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lunes, 28 de marzo de 2016

¿ES VALIDA O INVALIDA LA NUEVA MISA?


1. Historia del cambio (definición de la misa)

Un estudio crítico del "Novus Ordo Missae". Por un grupo selecto de teólogos de Roma, señalados y dirigidos por S.E. Alfredo Ottaviani. 


En octubre de 1967, se pidió al Sínodo Episcopal, reunido en Roma por el Papa Paulo VI, que emitiese un juicio sobre la celebración experimental de una "Misa, así "llamada, normativa", ideada por el Consilium para establecer la Constitución sobre la Liturgia Sagrada. La Misa provocó los más serios recelos. La votación demostró una oposición considerable. 71 votos (non placet) negativos; 62 Juxta modum con muchas reservas substanciales; y 4 de los 187 votantes se abstuvieron de emitir juicio alguno. La prensa internacional habló de que la "Misa normativa" había sido rechazada por el Sínodo. Los periódicos o revistas de tendencia progresista no hicieron mención de esto.

En el "Novus Ordo Missae" recientemente promulgado por la Constitución Apostólica Missale Romanum, nos encontramos de nuevo con la "Misa normativa", substancialmente idéntica, y no se no indica que en el período de tiempo, entre el experimento condenado por el Sínodo y la promulgación de la dicha Constitución Apostólica, hayan sido consultadas a lo menos las Conferencias Episcopales, como tales, para que emitiesen sus juicios sobre el particular.

En la Constitución Apostólica se afirma que el antiguo Misal, promulgado por San Pío V, el 13 de julio de 1570, pero que en su mayor parte se remontaba hasta San Gregario el Grande y a una más remota antigüedad (1) fue durante cuatro siglos la norma de la celebración del Santo Sacrificio para todos los sacerdotes del rito latino, y que (ese antiguo Misal) llevado a todas partes del mundo "ha sido además una abundante fuente de alimento espiritual a muchas almas santas, en su devoción hacia Dios".

El Canon Romano, tal como existe hoy, se remonta a Gregario el Grande. No hay, ni en Oriente ni en Occidente, ningún rito eucarístico, que esté en uso aún y que pueda alardear de una semejante antigüedad. Para la Iglesia Romana el arrojarla al mar sería lo mismo, a los ojos no sólo de los ortodoxos, sino de los anglicanos, y aún de los otros protestantes, que todavía conservan en algún grado el sentido de la tradición, como negar toda pretensión en delante de ser la verdadera Iglesia Católica.

Sin embargo la presente reforma, que definitivamente ha puesto fuera de uso (el antiguo Misal Romano) se pretende que fue necesaria, "dado que el estudio de la Sagrada Liturgia se ha extendido e intensificado entre los cristianos".  Esta afirmación nos parece encerrar una seria equivocación. Porque el deseo del pueblo se expresó, si alguna vez, cuando, -gracias a San Pío X empezó a descubrir los verdaderos e inmortales tesoros de la liturgia. Jamás el pueblo, por ningún motivo, pidió el cambio de la liturgia o su mutilación, para poder o así comprenderla mejor. Los fieles pedían una mejor comprensión de una inalterable liturgia, de una liturgia que ellos nunca quisieron fuese mudada.

El Misal Romano de San Pío V era religiosamente venerado, como lo más sagrado para todos los católicos, lo mismo sacerdotes que laicos. Nos sentimos impotentes para comprender por qué su uso, juntamente con la catequesis apropiada pudieran impedir una mayor participación de los fi eles en el Santo Sacrificio y un mayor conocimiento del mismo ni podemos ver cómo, después de haber reconocido sus muchas y destacadas virtudes, no haya sido considerado este Misal Romano de San Pío V digno de continuar nutriendo la piedad litúrgica de los cristianos. (l)

Las oraciones de nuestro Canon se encuentran en el tratado De Sacramentis (49-59 siglos)... Nuestra Misa, sin un cambio esencial, se remonta a la época, en la cual ella evolucionó por vez primera de la más antigua liturgia común (en la Iglesia). Todavía conserva la fragancia de aquella primitiva liturgia de los tiempos en que el César gobernaba el mundo y esperaba extinguir la fe cristiana: tiempos en que nuestros antecesores en la fe reuníanse antes del alba para entonar un himno a Cristo, como a su Dios... (ef. PI. ir. Ep. 96)... No hay, en toda la cristiandad, un rito tan venerable, como el Missal Romano". (A. Fortescue). Negar toda pretensión en adelante de ser la verdadera Iglesia Católica". (Fr. Louis Bouyerl.)

Ya que la "Misa normativa", recientemente introducida e impuesta como el "Novus Ordo Missae" fue rechazada en substancia por el Sínodo de Obispos, y nunca fue sometido al juicio colegial de las Conferencias Episcopales, y nunca el pueblo, menos que nadie en los países misionales, pidió jamás una reforma de la Santa Misa, no podemos comprender los motivos que impulsaron la nueva legislación, que viene a echar por tierra una tradición inmutable en la Iglesia, desde el siglo cuarto o quinto, como la misma Constitución Apostólica lo reconoce. Y, puesto que ninguna demanda popular existe para fundamentar esta reforma, parece desprovista de toda base lógica, que la justifique y la haga aceptable al pueblo católico.

