El
gran día que consuma la obra divina en el género humano ha brillado por fin
sobre el mundo. "El día de Pentecostés-como dice San Lucas-se ha
cumplido" Desde Pascua hemos visto deslizarse siete semanas; he aquí el
día que le sigue y hace el número misterioso de cincuenta. Este día es Domingo,
consagrado al recuerdo de la creación de la luz y la Resurrección de Cristo; le
va a ser impuesto su último carácter, y por él vamos a recibir "la plenitud
de Dios".
PENTECOSTÉS
JUDÍA. - En el reino de las figuras, el Señor marcó ya la gloria del quincuagésimo
día. Israel había tenido, bajo los auspicios del Cordero Pascual, su paso a
través de las aguas del mar Rojo. Siete semanas se pasaron en ese desierto que
debía conducir a la tierra de Promisión, y el día que sigue a las siete semanas
fue aquel en que quedó sellada la alianza entre Dios y su pueblo. Pentecostés
(día cincuenta) fue marcado por la promulgación de los diez mandamientos de la
ley divina, y este gran recuerdo quedó en Israel con la conmemoración anual de
tal acontecimiento. Pero así como la Pascua, también Pentecostés era profético:
debía haber un segundo pentecostés para todos los pueblos, como hubo una
segunda Pascua para el rescate del género humano. Para el Hijo de Dios,
vencedor de la muerte, la Pascua con todos sus triunfos; y para el Espíritu
Santo, Pentecostés, que le vio entrar como legislador en el mundo puesto en
adelante bajo la ley.
de Promisión,
y el día que sigue a las siete
se-
manas fué aquel en que quedó sellada la alian- za entre Dios y su pueblo. Pentecostés (día cin- cuenta) fué marcado por la promulgacíón de los diez mandamientos de la ley divina, y este gran recuerdo quedó en Israel con la conmemo- ración anual de tal acontecimiento. Pero así como la Pascua, también Pentecostés era profé- tico: debía haber un segundo pentecostés para todos los pueblos, como hubo una segunda Pas- cua para el rescate del género humano. Para el Hijo de Dios, vencedor de la muerte, la Pascua con todos sus triunfos; y para el Espíritu Santo, Pentecostés, que le vió entrar como legislador en el mundo puesto en adelante bajo la ley. |
PENTECOSTÉS
CRISTIANA. - Pero ¡qué diferen-
cia entre las dos fiestas de Pentecostés! La pri- mera, sobre los riscos salvajes de Arabia, entre truenos y relámpagos, intimando una ley graba- da en dos tablas de piedra; la segunda en Je- rusalén, sobre la cual no ha caído aún la maldi- ción, porque hasta ahora contiene las primicias del pueblo nuevo sobre el que debe ejercer su imperio el Espíritu de amor. En este segundo Pentecostés, el cielo no se ensombrece, no se oyen los estampidos de los rayos; los corazones de los hombres no están petrificados de espanto como a la falda del Sinaí; sino que laten bajo la impresión del arrepentimiento y acción de gra- cias. Se ha apoderado de ellos un fuego divino |
de Promisión,
y el día que sigue a las siete
se-
manas fué aquel en que quedó sellada la alian- za entre Dios y su pueblo. Pentecostés (día cin- cuenta) fué marcado por la promulgacíón de los diez mandamientos de la ley divina, y este gran recuerdo quedó en Israel con la conmemo- ración anual de tal acontecimiento. Pero así como la Pascua, también Pentecostés era profé- tico: debía haber un segundo pentecostés para todos los pueblos, como hubo una segunda Pas- cua para el rescate del género humano. Para el Hijo de Dios, vencedor de la muerte, la Pascua con todos sus triunfos; y para el Espíritu Santo, Pentecostés, que le vió entrar como legislador en el mundo puesto en adelante bajo la ley. |
PENTECOSTÉS
CRISTIANA. - Pero ¡qué diferen-
cia entre las dos fiestas de Pentecostés! La pri- mera, sobre los riscos salvajes de Arabia, entre truenos y relámpagos, intimando una ley graba- da en dos tablas de piedra; la segunda en Je- rusalén, sobre la cual no ha caído aún la maldi- ción, porque hasta ahora contiene las primicias del pueblo nuevo sobre el que debe ejercer su imperio el Espíritu de amor. En este segundo Pentecostés, el cielo no se ensombrece, no se oyen los estampidos de los rayos; los corazones de los hombres no están petrificados de espanto como a la falda del Sinaí; sino que laten bajo la impresión del arrepentimiento y acción de gra- cias. Se ha apoderado de ellos un fuego divino |
PENTECOSTÉS CRISTIANA. - Pero ¡qué diferencia entre
las dos fiestas de Pentecostés! La primera, sobre los riscos salvajes de
Arabia, entre truenos y relámpagos, intimando una ley grabada en dos tablas de
piedra; la segunda en Jerusalén, sobre la cual no ha caído aún la maldición,
porque hasta ahora contiene las primicias del pueblo nuevo sobre el que debe
ejercer su imperio el Espíritu de amor. En este segundo Pentecostés, el cielo
no se ensombrece, no se oyen los estampidos de los rayos; los corazones de los
hombres no están petrificados de espanto como a la falda del Sinaí; sino que
laten bajo la impresión del arrepentimiento y acción de gracias. Se ha
apoderado de ellos un fuego divino y este fuego abrasará la tierra entera...
Jesús había dicho: "He venido a traer fuego a la tierra y “¡qué quiero
sino que se encienda!" Ha llegado la hora, y el que en Dios es Amor, la llama
eterna e increada, desciende del cielo para cumplir la intención misericordiosa
del Emmanuel.
