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jueves, 1 de septiembre de 2016

Las relaciones entre Rusia y Estados Unidos (2011)

Las relaciones entre Rusia y Estados Unidos
(2011)


Un gran esfuerzo por desarrollar las relaciones entre Rusia y Estados Unidos ha venido realizándose en estos últimos años. La matriz de esas relaciones, sin embargo, no se transformado radicalmente y estas siguen registrando altas y bajas. Esa inestabilidad en la asociación entre Rusia y Estados Unidos se debe, en parte, a la subsistencia de ciertos estereotipos y fobias. Resulta particularmente reveladora la percepción de Rusia que tiene el Congreso de Estados Unidos. Pero el problema crucial reside en el hecho que el diálogo y la cooperación bilaterales carecen de una base económica sólida. Los intercambios comerciales están lejos de hallarse a la altura del potencial de las economías rusa y estadounidense. Lo mismo sucede en lo tocante a las inversiones bilaterales. Así que no se ha tejido aún la tela protectora que evitaría fluctuaciones coyunturales en nuestras relaciones. Hay que crear ese medio de protección.
Tampoco contribuyen a mejorar la comprensión entre ambos países los constantes esfuerzos de Estados Unidos por aplicar una ingeniería política, esencialmente en regiones tradicionalmente importantes para Rusia así como en ocasión de las campañas electorales rusas.

Reitero que la iniciativa estadounidense de crear el ABM europeo suscita entre nosotros una preocupación totalmente legítima. ¿Por qué se alarma Rusia más que los demás países? El hecho es que el ABM europeo influye en las fuerzas estratégicas de disuasión nuclear, de las que sólo Rusia dispone en ese teatro, lo cual compromete el equilibrio militar y político que con tanto trabajo se creó a lo largo de décadas.

La relación indisoluble entre el ABM y las armas estratégicas ofensivas aparece reflejada en el nuevo tratado de reducción de armas nucleares START firmado en 2010. El tratado entró en vigor y resulta eficaz. Es un resultado crucial en el plano político internacional. Rusia está dispuesta a examinar diversos elementos que pueden pasar a ser parte de la agenda ruso-estadounidense en materia de control de armamentos para el primer periodo. La regla inalterable en ese sector es el respeto de la correlación de fuerzas y el abandono de las tentativas tendientes a utilizar las negociaciones para buscar ventajas unilaterales.







Permítanme recordar que ya en 2007 yo mismo propuse al presidente George W. Bush, en Kennebunkport, que solucionásemos el problema del ABM. De haberse adoptado, mi iniciativa habría modificado la naturaleza tradicional de las relaciones ruso-estadounidenses y habría dado al proceso un impulso positivo. Mejor aún, si en aquel entonces hubiésemos progresado en el tema ABM, habríamos abierto literalmente el camino hacia la creación de un modelo de cooperación decididamente nuevo, cercano a una alianza, esencialmente en otros sectores sensibles. No fue eso lo que sucedió. Seguramente sería de utilidad reexaminar la grabación de las conversaciones de Kennebunkport. En estos últimos años, el gobierno ruso ha presentado también otras iniciativas tendientes a encontrar un camino al entendimiento sobre la cuestión ABM. Todas esas proposiciones se mantienen en vigor.
 
Patriot

No quisiéramos, en todo caso, renunciar a la búsqueda de un compromiso en cuanto a la solución del problema del ABM. Quisiéramos evitar que el sistema estadounidense se despliegue a una escala tal que se haga necesaria la aplicación de las medidas de respuesta que Rusia ha dado a conocer. Y comparto enteramente la opinión de ese verdadero profesional, (habla de un ex secretario de la Casa Blanca) según el cual una cooperación estrecha y caracterizada por la confianza entre Moscú y Washington es particularmente necesaria en momentos en que el mundo atraviesa periodos turbulentos. Globalmente, Rusia estaba dispuesta a realizar un esfuerzo realmente importante para desarrollar sus relaciones con Estados Unidos y concretar un progreso definitivo, a condición sin embargo de que los estadounidenses apliquen el principio de asociación equitativa y mutuamente respetuosa.

La diplomacia económica

En diciembre de 2011, Rusia entró a la Organización Mundial del Comercio (OMC) al cabo de una larga epopeya de varios años. Me gustaría subrayar que en la etapa final de aquel proceso, la administración de Barack Obama y los dirigentes de varias potencias europeas contribuyeron activamente a la finalización de los acuerdos.

