D. Pedro Gómez Barroso,
elegido obispo de Cartagena en 1326 y más tarde hecho Cardenal, fue antes
teniente del santuario, y no dejó este oficio hasta su muerte en 1342, pues,
aunque no pudo permanecer allí, tuvo un procurador o suplente.
Ya desde principios del siglo
XIV el santuario fue adquiriendo y labrando tierras. Alfonso XI lo conocía muy
bien desde su juventud: En su libro de montería describe los montes de
Trujillo, y de los que Guadalupe dice: «son buenos montes de osos en verano».
El rey, junto con su afición a la caza, adquirió gran devoción a la Virgen de
Guadalupe, como él mismo lo afirma en cartas posteriores, y mandó en 1330
ampliar la iglesia, ya ruinosa, para que pudieran caber en ella «las gentes que
vienen en romería».
Tuvo lugar entonces la
llegada de los marroquíes benimerines, que derrotaron a la escuadra castellana
y ocuparon Gibraltar, amenazando invadir los reinos cristianos. Alfonso XI,
ayudado por los portugueses, les presentó batalla en el río Salado (provincia
de Cádiz). Acongojado, viendo que sólo disponía de 14.000 hombres a caballo con
25.000 peones, y que el enemigo era hasta diez veces superior según algunos
historiadores, «pensó ser vencido». Entonces, aunque su vida privada dejaba
mucho que desear, se encomendó a la Virgen de Guadalupe, a la cual atribuyó
después la gran victoria con enorme botín y mortandad hecha al enemigo, sin
apenas bajas propias, el 29 de octubre de 1340.
Cumpliendo su promesa hizo
importantes donaciones al santuario y consiguió se constituyese en priorato de
patronato real. Fue regido por priores seculares desde 1341 hasta 1389 en que,
renunciando al patronato real, se convertía la iglesia en monasterio y se
apremiaba a la orden de S. Jerónimo, para que lo aceptase, a pesar de su
resistencia. Estos monjes, fondados poco antes, tenían la casa madre en Lupiana
(Guadalajara) y eran muy estimados por su virtud, por ello también Felipe II
les encomendó su monasterio del Escorial.
Devoción
universal a la Virgen de Guadalupe
Especialmente Isabel la
Católica, siguiendo la tradición de sus antepasados, gustaba ir a Guadalupe —lo
llamaba su paraíso—. A los 13 años fue la primera vez, y no menos de 20 en sus
28 años de Reina.
Los monjes la ayudaron
cuantiosamente a la guerra de Granada. En Guadalupe firmaron los Reyes
Católicos la sobrecarta definitiva para que se le diesen facilidades a Colón en
su proyectado viaje. Allí quiso también Dña. Isabel que se guardase su testamento
(a pesar de lo cual se llevó y sigue en el Archivo de Simancas).
A la vuelta del primer viaje,
habiendo naufragado la «Santa María», y perdido de vista a la «Pinta», la
tercera carabela, la «Niña», estaba a punto de perecer en el océano enfurecido
el 14 de febrero de 1493. Cristóbal Colón ofreció a la Virgen de Guadalupe un
cirio de cinco libras de cera, que lo llevaría el que le tocase en suerte. Cada
uno hizo voto de cumplir la promesa si le tocaba, y le tocó al propio Colón,
que fue descalzo y en traje penitente al santuario. En el segundo viaje, a la
primera isla grande que encontró la llamó Guadalupe, y hasta hoy su patrona es
la Virgen de Guadalupe, aunque en 1635 cayó en poder de Francia (tiene 1.780
kms.2 y unos 300.000 habitantes). Después de este segundo viaje volvió al monasterio
de Guadalupe en 1496, y allí se bautizaron dos indios que trajo: son los
primeros convertidos que se conocen.
El aparejar las tres primeras
carabelas costó 1.140.000 maravedises, que no se obtuvieron vendiendo las joyas
de la reina, sino prestados por el valenciano Luis de Santángelo, tesorero de
D. Fernando, pero que le fueron pagados el 5 de mayo de 1492 por el obispo de
Badajoz. Después también sería Extremadura la que diese la mayoría de los
grandes conquistadores de América y de sus colonos. De los 8 grandes
conquistadores, 7 fueron extremeños: Hernán Cortés (Medellín, Badajoz),
Francisco Pizarra (Trujillo, Cáceres), Núñez de Balboa (Jerez de los
Caballeros, Badajoz). Pedro de Alvarado (Badajoz). Hernando de Soto (Jerez de
los Caballeros), Sebastián de Belalcázar (entonces perteneciente a Extremadura,
hoy Córdoba). Pedro de Valdivia (Campanario, Badajoz). González de Quesada
(Córdoba, único no extremeño). En las figuras de segunda línea, aunque hay ya
castellanos, vascos, andaluces; son extremeños: Gonzalo y Hernando Pizarra,
Francisco Alvarado, Diego García de Paredes, Francisco de Orellana, Nuflo de
Chaves, Nicolás de Ovando, primer colonizador de América, en cuya expedición
embarcaron ya 1.200 extremeños. Esto puede explicar que la Virgen de
Extremadura sea la de América. (aragoneses apenas fueron a América, no tanto
por estarles vedado, cuanto por ser el Mediterráneo la zona de su influencia y
expansión). Sobre todo, es que esta advocación extremeña de la Virgen era la
más popular en los reinos de Castilla, la nacional, por decirlo así.
