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viernes, 23 de diciembre de 2016

DE LA MANIFESTACION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO - Santo Tomás de Aquino

Los Magos


Innumerables son los pasajes en que los profetas anuncian la universalidad del reino mesiánico, cada uno en aquella forma que le ofrecía la realidad histórica que tenían a la vista. Pero, entre todos un pasaje debemos notar, el salmo 72 (Vulg. 71), de cuyo sentido mesiánico no dudaban los antiguos. Pues en este salmo leemos, así del Rey Mesías:

Dominara de mar a mar
del río hasta los cabos de la tierra.
Ante El se inclinaran los habitantes del desierto,
y sus enemigos morderán el polvo.

Los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecerán dones,
y los reyes de Seba y de le pagarán tributo.
Postraránse ante El los reyes
Y le serviran todos los pueblos (72,8-1I).

Es San Mateo el que nos habla de la venida de los Magos a Jerusalén y a Belén. Nacido Jesús en Belén. de Judá, en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén. unos magos, diciendo; ¡Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer porque hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarte. He aquí un extraño suceso. Los magos constituían la clase sacerdotal en el imperio persa, y en Babilonia habían adquirido gran influencia. Se distinguían por su aplicación al estudio de la astronomía, o, mejor, de la astrología, basada en el principio de que la vida del hombre se desarrolla bajo la influencia de los astros, y así, conociendo la posición de éstos en el nacimiento de un niño, se podía conocer el destino del recién nacido. Al lado de estos científicos, había llegado muchos, llamados también magos o caldees, charlatanes difundidos por Oriente y Occidente, que vivían a costa de le credulidad del vulgo. Los que el evangelista nos presenta eran, sin dudo personajes graves, dados a la contemplación del cielo. Y vienen de Oriente. El mapa nos dice que el Oriente próximo de la Judea es lo Arabio, y en lo Biblia los hilos de occidente son los árabes (Is, 11,14 j Ier. 49,28). Extendiendo más la vista, pasa más por encima de, la Arabia a la Caldea. Pero, como para llegar a ésta, desde Palestina se comenzaba por subir hasta Siria para seguir luego el curso del Éufrates, de aquí que en la Escritura la Caldea y Babilonia se consideran situadas al aquilón (Jer. 1,13s). Tales datos nos ponen en un aprieto sobre la interpretación de este Oriente, patria de los Magos. Con todo, no sabiendo que en Arabia haya habido magos ni estudiosos de astronomía, optamos por colocar este Oriente en Babilonia. Desde la cautividad se había constituido allí una floreciente colonia de judíos, que no dejarían de hacer prosélitos, como los de Occidente. Por esta colonia podían los magos tener noticia de ese rey de los judíos. La estrella, aster en griego, el astro que los magos observan al oriente, debe de ser un cometa, signo de calamidades para los antiguos, pero también señal del nacimiento de grandes reyes. De este principio se sirvió el Señor para llevar estos magos ante la cuna de su Hijo en Belén.

Deseosos de averiguar noticias sobre un nuevo de los judíos, se dirigen a Jerusalén, la capital del reino judío. Allí preguntan, y la pregunta de estos extranjeros produjo una gran conmoción en la ciudad, San Mateo se contenta con esta frase general, pero es indudable que en medio de las universales esperanzas mesiánicas, con el odio general hacia el viejo Herodes, tan cruel cuando sospechaba alguna conspiración contra su autoridad, los sentimientos serian en Jerusalén muy diferentes. Heredes, noticioso de lo que pasaba, tal vez quiso disimular y cortésmente procuró satisfacer a la pregunta de aquellos forasteros, consultando a los representantes de la ciencia sagrada, que le contestaron con el testimonio del profeta Miqueas. Suponemos que Herodes no tendría mucha fe en el Mesías pero le bastaba saber que el pueblo alimentaba esas esperanzas, para que se pusiera en guardia. Sin embargo, por esta vez no quiso dar señales de inquietud ni de temor, y así comunicó a los magos la respuesta de los doctores y los despidió para Belén, rogándoles que viniesen a dar le nuevas de recién nacido, No, dudó que tendría tiempo para tomar sus medidas contra aquel peligro que parecía amenazar a su dinastía.        

Los Magos, hacia la caída de la tarde, tomaron el camino de Belén, y luego el astro que habían visto al oriente, los precedía, hasta que llegado encima del lugar en que estaba el Niño, se detuvo. Un astro difícilmente puede indicar con precisión una casa o sitio determinado, pero las noticias recibidas les ayudaban para seguir su camino hasta Belén. La vista del astro los llena de alegría, porque les trae la seguridad de lo que buscaban con tan largo camino. Llegados a Belén, preguntarían en la capital, y el eco de las noticias de los pastores les haría fácil el dar con la gruta o casa donde se encontraba el Niño. Entrados en la casa, vieron al Niño con Maria, su Madre, y de hinojos le adoraron, y abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra. Los Magos vienen en busca de un rey recién nacido, y encuentran un niño con su madre, sin ninguna señal de realeza. Más en ellos tenía también valor lo que hemos dicho de los, pastores. Sabían que grandes reyes habían tenido humildes principios, y ellos no dudaron en rendir homenaje a aquel niño, predestinado para venir a ser un gran monarca. Según el estilo oriental, se postraron de hinojos y le ofrecieron sus dones.

El evangelista narra el suceso como historiador; pero no podemos olvidar que es Dios quien gobierna a estos Magos, y que iluminaria sus inteligencias para darles a conocer algo del misterio que en aquel niño se encerraba. Los Magos son las primicias de la gentilidad que creyó en Cristo, y no podrían ser lo si no hubiera en ellos lumbre de fe. Qué grado alcanzaba, eso Dios lo sabe. El evangelista termina su relato, diciendo que, advertidos en sueños los Magos de no volver a Herodes, se tornaron a su tierra por otro camino. En vez de volver hacia Jerusalén, seguirían por el desierto hacia el sur y, atravesando el Arabá, se encontrarían en el reino de los nabateos, fuera del alcance de la policía de Herodes. Los efectos de esta visita de los Magos, igual que los de la visita de los pastores y de otros que los acompañaron, no son conocidos; pero el Señor, que a unos y a otros había conducido a la cuna de su Hijo para rendirle con los ángeles, los primeros homenajes, sabía bien a qué ordenaba esas visitas.

En cuanto a la estrella San Agustín dice: “No era una de las estrellas que desde el principio de la creación guardan el orden de su camino bajo la ley del creador, sino que, para indicar el nuevo parto de la virgen, una nueva estrella apareció” Y santo Tomas dice: “Dice San Crisóstomo que la estrella apareció a los Magos no fue una de las estrellas del cielo y esto es evidente por muchas razones:

Primera, porque ninguna otra estrella sigue esa dirección moviéndose del septentrión al mediodía. La Judea se halla al sur de la Persia, de donde los Magos habrán venido.

Segunda por el tiempo de su aparición, pues no apareció solo de noche, sino en pleno día, lo que no sucede con ninguna estrella, ni aun con la luna.

Tercera, porque a veces se deja ver, a veces se ocultaba, pues cuando entraron en Jerusalén se oculto, para mostrarse luego que se alejaron de Herodes.


Cuarta, porque no tenía movimiento continuo, antes bien caminaba cuando convenía que caminasen los Magos y se detenía cuando ellos debían detenerse, como la columna de nube en el desierto. Hay otras tantas razones, pero esa las dejamos para otro tiempo.

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