En este momento en que el recogimiento reina en el
Cenáculo, Jerusalén está llena de peregrinos, llegados de todas las regiones de
la gentilidad, y algo extraño agita a estos hombres hasta el fondo de su
corazón. Son judíos venidos para la fiesta de Pascua y de Pentecostés, de todos
los lugares donde Israel ha ido a establecer sus sinagogas. Asia, África, Roma
incluso, suministran todo este contingente. Mezclados con los judíos de pura
raza, se ve a paganos a, quienes cierto movimiento de piedad ha llevado a abrazar
la ley de Moisés y sus prácticas; se les llama Prosélitos. Este pueblo móvil que
ha de dispensarse dentro de pocos días, y a quienes ha traído a Jerusalén sólo
el deseo de cumplir la ley, representa, por la diversidad de idiomas, la
confusión de Babel; pero los que le componen están menos influenciados de
orgullo y de prejuicios que los habitantes de Judea. Advenedizos de ayer, no
han conocido ni rechazado como estos últimos al Mesías, ni han blasfemado de
sus obras, que daban testimonio de él. Si han gritado ante Pilatos con los
otros judíos para pedir que el Justo sea crucificado, fue porque fueron
arrastrados por el ascendiente de los sacerdotes y magistrados de esta
Jerusalén, hacia la cual les había conducido su piedad y docilidad a la ley.
EL SOPLO DEL ESPÍRITU SANTO. - Pero ha llegado la
hora, la hora de Tercia, la hora predestinada por toda la eternidad, y el
designio de las tres divinas personas, concebido y determinado antes de todos
los tiempos, se declara y se cumple. Del mismo modo que el Padre envió a este
mundo, a la hora de medianoche, para encarnarse en el seno de María a su propio
Hijo, a quien engendra eternamente: así el Padre y el Hijo envían a esta hora
de tercia sobre la tierra el Espíritu Santo que procede de los dos: para
cumplir en ella, hasta el fin de los tiempos, la misión de formar a la Iglesia
esposa y dominio de Cristo, de asistirla y mantenerla y de salvar y santificar
las almas.
De repente se oye un viento violento que venía del
cielo; rugió fuera y llenó el Cenáculo con su soplo poderoso. Fuera congrega alrededor
del edificio que está puesto en la montaña de Sión una turba de habitantes de
Jerusalén y extranjeros; dentro, lo conmueve todo, agita a los ciento veinte
discípulos del Salvador y muestra que nada le puede resistir. Jesús había dicho
de él: "Es un viento que sopla donde quiere y vosotros escucháis resonar
su voz" poder invisible que conmueve hasta los abismos, en las
profundidades del mar, y lanza las olas hasta las nubes. En adelante este
viento recorrerá la tierra en todos los sentidos, y nada puede sustraerse a su
dominio.
LAS LENGUAS DE FUEGO. - Sin embargo, la santa asamblea
que estaba completamente absorta en el éxtasis de la espera, conservó la misma
actitud. Pasiva al esfuerzo del divino enviado, se abandona a él. Pero el soplo
no ha sido más que una preparación para los que están dentro del Cenáculo, y a
la vez una llamada para los de fuera. De pronto una lluvia silenciosa se
extiende por el interior del edificio, lluvia de fuego, dice la Santa Iglesia,
"que arde sin quemar, que luce sin consumir"; unas llamas en forma de
lenguas de fuego se colocan sobre la cabeza de cada uno de los ciento veinte discípulos.
Es el Espíritu divino que toma posesión de la comunidad en cada uno de sus miembros.
La Iglesia ya no está sólo en María; está también en los ciento veinte
discípulos. Todos ahora son del Espíritu Santo que ha descendido sobre ellos;
se ha comenzado su reino, se ha proclamado y se preparan nuevas conquistas.
Pero admiremos el símbolo con que se obra esta
revolución. El que no ha mucho se mostró en el Jordán en la hermosa forma de
una paloma aparece ahora en la de fuego. En la esencia divina él la dulzura y
la ternura, sino que es ardiente como el fuego Ahora, pues, que el mundo está
entregado al Espíritu Santo es necesario que arda, y este incendio no se
apagará nunca. ¿Y. por qué la forma de lenguas, sino porque la palabra será el
medio de propaganda de este incendio divino? Estos ciento veinte discípulos
hablarán del Hijo de Dios, hecho hombre y Redentor de todos, del Espíritu Santo
que remueve las almas y del Padre celestial que las ama y las adopta; y su
palabra será acogida por un gran número. Todos los que la reciban estarán
unidos en una misma fe, y la reunión que formen se llamará Iglesia católica,
universal, difundida por todos los tiempos y por todos los lugares. Jesús había
dicho: "Id, enseñad a todas las naciones." El Espíritu trae del cielo
a la tierra la lengua que hará resonar esta palabra y el amor de Dios y de los
hombres que la ha de inspirar. Esta lengua y este amor se han difundido en los
hombres, y con la ayuda del Espíritu, estos mismos hombres la transmitirán a
otros hasta el fin de los siglos.
