44a Rosa
Antes de
empezar la decena, deteneos un momento, más o menos prolongado, según el tiempo
de que dispongáis, para considerar el misterio que celebréis en la decena, y
pedid siempre, por ese misterio y por la intercesión de la Santísima Virgen,
una de las virtudes que más sobresalgan en el misterio o aquélla de que os
encontréis más necesitados.
Tened
cuidado, sobre todo, con las dos faltas que ordinariamente cometen todos los
que rezan el Santo Rosario.
La
primera es no formar intención alguna al rezar el Rosario, de manera que si les
preguntáis por qué lo rezan, no sabrían responderos. Por eso debéis tener
siempre presente al rezar el
Rosario
alguna gracia que pedir, alguna virtud que deseáis practicar o algún pecado de
que queréis veros libres.
La
segunda falta que comúnmente se comete al rezar el Rosario es no tener otra
intención, después de empezado, si no es la de acabarlo pronto. Esto proviene
de considerar el Rosario como algo oneroso, que pesa mucho cuando no se ha
rezado, sobre todo si se ha hecho ya de ello, así como un deber de conciencia o
cuando se nos ha impuesto por penitencia o como a nuestro pesar.
127) Da
compasión el ver cómo reza el Rosario la mayor parte de las gentes; lo dicen
con precipitación vertiginosa y aun omiten parte de las palabras. No osarían
cumplimentar de tal modo al último de los hombres, y no obstante se llega a
creer que Jesús y María estarán con ello muy honrados...
Después
de esto, ¿cabe asombrarse si las más santas oraciones de la Religión Cristiana
quedan casi sin fruto alguno; y si después de rezar mil y diez mil Rosarios no
es uno más santo?
Detén,
querido cofrade del Rosario, tu precipitación natural al rezarlo y haz algunas
pausas en medio del padrenuestro y del avemaría, y una pausa más breve después
de las palabras del padrenuestro y del avemaría que señalo aquí con una cruz.
Padre
Nuestro, que estás en el cielo + santificado sea tu nombre + venga a nosotros
tu reino + hágase tu voluntad + en la tierra como en el cielo +. Danos hoy +
nuestro pan de cada día + perdona nuestras deudas+ como también nosotros perdonamos
a nuestros deudores+ no nos dejes caer en la tentación + y líbranos del mal.
Amén +.
Dios te
salve, María, llena eres de gracia + el Señor es contigo + bendita tú eres
entre todas las mujeres + y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús +.
Santa
María, Madre de Dios + ruega por nosotros, pecadores, ahora + y en la hora de
nuestra muerte. Amén +.
Te
costará trabajo al principio hacer estas paradas por la mala costumbre
contraída de rezar precipitadamente, pero un decenario dicho con pausa te será
más meritorio que miles de
Rosarios
sin detención, sin reflexionar.
128) El
Beato Alano de la Roche y otros autores, entre ellos Belarmino, cuentan que un
buen sacerdote aconsejó a tres hermanas, penitentes suyas, que rezasen diaria y
devotamente el Rosario, durante un año, sin faltar ningún día, para tejer un
hermoso vestido de gloria a la Santísima Virgen; y que éste era un secreto que
el cielo le había comunicado. Las tres hermanas
lo
hicieron así durante un año, y el día de la Purificación, al atardecer, cuando
ya estaban retiradas, entró en su habitación la Santísima Virgen, acompañada de
Santa Catalina y de Santa
Inés,
llevando la Santísima Virgen un vestido resplandeciente de luz, sobre el cual
se leía, escrito por todas partes con caracteres de oro: "Ave María gratia
plena." La Santísima Virgen aproximóse a la cama de la primogénita y le
dijo: "Yo te saludo, hija mía, que tan bien y tan frecuentemente me
saludaste. Vengo a agradecerte los hermosos vestidos que me hiciste."
Diéronle
también las gracias las dos santas vírgenes que la acompañaban y las tres desaparecieron.
Una hora
después, la Santísima Virgen volvió con sus dos compañeras a la misma
habitación, vestida con un traje verde, pero sin oro y sin luminosidad, se
acercó al lecho de la segunda
hermana
y le dio gracias por el traje que le había hecho rezando su Rosario; pero como
ella había visto a la Santísima Virgen aparecerse a su hermana mayor con mucha
mayor brillantez, pidióle la razón de ello. "Es -respondió María- que me
hizo mejor vestido, rezando el Rosario mejor que tú."
Una hora
más tarde, aproximadamente, aparecióse la Santísima Virgen por tercera vez a la
más joven de las hermanas, vestida con un harapo sucio y roto, diciéndole:
"¡Oh hija mía!, así me vestiste; yo te lo agradezco."
La
joven, cubierta de confusión, exclamó: "¡Oh Señora mía! Perdón os pido por
haberos vestido tan mal, dadme tiempo para haceros un hermoso traje rezando
bien el Rosario."
Desaparecida
la visión, contó la afligida joven a su confesor cuánto le había ocurrido, y
éste la animó a rezar durante un año el Rosario con más perfección que nunca,
cosa que ella hizo. Al
cabo del
año, el mismo día de la Purificación, la Santísima Virgen, también acompañada
de Santa Catalina y Santa Inés, que llevaban coronas, y vestida con hermosísimo
traje, se les
apareció
al atardecer y les dijo: "Estad seguras, hijas mías, del reino de los
cielos, donde entraréis mañana con gran alegría." A lo que respondieron
las tres: "Preparado está nuestro corazón, amadísima Señora, nuestro
corazón está preparado." La visión desapareció. Aquella misma noche se
sintieron enfermas, llamaron a su confesor, recibieron los últimos sacramentos y
dieron las gracias a su director por la santa práctica que les había enseñado.