Para ser honesto, ese largo y trabajoso proceso a menudo nos dio ganas de dejarlos con un palmo de nariz y abandonar la negociación. Pero Rusia no cedió a las emociones. Al final, nuestro país obtuvo compromisos ventajosos: se respetaron los intereses de los productores industriales y agrícolas rusos en espera de un aumento de la competencia de parte de las empresas extranjeras. Los actores económicos rusos tendrán nuevas y considerables posibilidades de acceso al mercado mundial y para proteger sus derechos de forma civilizada. A mi modo de ver, es ese el principal resultado y no el hecho simbólico de la entrada de Rusia al club mundial del comercio. Rusia respetará las normas de la OMC, al igual que todos sus demás compromisos internacionales. Espero que nuestros socios también respeten las reglas del juego. Permítanme señalar de paso que ya hemos incorporado los principios de la OMC a la base jurídica del Espacio Económico Común conformado por Rusia, Bielorrusia y Kazajstán.


Al analizar nuestra manera de promover los intereses económicos rusos en el escenario mundial, puede verse que todavía estamos aprendiendo cómo hacerlo de manera sistemática y coherente. Al contrario de nuestros socios occidentales, no tenemos aún la técnica para promover correctamente las medidas que beneficien a las empresas rusas en las plataformas donde se realizan los intercambios comerciales internacionales. Es, sin embargo, nuestro deber resolver problemas cruciales en ese sector teniendo en cuenta que el desarrollo innovador reviste para Rusia una importancia prioritaria. Se trata de garantizar a Rusia posiciones equitativas dentro del actual sistema de mundial de relaciones económicas y de reducir al mínimo los riesgos inherentes a la integración del país a la economía mundial, sobre todo en el contexto de la mencionada adhesión a la OMC y de la inminente adhesión de Rusia a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).

LA LÁMPARA BAJO EL CELEMÍN CUESTIÓN DISPUTADA SOBRE LA AUTORIDAD DOCTRINAL DEL MAGISTERIO ECLESIÁSTICO DESDE EL CONCILIO VATICANO II - Padre Álvaro Calderón


Introducción


Desde el Concilio Vaticano II, las máximas autoridades de la Iglesia encerraron al católico de tradición en un dilema tal que lo paralizaron en  la perplejidad. La fiel transmisión del depósito de la fe depende necesariamente de dos elementos: los dogmas y el magisterio. Los dogmas son las sentencias que la Iglesia ha acuñado a lo largo de los siglos para expresar de la manera más propia las verdades reveladas. Y el magisterio es el carisma que le ha dejado Jesucristo al Papa y a los Obispos para que establezcan los dogmas en su nombre y con su autoridad. Ya se desconozcan los dogmas cambiando las sentencias, ya el magisterio restándole autoridad, de una u otra manera se pierde la seguridad de haber conservado fielmente la Tradición. Pero hoy, ¿qué ocurre? Es el mismo Papa y los Obispos quienes han cambiado desde el Concilio las sentencias que expresan la Revelación. Si el católico busca seguridad en la autoridad del magisterio conciliar, es llevado a desconocer la validez de los dogmas; si busca seguridad en los dogmas tradicionales, es llevado a desconocer la autoridad del magisterio. Los dos cuernos del dilema lo empujan al abismo, y ante la angustia de su perplejidad pareció no quedarle más remedio que paralizar su espíritu y no pensar. Pero la vida no se detiene e impone decisiones prácticas que, con el tiempo y aunque no se quiera, se van haciendo solución doctrinal. Ante un verdadero dilema las actitudes posibles son cuatro : ser herido de muerte por ambos cuernos de la bestia, escapar a uno u otro cuerno para enfrentar el contrario, o volverse loco para esquivar a ambos. Simplificando matices, son los cuatro caminos que se abrieron a los católicos perplejos después del Concilio. Muchos, al no encontrar más en su parroquia la religión en la que habían sido formados, se alejaron de la práctica religiosa. Y aunque se hayan apartado por amor a la tradición católica, al ser heridos a la vez de desconfianza en el magisterio y de duda en los dogmas de su catecismo, el tiempo y la falta de alimento espiritual los va llevando a perder la fe. Otros se aferraron a los dogmas tradicionales e hicieron oídos sordos al magisterio de hoy. Pero es un dogma de fe que el magisterio goza de autoridad divina, y el católico de tradición no puede soslayar durante mucho tiempo este problema, al que le va dando necesariamente alguna solución. Unos justifican su actitud minimizando la autoridad del magisterio a una infalibilidad en casos extraordinarios, de la que no se habría revestido el magisterio conciliar. Otros maximizan la autoridad a una infalibilidad en todos los casos y se justifican diciendo que desde el Concilio los Papas no son infalibles porque no son verdaderos Papas. Pero la primera solución se aparta de lo que enseña la sana teología y se acerca en ese punto a las posiciones modernistas, reduciendo el caudal de la doctrina segura de la Iglesia a poco más que el símbolo de los Apóstoles; y la segunda, de apariencia más tradicional, atenta contra el dogma de la visibilidad de la Iglesia pues acepta que el Vicario de Cristo en la tierra haya desaparecido sin que casi nadie se haya dado cuenta. Convivir largo tiempo con estos errores puede llevar a posiciones muy contrarias a los dogmas tradicionales que comenzaron por defender. Un tercer grupo, más numeroso, quiso conservar la tradicional docilidad al magisterio y en lugar de taparse los oídos prefirieron cerrar los ojos para no ver contradicción entre los viejos dogmas y la nueva evangelización. Pero no puede sostenerse mucho tiempo una actitud tan poco vital y quiérase o no, los ojos se entreabren buscando justificación. Y no hallan más receta que la que les ha preparado el ala conservadora del modernismo, especializado desde hace un siglo en balar como cordero con la voz del dragón: Evitar el simplismo de entender cada texto de la tradición olvidando el contexto histórico en que se formuló, y valorar la riqueza del pluralismo doctrinal y litúrgico. Así se pierde el asco a la contradicción y uno comienza a vivir tranquilo en la indefinición. Otros, y son quizás los más, han caído en una especie de esquizofrenia por la que hablan el nuevo lenguaje en las reuniones ecuménicas de la parroquia y usan el tradicional al rezar en sus casas una novena al Sagrado Corazón. Sólo Dios sabe cómo acaba en cada caso esta situación. Como miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, nos contamos decididamente en el segundo grupo de nuestra clasificación. Y puesto que los años pasan, se hace cada vez más necesario justificar de manera adecuada la aparente contradicción de nuestra postura, para que soluciones parcialmente equivocadas no pudieran llevarnos en el futuro a tomar posiciones menos acertadas. Por este motivo, trataremos de exponer de manera más clara y accesible la explicación que ya hemos dado acerca de este asunto en otra circunstancia