DON DE LENGUAS. - Sin embargo de eso, parece que un
obstáculo sale al paso a esta misión. Desde Babel el lenguaje humano se ha dividido
y la palabra de un pueblo no se entiende en el otro. ¿Cómo, pues, la palabra
puede ser instrumento de conquista de tantas naciones y cómo, puede reunir en
una familia tantas razas que se desconocen? No temáis: el Espíritu omnipotente
ya lo ha previsto. En esa embriaguez sagrada que inspira a los ciento veinte
discípulos les ha conferido el don de entender toda lengua y de hacerse
entender ellos mismos. En este mismo instante, en un transporte sublime tratan
de hablar todos los idiomas de la tierra y la lengua, como su oído, no sólo se
prestan sin esfuerzo, sino con deleite a esta plenitud de la palabra que va a
establecer de nuevo la comunión de los hombres entre sí. El Espíritu de amor
hizo cesar en un momento la separación de Babel, y la fraternidad primitiva
reaparece con la unidad de idioma. iCuán hermosa apareces, Iglesia de Dios, al hacerte
sensible por la acción divina del Espíritu Santo que obra en ti ilimitadamente
¡Tú nos recuerdas el magnífico espectáculo que ofrecía la tierra cuando el
linaje humano no hablaba más que una sola lengua. Pero esta maravilla no se
limitará al día de Pentecostés ni se reducirá a la vida de aquellos en quienes aparece
en este momento. Después de la predicación de los Apóstoles se irá
extinguiendo, por no ser necesaria, la forma primera del prodigio; pero tú no
cesarás de hablar todas las lenguas hasta el fin de los siglos, porque no te
verás limitada a los confines de una sola nación, sino que habitarás todo el
mundo. En todas partes se oirá confesar una misma fe en las diversas lenguas de
cada nación, y de este mudo el milagro de Pentecostés, renovado y transformado te
acompañará hasta el fin de los siglos y será una de tus características
principales. Por esto, San Agustín, hablando a los fieles, dice estas admirables
palabras: "La Iglesia, extendida por todos los
pueblos, habla todas las lenguas. ¿Qué es la Iglesia sino el cuerpo de
Jesucristo? En este cuerpo cada uno de vosotros es un miembro. Si, pues,
formáis parte de un miembro que habla todas las lenguas, vosotros también podéis
consideraros como participantes en este don". Durante los siglos de
fe, la Iglesia, única fuente del verdadero progreso de la humanidad, hizo aún más: llegó a reunir en una sola
lengua los pueblos que había conquistado. La lengua latina fue durante largo
tiempo el lazo de unión del mundo civilizado. A pesar de las distancias se la
podían confiar todas las relaciones existentes entre los diversos pueblos, las comunicaciones
de la ciencia y aun los negocios de los particulares; nadie de los Que hablaban
esta lengua se consideraba extranjero en todo el Occidente.
La herejía del siglo XVI emancipó a las naciones de
este bien como de tantos otros. Europa, dividida durante largo tiempo busca,
sin encontrarlo, este centro común que únicamente la
Iglesia y su lengua podían ofrecerle. Pero volvamos
al Cenáculo, cuyas puertas aún no se han abierto, y contemplemos de nuevo las
maravillas que en él hace el Espíritu de Dios.
loma aparece ahora en la de fuego. En la esen-
cia divina él es amor; pero el amor no con- sistesólo en la dulzura y la ternura, sino que es ardiente como el fuego. Ahora, pues, que el mundo está entregado al Espíritu Santo es ne- cesario que arda, y este incendio no se apagará nunca. ¿Y. por qué la forma de lenguas, sino porque la palabra será el medio de propaganda de este incendio divino? Estos ciento veinte dis- cípulos hablarán del Hijo de Dios, hecho hom- bre y Redentor de todos, del Espíritu Santo que remueve las almas y del Padre celestial que las ama y las adopta; y su palabra será acogida por un gran número. Todos los que la reciban estarán unidos en una misma fe, y la reunión que formen se llamará Iglesia católica, univer- sal, difundida por todos los tiempos y por todos los lugares. Jesús había dicho: "Id, enseñad a todas las naciones." El Espíritu trae del cielo a la 'tierra la lengua que hará resonar esta pa- labra y el amor de Dios y de los hombres que la ha de inspirar. Esta lengua y este amor se han difundido en los hombres, y con la ayuda del Espíritu, estos mismos hombres la transmi- tirán a otros hasta el fin de los siglos. |
DON DE LENGUAS. - Sin embargo de eso, pa-
rece que un obstáculo sale al paso a esta mi- sión. Desde Babel el lenguaje humano se ha dívídído y la palabra de un pueblo no se en- tiende en el otro. ¿Cómo, pues, la palabra puede |
loma aparece ahora en la de fuego. En la esen-
cia divina él es amor; pero el amor no con- sistesólo en la dulzura y la ternura, sino que es ardiente como el fuego. Ahora, pues, que el mundo está entregado al Espíritu Santo es ne- cesario que arda, y este incendio no se apagará nunca. ¿Y. por qué la forma de lenguas, sino porque la palabra será el medio de propaganda de este incendio divino? Estos ciento veinte dis- cípulos hablarán del Hijo de Dios, hecho hom- bre y Redentor de todos, del Espíritu Santo que remueve las almas y del Padre celestial que las ama y las adopta; y su palabra será acogida por un gran número. Todos los que la reciban estarán unidos en una misma fe, y la reunión que formen se llamará Iglesia católica, univer- sal, difundida por todos los tiempos y por todos los lugares. Jesús había dicho: "Id, enseñad a todas las naciones." El Espíritu trae del cielo a la 'tierra la lengua que hará resonar esta pa- labra y el amor de Dios y de los hombres que la ha de inspirar. Esta lengua y este amor se han difundido en los hombres, y con la ayuda del Espíritu, estos mismos hombres la transmi- tirán a otros hasta el fin de los siglos. |
DON DE LENGUAS. - Sin embargo de eso, pa-
rece que un obstáculo sale al paso a esta mi- sión. Desde Babel el lenguaje humano se ha dívídído y la palabra de un pueblo no se en- tiende en el otro. ¿Cómo, pues, la palabra puede |
loma aparece ahora en la de fuego. En la esen-
cia divina él es amor; pero el amor no con- sistesólo en la dulzura y la ternura, sino que es ardiente como el fuego. Ahora, pues, que el mundo está entregado al Espíritu Santo es ne- cesario que arda, y este incendio no se apagará nunca. ¿Y. por qué la forma de lenguas, sino porque la palabra será el medio de propaganda de este incendio divino? Estos ciento veinte dis- cípulos hablarán del Hijo de Dios, hecho hom- bre y Redentor de todos, del Espíritu Santo que remueve las almas y del Padre celestial que las ama y las adopta; y su palabra será acogida por un gran número. Todos los que la reciban estarán unidos en una misma fe, y la reunión que formen se llamará Iglesia católica, univer- sal, difundida por todos los tiempos y por todos los lugares. Jesús había dicho: "Id, enseñad a todas las naciones." El Espíritu trae del cielo a la 'tierra la lengua que hará resonar esta pa- labra y el amor de Dios y de los hombres que la ha de inspirar. Esta lengua y este amor se han difundido en los hombres, y con la ayuda del Espíritu, estos mismos hombres la transmi- tirán a otros hasta el fin de los siglos. |
DON DE LENGUAS. - Sin embargo de eso, pa-
rece que un obstáculo sale al paso a esta mi- sión. Desde Babel el lenguaje humano se ha dívídído y la palabra de un pueblo no se en- tiende en el otro. ¿Cómo, pues, la palabra puede |
MARÍA EN EL CENÁCULO. - Nuestra mirada se dirige
instintivamente hacia María, ahora más que nunca, "la llena de
gracia". Podría parecer que después de los dones inmensos prodigados en su
concepción inmaculada, después de los tesoros de santidad que derramó en ella
la presencia del Verbo encarnado durante los nueve meses que le llevó en su
seno, después de los socorros especiales que recibió para obrar y sufrir unida
a su Hijo en la obra de la Redención, después de los favores con que Jesús la
enriqueció, después de la gloria de la Resurrección, el cielo había agotado la
medida de los dones con que podía enriquecer a una simple creatura, por elevada
que estuviese en los planes eternos de Dios.
