DESOBEDIENCIA
APARENTE,
PERO OBEDIENCIA
REAL...”
Querido Padre, hoy tenéis la alegría de
celebrar la Santa Misa en medio de los vuestros, rodeado de vuestra familia, de
vuestros amigos, y con gran satisfacción nos hallamos hoy cerca vuestro para
deciros también toda nuestra alegría y todos nuestros augurios para vuestro
apostolado futuro, por el bien que haréis a las almas.
Rezamos en este día especialmente a San Pío X,
nuestro santo patrono, cuya fiesta celebramos hoy y que estuvo presente en
todos vuestros estudios y en toda vuestra formación. Le pediremos que os dé un
corazón de apóstol, un corazón de santo sacerdote como el suyo. Y puesto que
estamos aquí, muy cerca de la ciudad de San Hilario y de Santa Radegunda y del
gran cardenal Pie, ¡pues bien!, pediremos a todos estos protectores de la
ciudad de Poitiers que vengan en vuestro auxilio para que sigáis su ejemplo, y para
que conservéis, como ellos lo hicieron en tiempos difíciles, la Fe católica.
Habríais podido ambicionar una vida feliz,
quizás fácil y cómoda en el mundo, puesto que habíais preparado ya estudios de
medicina. Habríais podido, por consiguiente, desear otro camino que el que
habéis escogido. Pero no, habéis tenido la valentía, incluso en nuestra época,
de venir a pedir la formación sacerdotal en Ecóne. Y, ¿por qué en Ecóne? Porque
allí habéis encontrado la Tradición, porque allí habéis encontrado lo que
correspondía a vuestra Fe. Esto fue para vos un acto de valentía que os honra.
Y es por eso que quisiera responder, con
algunas palabras, a las acusaciones que se han hecho estos últimos días en los
diarios locales a raíz de la publicación de la carta de monseñor Rozier, obispo
de Poitiers. ¡Oh!, no para polemizar. Tengo buen cuidado de evitarlo, no tengo
por costumbre el contestar a esas cartas y prefiero guardar silencio. Sin
embargo, me parece que está bien el que os justifique porque en esa carta
estáis implicados igual que yo. ¿Por qué ocurre esto? No a causa de nuestras
personas, sino por la elección que hemos hecho. Somos incriminados porque hemos
elegido la supuesta vía de
la desobediencia. Pero se trataría de que nos entendamos precisamente
sobre lo que es la vía de la desobediencia. Pienso que podemos en verdad decir que,
si hemos elegido la vía de la desobediencia aparente, hemos elegido la vía de
la obediencia real.
Entonces, pienso que aquéllos que nos acusan
han elegido quizás la vía de la obediencia aparente, pero de la desobediencia
real. Porque los que siguen la nueva vía, los que siguen las
novedades, los que se adhieren a unos principios nuevos, contrarios a los que
nos fueran enseñados en nuestro catecismo, contrarios a los que nos fueran
enseñados por la Tradición, por todos los Papas y por todos los Concilios, esos
tales han elegido la vía de la desobediencia real.
Porque no se puede decir que se obedece hoy a
la autoridad desobedeciendo a toda la Tradición. La señal de nuestra obediencia
es precisamente seguir la Tradición, ésa es la señal de nuestra obediencia: “Jesús Christus herí, hodie et in saecula”. Jesucristo ayer, hoy y por
todos los siglos.
No se puede separar a Nuestro Señor
Jesucristo. No se puede decir que se obedece a Jesucristo de hoy y que no se
obedece a Jesucristo de ayer, porque entonces no se obedece a Jesucristo de
mañana. Esto es muy importante. Por ello no podemos decir: nosotros
desobedecemos al Papa de hoy y por ello mismo desobedecemos también a los de
ayer. Nosotros obedecemos a los de ayer, por consiguiente, obedecemos al de hoy
y por consiguiente obedecemos a los de mañana. Porque no es posible que los
Papas no enseñen la misma cosa, no es posible que los Papas se desdigan, que
los Papas se contradigan.
Y es
por ello que estamos persuadidos de que, siendo fieles a todos los Papas de
ayer, a todos los Concilios de ayer, somos fieles al Papa de hoy, al Concilio
de hoy y al Concilio de mañana y al Papa de mañana. Una vez más: “Jesús
Christus herí, hodie et in saecula”. Jesucristo ayer, hoy y por todos los
siglos.
