que lo hizo y nos lo dio! Bienandanza al que lee o conoce cual conviene lo que está escrito en este sagrado libro, porque sabe la ciencia de la salvación; la ciencia de los santos; la ciencia de Dios. Más malaventura a aquellos que profanen sus ojos consagrados a Dios en el Santo Bautismo, en la lectura de los libros perniciosos del mundo y de Satán.
Reflexionad desde vuestro corazón para ver qué es lo que hay escrito y para conocer a cuál de estas dos bibliotecas pertenece.
Si por desgracia le hallaseis en la biblioteca de Satán, sacadle de ahí cuanto antes, por una verdadera penitencia y una total conversión. Mas porque de vos mismo nada podéis ¿...? ofrecedle a la Reina de los Corazones, y suplicadle insistentemente que lo ofrezca al Espíritu Santo y que Ella le ruegue a El que lave esto que el indigno espíritu allí ha escrito, y escriba lo que Él ha escrito en el Suyo, en fin, que el corazón del hijo tenga algún parecido al Corazón de la Madre.
¡Oh misericordiosísima Madre, con este fin os entrego mi corazón y todos los corazones de mis hermanos!
§ 7. PROPICIATORIO
La sexta cosa que yo considero en el Templo de Salomón es el Propiciatorio, que era una lámina de purísimo oro, un poco elevada sobre el arca, y que la cubría siendo de la misma anchura y de la misma longitud.
A ambos extremos de esta lámina de oro, es decir, del Propiciatorio, había dos querubines de oro fino, los cuales, con la faz vuelta hacia el Propiciatorio, se miraban el uno al otro, y extendiendo sus alas le cubrían totalmente.
San Germán, Patriarca de Constantinopla (21), San lldefonso (22), San Andrés de Candía (3), el santo y sabio Idiota (24) , Ricardo de San Lorenzo (25), San Antonino (26) y muchos otros santos dicen que este propiciatorio era una figura de la Gloriosa Virgen, porque por ella ha sido
apagada la ira de Dios, inflamada contra los pecadores; su Divina Majestad se ha vuelto propicio a los hombres, y su infinita Misericordia se ha compadecido de nuestras miserias. Por lo cual esta Madre de Gracia es llamada por San Ildefonso: "propiciación de la salvación de los hombres (27); y por San Andrés de Candía: "El propiciatorio universal de todo el mundo' (28) y por San Epifanio: "Propiciatorio admirable" (29).
Por tanto, a su misericordiosísimo Corazón es al que pertenece primaria y propiamente esta cualidad. Su benignísimo Corazón es un admirable Propiciatorio. Porque si tiene más compasión por los pecados, ¿de dónde la nace sino de su Corazón lleno de misericordia? Si se toma un abogado ante el trono de la Justicia Divina, ¿quién la impele a eso, sino la benignidad de su Corazón? Si sacrifica a su propio Hijo, por la salvación del mundo, ¿quién la obliga sino la excesiva caridad de su Corazón? Si estos dos querubines representan, según sentencia de Ricardo de San Lorenzo, la maternidad y la virginidad, ¿no es para designar la milagrosa unión que hizo de estas dos insignes cualidades en el Corazón de la Virgen Madre, la cual no consintió a la divina Maternidad sino queriendo conservar la santa virginidad, prefiriendo la blancura inocente de ésta a la gloria infinita de aquélla, conforme a las palabras de San Gregorio de Nisa? (30). El Ángel le anuncia que concebirá y dará a luz al Hijo de Dios, y que así ella será de Madre de Dios. Pero al darle esta respuesta: ¿Cómo será esto, pues yo no conozco varón?", declara que prefiere permanecer virgen sin ser Madre de Dios a ser Madre de Dios sin ser Virgen.
Mas si estos dos querubines que tienen siempre su rostro vuelto hacia el propiciatorio y que le cubren con sus alas enteramente desplegadas y extendidas, representan al Verbo Divino y al Espíritu Santo según el pensar de Orígenes, ¿no es para hacernos ver que entre todos los corazones de las puras criaturas, el Corazón de la Madre del Verbo Eterno y de la Esposa del Espíritu Santo ha sido siempre el primero y constante objeto de su amor y de sus miradas, y siempre ha estado a la sombra de sus alas, o sea, bajo la especialísima protección de su poder,
de su sabiduría, de su bondad y de su santidad? ¿Y estas alas totalmente desplegadas y extendidas qué otra cosa significan sino una total efusión de sus más extraordinarios favores y una comunión abundantísima de sus divinas perfecciones, para con este dignísimo Corazón? ¿Pero quieres tú, mi querido hermano, que este divino Corazón sea verdaderamente tu propietario ante Dios? Haz que tu corazón sea un verdadero propiciatorio para con el prójimo, esto es: que esté todo lleno de compasión hacia las necesidades espirituales y corporales del prójimo; que sea todo eso, en bondad y en caridad, que sea el trono de la misericordia, empleándote voluntariamente en consolar a los afligidos y en socorrer a los miserables, según tus posibilidades; que sea la sede de la benignidad, volviéndote dulce y afable para todos; que sea el cielo de la caridad, empleando toda tu alegría en hacer bien a todos; que sea el oráculo de la verdad, detestando la mentira y el engaño, y volviéndote veraz, sincero y fiel en tus palabras y promesas; que sea el paraíso de la pureza, amando la virtud angélica sobre todas las demás grandezas del cielo, y huyendo con horror de todo lo que le es contrario; y que tenga un especial amor a San José; en fin, que lleve en sí una imagen viviente de la dulzura y mansedumbre del Corazón todo caridad de la Madre del amor: y de este modo sentirás los efectos de la incomparable misericordia y de la inefable benignidad de este bonísimo Corazón.


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