Todo lo contrario. Una nueva misión comienza ahora
para María: en este momento nace de ella la, Iglesia; María
acaba de dar a luz a la Esposa de su Hijo y nuevas obligaciones la reclaman.
Jesús solo ha partido para el cielo; la ha dejado sobre la tierra para que
inunde con sus cuidados maternales este su tierno fruto. iQué emocionante
y qué gloriosa es la infancia de nuestra amada Iglesia, recibida en los brazos de
Maria, alimentada por ella, sostenida por ella desde los primeros pasos de su
carrera en este mundo! Necesita, pues, la nueva Eva, la verdadera "Madre
de los vivientes", un nuevo aumento de gracias para responder a
esta misión; por eso es el objeto primario de los favores del Espíritu Santo.
El fue quien la fecundó en otro tiempo para que
fuese la madre del Hijo de Dios; en este momento la hace Madre de los
cristianos. "El
río de la gracia, como dice David, inunda con sus aguas a esta Ciudad de Dios
que la recibe con regocijo" ; el Espíritu de amor cumple hoy el
Oráculo de Cristo al morir sobre la Cruz. Había dicho señalando al hombre: "Mujer, he ahí a
tu Hijo"; ha llegado el tiempo y María ha recibido con una
plenitud maravillosa esta gracia maternal que comienza a ejercer desde hoy y que
la acompañará aún sobre su trono de reina hasta que la Iglesia se haya
desarrollado suficientemente y ella pueda abandonar esta tierra, subir al cielo
y ceñir la diadema esperada. Contemplemos la nueva belleza que aparece en el
rostro de quien el Señor ha dotado de una segunda maternidad: esta belleza es
la obra maestra que realiza en este día el Espíritu Santo.
Un fuego celeste abrasa a María y un nuevo amor se
enciende en su corazón: se halla por entero ocupada en la misión para la cual
ha quedado sobre la tierra. La gracia apostólica ha, descendido sobre ella. La
lengua de fuego que ha recibido no hablará en predicaciones
públicas; pero hablará a los apóstoles, les guiará y les consolará en
sus fatigas. Se expresará con tanta dulzura como fuerza al oído de los fieles que
sentirán una atracción irresistible hacia aquella a quien el Señor ha colmado
de sus gracias. Como una leche generosa, dará a los primeros fieles de la
Iglesia la fortaleza que les hará triunfar en los asaltos del enemigo, y arrancándose
de su lado, irá Esteban a abrir la noble carrera de los mártires.
LOS APÓSTOLES. - Consideremos ahora al colegio
apostólico. ¿Qué ha sucedido después de la venida del Espíritu Santo a estos
hombres a quienes encontrábamos ya tan diferentes de sí mismos después de las
relaciones tenidas durante cuarenta días con su Maestro? ¿No sentís que han sido transformados, que un ardor divino
les arrebata y que dentro de breves instantes se lanzarán a la conquista del
mundo? Ya se ha cumplido en ellos todo lo que les había anunciado su
Maestro; realmente ha descendido sobre ellos el poder del Altísimo a armarlos para
el combate. ¿Dónde están los que temblaban ante los enemigos
de Jesús, los que dudaban en su resurrección? La verdad que les ha predicado
su maestro aparece clara a su inteligencia; ven todo, comprenden todo. El
Espíritu Santo les ha infundido la fe en el grado más sublime y arden en deseos
de derramar esta fe por el mundo entero. Lejos de
temer, en adelante están dispuestos a afrontar todos los peligros predicando a
todas las naciones el nombre y la gloria de Cristo, como él se lo había
mandado.
LOS DISCÍPULOS. - En segundo plano aparecen los
discípulos, menos favorecidos en esta visita que los doce príncipes del colegio
apostólico, pero animados como ellos del mismo fuego, también ellos se lanzarán
a conquistar el mundo y fundarán numerosas cristiandades. El grupo de las
santas mujeres también ha sentido la venida de Dios manifestada bajo la forma
de fuego. El amor que las detuvo al pie de la cruz de Jesús y que las condujo
las primeras al sepulcro la mañana de Pascua, ha aumentado con nuevo fervor. La
lengua de fuego que se ha posado sobre ellas las hará elocuentes para hablar de
su Maestro a los judíos y gentiles.
LOS JUDÍOS. - La turba de los judíos que oyó el
ruido que anunciaba la venida del Espíritu Santo se reunió ante el Cenáculo. El
mismo Espíritu Que obra en lo íntimo de la conciencia tan maravillosamente les
obliga a rodear esta casa Que contiene en sus muros a la Iglesia que acaba de
nacer. Resuenan sus clamores y pronto el celo de los apóstoles no puede
contenerse en tan estrechos límites. En un momento el colegio apostólico se
lanza a la puerta del Cenáculo para poderse comunicar con una multitud ansiosa
por conocer el nuevo prodigio que acaba de hacer el Dios de Israel.
Pero he aquí que esa multitud compuesta de gente de
todas las nacionalidades que espera oír hablar a galileos se queda estupefacta.
