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sábado, 9 de abril de 2016

¿ES VALIDA O INVALIDA LA NUEVA MISA?


IV
Vamos a estudiar ahora la esencia del Sacrificio.


El misterio de la Cruz ya no está explícitamente expresado. Está tan sólo, en la nueva liturgia, de una manera obscura, velada, imperceptible para el pueblo (9) y esto es así, por las siguientes razones:

1) El sentido dado en el "Novus Ordo" a la así llamada "prex eucarística" ("plegaria eucarística") es: "que toda la congregación de los fieles se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio" (NQ 54. ) ¿A cuál sacrificio se refieren estas palabras? ¿Quién es el que lo ofrece? Ninguna respuesta se da a estas preguntas. La definición inicial de lo que el "Novus Ordo" entiende por "prex eucarística", plegaria eucarística es la siguiente: "el centro y el culmen de toda la celebración (es) cuando se llega a la plegaria eucarística, que es una plegaria de acción de gracias y santificación" (N9 54.) Los efectos, pues, se ponen en lugar de las causas, de las que ni de una sola se dice una palabra. La mención explícita del objeto de la ofrenda, que se encontraba en el "Suscipe no ha sido remplazada por nada. Este cambio en la formulación revela un cambio en la doctrina.

2) La razón para esta falta explícita de referencia o mención del sacrificio es manifiesta, ya que la Real Presencia ha sido removida de la posición central, que ocupaba tan resplandecientemente en la antigua liturgia Eucarística. Sólo hay una mención de la Presencia Real (una cita, en una nota marginal, del Concilio de Trento, y de nuevo en el contexto se habla de "banquete eucarístico", "banquete escatológico". (N9 241, nota 63.) En ninguna parte se alude a la Real y permanente Presencia de Cristo, Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en las especies transubstanciadas. La misma palabra consagrada en la doctrina de la Iglesia, de transubstanciación es totalmente ignorada. La supresión de la invocación de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad ("Veni Sanctificator") para que descienda sobre las oblaciones, como una vez antes bajó sobre la Virgen Santísima para realizar el milagro de la Divina Presencia, es una instancia más de la sistemática, aunque tácita negación de la Real Presencia. 

Notamos aquí también la eliminación:

a) De las genuflexiones (sólo quedan tres para el sacerdote, y una, con ciertas excepciones, para el pueblo, a la hora de la Consagración.

b) De la purificación de los dedos del sacerdote en el Cáliz.

c) El De la preservación de todo contacto profano de los dedos del sacerdote, después de la consagración.

d) De la purificación de los copones y vasos sagrados que no tiene que hacerse luego, ni sobre un corporal.

e) Del paño para proteger el Cáliz.

f) Del dorado interno de los vasos sagrados.

g) De la consagración de los altares móviles.

h) De la piedra sagrada y reliquias (el ara del altar movida sobre la "mesa", "cuando la celebración no ocurre en recintos sagrados", (esta distinción lleva directamente "a las cenas eucarísticas", en las casas privadas.)

i) De los manteles del altar, que se reducen ahora a uno.

j) De la acción de gracias de rodillas (reemplazada por una oración de gracias sentados, tanto de parte del sacerdote como de parte del pueblo; complemento, por lo demás, lógico de la recepción de pie por los fieles de la Sagrada Comunión.)

k) De todas las antiguas prescripciones, en el caso de que cayese al suelo una hostia consagrada, que han quedado reducidas a un "reverenter accipiatur" (sea levantada con reverencia) (N.239.) Todas estas omisiones sólo sirven para hacer más enfático el repudio del dogma de la Real Presencia de Cristo en la Divina Eucaristía.

3) La función que se da hoy al altar. (N" 262.) El altar en el "Novus Ordo" casi siempre se llama "mesa" (10) "El altar o mesa" del Señor, que es el centro de toda la liturgia eucarística" (N" 49, d. 262.) Se ordena que el altar esté separado de la pared, para que sea posible caminar a su alrededor y la celebración pueda hacerse de cara al pueblo (N" 262); se dice también que el altar debe ser el centro de la asamblea de los fieles, “hacia el que espontáneamente converja la atención" de todos. Pero una comparación de lo que se dice en el N" 262 Y lo que se dice en el N" 276, parece sugerir que la reservación del Santísimo Sacramento sobre el altar está prohibida. Esto marcaría una irreparable separación entre la presencia del Eterno Sumo Sacerdote y aquella otra presencia sacramenta! Antiguamente eran las dos una mismo presencia (11.) Se recomienda ahora que el Santísimo Sacramento sea guardado en un lugar aparte para la devoción privada de la gente !casi lo mismo como si se tratara de la devoción a una reliquia o a una imagen! Así, al entrar en el templo, la atención no se concentra ya en el Tabernáculo, sino en una desnuda mesa. Una vez más notemos el contraste establecido entre la piedad privada y la piedad litúrgica: un altar se coloca enfrente de otro altar.