1.  Utilizaremos para ello el pedagógico método de la Cuestión Disputada, sobre el cual parece conveniente decir unas palabras.


El método de la «cuestión disputada»

No es por puro arqueologismo que hemos recurrido a la quaestio disputata de la escolástica medieval. Y desde ya pedimos perdón al Lector amante de la buena literatura, porque la escolástica ha sacrificado despiadadamente la belleza literaria – de la que, por otra parte, no seríamos capaces – en pro de la claridad lógica. La quaestio disputata es como una radiografía del discurso científico, en la que nadie sale bonito, pero en la que no se le escapa a nadie si hay algo fuera de lugar. Consta de cuatro partes, o mejor, de cuatro etapas imposibles de omitir o permutar si se quiere llegar a buen término.

La primera consiste en preguntar. El buen médico comienza palpando al enfermo hasta poner el dedo en la llaga. Es indispensable plantear las preguntas correctas y en el orden debido; y no decimos que en esto consiste todo, pero de esto todo depende : “Los que quieren investigar con éxito han de comenzar por plantear bien las dificultades, pues el éxito posterior consiste en la solución de las dudas anteriores, y no es posible soltar si se desconoce la atadura” . Cuatro preguntas se articulan en nuestra cuestión.

La segunda etapa consiste en opinar. El hombre no llega sólo ni de golpe a la verdad, por eso es indispensable considerar todo lo que los demás han dicho acerca del problema planteado y ensayar las respuestas posibles que se puedan dar. Como nos ha enseñado el genio pedagógico de Santo Tomás, de entre todas las opiniones conviene seleccionar aquellas objeciones que más eficazmente se oponen a la verdad, para que cuando ésta llegue en la respuesta, sea apreciada en todo su valor. Pero hagamos aquí una advertencia: La quaestio disputata es un combate de argumentos y no de personas, por esta razón, si bien daremos en cada caso las referencias de los autores y obras en que nos hayamos inspirado, hemos retomado cada objeción por cuenta propia, tratando de darles la forma más eficaz que la brevedad permite. Es así que más de una vez el argumento se vuelve contra la intención del autor en que se inspira. En el primer artículo presentamos siete objeciones en orden lógico y un argumento contrario de autoridades reconocidas por el adversario.