No han hecho más que expresarse en palabras articuladas y confusas y cada uno
les oye hablar en su propio idioma. El símbolo de la unidad aparece ahora en
toda su magnificencia. La Iglesia cristiana se ha manifestado a todas las naciones
representadas en esta multitud. Esta Iglesia será una; porque Dios ha roto las
barreras que en otro tiempo puso, en su justicia, para separar a las naciones.
He aquí los mensajeros de Cristo: están dispuestos para ir a predicar el
evangelio por todo el mundo.
Entre los de la turba hay algunos que, insensibles
al prodigio, se escandalizan de la embriaguez divina que ven en los Apóstoles: "Estos hombres, dicen, se han saturado
de vino." Tal es el lenguaje del racionalismo que todo lo quiere explicar
a las luces de la razón humana. Con todo eso los pretendidos embriagados de hoy
verán postrados a sus pies a todos los pueblos del mundo, y con su embriaguez
comunicarán a todas las razas del linaje humano el Espíritu que ellos poseen.
Los Apóstoles creen llegado el momento; hay que proclamar el nuevo Pentecostés
en el día aniversario del primero. ¿Pero quién será el
Moisés que proclame la ley de la misericordia y del amor que reemplaza la ley de
la justicia y del temor? El divino Emmanuel ya antes de subir al cielo le había
designado: será Pedro, el fundamento de la Iglesia.
Ya es hora de que toda esa multitud le vea y le
escuche; va a formarse el rebaño, pero es necesario que se muestre el pastor.
Escuchemos al Espíritu Santo, que va a expresarse por su principal instrumento,
en presencia de esta multitud asombrada y silenciosa; todas las palabras que
profiere el Apóstol, aunque habla solamente una lengua, la escuchan sus oyentes
de cualquier idioma o país que sean. Solamente este discurso es una prueba
inequívoca de la verdad y divinidad de la nueva ley.
EL DISCURSO DE PEDRO. - "Varones judíos, exclamó, y habitantes todos de Jerusalén, oíd y prestad
atención a mis palabras. No están éstos borrachos, como vosotros suponéis, pues
es la hora de Tercia, y esto es lo que predijo el profeta Joel: "y
sucederá - en los últimos días, dice, el Señor, que derramaré mi Espíritu sobre
toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, y vuestros jóvenes
verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y sobre mis siervos y sobre
mis siervas derramaré mi Espíritu y profetizarán." Varones israelitas,
escuchad estas palabras: Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre
vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por El en medio de
vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, entregada según los designios de
la presciencia de Dios, le alzasteis en la cruz y le disteis muerte por mano de
infieles. Pero Dios, rotas las ataduras de la muerte, le resucitó, por cuanto
no era posible que fuese dominado por ella, pues David dice de Él: "Mi
carne reposará en la esperanza, porque no permitirás que tu Santo experimente
la corrupción del sepulcro." David
no hablaba de si propio, puesto que murió y su sepulcro permanece aún entre nosotros
anunciaba la resurrección de Cristo, el cual no ha quedado en el sepulcro ni su
carne ha conocido la corrupción. A este Jesús le resucitó Dios, de lo cual todos
nosotros somos testigos exaltado a la diestra de Dios y recibida del Padre la promesa
del Espíritu Santo, lo derramó sobre toda la tierra, como vosotros mismos veis
y oís.
Tened, pues, por cierto hijos de Israel que Dios le ha hecho Señor y
Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado"
Así concluyó la promulgación de la nueva ley por
boca del nuevo Moisés. ¿No habrían de recibir las gentes el don inestimable de
este segundo Pentecostés, que disipaba las sombras del antiguo y que realizaba
en este gran día las divinas realidades? Dios se revelaba y, como siempre, lo hacía
con un milagro. Pedro recuerda los prodigios con que Jesús daba testimonio de
sí mismo, de los cuales no hizo caso la Sinagoga.
Anuncia la venida del Espíritu Santo, y como prueba
alega el prodigio inaudito que sus oyentes tienen ante sus ojos, en el don de
lenguas concedido a todos los habitantes del Cenáculo.
LAS PRIMERAS CONVERSIONES. - El Espíritu Santo que
se cernía sobre la multitud continúa su obra, fecundando con su acción divina
el corazón de aquellos predestinados. La fe nace y se desarrolla en un momento
en estos discípulos del Sinaí que se habían reunido de todos los rincones del mundo
para una Pascua y un Pentecostés que en adelante no serán estériles. Llenos de miedo y de dolor
por haber pedido la muerte del Justo, cuya resurrección y ascensión acaban de
confesar, estos Judíos de todo el mundo exclaman ante Pedro y sus compañeros: "Hermanos, ¿qué debemos hacer?" iAdmirable
disposición para recibir la fe! el deseo de creer y la resolución firme
de conformar sus obras con lo que crean; Pedro continúa su discurso: "Haced penitencia, les dice, y bautizaos todos en el nombre
de Jesucristo, y también vosotros participaréis de los dones del Espíritu
Santo. A vosotros se os hizo la promesa y también a los gentiles; en una
palabra: a todos aquellos a quienes llama el Señor."
Con cada una de las palabras del nuevo Moisés se va
borrando el antiguo Pentecostés, y el Pentecostés cristiano brilla cada vez con
una luz más espléndida... El reino del Espíritu Santo se ha inaugurado en
Jerusalén ante el templo que está condenado a derrumbarse sobre sí mismo.
Pedro habló más; pero el libro de los Hechos no recoge
más que estas palabras que resonaron como el último llamamiento a la salvación:
"Salvaos, hijos de Israel, salvaos de esta
generación perversa."
En efecto, tenían que romper con los suyos, merecer
por el sacrificio la gracia del nuevo Pentecostés, pasar de la Sinagoga a la
Iglesia.
Más de una lucha tuvieron que soportar en sus corazones;
pero el triunfo del Espíritu Santo fue completo en este primer día. Tres mil
personas se declararon discípulos de Jesús y fueron marcados con el sello de la
divina adopción.
