utfidelesinveniatur

lunes, 3 de abril de 2017

DIVIVSION GENERAL DEL MAL POR P. ROYO MARIN , O. P.


LA PROVIDENCIA DE DIOS Y EL PROBLEMA
DEL MAL Y DEL DOLOR.

 608. Uno de los problemas más angustiosos que puede plantearse la pobre inteligencia humana en torno a la providencia y gobierno amorosísimo de Dios sobre todas sus criaturas, es la existencia del mal en el mundo, en su doble aspecto físico y moral Es un hecho indiscutible que en el mundo existe, en proporciones aterradoras, el mal moral, o sea, toda clase de crímenes y de desórdenes. Y en no menor proporción existe también el mal físico, o sea, toda clase de dolores y sufrimientos. El mal moral recibe en teología el nombre de mal de culpa (malum culpae); y al mal físico se le denomina mal de pena o de castigo (malum poenae).
Ahora bien: ¿cómo se explica la existencia de ambos males en el mundo, si todo él está regido y gobernado por la providencia amorosísimo de Dios? ¿Cómo puede compaginarse la bondad de Dios, que, según nos enseña la fe, es el más amoroso de los Padres, con la cantidad inmensa de desórdenes y penalidades que afligen a la pobre humanidad salida de sus manos creadoras? Escuchemos a uno de los teólogos modernos que han estudiado más a fondo esta cuestión, planteando admirablemente el problema angustioso del dolor 1:
«Ante esta terrible realidad del dolor, que responde de manera tan desconcertante a nuestro ardiente deseo de felicidad, nos sentimos profundamente turbados y nos preguntamos en medio de una angustia que va creciendo con los años y la experiencia: El deseo de la felicidad que se agita y nos guía en cada una de nuestras acciones, ¿tiene o no un fundamento real? La vida, ¿merece o no merece ser vivida? Nuestras luchas, ¿son estériles o fecundas? ¿Podemos pedir la fuerza y el coraje a la sonrisa de la esperanza, o debemos abandonamos, desalentados, en brazos de la desesperación? y no solamente desde este punto de vista psicológico-moral se impone a nuestra consideración el hecho del dolor humano. Su importancia es igualmente grande desde el punto de vista religioso. En efecto, si, como afirman los creyentes, existe un Ser sapientísimo que ha ordenado todas las cosas del modo más perfecto, ¿cómo se explica el dolor, que lleva el desorden a la parte más noble del mundo creado, esto es, al mundo humano? Si existe un Ser sumamente bueno, que ama con el amor más tierno a todas sus criaturas, ¿cómo se explica el dolor que martiriza y tortura sin descanso las almas y los cuerpos? Si existe un Ser santo y justo, que ha prometido las más bellas recompensas a cuantos observen sus leyes y ha amenazado con los más severos castigos a cuantos las infrinjan? ¿Cómo se explica que el dolor recaiga y maltrate sin distinción a los buenos y a los malos, a los creyentes y a los impíos? ¿Por qué, incluso, parece escoger con preferencia sus víctimas entre las almas más honestas y religiosas? El problema del dolor crece todavía en importancia y se ilumina con una luz del todo nueva cuando se le considera desde el punto de vista sobrenatural del cristianismo. Cuando más se enaltecía al gozo, la voz pura de Jesús proclamaba con solemne autoridad: Bienaventurados los que lloran (Mt 5,3). Mientras los hombres buscaban con mayor avidez los placeres,
Jesús no se cansaba de repetir: El que quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mt 16,24). Y las enseñanzas de su palabra eran confirmadas con su ejemplo, pues su vida, encerrada entre los confines de la pobre gruta de Belén y la desolada cima del Gólgota, fue toda ella una apoteosis de dolor.
Ahora bien, este misterio de un Dios crucificado, que ya en tiempo de San Pablo constituía un «escándalo para los judíos y una locura para los gentiles» (1 Cor 1,23), continúa siendo todavía hoy, después de veinte siglos de vida cristiana, terriblemente duro para los idólatras del placer y para los esclavos de la sensualidad, que, llamando necios y locos a los discípulos de la Víctima voluntaria del Calvario, maldicen a la religión del dolor e increpan al árbol de la cruz como al más tétrico de los árboles 2.
Por todo ello, el problema del dolor, tanto desde el punto de vista psicológico-moral, como desde el de la religión natural, como desde el de la religión cristiana, aparece rodeado de una importancia vital suma. Su relación estrechísima con nuestras más íntimas aspiraciones, convicciones y creencias hacen que el problema del dolor sea el problema central de la vida y del pensamiento».
Vamos, pues, a examinar con la mayor amplitud que nos permite el marco de nuestra obra este pavoroso problema del mal y del dolor, que ha torturado la inteligencia de los mayores pensadores de todas las épocas y razas y que solamente tiene solución completa y adecuada a la luz de dos grandes dogmas del cristianismo: la existencia del dolor y la eficacia redentora del dolor.
 Dividiremos nuestro estudio en tres artículos:
1.0 Filosofía del mal.
2. ° Mal de culpa y mal de pena.
3. ° El problema del dolor,

ARTICULO
FILOSOFÍA DEL MAL

Santo Tomás trató expresamente varias veces del problema del mal, señalando su naturaleza y sus causas 1, En sus obras se encuentra la más alta filosofía del mal que la razón humana, iluminada por la fe, ha sabido presentar hasta hoy. Un resumen de sus principales conclusiones es lo que vamos a ofrecer al lector en este primer apartado de nuestro estudio 2.

2 NIETZSCHE, Anticristo.
Véanse, principalmente, lo siguientes lugares: Comentario a las Sentencias 1.2 dist.34  
y 35; Suma Teológico I 48-49; Suma contra gentiles III C.4-I5, y, sobre todo, la cuestión disputada De malo, donde agota exhaustivarnente la materia.
2 Cf. VACANT-MANGENOT, Dictionnaire de Théalogie Catholique 9, I697-I703, donde podrá ver el lector que lo desee la referencia tomista de cada una de las afirmaciones que vamos
¡¡ hacer, y' que omitimos aquí para 110 interrumpir la lectura con innumerables llamadas,


No hay comentarios:

Publicar un comentario