La tercera etapa consiste en responder. Como también lo hacemos en las objeciones, primero presentamos la respuesta resumida en un silogismo, y luego lo explicamos por partes,  tratando de reducir las explicaciones al mínimo que juzgamos indispensable. Como acabamos de decir, quien lea la respuesta sin haberse dejado morder por las objeciones, no estará en condiciones de medir lo que tenga de buena.

La cuarta etapa consiste en solucionar. Para no perder fuerza, la respuesta ha debido concentrarse en el problema principal; ahora debe mostrar toda su bondad dando solución a las objeciones levantadas. Esta es la etapa que más exige por parte del Lector:

1. Debe tener presente la respuesta y volver a repasar el argumento de la objeción.

2. Las objeciones son honestas y no puras argucias sofísticas, de manera que recurren a principios verdaderos pero fallan en su aplicación; de allí que a menudo, por brevedad, al dar la  solución se utilizan estos mismos principios sin volver a enunciarlos, suponiendo que el Lector los ha sabido distinguir. No hay que creer entonces que todo lo que dice la objeción está equivocado.

3. Para tener la íntegra doctrina con que  se resuelve el problema, debe completarse el argumento de la respuesta con las distinciones y aclaraciones que se van haciendo en la solución de las objeciones.

La cuestión que plantea el magisterio conciliar

Demos comienzo, entonces, a nuestra tarea planteando bien la cuestión. Pero ante todo aclaremos qué entendemos por «magisterio conciliar». Con esta expresión no nos referimos a todas las enseñanzas del Concilio Vaticano II, sino sólo a lo que ha enseñado como algo nuevo. Nos referimos no sólo a las declaraciones conciliares, sino también a las de los Papas y Obispos posteriores, en la medida en que se revisten con la autoridad de dicho Concilio. Nos referimos no tanto a la doctrina enseñada, sino más bien a la acción de enseñarla 1; porque ahora no nos importa tanto la verdad o falsedad de esas doctrinas, sino la autoridad con que es propuesta.

La cuestión que nos plantea el magisterio conciliar es la siguiente. En nuestro combate en defensa de las dogmas tradicionales hemos llegado a rechazar públicamente nuevas doctrinas que, si no son explícitamente enseñadas por el Concilio, al menos parecen estar aprobadas y fundadas en los documentos conciliares. Ahora bien, es un dogma tradicional que “el sagrado magisterio ha de ser para cualquier teólogo en materias de fe y costumbre la norma próxima y universal de la verdad” 2. Por lo tanto, ¿no es ilegítimo, incoherente y subversivo que, pretendiendo defender la tradición, arguyamos públicamente contra la autoridad de un Concilio ecuménico?

Para poder responder a este grave asunto, hay que determinar primero cuál es el grado de autoridad que el católico debe reconocer en las declaraciones del Concilio Vaticano II. En pro de la claridad, conviene llegar por etapas a la solución. El magisterio eclesiástico puede quedar comprometido de un modo directo en la enseñanza doctrinal, o de un modo indirecto en las reformas disciplinares. En primer lugar, entonces, debemos preguntarnos si el magisterio conciliar, en su ejercicio directo, es infalible. Supuesto que no, tenemos que considerar si un católico puede discutir legítimamente la enseñanza propuesta por este Concilio. Si esto fuera posible, entonces podemos preguntarnos qué grado de autoridad hay que reconocerle a los diferentes actos del magisterio conciliar. Finalmente, queda considerar si el magisterio no está comprometido de un modo indirecto en las reformas conciliares. En razón de lo dicho, dividiremos nuestra cuestión en los siguientes cuatro artículos:

Primero, si el magisterio conciliar no es infalible.

Segundo, si el magisterio conciliar puede ser puesto en discusión.

Tercero, si el magisterio conciliar no tiene ningún grado de autoridad.

Cuarto, si el magisterio conciliar no compromete su autoridad por modo indirecto.

Hemos hecho un gran esfuerzo por poner en claro nuestro pensamiento. Creemos haber considerado las opiniones contrarias a la nuestra con honestidad y respeto; nos parece haber respondido con razones propias y no con argumentos ad hominem. Escuchamos decir alguna vez que la claridad es la caridad de la verdad. Si alguno nos hiciera la caridad de refutar o corregir de modo semejante lo que aquí exponemos, le estaremos enormemente agradecidos. Si no nuestra persona, al menos el problema que tratamos lo merece.

CONTINUARÁ...

SEPTIEMBRE - MES DE LOS DOLORES DE NUESTRA SEÑORA




Devoción

Siempre los cristianos han aprendido de la Virgen a mejor amar a Jesucristo. La devoción a los Siete Dolores de la Virgen María se desarrolló por diversas revelaciones privadas.