¡Oh Iglesia del Dios vivo, qué hermosos son tus progresos
con el soplo del Espíritu divino! En primer lugar has residido en la inmaculada
Virgen María, la llena de gracia y Madre de Dios; tu segundo paso te dota de
ciento veinte discípulos, y he aquí que en el tercero son tres mil los
elegidos, nuestros padres en la fe, abandonarán pronto Jerusalén, que, cuando
vayan a sus países, serán las primicias del nuevo pueblo Mañana hablará Pedro
en el mismo templo y a su voz se proclamarán discípulos de Jesús más de cinco
mil personas. Salve, oh Iglesia de Cristo, la noble última y creación del
Espíritu Santo, que militas aquí en la tierra, al mismo tiempo que triunfas en
el cielo.
¡Oh Pentecostés, día sagrado de nuestro nacimiento,
tú abres con gloria la serie de siglos que recorrerá la Esposa de Cristo! Tú
nos comunicas el Espíritu de Dios que viene a escribir la ley que regirá a los
discípulos de Jesús, no sobre la piedra, sino sobre los corazones. iOh Pentecostés
promulgado en Jerusalén!, pero qué pronto extenderás tus beneficios a los
pueblos de la gentilidad, tú vienes a cumplir las esperanzas que despertó en
nosotros el misterio de Epifanía. Los magos venían de Oriente y nosotros les
seguimos a la cuna del Niño Jesús, pero sabíamos que también llegaría nuestro
día. Tu gracia, Espíritu Santo, los había empujado hacia Belén; pero en este
Pentecostés que proclama tu imperio con tanta energía, tú nos llamas a todos;
la estrella se ha transformado en lenguas de fuego y la faz de la tierra se
renovará.
Haz que nuestro corazón conserve los dones que nos
has traído, estos dones que nos han destinado el Padre y el Hijo que te
enviaron.
EL MISTERIO DE PENTECOSTÉS. - No. es extraño que la
Iglesia haya dado tanta importancia al misterio de Pentecostés como al de
Pascua, dada la importancia de que goza en la economía del cristianismo. La
Pascua es el rescate del hombre por la victoria de Cristo; en Pentecostés el Espíritu
Santo toma posesión del hombre rescatado; la Ascensión es el misterio
intermediario.
Por una parte, consuma ésta el misterio de Pascua,
constituyendo al Hombre-Dios vencedor de la muerte y cabeza de sus fieles, a la
diestra desde invierno para llegar lentamente a su cenit.
En un sublime contraste, el Espíritu del Padre y del
Hijo busca otras armonías. Es fuego y fuego que consume; por eso aparece en el
mundo cuando el sol brilla con todo su esplendor, cuando este astro contempla
cubierta de flores y de frutos a la tierra que acaricia con sus rayos.
Acojamos el calor vivificante del Espíritu de Dios y
pidámosle que su calor no se extinga en nosotros. En este momento del año Litúrgico
estamos en plena posesión de la verdad por el Verbo encarnado; procuremos
conservar fielmente el amor que nos trae el Espíritu Santo.
P. D. Espero me disculpen por el error de este texto en su configuración mi conocimiento en este tema no llega tan lejos como para resolver este problema, gracias
MARÍA EN EL CENÁCULO. - Nuestra mirada se dirige instintivamente hacia
María, ahora más que nunca, "la llena de gracia". Podría parecer que
después de los dones inmensos prodigados en su concepción inmaculada, después
de los tesoros de santidad que derramó en ella la presencia del Verbo encarnado
durante los nueve meses que le llevó en su seno, después de los socorros
especiales que recibió para obrar y sufrir unida a su Hijo en la obra de la
Redención, después de los favores con que Jesús la enriqueció, después de la
gloria de la Resurrección, el cielo había agotado la medida de los dones con
que podía enriquecer a una simple creatura, por elevada que estuviese en los
planes eternos de Dios.
Todo lo contrario. Una nueva misión comienza ahora
para María: en este momento nace de ella la, Iglesia; María
acaba de dar a luz a la Esposa de su Hijo y nuevas obligaciones la reclaman.
Jesús solo ha partido para el cielo; la ha dejado sobre la tierra para que
inunde con sus cuidados maternales este su tierno fruto. iQué emocionante
y qué gloriosa es la infancia de nuestra amada Iglesia, recibida en los brazos de
Maria, alimentada por ella, sostenida por ella desde los primeros pasos de su
carrera en este mundo! Necesita, pues, la nueva Eva, la verdadera "Madre
de los vivientes", un nuevo aumento de gracias para responder a
esta misión; por eso es el objeto primario de los favores del Espíritu Santo.
El fue quien la fecundó en otro tiempo para que
fuese la madre del Hijo de Dios; en este momento la hace Madre de los
cristianos. "El
río de la gracia, como dice David, inunda con sus aguas a esta Ciudad de Dios
que la recibe con regocijo" ; el Espíritu de amor cumple hoy el
Oráculo de Cristo al morir sobre la Cruz. Había dicho señalando al hombre: "Mujer, he ahí a
tu Hijo"; ha llegado el tiempo y María ha recibido con una
plenitud maravillosa esta gracia maternal que comienza a ejercer desde hoy y que
la acompañará aún sobre su trono de reina hasta que la Iglesia se haya
desarrollado suficientemente y ella pueda abandonar esta tierra, subir al cielo
y ceñir la diadema esperada. Contemplemos la nueva belleza que aparece en el
rostro de quien el Señor ha dotado de una segunda maternidad: esta belleza es
la obra maestra que realiza en este día el Espíritu Santo.
