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martes, 4 de agosto de 2020

El liberalismo es pecado Felix Sardà i Salvany



NATA_ Cierto día me encontraba hablando con un compañero sacerdote sobre este tema tan interesantísimo, pero que en la realidad nadie o muy pocos le dan la importancia que merece este apasionante tema del liberalismo. Él me decía: “en el fondo todos llevamos algo de liberalismo o somos liberales” a lo cual conteste: “Padre y, ¿Qué     pasa con aquellos que hemos vivido parte de nuestras vidas, dígase 15 años, en el campo lejos de los medios masivos de comunicación y solo en contacto con la naturaleza, también somos liberales como los que han nacido en la ciudad y han vivido en ella? No me dio respuesta. Pero no me engaño a mí mismo porque cuando me mude a la ciudad algo de este oxigeno liberal aspiraron mis pulmones intelectuales y también soy, en cierta medida, otro liberal aunque trato de combatirlo para que este liberalismo no circule por mi pensamiento católico. Y mi intención al presentarles esta nueva serie de artículos es eliminar de ustedes el poco o mucho liberalismo que tengan porque como lo dice el título: EL LIBERALISMO ES PECADO, y todo pecado nos aparta de Dios nuestro último fin y causa de nuestra existencia

1. ¿existe hoy día algo que se llama liberalismo?

Ciertamente: y parecerá ocioso que nos entretengamos en demostrar este aserto. A no ser que todos los hombres de todas las naciones de Europa y de América, regiones principalmente infestadas de esta epidemia, hayamos convenido en engañarnos y en hacer del engañado, existe hoy día en el mundo una escuela, sistema, partido, secta, o llámese como se quiera, que por amigos y enemigos se conoce con el nombre de Liberalismo.
Los periódicos y Asociaciones y Gobiernos suyos se apellidan con toda franqueza liberal; sus adversarios se lo echan en rostro, y ellos no protestan, ni siquiera lo excusan ni atenúan.
Más aún: se lee cada día que hay corrientes liberales, tendencias liberales, reformas liberales, proyectos liberales, personajes liberales, fechas y recuerdos liberales, ideales y programas liberales; y al revés, se llaman antiliberales, o clericales, o reaccionarios, o ultramontanos, todos los conceptos opuestos a los significados por aquellas expresiones
Hay, pues, en el mundo actual una cierta cosa que se llama Liberalismo, y hay a su vez otra cierta cosa que se llama Antiliberalismo. Es, pues, como muy acertadamente se ha dicho, palabra de división, pues tiene perfectamente dividido el mundo en dos campos opuestos. Mas no es sólo palabra, pues a toda palabra debe corresponder una idea; ni es sólo idea, pues a tal idea vemos que corresponde de hecho todo un orden de acontecimientos exteriores. Hay, pues, Liberalismo, es decir, hay doctrinas liberales y hay obras liberales, y en consecuencia hay hombres, que son los que profesan aquellas doctrinas y practican estas obras. Tales hombres no son individuos aislados, sino que viven y obran como agrupación organizada, con jefes reconocidos, con dependencia de ellos, con fin unánimemente aceptado.
El Liberalismo, pues, no sólo es idea y doctrina y obra, sino que es secta.
Queda, pues, sentado que cuando tratamos de Liberalismo y de liberales no estudiamos seres fantásticos o puros conceptos de razón, sino verdaderas y palpables realidades del mundo exterior. ¡Harto verdaderas y palpables por nuestra desdicha! Sin duda habrán observado nuestros lectores, que la preocupación primera que se nota en tiempos de epidemia es siempre la de pretender que no existe tal epidemia. No hay memoria en las diferentes que nos han afligido en el siglo actual, o en los pasados, de que ni una sola vez haya dejado de presentarse este fenómeno.
La enfermedad lleva ya devoradas en silencio gran número de víctimas cuando se empieza a reconocer que existe, diezmando la población. Los partes oficiales han sido alguna vez los más entusiastas propagadores de la mentira; y casos se han dado en que por la Autoridad han llegado a imponerse penas a los que asegurasen que el contagio era verdad. Análogo es lo que acontece en el orden moral de que estamos tratando.
Después de cincuenta años o más de vivir en pleno Liberalismo, todavía hemos oído a personas respetabilísimas preguntarnos con asombrosa candidez: "¡Vaya! ¿Tomáis en serio eso del Liberalismo? ¿Son éstas, por ventura, más que exageraciones del rencor político? ¿No valdría más hacer caso omiso de esa palabra que a todos nos trae divididos y enconados?, ¡Tristísima señal cuando la infección está de tal suerte en la atmósfera, que por la costumbre no la perciben ya la mayor parte de los que la respiran! Hay, pues, Liberalismo, caro lector; y de esto no te permitas nunca dudar.
2. ¿qué es el liberalismo?
Al estudiar un objeto cualquiera, después de la pregunta: an sit? hacían los antiguos escolásticos la siguiente: quid sit? y ésta es la que nos va a ocupar en el presente capítulo. ¿Qué es el Liberalismo? En el orden de las ideas es un conjunto de ideas falsas; en el orden de los hechos es un conjunto de hechos criminales, consecuencia práctica de aquellas ideas.
En el orden de las ideas el Liberalismo es el conjunto de lo que se llaman principios liberales, con las consecuencias lógicas que de ellos se derivan.
Principios liberales son:
1. la absoluta soberanía del individuo con entera independencia de Dios y de su autoridad;
2. soberanía de la sociedad con absoluta independencia de lo que no nazca de ella misma;
3. soberanía nacional, es decir, el derecho del pueblo para legislar y gobernar con absoluta independencia de todo criterio que no sea el de su propia voluntad, expresada por el sufragio primero y por la mayoría parlamentaria después;
4. libertad de pensamiento sin limitación alguna en política, en moral o en Religión;
5. libertad de imprenta, asimismo absoluta o insuficientemente limitada;
6. libertad de asociación con iguales anchuras.
Estos son los llamados principios liberales en su más crudo radicalismo.
El fondo común de ellos es el racionalismo individual, el racionalismo político y el racionalismo social.
Derívense de ellos:
1. la libertad de cultos más o menos restringida;
2. la supremacía del Estado en sus relaciones con la Iglesia;
3. la enseñanza laica o independiente sin ningún lazo con la Religión; 4. el matrimonio legalizado y sancionado por la intervención única del Estado: su última palabra, la que todo lo abarca y sintetiza, es la palabra secularización, es decir, la no intervención de la Religión en acto alguno de la vida pública, verdadero ateísmo social, que es la última consecuencia del Liberalismo.
5. En el orden de los hechos el Liberalismo es un conjunto de obras inspiradas por aquellos principios y reguladas por ellos.
Como, por ejemplo, las leyes de desamortización; la expulsión de las órdenes religiosas; los atentados de todo género, oficiales y extraoficiales, contra la libertad de la Iglesia; la corrupción y el error públicamente autorizado en la tribuna, en la prensa, en las diversiones, en las costumbres; la guerra sistemática al Catolicismo, al que se apoda con los nombres de clericalismo, teocracia, ultramontanismo, etc., etc.
Es imposible enumerar y clasificar los hechos que constituyen el procedimiento práctico liberal, pues comprenden desde el ministro y el diplomático que legislan o intrigan, hasta el demagogo que perora en el club o asesina en la calle; desde el tratado internacional o la guerra inicua que usurpa al Papa su temporal principado, hasta la mano codiciosa que roba la dote de la monja o se incauta de la lámpara del altar desde el libro profundo y sabiondo que se da de texto en la universidad o instituto, hasta la vil caricatura que regocija a los pilletes en la taberna.


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