La Virgen comunicó a Santa Brígida de Suecia (1303-1373):

"Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos. Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios."

Nuestra Señora prometió que concedería siete gracias a aquellas almas que la honren y acompañen diariamente, rezando siete Ave Marías mientras meditan en sus lágrimas y dolores:

1. "Yo concederé la paz a sus familias."

2. "Serán iluminadas en cuanto a los divinos Misterios."

3. "Yo  las consolaré en sus penas y las acompañaré en sus trabajos.»

4. "Les daré cuanto me pidan, con tal de que no se oponga a la adorable voluntad de mi divino Hijo o a la salvación de sus almas."

5. "Los defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo infernal y las protegeré cada instante de sus vidas."

6. "Les asistiré visiblemente en el momento de su muerte y verán el rostro de su Madre.

7. "He conseguido de mi Divino Hijo que todos aquellos que propaguen la devoción a mis lágrimas y dolores, sean llevadas directamente de esta vida terrena a la felicidad eterna ya que todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo será su consuelo y gozo eterno."

Según San Alfonso María Ligorio, Nuestro Señor reveló a Santa Isabel de Hungría que El concedería cuatro gracias especiales a los devotos de los dolores de Su Madre Santísima:

1. Aquellos que antes de su muerte invoquen a la Santísima Madre en nombre de sus dolores, obtendrán una contrición perfecta de todos sus pecados.

2. Jesús protegerá en sus tribulaciones a todos los que recuerden esta devoción y los protegerá muy especialmente a la hora de su muerte.

3. Imprimirá en sus mentes el recuerdo de Su Pasión y tendrán su recompensa en el cielo. 

4. Encomendará a estas almas devotas en manos de María, a fin de que les obtenga todas las gracias que quiera derramar en ellas.

Meditar los siete Dolores de Nuestra Madre Santísima es una manera de compartir los sufrimientos  más hondos de la vida de María en la tierra.


La fiesta de Nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre, al día siguiente de la Exaltación de la Santa Cruz. Al pie de la Cruz, donde una espada de dolor atravesó el corazón de María, Jesús nos entregó a Su Madre como Madre nuestra poco antes de morir. En respuesta a esta demostración suprema de Su amor por nosotros, digamos cada día de nuestras vidas: "Sí, Ella es mi Madre. Jesús, yo la recibo y Te pido que me prestes Tu Corazón para amar a María como Tú la amas."

ROSARIO DE LOS 7 DOLORES



Se reza un Padrenuestro y siete Ave Marías por cada dolor de la Virgen. Al mismo tiempo le pedimos que nos ayude a entender el mal que hemos cometido y nos lleve a un verdadero arrepentimiento. Al unir nuestros dolores a los de María, tal como Ella unió Sus dolores a los de su Hijo, participamos en la redención de nuestros pecados y los del mundo entero.

Acto de Contrición
Señor mío, Jesucristo, me arrepiento profundamente de todos mis pecados. Humildemente suplico Tu perdón y por medio de Tu gracia, concédeme ser verdaderamente merecedor de Tu amor, por los méritos de Tu Pasión y Tu muerte y por los dolores de Tu Madre Santísima. Amén.

Primer Dolor - La profecía de Simeón (cf. Lucas 2,22-35)

Qué grande fue el impacto en el Corazón de María, cuando oyó las tristes palabras con las que Simeón le profetizó la amarga Pasión y muerte de su dulce Jesús. Querida Madre, obtén para mí un auténtico arrepentimiento por mis pecados.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

Segundo Dolor - La huida a Egipto (Mateo 2,13-15)

Considera el agudo dolor que María sintió cuando ella y José tuvieron que huir repentinamente de noche, a fin de salvar a su querido Hijo de la matanza decretada por Herodes. Cuánta angustia la de María, cuántas fueron sus privaciones durante tan largo viaje. Cuántos sufrimientos experimentó Ella en la tierra del exilio. Madre Dolorosa, alcánzame la gracia de perseverar en la confianza y el abandono a Dios, aún en los momentos más difíciles de mi vida.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

Tercer Dolor - El Niño perdido en el Templo (Lucas 2,41 -50)

Qué angustioso fue el dolor de María cuando se percató de que había perdido a su querido Hijo. Llena de preocupación y fatiga, regresó con José a Jerusalén. Durante tres largos días buscaron a Jesús, hasta que lo encontraron en el templo. Madre querida, cuando el pecado me lleve a perder a Jesús, ayúdame a encontrarlo de nuevo a través del Sacramento de la Reconciliación.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