Un fuego celeste abrasa a María y un nuevo amor se
enciende en su corazón: se halla por entero ocupada en la misión para la cual
ha quedado sobre la tierra. La gracia apostólica ha, descendido sobre ella. La
lengua de fuego que ha recibido no hablará en predicaciones
públicas; pero hablará a los apóstoles, les guiará y les consolará en
sus fatigas. Se expresará con tanta dulzura como fuerza al oído de los fieles que
sentirán una atracción irresistible hacia aquella a quien el Señor ha colmado
de sus gracias. Como una leche generosa, dará a los primeros fieles de la
Iglesia la fortaleza que les hará triunfar en los asaltos del enemigo, y arrancándose
de su lado, irá Esteban a abrir la noble carrera de los mártires.
LOS APÓSTOLES. - Consideremos ahora al colegio apostólico. ¿Qué
ha sucedido después de la venida del Espíritu Santo a estos hombres a quienes
encontrábamos ya tan diferentes de sí mismos después de las relaciones tenidas
durante cuarenta días con su Maestro? ¿No sentís que
han sido transformados, que un ardor divino les arrebata y que dentro de breves
instantes se lanzarán a la conquista del mundo? Ya se ha cumplido en
ellos todo lo que les había anunciado su Maestro; realmente ha descendido sobre
ellos el poder del Altísimo a armarlos para el combate. ¿Dónde están los que temblaban ante los enemigos de Jesús, los que dudaban
en su resurrección? La verdad que les ha predicado su maestro aparece
clara a su inteligencia; ven todo, comprenden todo. El Espíritu Santo les ha
infundido la fe en el grado más sublime y arden en deseos de derramar esta fe por
el mundo entero. Lejos de temer, en adelante están
dispuestos a afrontar todos los peligros predicando a todas las naciones el
nombre y la gloria de Cristo, como él se lo había mandado.
LOS DISCÍPULOS. - En segundo plano aparecen los
discípulos, menos favorecidos en esta visita que los doce príncipes del colegio
apostólico, pero animados como ellos del mismo fuego, también ellos se lanzarán
a conquistar el mundo y fundarán numerosas cristiandades. El grupo de las
santas mujeres también ha sentido la venida de Dios manifestada bajo la forma
de fuego. El amor que las detuvo al pie de la cruz de Jesús y que las condujo
las primeras al sepulcro la mañana de Pascua, ha aumentado con nuevo fervor. La
lengua de fuego que se ha posado sobre ellas las hará elocuentes para hablar de
su Maestro a los judíos y gentiles.
LOS JUDÍOS. - La turba de los judíos que oyó el ruido que
anunciaba la venida del Espíritu Santo se reunió ante el Cenáculo. El mismo Espíritu
Que obra en lo íntimo de la conciencia tan maravillosamente les obliga a rodear
esta casa Que contiene en sus muros a la Iglesia que acaba de nacer. Resuenan
sus clamores y pronto el celo de los apóstoles no puede contenerse en tan
estrechos límites. En un momento el colegio apostólico se lanza a la puerta del
Cenáculo para poderse comunicar con una multitud ansiosa por conocer el nuevo
prodigio que acaba de hacer el Dios de Israel.
Pero he aquí que esa multitud compuesta de gente de
todas las nacionalidades que espera oír hablar a galileos se queda estupefacta.
No han hecho más que expresarse en palabras articuladas y confusas y cada uno
les oye hablar en su propio idioma. El símbolo de la unidad aparece ahora en
toda su magnificencia. La Iglesia cristiana se ha manifestado a todas las naciones
representadas en esta multitud. Esta Iglesia será una; porque Dios ha roto las
barreras que en otro tiempo puso, en su justicia, para separar a las naciones.
He aquí los mensajeros de Cristo: están dispuestos para ir a predicar el
evangelio por todo el mundo.
Entre los de la turba hay algunos que, insensibles
al prodigio, se escandalizan de la embriaguez divina que ven en los Apóstoles: "Estos hombres, dicen, se han saturado
de vino." Tal es el lenguaje del racionalismo que todo lo quiere explicar
a las luces de la razón humana. Con todo eso los pretendidos embriagados de hoy
verán postrados a sus pies a todos los pueblos del mundo, y con su embriaguez
comunicarán a todas las razas del linaje humano el Espíritu que ellos poseen.
Los Apóstoles creen llegado el momento; hay que proclamar el nuevo Pentecostés
en el día aniversario del primero. ¿Pero quién será el
Moisés que proclame la ley de la misericordia y del amor que reemplaza la ley de
la justicia y del temor? El divino Emmanuel ya antes de subir al cielo le había
designado: será Pedro, el fundamento de la Iglesia.
Ya es hora de que toda esa multitud le vea y le
escuche; va a formarse el rebaño, pero es necesario que se muestre el pastor.
Escuchemos al Espíritu Santo, que va a expresarse por su principal instrumento,
en presencia de esta multitud asombrada y silenciosa; todas las palabras que
profiere el Apóstol, aunque habla solamente una lengua, la escuchan sus oyentes
de cualquier idioma o país que sean. Solamente este discurso es una prueba
inequívoca de la verdad y divinidad de la nueva ley.
EL DISCURSO DE PEDRO. - "Varones
judíos, exclamó, y habitantes todos de Jerusalén, oíd y prestad atención a mis
palabras. No están éstos borrachos, como vosotros suponéis, pues es la hora de
Tercia, y esto es lo que predijo el profeta Joel: "y sucederá - en los
últimos días, dice, el Señor, que derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán
vuestros hijos y vuestras hijas, y vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros
ancianos soñarán sueños; y sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi
Espíritu y profetizarán." Varones israelitas, escuchad estas palabras:
Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios
y señales que Dios hizo por El en medio de vosotros, como vosotros mismos
sabéis, a éste, entregada según los designios de la presciencia de Dios, le
alzasteis en la cruz y le disteis muerte por mano de infieles. Pero Dios, rotas
las ataduras de la muerte, le resucitó, por cuanto no era posible que fuese
dominado por ella, pues David dice de Él: "Mi carne reposará en la
esperanza, porque no permitirás que tu Santo experimente la corrupción del
sepulcro." David no hablaba de
si propio, puesto que murió y su sepulcro permanece aún entre nosotros anunciaba
la resurrección de Cristo, el cual no ha quedado en el sepulcro ni su carne ha
conocido la corrupción. A este Jesús le resucitó Dios, de lo cual todos
nosotros somos testigos exaltado a la diestra de Dios y recibida del Padre la promesa
del Espíritu Santo, lo derramó sobre toda la tierra, como vosotros mismos veis
y oís.
