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miércoles, 1 de marzo de 2023

Desarrollo de la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe y del santuario


 Por testamentos de 1327 y 1329 consta que ya existía una iglesia y hospital —éste sería para los peregrinos, lo cual indica que no serían pocos-; —. Probablemente el sacerdote que la regentase dependería del cercano curato de Alía, diócesis de Toledo.

D. Pedro Gómez Barroso, elegido obispo de Cartagena en 1326 y más tarde hecho Cardenal, fue antes teniente del santuario, y no dejó este oficio hasta su muerte en 1342, pues, aunque no pudo permanecer allí, tuvo un procurador o suplente.

Ya desde principios del siglo XIV el santuario fue adquiriendo y labrando tierras. Alfonso XI lo conocía muy bien desde su juventud: En su libro de montería describe los montes de Trujillo, y de los que Guadalupe dice: «son buenos montes de osos en verano». El rey, junto con su afición a la caza, adquirió gran devoción a la Virgen de Guadalupe, como él mismo lo afirma en cartas posteriores, y mandó en 1330 ampliar la iglesia, ya ruinosa, para que pudieran caber en ella «las gentes que vienen en romería».

Tuvo lugar entonces la llegada de los marroquíes benimerines, que derrotaron a la escuadra castellana y ocuparon Gibraltar, amenazando invadir los reinos cristianos. Alfonso XI, ayudado por los portugueses, les presentó batalla en el río Salado (provincia de Cádiz). Acongojado, viendo que sólo disponía de 14.000 hombres a caballo con 25.000 peones, y que el enemigo era hasta diez veces superior según algunos historiadores, «pensó ser vencido». Entonces, aunque su vida privada dejaba mucho que desear, se encomendó a la Virgen de Guadalupe, a la cual atribuyó después la gran victoria con enorme botín y mortandad hecha al enemigo, sin apenas bajas propias, el 29 de octubre de 1340.

Cumpliendo su promesa hizo importantes donaciones al santuario y consiguió se constituyese en priorato de patronato real. Fue regido por priores seculares desde 1341 hasta 1389 en que, renunciando al patronato real, se convertía la iglesia en monasterio y se apremiaba a la orden de S. Jerónimo, para que lo aceptase, a pesar de su resistencia. Estos monjes, fondados poco antes, tenían la casa madre en Lupiana (Guadalajara) y eran muy estimados por su virtud, por ello también Felipe II les encomendó su monasterio del Escorial.

Devoción universal a la Virgen de Guadalupe

Especialmente Isabel la Católica, siguiendo la tradición de sus antepasados, gustaba ir a Guadalupe —lo llamaba su paraíso—. A los 13 años fue la primera vez, y no menos de 20 en sus 28 años de Reina.

Los monjes la ayudaron cuantiosamente a la guerra de Granada. En Guadalupe firmaron los Reyes Católicos la sobrecarta definitiva para que se le diesen facilidades a Colón en su proyectado viaje. Allí quiso también Dña. Isabel que se guardase su testamento (a pesar de lo cual se llevó y sigue en el Archivo de Simancas).

A la vuelta del primer viaje, habiendo naufragado la «Santa María», y perdido de vista a la «Pinta», la tercera carabela, la «Niña», estaba a punto de perecer en el océano enfurecido el 14 de febrero de 1493. Cristóbal Colón ofreció a la Virgen de Guadalupe un cirio de cinco libras de cera, que lo llevaría el que le tocase en suerte. Cada uno hizo voto de cumplir la promesa si le tocaba, y le tocó al propio Colón, que fue descalzo y en traje penitente al santuario. En el segundo viaje, a la primera isla grande que encontró la llamó Guadalupe, y hasta hoy su patrona es la Virgen de Guadalupe, aunque en 1635 cayó en poder de Francia (tiene 1.780 kms.2 y unos 300.000 habitantes). Después de este segundo viaje volvió al monasterio de Guadalupe en 1496, y allí se bautizaron dos indios que trajo: son los primeros convertidos que se conocen.

El aparejar las tres primeras carabelas costó 1.140.000 maravedises, que no se obtuvieron vendiendo las joyas de la reina, sino prestados por el valenciano Luis de Santángelo, tesorero de D. Fernando, pero que le fueron pagados el 5 de mayo de 1492 por el obispo de Badajoz. Después también sería Extremadura la que diese la mayoría de los grandes conquistadores de América y de sus colonos. De los 8 grandes conquistadores, 7 fueron extremeños: Hernán Cortés (Medellín, Badajoz), Francisco Pizarra (Trujillo, Cáceres), Núñez de Balboa (Jerez de los Caballeros, Badajoz). Pedro de Alvarado (Badajoz). Hernando de Soto (Jerez de los Caballeros), Sebastián de Belalcázar (entonces perteneciente a Extremadura, hoy Córdoba). Pedro de Valdivia (Campanario, Badajoz). González de Quesada (Córdoba, único no extremeño). En las figuras de segunda línea, aunque hay ya castellanos, vascos, andaluces; son extremeños: Gonzalo y Hernando Pizarra, Francisco Alvarado, Diego García de Paredes, Francisco de Orellana, Nuflo de Chaves, Nicolás de Ovando, primer colonizador de América, en cuya expedición embarcaron ya 1.200 extremeños. Esto puede explicar que la Virgen de Extremadura sea la de América. (aragoneses apenas fueron a América, no tanto por estarles vedado, cuanto por ser el Mediterráneo la zona de su influencia y expansión). Sobre todo, es que esta advocación extremeña de la Virgen era la más popular en los reinos de Castilla, la nacional, por decirlo así.