Y si
hoy, por un misterio de la Providencia, un misterio que para nosotros es
insondable, incomprensible, estamos en una aparente desobediencia, realmente no
estamos en la desobediencia, estamos en la obediencia.
¿Por qué estamos en la obediencia? Porque creemos en nuestro Catecismo, porque tenemos siempre el mismo
Credo, el mismo Decálogo, la misma Misa, los mismos Sacramentos, la misma
oración: el Padre Nuestro de ayer, de hoy y de mañana. He ahí por
qué estamos en la obediencia y no en la desobediencia.
Por el contrario, si estudiamos lo que sé
enseña hoy en la nueva religión, advertimos que ellos ya no tienen
la misma Fe, el mismo Credo, el mismo Decálogo, la misma Misa, los mismos
Sacramentos, ya no tienen el mismo Padre Nuestro. Basta abrir los
catecismos de hoy para darse cuenta de ello, basta leer los discursos que se
pronuncian en nuestra época para darnos cuenta de que aquéllos que nos acusan
de estar en la desobediencia son ellos quienes no siguen a los Papas, son ellos
los que ya no siguen a los Concilios, son ellos quienes están en la desobediencia.
Porque no se tiene el derecho a cambiar nuestro Credo, a decir que hoy los
Ángeles no existen, a cambiar la noción del pecado original, a afirmar que la
Virgen ya no es más la siempre virgen, y así con lo demás.
No hay derecho a reemplazar el Decálogo por
los Derechos del hombre; ahora bien, hoy ya no se habla sino de los Derechos
del hombre y no se le habla de sus deberes que constituyen el Decálogo. ¡Aún no
hemos visto que en nuestros catecismos debamos reemplazar el Decálogo por los
Derechos del hombre!... Y esto es muy grave. Se ataca a los Mandamientos de
Dios, ya no se defiende a todas las leyes que conciernen a la familia y así con
lo demás.
La Santísima Misa, por ejemplo, que es el
resumen de nuestra Fe, que es precisamente nuestro catecismo viviente, la
Santísima Misa está desnaturalizada, se ha vuelto equívoca, ambigua. Los
protestantes pueden decirla, los católicos pueden decirla.
A este propósito, nunca he dicho y nunca he
seguido a quienes han dicho que todas las Misas nuevas son Misas inválidas. No
he dicho nunca cosa semejante, pero creo que, en efecto, es muy
peligroso habituarse a seguir la Misa nueva porque ya no representa nuestro
catecismo de siempre, porque hay nociones que se han vuelto protestantes y que
han sido introducidas en la nueva Misa.
sobre las almas por el Bautismo, por la
Eucaristía, por el Sacramento de la Penitencia. ¡Oh! la hermosura, la grandeza
del sacerdocio, ¡una grandeza de la cual no somos dignos! de la cual ningún
hombre es digno. Nuestro Señor Jesucristo ha querido hacer esto. ¡Qué grandeza!
¡Qué sublimidad!
Y esto es lo que han comprendido nuestros
jóvenes sacerdotes. Estad seguros de que ellos lo han comprendido. Han amado la
Santa Misa durante todo su seminario. Han penetrado su misterio. No penetrarán
nunca su misterio de una manera perfecta incluso si Dios nos concediera una
larga vida aquí abajo. Pero aman su Misa y pienso que han comprendido y que
comprenderán siempre mejor que la Misa es el sol de su vida, la razón de ser de
su vida sacerdotal para dar Nuestro Señor Jesucristo a las almas y no simplemente para partir un
pan de la amistad en el cual ya no se encuentra Nuestro Señor Jesucristo.
Y, por consiguiente, la
gracia ya no existe en unas -Misas que serían puramente una Eucaristía,
puramente significación, y símbolo de una especie de caridad humana entre
nosotros.
