ARTICULO I.
Historia de su vida.
I. San
Cirilo, sobrino de Teófilo, Patriarca de Alejandría, le criaron desde niño en
el estudio de las santas letras, y le instruyeron en la sana doctrina de la
Iglesia. No puede dudarse que su tío le había colocado en su Clero antes del
año 403, pues en este año se halló con él en el Conciliábulo de la Encina, en
donde fue condenado San Juan Crisóstomo. También estudió los libros de los
antiguos escritores Eclesiásticos, para arreglar sus sentimientos con los de estos,
y no decir palabra que no fuese conforme a lo que ellos habían dejado escrito.
Por los escritos que nos dejó contra Juliano se conoce que había leído mucho en
los Autores profanos. Muerto Teófilo, su tío, en 15 de Octubre de 412, eligieron
al sobrino por su sucesor; mas no faltaron grandes disputas en su elección.
Muchos querían a Timoteo, Arcediano de Alejandría, y los otros a San Cirilo. Abundancia,
General de las tropas de Egipto, se interesó por Timoteo, y el pueblo se inquietó;
pero venció San Cirilo, y le colocaron en su Silla tres días después de la
muerte de San Teófilo; esto es, á 18 de Octubre.
II.
Desde el punto en que tomó la posesión, ejerció las funciones Patriarcales con
grande autoridad. Echó de Alejandría a los Novacianos y judíos, y permitió que
se llevasen sus bienes y sinagogas. Esto excitó grandes turbaciones. Orestes, Gobernador
de la ciudad, había mucho tiempo que estaba mal con el poder de los Obispos,
diciendo que disminuía el de los Gobernadores. No le sentó bien que aquella
ciudad hubiese perdido de un golpe tantos habitadores: dio cuenta al Emperador;
pero San Cirilo también le escribió por su parte.
III.
Llegando a ser pública la enemistad de Orestes con San Cirilo, solicitó el
Santo su reconciliación a petición del pueblo y aun le suplicó por el libro de
los Evangelios; pero Orestes despreció los medios que tomó el Obispo.
Continuando siempre en su división, resultaron efectos muy funestos, los que, según
refiere Sócrates, fueron causa de grandes murmuraciones contra la Iglesia de Alejandría,
y su Obispo. Los Monjes de Nitria partidarios de Teófilo contra Dióscoro, fueron
á la ciudad y dijeron muchas injurias, y dieron muchos golpes a Orestes hasta
ensangrentarle. A Hipasia, una doncella tan sabia que excedía á todos los
filósofos de su tiempo, acusada de que impedía la reconciliación entre Cirilo y
Orestes, la prendió un tropel de gentes, conducidas por un lector llamado Pedro,
y la quitaron la vida, haciéndola después pedazos y quemándola. Todo esto
sucedía por los años 414 y 415. (1)
IV. El
año siguiente, Ático, intruso en la Silla de S. Juan Crisóstomo, no habiendo
podido resistir a las instancias del pueblo de Constantinopla, restableció la
memoria de su predecesor: también escribió a San Cirilo, para persuadirle a que
ejecutase lo mismo: nada consiguió con su carta. San Cirilo reprehendió a Atico,
porque había puesto el nombre de Juan entre los Obispos en las sagradas
dípticas, por parecerle una empresa contraria a los Sagrados Cánones; bien que después
mudó de parecer. San Isidoro de Pelusia le escribió sobre este asunto, y consiguió
que no mantuviese en la Iglesia una eterna división, con pretexto de piedad; y
juntando los Obispos de Egipto, consintió en que a San Crisóstomo se le diese
la honra debida. A fines del año 417 recibió San Cirilo la visita de Santa
Melania la joven, que iba de África a Palestina con Albina su madre, y Piniano su
esposo. Dos años después le enviaron sus diputados los Obispos de África,
suplicándole que les diese una copia autentica de los verdaderos Cánones de
Nicea, y les señalase el día en que debían celebrar la Pascua el año 420. El
Santo Obispo les dio toda satisfacción en cuanto a los dos artículos. Esto es
lo más notable que nos ofrece la historia de la vida de San Cirilo hasta 428,
en el que Nestorio fue hecho Obispo de Constantinopla. Su ordenación logró un
aplauso casi universal. Le escribió San Cirilo para manifestarle su gozo, y
desearle los mayores bienes de parte de la bondad de Dios. Pero esta alegría le
duró poco. Llegando a Egipto las homilías de Nestorio, como a otras muchas
partes, se desvanecieron en un instante las esperanzas que de él había
concebido.
San
Cirilo fue uno de los primeros que refutaron los errores contenidos en estas homilías;
y sabiendo que habían perturbado los Monasterios de Egipto » y que muchos
espíritus inconstantes se pervertían, escribió una carta circular y general a
los Monjes de aquel país para instruirlos en la verdad, y darles medios de
defenderla. Pasó bien presto esta carta de los desiertos de Egipto a
Constantinopla; o por mejor decir, la envió el mismo San Cirilo: sirvió de
grande utilidad, y le mereció que le diesen las gracias muchos Magistrados de
aquella ciudad.