Tened, pues, por cierto hijos de Israel que Dios le ha hecho Señor y
Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado"
Así concluyó la promulgación de la nueva ley por
boca del nuevo Moisés. ¿No habrían de recibir las gentes el don inestimable de
este segundo Pentecostés, que disipaba las sombras del antiguo y que realizaba
en este gran día las divinas realidades? Dios se revelaba y, como siempre, lo hacía
con un milagro. Pedro recuerda los prodigios con que Jesús daba testimonio de
sí mismo, de los cuales no hizo caso la Sinagoga.
Anuncia la venida del Espíritu Santo, y como prueba
alega el prodigio inaudito que sus oyentes tienen ante sus ojos, en el don de
lenguas concedido a todos los habitantes del Cenáculo.
LAS PRIMERAS CONVERSIONES. - El Espíritu
Santo que se cernía sobre la multitud continúa su obra, fecundando con su
acción divina el corazón de aquellos predestinados. La fe nace y se desarrolla
en un momento en estos discípulos del Sinaí que se habían reunido de todos los rincones
del mundo para una Pascua y un Pentecostés que en adelante no serán estériles. Llenos de miedo y de dolor
por haber pedido la muerte del Justo, cuya resurrección y ascensión acaban de
confesar, estos Judíos de todo el mundo exclaman ante Pedro y sus compañeros: "Hermanos, ¿qué debemos hacer?" iAdmirable
disposición para recibir la fe! el deseo de creer y la resolución firme
de conformar sus obras con lo que crean; Pedro continúa su discurso: "Haced penitencia, les dice, y bautizaos todos en el nombre
de Jesucristo, y también vosotros participaréis de los dones del Espíritu
Santo. A vosotros se os hizo la promesa y también a los gentiles; en una
palabra: a todos aquellos a quienes llama el Señor."
Con cada una de las palabras del nuevo Moisés se va
borrando el antiguo Pentecostés, y el Pentecostés cristiano brilla cada vez con
una luz más espléndida... El reino del Espíritu Santo se ha inaugurado en
Jerusalén ante el templo que está condenado a derrumbarse sobre sí mismo.
Pedro habló más; pero el libro de los Hechos no recoge
más que estas palabras que resonaron como el último llamamiento a la salvación:
"Salvaos, hijos de Israel, salvaos de esta
generación perversa."
En efecto, tenían que romper con los suyos, merecer
por el sacrificio la gracia del nuevo Pentecostés, pasar de la Sinagoga a la
Iglesia.
Más de una lucha tuvieron que soportar en sus corazones;
pero el triunfo del Espíritu Santo fue completo en este primer día. Tres mil
personas se declararon discípulos de Jesús y fueron marcados con el sello de la
divina adopción.
¡Oh Iglesia del Dios vivo, qué hermosos son tus progresos
con el soplo del Espíritu divino! En primer lugar has residido en la inmaculada
Virgen María, la llena de gracia y Madre de Dios; tu segundo paso te dota de
ciento veinte discípulos, y he aquí que en el tercero son tres mil los
elegidos, nuestros padres en la fe, abandonarán pronto Jerusalén, que, cuando
vayan a sus países, serán las primicias del nuevo pueblo Mañana hablará Pedro
en el mismo templo y a su voz se proclamarán discípulos de Jesús más de cinco
mil personas. Salve, oh Iglesia de Cristo, la noble última y creación del
Espíritu Santo, que militas aquí en la tierra, al mismo tiempo que triunfas en
el cielo.
¡Oh Pentecostés, día sagrado de nuestro nacimiento,
tú abres con gloria la serie de siglos que recorrerá la Esposa de Cristo! Tú
nos comunicas el Espíritu de Dios que viene a escribir la ley que regirá a los
discípulos de Jesús, no sobre la piedra, sino sobre los corazones. iOh Pentecostés
promulgado en Jerusalén!, pero qué pronto extenderás tus beneficios a los
pueblos de la gentilidad, tú vienes a cumplir las esperanzas que despertó en
nosotros el misterio de Epifanía. Los magos venían de Oriente y nosotros les
seguimos a la cuna del Niño Jesús, pero sabíamos que también llegaría nuestro
día. Tu gracia, Espíritu Santo, los había empujado hacia Belén; pero en este
Pentecostés que proclama tu imperio con tanta energía, tú nos llamas a todos;
la estrella se ha transformado en lenguas de fuego y la faz de la tierra se
renovará.
Haz que nuestro corazón conserve los dones que nos
has traído, estos dones que nos han destinado el Padre y el Hijo que te
enviaron.
EL MISTERIO DE PENTECOSTÉS. - No. es extraño
que la Iglesia haya dado tanta importancia al misterio de Pentecostés como al
de Pascua, dada la importancia de que goza en la economía del cristianismo. La
Pascua es el rescate del hombre por la victoria de Cristo; en Pentecostés el Espíritu
Santo toma posesión del hombre rescatado; la Ascensión es el misterio
intermediario.
Por una parte, consuma ésta el misterio de Pascua,
constituyendo al Hombre-Dios vencedor de la muerte y cabeza de sus fieles, a la
diestra desde invierno para llegar lentamente a su cenit.
En un sublime contraste, el Espíritu del Padre y del
Hijo busca otras armonías. Es fuego y fuego que consume; por eso aparece en el
mundo cuando el sol brilla con todo su esplendor, cuando este astro contempla
cubierta de flores y de frutos a la tierra que acaricia con sus rayos.
Acojamos el calor vivificante del Espíritu de Dios y
pidámosle que su calor no se extinga en nosotros. En este momento del año Litúrgico
estamos en plena posesión de la verdad por el Verbo encarnado; procuremos
conservar fielmente el amor que nos trae el Espíritu Santo.
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