Pero el santuario de Guadalupe tuvo además una, hoy desconocida, proyección universal. Se puede decir, sin exageración, que del siglo XIV al XVIII, Guadalupe fue lo que en nuestros días es Lourdes. El mismo Fernando el Católico estuvo más ligado con Guadalupe que con el Pilar. Salía del monasterio en enero de 1470, cuando le alcanzaron los emisarios de Aragón, notificándole que ya era rey por muerte de su padre Juan II. Y al monasterio iba en enero de 1516, cuando le alcanzó la muerte en Madrigalejo (Cáceres), en una casa de los Jerónimos, filial de Guadalupe. (Por aquella época la Virgen más venerada en el reino de Aragón, era Montserrat, que difundieron por sus posesiones, y en Roma aún subsiste como iglesia de los españoles la de Montserrat, que fue templo nacional de Aragón).

Portugal rivalizó con Castilla en la devoción y donaciones a Guadalupe, e imágenes suyas se veneran todavía en Evora, Braga, Vila do Bispo, Zamora Correia, y hasta en Goa y Cochín (India).

En otros muchos lugares, hasta en Polonia, se veneran imágenes bajo la advocación de Guadalupe, lo que prueba lo dilatado de su devoción. Y eso que no permitían los monjes copiarla, y se oponían a que se le diese culto fuera de su santuario, para no mermar la devoción a éste, y evitar que aprovechándose del nombre obtuvieran limosnas con perjuicio de las destinadas a sostener el notable culto y beneficencia del monasterio, cuyos «demandadores», personas de reconocida honradez, recorrían España y América recogiendo limosnas.

Estaba además ordenado en Castilla a partir del siglo XV, y del siglo XVI en América, una manda forzosa en todos los testamentos de cierta cuantía, en favor del santuario de Guadalupe, privilegio que compartía con Santiago de Compostela y Roma, y duró hasta el siglo XVIII.

Fue igualmente notable la devoción de los vascos al santuario de Guadalupe, y en sus códices se recogen más de cincuenta milagros a ellos, sólo en el siglo XV. La mayoría hechos a hombres de la mar de Zumaya, Lequeitio, Deva, Bermeo, Fuenterrabía. Oyarzum, Rentería, Orduña... Ya en el siglo XIV un famoso poeta alavés, el canciller Pedro López de Ayala, la invocaba desde su prisión en Portugal: «Señora, por cuanto supe tus acorros [socorros] en ti espero; e a tu casa en Guadalupe prometo de ser romero». Por algo sería que cuando a fines del siglo XV dos chicos pastores del monte Jaizquíbel (Fuenterrabía) encuentran una imagen de la Virgen más o menos milagrosamente (dice la tradición que la imagen despedía una luz que les atrajo), le ponen por nombre Guadalupe. Y fuerte de Guadalupe se llama hoy también el que allí, socavado en la montaña, defiende la frontera y la entrada del puerto.

En Madrid consiguieron los jerónimos de S. Jerónimo el Real, en 1603, después de muchas dificultades, una copia de la imagen de Guadalupe. Ante ella se celebró el comienzo del reinado de todos los reyes desde Felipe III hasta Alfonso XIII. (También allí tuvo lugar la solemnidad religiosa del comienzo del reinado de Juan Carlos I, pero ahora la imagen está en otro altar lateral).

Algunos testigos excepcionales dan fe de Guadalupe como «el Lourdes medieval». Sharchek, cronista alemán de Bohemia, escribía en 1467: «Es fama que en ningún rincón de la Cristiandad suele haber tan gran concursó de gente por devoción y piedad, como aquí». El embajador italiano Andrés Navagiero en 1526: «Este sitio está cerca de la frontera de Portugal, y vienen de este reino y de toda España gran número de gentes movidas por su devoción a esta Virgen». Pablo III, en un breve de 1535 concediendo un jubileo, afirma: «A Guadalupe acuden grandes concursos de gentes de todas partes del mundo». El historiador fray. José de Sigüenza aseguraba en 1600: «Concurren gentes de toda España; de varios pueblos de Portugal y de otros reinos y señoríos más distantes. Es el conjunto de los más numerosos que se juntan en Europa por título de devoción. En los ocho días del octavario concurren en este templo de veinticuatro a veintiséis mil personas».

Y así podríamos seguir destacando la gran devoción a Nuestra Señora de Guadalupe que le profesa México entero. Pues no hay ciudad o pueblo donde se le dedique un santuario o una capilla o un oratorio a su nombre. Finalmente, se le ha dado el titulo de REINA DE MEXICO Y EMPERATRIS DE AMERICA.  

Con este ultimo articulo terminamos con los escritos sobre Nuestra Señora de Guadalupe. Admito que fue pobre nuestra aportación, pero hecha con todo nuestro corazón que Nuestra Señora de Guadalupe los bendiga estimados lectores.

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