En la insistente recomendación de que la comunión sea distribuida con hostias consagradas en la misma Misa; el consagrar una hogaza de pan (12) para que el sacerdote pueda distribuir de ese pan a lo menos a algunos de los fieles, encontramos reafirmada una menospreciativa actitud hacia el Tabernáculo, lo mismo que a toda otra manifestación de piedad eucarística, fuera de la Misa. Y esto constituye un nuevo y violento ataque a nuestra fe católica en la Presencia Real de Cristo, mientras las especies eucarísticas perduren.

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Nota del traductor Mexicano: En el Colegio de las Damas del Sagrado Corazón, en Sarriá, (Barcelona), hace dos años, iba a predicar la novena del Sagrado Corazón un jesuita "de la nueva ola". En la capilla, frente al altar, todavía antiguo, se colocó el reclinatorio para que el Reverendo Padre se arrodillase a rezar las preces preliminares de costumbre. A un lado, se hallaba la mesilla y el sillón para que predicase el sacerdote. A la hora señalada, llegó el jesuita, vestido de exótico "clerisman": sin arrodillarse, ni hacer siquiera una genuflexión, saludó a la asamblea de monjas y alumnas, retiró el reclinatorio a la sacristía; puso el sillón y la mesa de espaldas al altar y al Tabernáculo, y empezó así su increíble plática: "Estáis sorprendidas por mi proceder y por los cambios que he hecho. Es que ignoráis que el Concilio evolucionó todo en la Iglesia. En el altar está Cristo, durante la Misa; pero, eso de que esté todo el día en esa caja, como en conserva, eso ya es otra cosa. Ahora nadie lo cree en la Iglesia". La Reverenda Madre Superiora, aunque progresista, se escandalizó justamente de las teologías de aquel jesuita de la nueva ola y dio imperiosa señal para que monjas y alumnas abandonasen luego la capilla. Y así terminó el episodio y la novena.

-Termina nota del traductor-

4) Las fórmulas de la consagración. La fórmula antigua de la consagración era con toda propiedad y evidencia una fórmula sacramental no una narración  conmemorativa de hechos ya pasados.(13) Esto se expresaba, sobre todo, por tres cosas: 

a) El texto de la Sagrada Escritura, no tomado palabra por palabra: la inserción paulina "Mysterium Fidei" es una inmediata confesión de la fe del sacerdote en el misterio realizado por la Iglesia, a través del sacerdocio jerárquico.

b) La puntuación y la escritura tipográfica: el detenimiento y el nuevo párrafo hacían que el pasaje cambiase de un tono y sentido meramente narrativo a un tono sacramental, imperativo, potestativo. Las palabras sacramentales estaban impresas con caracteres grandes, en el centro de la página, y, con frecuencia, en diferente color, destacados claramente del contexto histórico. Combinando estos elementos, la fórmula adquiría un valor propio y autónomo.