El Concilio Vaticano II, en verdad, expresa su deseo de que las diferentes partes de la Misa fuesen reordenadas "a fin de que el carácter distintivo de cada una de esas partes y su relación con la otra parte apareciese más claramente". Veremos ahora cómo el "ordo" recientemente promulgado, corresponde a esta original intención.

Un atento examen del "Novus ardo" nos hace ver cambios de tal magnitud, que justifican por sí mismos el juicio ya pronunciado respecto a la "Misa normativa". Ambas Misas, en muchos puntos, tienen todas las posibilidades de complacer a los protestantes más modernistas.

II
Empecemos con la definición de la Misa, que se nos da en el N° 7 de la "Institutio Generalis", al principio del capítulo 11 del "Novus Ordo'. "De structura Missae", (de la estructura de la Misa). "La cena del Señor o la Misa es una reunión sagrada o asamblea del pueblo de Dios, que se junta, bajo la presidencia del sacerdote, para celebrar el memorial del Señor" (21. De esta manera la promesa de (2) Para justificar tal definición, el "Novus Ordo" menciona en una nota dos textos del Vaticano II. Pero al leer esos textos, no encontramos nada que pueda justificar la definición. Cristo "donde quiera que dos o tres estén congregados en mi nombre, allí estaré Yo en medio de ellos" es eminentemente verdadera de la asamblea local en la Iglesia (Mt. XVIII, 20)".

La definición de la Misa está, de este modo, limitada a la de una "cena", y este término se encuentra constantemente repetido en toda la Institutio Generalis (Nos. 8, 48,55d, 561. Esta "cena" está además caracterizada como una asamblea, presidida por un sacerdote, y celebrada como un memorial del Señor, recordando lo que El hizo en el primer Jueves Santo. Nada de esto implica, en lo más mínimo, ni la Presencia Real, ni la realidad del sacrificio, ni la función sacramental del sacerdote que consagra, ni el valor intrínseco del Sacrificio Eucarístico, independientemente de la presencia o ausencia de la asamblea del pueblo de Dios. (3) En una palabra, esta definición no implica ninguno de los valores dogmáticos esenciales de la Misa, que reunidos deben darnos su verdadera definición. Esa deliberada omisión de estos valores dogmaticos equivale a su eliminación deliberada y, por lo tanto, a su negación por lo menos en la práctica.



(3) El Concilio de Trento reafirma la Real Presencia en las siguientes palabras: Principio docet Sancta Synodus et aperte et simpliciter profitetur in almo Santae Eucaristiae sacramento, post panis et vini consecrationem, Dominum nostrum lesum Christum, verum Deum atque hominem, realiter et substantialiter (can. 1) sub specie illarum rerum sensibilium, contineri" (D. B. 874). (Enseño ante todo este Santo Sínodo y confiesa abierta y llanamente, que en el Sacramento nutritivo de la Santa Eucaristía, después de la consagración del pan y del vino, está real y substancialmente presente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre). En la sesión XXII, que directamente nos interesa (De Santíssimo Missae Sacrificio), la aprobada doctrina está sintetizada en nueve cánones (D. B. 937-956) de una manera clara y definitiva.

(4) Es superfluo afirmar que, si un solo dogma definido fuese negado, caerían ipso facto todos los dogmas, ya que con esa negación sería destruido el principio de la infalibilidad del Supremo Magisterio jerárquico, sea papal o conciliar.  El primer texto está tomado del Decreto Presbyterorum Ordinis, NQ 5, que dice: "Por medio del ministerio del Obispo, Dios consagra a los sacerdotes, para que ellos puedan participar, por un título especial, en el sacerdocio de Cristo. Así, al cumplir las funciones sagradas, ellos pueden actuar como ministros de Aquel, que en la liturgia ejerce continuamente Su oficio sacerdotal, a favor nuestro, por la acción de Su Espíritu... y especialmente por la celebración de la Misa, los hombres ofrecen sacramentalmente el sacrificio de Cristo".

Nota del traductor mexicano: En este texto conciliar, que encontramos honradamente impreciso y confuso, como otros muchos de los documentos del Vaticano II, se afirma claramente la consagración de los sacerdotes y su participación en el sacerdocio de Cristo, aunque no se especifica, de una manera clara, la esencia diferencia que existe entre esa participación jerárquica, potestativa de los elegidos y ungidos del Señor y la participación analógica que tienen todos los fieles, en el sacerdocio de Cristo, La última parte de la cita de este documento conciliar, que la "Institutio Generalis" del "Novus ardo" cita del mencionado documento del Concilio Ecuménico Vaticano II, puede prestarse todavía más a deplorables equívocos, que soslayan la doctrina dogmática del Concilio de Trento. En síntesis expondremos esta doctrina: a) La Misa es un verdadero sacrificio: repetición incruenta del Sacrificio cruento del Calvario.

b) La acción sacrificial la hace solamente el sacerdote, ministro de Cristo, con el poder de Cristo, quien, al pronunciar, imperativa, no narrativamente, las palabras de la consagración, hace, por la transubstanciación, que el mismo Cristo esté en el altar, en estado de Víctima acepta. Después los fieles con el sacerdote ofrecen sacramentalmente el Sacrificio de Cristo. En El, con El y por El se da la gloria a Dios, y nuestra acción de gracias, nuestra expiación y nuestras impetraciones llegan hasta el Padre.


Fin de la nota


R. P. Arturo Vargas Meza

continuara...

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