Cuarto Dolor - María se encuentra con Jesús camino al Calvario 
(IV Estación del Vía Crucis)

Acércate, querido cristiano, ven y ve si puedes soportar tan triste escena. Esta Madre, tan dulce y amorosa, se encuentra con su Hijo en medio de quienes lo arrastran a tan cruel muerte. Consideren el tremendo dolor que sintieron cuando sus ojos se encontraron - el dolor de la Madre bendita que intentaba dar apoyo a su Hijo. María, yo también quiero acompañar a Jesús en Su Pasión, ayúdame a reconocerlo en mis hermanos y hermanas que sufren.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre 

Quinto Dolor - Jesús muere en la Cruz (Juan 19,17-39)

Contempla los dos sacrificios en el Calvario - uno, el cuerpo de Jesús; el otro, el corazón de María. Triste es el espectáculo de la Madre del Redentor viendo a su querido Hijo cruelmente clavado en la cruz. Ella permaneció al pie de la cruz y oyó a su Hijo prometerle el cielo a un ladrón y perdonar a Sus enemigos. Sus últimas palabras dirigidas a Ella fueron: "Madre, he ahí a tu hijo." Y a nosotros nos dijo en Juan: "Hijo, he ahí a tu Madre." María, yo te acepto como mi Madre y quiero recordar siempre que Tú nunca le fallas a tus hijos.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre 

Sexto Dolor - María recibe el Cuerpo de Jesús al ser bajado de la Cruz 
(Marcos 15, 42-46)

Considera el amargo dolor que sintió el Corazón de María cuando el cuerpo de su querido Jesús fue bajado de la cruz y colocado en su regazo. Oh, Madre Dolorosa, nuestros corazones se estremecen al ver tanta aflicción. Haz que permanezcamos fieles a Jesús hasta el último instante de nuestras vidas.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre 

Séptimo Dolor -Jesús es colocado en el Sepulcro 
(Juan 19, 38-42)

¡Oh Madre, tan afligida! Ya que en la persona del apóstol San Juan nos acogiste como a tus hijos al pie de la cruz y ello a costa de dolores tan acerbos, intercede por nosotros y alcánzanos las gracias que te pedimos en esta oración. Alcánzanos, sobre todo, oh Madre tierna y compasiva, la gracia de vivir y perseverar siempre en el servicio de tu Hijo amadísimo, a fin de que merezcamos alabarlo eternamente en el cielo.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

Oración final
Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María, morada de pureza y santidad, cubre mi alma con tu protección maternal a fin de que siendo siempre fiel a la voz de Jesús, responda a Su amor y obedezca Su divina voluntad. Quiero, Madre mía, vivir íntimamente unido a tu Corazón que está totalmente unido al Corazón de tu Divino Hijo. Átame a tu Corazón y al Corazón de Jesús con tus virtudes y dolores. Protégeme siempre. Amén.

LA CONFESIÓN - TEMAS DE MEDITACIÓN - Padre Antonio Royo Marín, O.P.

Efectos negativos del sacramento de la
penitencia



INTRODUCCIÓN

1. Recordemos la parábola del hijo pródigo.

a) Un día, insolentes, pedimos a Dios "nuestra herencia" y nos alejamos de El, creyendo encontrar la felicidad fuera de sus brazos.

b) ¿Qué nos quedó de "nuestra herencia"? Nos vimos apartados de la sociedad de los hijos de Dios y alejados de sus promesas.

c) Al fin reconocemos nuestro yerro: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti...".

d) Y nuestro Padre nos perdona ("se arrojó a su cuello y le cubrió de besos") y nos viste de la gracia ("traed la túnica más rica y vestídselas").

2. La confesión, nuevo encuentro con el Padre, tiene como efecto reconciliarnos con El, con dos aspectos: negativo -perdón de los pecados y remisión de la pena- y positivo -infusión de la gracia. Aquí tratamos el aspecto negativo.

I. EL PERDÓN DE LOS PECADOS


A) El pecado mortal

1. Cómo lo castiga Dios.

a) Un solo pecado de los ángeles fue suficiente para que Dios les condenase para siempre.

b) Por un solo pecado de nuestros primeros padres Dios les arrojó del paraíso y sumió a la humanidad entera en un mar de lágrimas, sufrimientos y muertes.

c) Un solo pecado mortal es suficiente para ir al infierno para toda la eternidad.