Después de Completas se les apareció de nuevo la Santísima Virgen acompañada de
un gran número de vírgenes, e hizo vestirse con túnicas blancas a las tres
hermanas, que, luego de esto, fueron al cielo, mientras cantaban los ángeles:
"Venid, esposas de Jesucristo, recibid las coronas que os están preparadas
desde la eternidad."
Aprended
de esta historia varias verdades: 1) cuán importante es tener buenos directores
que inspiren santas prácticas de piedad y particularmente el Santo Rosario; 2)
cuán importante es rezar el Santo Rosario con atención y devoción; 3) cuán
benigna y misericordiosa es la Santísima Virgen con los que se arrepienten del
pasado y proponen enmendarse; 4) cuán liberal
es en
recompensar durante la vida, en la hora de la muerte y en la eternidad los
pequeños servicios que con fidelidad se le hacen.
45a Rosa
129) Añado que es preciso rezar el Santo Rosario con modestia; es decir, en cuanto se pueda, de rodillas, con las manos juntas y entre ellas el Rosario. No obstante, en caso de enfermedad puede rezarse en la cama; de viaje, puede rezarse caminando, y si por alguna enfermedad no se puede estar de rodillas, puede rezarse en pie o sentado. Puede también rezarse trabajando, cuando no es posible dejar el trabajo, para satisfacer los deberes de la profesión, porque el trabajo manual no siempre es contrario a la oración vocal.
Confieso
que nuestra alma, por su limitación, cuando está atenta al trabajo de las
manos, lo está menos a las operaciones del espíritu, tales como la oración;
pero, sin embargo, de imponerlo la necesidad, tiene también su precio esta
oración ante la Santísima Virgen, que recompensa más el buen deseo del corazón
que el acto exterior.
130) Os
aconsejo dividir el Rosario en tres partes y tres tiempos diferentes del día,
es preferible dividirlo así a rezarlo todo de una vez.
Si no
podéis encontrar tiempo suficiente para rezar el tercio seguido, rezad una
decena aquí y la otra allá y podréis arreglaros de modo que, a pesar de
vuestras ocupaciones y negocios, antes de acostaros, hayáis rezado el Rosario
completo.
Imitad
en eso la fidelidad de San Francisco de Sales, quien, cierto día que se hallaba
muy cansado por las visitas que había hecho, cuando eran ya muy cerca de las
doce de la noche, recordó que le faltaba por rezar algunas decenas del Rosario,
e inmediatamente se puso de rodillas y las rezó antes de acostarse, a pesar de todas
las respetuosas reconvenciones que su capellán, viéndole tan cansado, le hizo
para que aplazase hasta la mañana siguiente lo que quedaba por rezar.
Imitad
la fidelidad, modestia y devoción de aquel santo religioso que, según refieren
las crónicas de San Francisco, tenía por costumbre rezar un Rosario con mucha
devoción y modestia antes de comer, como más arriba contamos (5).
46a Rosa
Dios se
complace en las asambleas. Todos los ángeles y santos reunidos en el cielo le
cantan incesantemente alabanzas. Los justos de la tierra, reunidos en varias
comunidades, le ruegan
colectivamente
día y noche. Nuestro Señor aconsejó expresamente tal práctica a sus Apóstoles y
discípulos, prometiéndoles que cuantas veces se reuniesen dos o tres en su
nombre se encontraría en medio de ellos (6). ¡Qué dicha estar en compañía de
Jesús! Sin embargo, para poseerle basta con reunirse a rezar el Rosario. ¡Estar
en compañía de Jesucristo! He ahí la razón por la que los primeros cristianos
se reunían tan a menudo, a despecho de las persecuciones de los emperadores,
que les prohibían congregarse. Preferían exponerse a la muerte a faltar a sus
asambleas, en las que estaban ciertos de tener en su compañía a Jesús.
132)
Este modo de oración es más saludable al alma:
1)
Porque el espíritu está ordinariamente más atento en la oración pública que en
la oración en privado.
2)
Cuando se reza en comunidad, las oraciones de cada individuo se hacen comunes a
toda la asamblea y no forman todas juntas más que una sola oración; de suerte
que si algún particular no reza tan bien, otro que lo hace mejor compensa su
falta; el fuerte sostiene al débil, el fervoroso enardece al tibio, el rico
enriquece al pobre, el malo pasa entre los buenos. ¿Cómo
vender
una medida de cizaña? Basta mezclarla con cuatro o cinco fanegas de trigo bueno.
3) Una
persona que reza el Rosario sola tiene solamente el mérito de un Rosario; pero
si lo reza con treinta personas, adquiere el mérito de treinta Rosarios. Tales
son las leyes de la
oración
pública. ¡Qué ganancia! ¡Qué ventaja!
4)
Urbano VIII, muy satisfecho de la devoción del Rosario, que se rezaba a dos
coros en muchos lugares de Roma, especialmente en el convento de la Minerva,
concedió cien días de indulgencia cuantas veces se rezara a dos coros: Toties
quoties. Éstos son los términos de su breve que empieza: Ad perpetuam rei
memoriam, año 1626. Así que todas las veces que se reza el Rosario en comunidad
se ganan cien días de indulgencia.
5) Esta
oración pública es más poderosa para apaciguar la ira de Dios y alcanzar su misericordia
que la oración particular, y la Iglesia, dirigida por el Espíritu Santo, se
sirvió de esa forma de oración en los tiempos de miserias y calamidades
públicas.
El Papa
Gregorio XIII declara en una bula que es forzoso creer piadosamente que las oraciones
públicas y las procesiones de los cofrades del Santo Rosario habían contribuido
mucho a obtener de Dios la gran victoria que los cristianos ganaron en el golfo
de Lepanto sobre la armada de los turcos el primer domingo de octubre del año
1571.
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