He ahí por qué estamos aferrados a la Santa
Misa. Y la Santa Misa es la expresión del Decálogo. ¿Qué es el Decálogo sino el
amor de Dios y el amor del prójimo? ¿Qué realiza mejor el amor de Dios y el
amor del prójimo sino el Santo Sacrificio de la Misa? Dios recibe toda gloria
por Nuestro Señor Jesucristo y por su Sacrificio. No puede haber acto de
caridad más grande hacia Dios que celebrar el santo sacrificio de la Misa
instituida por Él. Y también un acto de caridad asía hombres que el Sacrificio
de Nuestro Señor. Él mismo, Nuestro Señor Jesucristo, lo dice: ¿hay un acto más
grande de caridad que dar su vida por aquéllos a quienes se ama? Por
consiguiente, se realiza en el Sacrificio de la Misa el Decálogo: el acto más
grande de amor que Dios pueda tener de parte de un hombre y el acto más grande
de amor que podamos tener de parte de Dios para con nosotros. He ahí lo que es
el Decálogo: es nuestro catecismo viviente. El Santo Sacrificio de la Misa está
allí continuando el Sacrificio de la Cruz. Los Sacramentos no son sino la
irradiación del Sacramento de la Eucaristía. Todos los Sacramentos, son, en
cierta manera, como satélites del Sacramento de la Eucaristía. Desde el
Bautismo hasta la Extremaunción, pasando por todos los demás sacramentos, no
son sino la irradiación de la Eucaristía, porque toda gracia viene de
Jesucristo que está presente en la Sagrada Eucaristía.
Ahora bien, el sacramento y el sacrificio
están íntimamente unidos en la Misa. No se puede separar el sacrificio del
sacramento. El Catecismo del Concilio de Trento explica esto magníficamente.
Hay dos grandes realidades en el Sacrificio de la Misa: el sacrificio y el
sacramento, el sacramento dependiente del sacrificio, fruto del sacrificio.
Esto es toda nuestra santa religión y por ello
estamos aferrados a la Santa Misa. Comprenderéis ahora mejor quizás de lo que
lo comprendisteis hasta hoy por qué defendemos esta Misa, la realidad del
Sacrificio de la Misa. Ella es la vida de la Iglesia y la razón de ser de la
Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo. Y la razón de ser de nuestra
existencia es unirnos a Nuestro Señor Jesucristo en el Sacrificio de la Misa.
Entonces, si se quiere desnaturalizar nuestra Misa, arrancarnos en cierto modo
nuestro Sacrificio de la Misa, ¡comenzamos a gritar! Estamos siendo desgarrados
y no queremos que se nos separe del Santo Sacrificio de la Misa.
He aquí por qué mantenemos firmemente nuestro
Sacrificio de la Misa. Y estamos persuadidos de que nuestro Santo Padre el Papa
no lo ha prohibido y no podrá nunca prohibir que se celebre el Santo Sacrificio
de la Misa de siempre. Por otra parte, el Papa San Pío V dijo de manera solemne
y definitiva, que suceda lo que suceda en el futuro no se podría nunca impedir
a un sacerdote la celebración de este Sacrificio de la Misa y que todas las
excomuniones, todas las suspensiones, todas las penas que podrían sobrevenir a
un sacerdote por el hecho de celebrar este Santo Sacrificio serían nulas de
pleno derecho. Para el porvenir: “in futuro in perpetuum”.
Por consiguiente, tenemos la conciencia
tranquila, pase lo que pase. Si podemos estar con la apariencia de la
desobediencia, estamos en la realidad en la obediencia. He aquí nuestra
situación. ¿Y conviene que la digamos, que la expliquemos, porque somos
nosotros los que continuamos la Iglesia? Los que desnaturalizan el
Sacrificio de la Misa, los Sacramentos, nuestras oraciones, los que ponen los
Derechos del hombre en lugar del Decálogo, que transforman nuestro Credo, son
ellos quienes están en la realidad dé la desobediencia. Ahora bien,
esto es lo que se hace por los nuevos catecismos de hoy. Es por eso que sentimos
una pena profunda de no estar en perfecta comunión con los autores de estas
reformas... ¡y lo lamentamos infinitamente! Quisiera ir de inmediato a ver a
monseñor Rozier para decirle que estoy en perfecta comunión con él. Pero me es
imposible, si monseñor Rozier condena esta Misa que celebramos, poder estar en
comunión con él no es posible, pues esta Misa es la de la Iglesia. Y los que
rechazan esta Misa ya no están en comunión con la Iglesia de siempre.
CONTINUARA...
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