2. Cómo lo combate.

a) Da al mundo su Unigénito, en quien tiene puestas todas sus complacencias.

b) Le sacrifica sobre el Calvario, de una vez para siempre, y diariamente sobre los altares, para que nos aprovechemos de sus frutos.

c) Establece el tribunal de la misericordia, donde la sangre de Cristo "nos purifica de todo pecado" (I Jn. 1, 7).

3. Cómo lo perdona en la confesión.

a) En la confesión perdona todos los pecados mortales cometidos después del bautismo, por muchos y muy grandes que sean.

b) Estos pecados perdonados no vuelven a aparecer jamás, aunque el pecador recaiga en el pecado.

c) Los pecados mortales pueden perdonarse sin el perdón de los veniales, pero no al revés.

B) El pecado venial

1. No nos separa de Dios.

a) Es sólo una pequeña desviación en nuestro camino.

b) Es un pequeño apego a las criaturas que no nos hace cobrar aversión a Dios.

c) Los hay sumamente pequeños, imposibles de evitar, en los que el justo cae siete veces al día (Prov. 24, 16). Pero los hay también de cierta gravedad, que debemos evitar cuidadosamente.

2. Pero predispone a caer en el mortal.

a) "El que desprecia lo poco, poco a poco se precipitará" (Eclo. 19. 1).

b)Va enfriando nuestro amor a Dios y llegará un momento en que cometer un pecado mortal supondrá tan poco como cometer uno venial.

c) No nos acarrea pena eterna, pero sí pena temporal, que pagaremos en esta vida o en la otra.

3. La confesión nos lo perdona.

a) En el catecismo se señalan nueve maneras de perdonarse el pecado venial. Todas ellas suponen el arrepentimiento.

b) La manera mejor y más segura es someterlo al tribunal de la penitencia.

C) Setenta veces siete

1. Los brazos que siempre están abiertos.

a) Dios no se cansa de esperar. Todas las tardes otea el horizonte, para ver si volvemos a sus brazos: "El Señor... pacientemente os aguarda, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia" (II Petr. 3, 9).

b) Su tribunal es tan benigno que el confesor no se llama juez, sino Padre.

c) Sólo nos exige el arrepentimiento: "Si el malvado se retrae de su maldad... vivirá y no morirá. Todos los pecados que cometió no le serán recordados" (Ez. 18, 21-22).

2. Para perdonar aún los mayores pecados.

a) "Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, quedarían blancos como la nieve. Aunque fuesen rojos como la púrpura, vendrían a ser como la lana blanca" (Is. 1,18). b) Dios no ha puesto límites a su misericordia.

3. una y mil veces.

a) El Señor, con la expresión "setenta veces siete", quiso significar su voluntad de perdonar siempre que el pecador se acerque arrepentido.

b) Su misericordia es infinita, y antes se cansa el pecador de pecar que El de perdonar.

c) Dios quiere la vuelta del pecador: "Por mi vida, dice el Señor, Yagé, que no me gozo en la muerte del impío, sino en que se retraiga de su camino y viva" (Ez. 33, 11).

II. EL PERDÓN DE LA PENA

A) La pena eterna

1. El pecado mortal nos trae la muerte y el destierro de la patria celeste.

a) "El alma que pecare, ésa perecerá" (Ez. 18, 4).

b) "La soldada del pecado es la muerte" (Rom. 6, 23).

c) "Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros... poseerán el reino de Dios" (I Cor. 6, 9-10).


2. La confesión nos vuelve a la vida y nos restituye a la patria.

a) "El don de Dios es la vida eterna" (Rom. 6, 23). b) "No hay, pues, ya condenación para los que son de Cristo Jesús" (Rom. 8, 10).

b) "Si el malvado se retrae de su maldad..., vivirá y no morirá" (Ez. 18, 21).

3. De una manera total y completa. 

a) Porque la confesión nos restituye la gracia santificante, que automáticamente nos hace hijos de Dios y herederos del cielo.  

b) Porque ya no se nos tomarán en cuenta las anteriores iniquidades: "La impiedad del impío no le será estorbo el día en que se convierta de su iniquidad" (Ez. 33, 12).

c) "No se recordará ninguno de los pecados que cometió" (Ez. 33, 16).

B) La pena temporal

1. El pecado, además de la pena eterna, tiene pena temporal.

a) Lo vemos en la Sagrada Escritura, donde Dios castiga a los justos con penas temporales.

b) Consta por la autoridad de la Iglesia, que afirma la existencia del purgatorio.

2. La confesión no siempre perdona toda la pena lemporal.

a) Dios perdonó a nuestros primeros padres su culpa, pero les impuso una terrible pena.

b) Natán dice a David: "Yavé te ha perdonado tu pecado. No morirás... mas el hijo que te ha nacido morirá" (II Sam. 12, 13-14).

c) Lo ha definido la Iglesia (Dz. 922).