c) La anamnesis (Haec quotiescumque feceritis, in mei memoriam facietis), que en griego es "eis tén emón anamnesim" (dirigido a mi memoria) se refiere a Cristo que actúa, no a una mera memoria o recuerdo de Él y de lo que sucedió en su Pasión. Es una invitación a recordar y un mandato, de hacer lo mismo que Él hizo y como lo hizo, (haec in mei memoriam facietis) La fórmula paulina (Hoc facite in meam commemorationem), que ahora suplirá la fórmula antigua hará inmediatamente que los que escuchan se concentren en la memoria de Cristo como si ese fuera el fin de la acción eucarística, cuando en realidad, es tan sólo el comienzo. La idea final de conmemoración una vez más tomará el lugar de la idea central, según la voluntad de Cristo, de la acción sacramental o sacrifical. (14) Y reafirmado por la definición, que el "Novus Ordo" nos da, de anamnesis, en la que se dice que "la Iglesia recuerda la memoria del mismo Cristo" (N" 556). En breve, la teoría que quieren imponernos por la epiclesis, la modificación de las palabras de la consagración y de la anamnesis, tiene el efecto de modificar el modus significandi de las palabras de la consagración. Las fórmulas consagratorias son ahora pronunciadas por el sacerdote como partes componentes de una narración histórica, y ya no enunciadas como expresando el juicio categórico y afirmativo, pronunciadas por Aquel, en cuya persona actúa el sacerdote: Hoc est Corpus Meum (no "Hoc est Corpus Christi") (15.) Más todavía: la aclamación que debe hacer el pueblo, inmediatamente después de la consagración: "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!" o, como dice el texto latino: "Anunciamos tu muerte, Señor, y confesamos tu resurrección, hasta que vengas", introduce una vez más, bajo el manto de la escatología, la misma ambigüedad respecto de la Real Presencia. Sin ningún intervalo o distinción, la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos es proclamada, precisamente en el mismo momento, cuando está substancialmente presente sobre el Esta ambigüedad surge de nuevo y de una manera más fuerte, en la fórmula de la aclamación optativo, expuesta en el apéndice, N"2: "Cuantas veces comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, oh Señor, hasta que vengas”; la yuxtaposición de diferentes realidades y significados: de la inmolación, del comer, de la Real Presencia y de la segunda venida de Cristo alcanza aquí su ambigüedad mayor (16) casi como si la segunda venida, y no ésta que ocurre en la Eucaristía, fuese la verdadera venida.



(9) Contradiciendo lo que expresamente prescribe el Vaticano II (Sacros Conc. NQ 48).

(10) La función primaria del altar es reconocida una sola vez (N" 259): "el altar en el cual se renueva el Sacrificio de la Cruz, bajo las señales eucarísticas". Esta única referencia no parece suficiente para remover de ninguna manera los equívocos a que se prestan todas las otras y continuas designaciones.

(11) "El separar del altar el Tabernáculo es como separar dos cosas que, por su misma naturaleza, deben estar unidas" (Pío XII, Alocución al Congreso Internacional Litúrgico, Asís-Roma, Septiembre 18-23 de 1956) (d. Mediator Dei, N'? 5, nota 28).

(12) Rara vez el "Novus Ordo" usa la palabra "hostia", tradicional en los libros litúrgicos con su precisa significación de "víctima". Inútil es decir que esto lo hacen los reformadores para enfatizar solamente los aspectos de "cena", "alimento".

(13) De acuerdo con el acostumbrado hábito de los reformadores de sustituir una cosa por otra, la Presencia Real, es equivalente en el "Novus Ordo" a la Presencia de la Palabra (N. 7, 54). Pero esta última presencia es realmente de muy diversa naturaleza, que no tiene otra realidad, excepto el uso; mientras que la primera presencia es, de una manera estable, objetiva e independiente de la recepción que en el sacramento hagamos de la Sagrada Comunión. Las fórmulas "Dios habla a su pueblo…” "Por su palabra Cristo está presente en medio de los fieles"(N. 33 d. Sacros. Conc. N" 33 Y 7) son fórmulas típicamente protestantes, que estrictamente hablando no tienen significación, ya que la presencia de Dios en las palabras es mediata, condicionada para un acto del alma por la condición espiritual de cada individuo y limitada por el tiempo. Este error tiene gravísimas consecuencias: la afirmación o insinuación de que la real presencia está ligada al usus y termina con el.

(14) La acción sacramental de la instrucción está enfatizada como habiendo ocurrido, cuando N. Señor dió a sus apóstoles su Cuerpo y su Sangre" a comer", bajo las especies de pan y vino, no en el acto de la consagración y en la mística separación, por ese acto originado, de la Sangre y del Cuerpo de Cristo, esencia del Sacrificio Eucarístico. (d. Mediator Dei de Pío XII).


(15) Las palabras de la Consagración, como aparecen en el "Novus Ordo" pueden ser válidas, en virtud de la intención del ministro. Pero pueden también ser inválidas, porque ya no son válidas ex vi verborum, o, para hablar con más precisión, en virtud del "modus significandi", que ellas tenían en la Misa hasta el presente día. ¿Consagrarán válidamente, en un futuro próximo, los sacerdotes, que no han recibido la formación tradicional de hacer lo que hace la Iglesia? Tenemos razón positiva para dudarlo.


(16) Y no se diga, según el modo crítico, bien conocido, de proceder de los protestantes, que las frases citadas forman parte del mismo contexto de la Sagrada Escritura. La Iglesia ha evitado siempre estas yuxtaposiciones o superposiciones para evitar precisamente cualquier confusión de las realidades que ellas expresan. Pero tan sólo como una asamblea, que manifiesta y solicita una tal presencia. 

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