Pero el santuario de
Guadalupe tuvo además una, hoy desconocida, proyección universal. Se puede
decir, sin exageración, que del siglo XIV al XVIII, Guadalupe fue lo que en
nuestros días es Lourdes. El mismo Fernando el Católico estuvo más ligado con
Guadalupe que con el Pilar. Salía del monasterio en enero de 1470, cuando le
alcanzaron los emisarios de Aragón, notificándole que ya era rey por muerte de
su padre Juan II. Y al monasterio iba en enero de 1516, cuando le alcanzó la
muerte en Madrigalejo (Cáceres), en una casa de los Jerónimos, filial de
Guadalupe. (Por aquella época la Virgen más venerada en el reino de Aragón, era
Montserrat, que difundieron por sus posesiones, y en Roma aún subsiste como
iglesia de los españoles la de Montserrat, que fue templo nacional de Aragón).
Portugal rivalizó con
Castilla en la devoción y donaciones a Guadalupe, e imágenes suyas se veneran
todavía en Evora, Braga, Vila do Bispo, Zamora Correia, y hasta en Goa y Cochín
(India).
En otros muchos lugares,
hasta en Polonia, se veneran imágenes bajo la advocación de Guadalupe, lo que
prueba lo dilatado de su devoción. Y eso que no permitían los monjes copiarla,
y se oponían a que se le diese culto fuera de su santuario, para no mermar la
devoción a éste, y evitar que aprovechándose del nombre obtuvieran limosnas con
perjuicio de las destinadas a sostener el notable culto y beneficencia del
monasterio, cuyos «demandadores», personas de reconocida honradez, recorrían
España y América recogiendo limosnas.
Estaba además ordenado en
Castilla a partir del siglo XV, y del siglo XVI en América, una manda forzosa
en todos los testamentos de cierta cuantía, en favor del santuario de
Guadalupe, privilegio que compartía con Santiago de Compostela y Roma, y duró
hasta el siglo XVIII.
Fue igualmente notable la
devoción de los vascos al santuario de Guadalupe, y en sus códices se recogen
más de cincuenta milagros a ellos, sólo en el siglo XV. La mayoría hechos a
hombres de la mar de Zumaya, Lequeitio, Deva, Bermeo, Fuenterrabía. Oyarzum,
Rentería, Orduña... Ya en el siglo XIV un famoso poeta alavés, el canciller
Pedro López de Ayala, la invocaba desde su prisión en Portugal: «Señora, por
cuanto supe tus acorros [socorros] en ti espero; e a tu casa en Guadalupe
prometo de ser romero». Por algo sería que cuando a fines del siglo XV dos
chicos pastores del monte Jaizquíbel (Fuenterrabía) encuentran una imagen de la
Virgen más o menos milagrosamente (dice la tradición que la imagen despedía una
luz que les atrajo), le ponen por nombre Guadalupe. Y fuerte de Guadalupe se
llama hoy también el que allí, socavado en la montaña, defiende la frontera y
la entrada del puerto.
En Madrid consiguieron los
jerónimos de S. Jerónimo el Real, en 1603, después de muchas dificultades, una
copia de la imagen de Guadalupe. Ante ella se celebró el comienzo del reinado
de todos los reyes desde Felipe III hasta Alfonso XIII. (También allí tuvo
lugar la solemnidad religiosa del comienzo del reinado de Juan Carlos I, pero
ahora la imagen está en otro altar lateral).
Algunos testigos
excepcionales dan fe de Guadalupe como «el Lourdes medieval». Sharchek,
cronista alemán de Bohemia, escribía en 1467: «Es fama que en ningún rincón de
la Cristiandad suele haber tan gran concursó de gente por devoción y piedad,
como aquí». El embajador italiano Andrés Navagiero en 1526: «Este sitio está
cerca de la frontera de Portugal, y vienen de este reino y de toda España gran
número de gentes movidas por su devoción a esta Virgen». Pablo III, en un breve
de 1535 concediendo un jubileo, afirma: «A Guadalupe acuden grandes concursos
de gentes de todas partes del mundo». El historiador fray. José de Sigüenza
aseguraba en 1600: «Concurren gentes de toda España; de varios pueblos de
Portugal y de otros reinos y señoríos más distantes. Es el conjunto de los más
numerosos que se juntan en Europa por título de devoción. En los ocho días del
octavario concurren en este templo de veinticuatro a veintiséis mil personas».
Y así podríamos seguir
destacando la gran devoción a Nuestra Señora de Guadalupe que le profesa México
entero. Pues no hay ciudad o pueblo donde se le dedique un santuario o una
capilla o un oratorio a su nombre. Finalmente, se le ha dado el titulo de REINA
DE MEXICO Y EMPERATRIS DE AMERICA.
Con este ultimo articulo
terminamos con los escritos sobre Nuestra Señora de Guadalupe. Admito que fue
pobre nuestra aportación, pero hecha con todo nuestro corazón que Nuestra
Señora de Guadalupe los bendiga estimados lectores.
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