3. Ni todas las reliquias del pecado.

a) Las reliquias del pecado son los malos hábitos naturales contraídos por la repetición de actos pecaminosos.

b) El sacramento de la penitencia, al infundir la gracia y las virtudes infusas, contribuye a extirparlas, no como regeneración, sino como medicina.

c) Pero no suele suprimirlas de una vez. De aquí que resulte muy penoso para el convertido el practicar la virtud.

CONCLUSIÓN

1. Demos gracias a Dios, que ha querido instituir un medio tan sencillo para libramos del infierno y volvemos a sus brazos.

2. Vayamos al tribunal de la penitencia tan pronto como hayamos tenido la desgracia de caer en el pecado.


3. Procuremos satisfacer por las penas temporales debidas a nuestros pecados.

Ite Missa Est

1 de setiembre
San Gil, abad.  
(†720)



El maravilloso abad san Gil, fué griego de nación, natural de Atenas, y de sangre real. Aplicóse desde niño a las letras y virtudes, y era muy inclinado a las obras de misericordia. Yendo cierto día a la iglesia, vio un pobre enfermo que estaba echado en el suelo, y le pedía limosna; y san Gil, desnudándose la túnica cubrió con ella la desnudez del pobre, y en vistiéndose la, le dio juntamente la salud. Muertos sus padres, repartió a los pobres su crecido patrimonio; y no parece sino que Dios quiso pagárselo con el don de milagros, porque obró tantos, que divulgándose . en Grecia la fama de su santidad, se embarcó a donde no fuese conocido ni estimado. Mas seguía le la gracia de los prodigios, y así en el mar sosegó con su oración una gran borrasca. Llegado a Arles, donde era obispo san Cesáreo, estuvo dos años con él en santa compañía, y habiendo pasado después el Ródano, obró muchos milagros en las regiones vecinas. Honrábanle por tantos prodigios las gentes del país; y él por huir de la alabanza de los hombres, entróse por la parte en que el Ródano va a morir en el mar, y halló una grande espesura, y en ella una cueva muy solitaria, y no lejos de aquel lugar una fuente de agua clara y abundante. Allí puso el santo su asiento; y todos los días venía a san Gil una cierva como enviada de la mano de Dios, para que con su leche se sustentase. Habiendo salido una vez el rey de Francia a caza hacia aquella parte, la cierva acosada por los perros, con gran ligereza vino a guarecerse en la cueva del santo anacoreta, y por la oración del santo, se volvieron los perros • atrás para sus amos: y como otro día viniese el rey con más cazadores, y no osasen los perros llegarse a aquella gruta, un ballestero tiró desatinadamente una saeta que hirió al santo. Rompiendo luego por las malezas el rey con su gente, halló a san Gil en hábito de monje, de muy venerable aspecto, puesto en oración, sin moverse ni turbarse, corriendo sangre de la herida, y la cierva rendida a sus pies. Admiró se en gran manera el rey de lo que estaba viendo, y pidiendo perdón al santo, mandó que le curasen luego la hedida: pero resistió lo él, diciendo que no consentiría jamás que le quitasen aquella ocasión de nuevos merecimientos. Con esto quedó tan edificado el rey que le construyó allí un monasterio, en el cual vivió san Gil algunos años, ordenado ya de sacerdote, con muchos discípulos que se le juntaron, a quienes gobernó con prudencia del cielo, hasta que llegando el día de su muerte, les echó su paternal bendición, y fué a gozar de Dios, a quien tan santamente había servido.

Reflexión: Preguntarás por ventura ¿en qué se ocupaban los discípulos del santo abad Gil y tantos otros monjes de los antiguos monasterios? En la contemplación de las cosas celestiales, en el canto de los salmos, en trabajos manuales, en el cultivo de las tierras, en abrir caminos por los desiertos, y formar poco a poco centros de poblaciones en medio de las soledades; en evangelizar a pueblos rudos o bárbaros, y en socorrerles como ángeles de los pobres. Siempre verás alrededor de un antiguo monasterio, algunas poblaciones que se formaron debajo de la protección y jurisdicción paternal de los monjes. Ahora están bajo el yugo del Estado o de amos a las veces harto codiciosos y egoístas.


Oración: Rogárnoste, Señor, que la intercesión del bienaventurado abad san Gil nos recomiende en tu divino acatamiento, para alcanzar por su patrocinio lo eme no podemos impetrar por nuestros méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.