Nestorio,
por el contrario, se irritó en extremo, y le respondió por Focio, que era un Presbítero,
y defensor de su herejía, y desde entonces buscó todos los medios de vengarse de
San Cirilo, Había por aquel tiempo en Constantinopla algunas personas de Alejandría,
condenadas por San Cirilo o por los Magistrados: las indujo a que presentasen
al Emperador Teodosio memoriales contra San Cirilo, y pretendió que él mismo
fuese su Juez. Los capítulos de acusación no se especifican; pero por la carta
que le escribió este Príncipe a fines del año 430 se ve que se le habían
pintado como un espíritu ambicioso y altivo, que todo lo inquietaba con el
deseo de ser absoluto dueño. Aunque sentía mucho San Cirilo las acusaciones formadas
contra él, no se admiró, sabiendo que los mejores no siempre están libres de
las murmuraciones, y del odio de los malos; aun le causó un especie de gozo la
esperanza de que el proceso que intentaban contra él, podría ocasionar un
Concilio, en el que se remediasen los males que amenazaban a la Iglesia por el
partido de Nestorio.
V.
Viendo este Santo Obispo que no había motivo para esperar que Nestorio se
reconociese por el medio de las exhortaciones, pensó, como otros muchos Obispos
del Oriente, que era preciso declararse en alta voz por la verdad. Pero antes juntó
en Alejandría los Obispos de Egipto, á los que comunicó las cartas que había
escrito a Nestorio, y las que había recibido. Todo el Concilio fue de parecer
que San Cirilo escribiese al Papa, para representarle el estado en que se
hallaba el asunto de Nestorio, y cuánta necesidad había de detener las malas consecuencias.
Conforme a este parecer, escribió al Papa Celestino, y le envió su carta por un
Diácono llamado Posidonio, a quien dio también una memoria que contenía una
breve declaración de su fe, y una larga exposición de la doctrina de Nestorio.
Escribió también á Acacio de Berea, y a algunos otros Obispos, así para
consolarse con ellos en la aflicción que le causaba el error de Nestorio, para exhortarlos
á la defensa de la verdad.
VI.
Examinadas en Roma en un Concilio, al que presidia Celestino Papa, las cartas y
homilías de Nestorio, se hallaron llenas de blasfemias y de errores, y no pudieren
menos de condenar a su autor, y dar sentencia contra él. Esta decía, que si a
los diez días de intimada no se retractaba, sería enteramente separado de la comunión
de la Iglesia, y privado de toda la potestad que pertenece a la dignidad del
Sacerdocio.
Ordenó
el Papa que obrase San Cirilo en este negocio en nombre de la Santa Sede, y con
su autoridad; así para notificar la sentencia, como para ejecutarla, y para
proveer prontamente a las necesidades de la Iglesia de Constantinopla, en caso
de que Nestorio rehusase sujetarse.
VII.
San Cirilo, recibidas las cartas del Papa escribió a Juvenal de Jerusalén, y a
Juan de Antioquía, suplicándoles que se juntasen con él contra Nestorio.
También suplicaba a Juvenal que escribiese, así á Nestorio como al pueblo de
Constantinopla, al Emperador, y á todos los Oficiales de la Corte, para que se
dispusiesen a consentir en su deposición si rehusaba rendirse al sentir de los
otros Obispos. Escribió al mismo Nestorio otra tercera carta en nombre del
Concilio que había juntado en Alejandría, en consecuencia de la comisión del Papa;
para que esta misma carta le sirviese de ultima amonestación.
En
ella le declaraba: «Que si dentro de diez días después de su recepción no
renunciaba a sus errores, dejarían de comunicar con él; añadiendo, que no sería
suficiente profesar el Símbolo de Nicea, pues le daba violentas
interpretaciones: que sería preciso que confesase por escrito y con juramento que
su fe era la misma que la de todos los Obispos del Oriente y del
Occidente." Contenía esta carta una larga exposición de la fe
de la Iglesia sobre la Encarnación, y concluía con doce anatemas que contenían
toda la substancia de esta misma fe.
Llevaron
esta carta con la del Papa Celestino a Constantinopla cuatro Obispos del
Concilio, Teopento, Daniel, Potamion y Macario.
VIII.
Antes que llegasen estos Diputados, viendo Nestorio que los Obispos de Oriente
y del Occidente estaban resueltos a no sufrir la turbación que había excitado
con sus discursos, procuró ponerse a cubierto contra la tempestad que le amenazaba,
y solicitó con Teodosio la convocación de un Concilio general. Basilio y los
demás Monjes Católicos de Constantinopla, a quienes había maltratado, pidieron
la misma gracia a este Príncipe por un solemne memorial. El Emperador lo concedió
e hizo escribir una carta de convocación á los Metropolitanos de cada
provincia; su data es en 19 de Noviembre de 430. Solo nos ha quedado un ejemplar
que lo es de la carta dirigida a San Cirilo. Para este Concilio fue escogida la
ciudad Pentecostés del año siguiente 491, que cayó a 7 de Junio. Inmediatamente
después de la fiesta de Pascua, que fue en 19 de Abril, partió San Cirilo de Alejandría
acompañado de 50 Obispos de su dependencia, con los cuales llegó á Éfeso cuatro
o cinco días antes de que se cumpliese el término. El tiempo en que se detuvo hasta
la venida de los Obispos, le empleó en hacer extractos de los escritos de Nestorio,
y en rebatir sus pensamientos.
Se
tuvo la junta del Concilio en la Iglesia mayor de Éfeso, llamada: la Santa
Madre de Dios. San Cirilo ocupó el primer lugar, como que representaba al Papa
San Celestino.
Al
principio se leyó el Símbolo de Nicea; después la segunda carta de San Cirilo a
Nestorio, a la cual dieron todos sus Obispos su aprobación con grandes elogios.
También se leyó la respuesta de Nestorio, y fue anatematizada con su Autor.
Pero nada se explicó en punto de la carta última de San Cirilo, en la que
estaban los doce anatemas. Hizo este Santo algunos discursos mientras duró el Concilio,
y entre otros hay uno en elogio de la Santa Virgen, y toma por testigo al Papa
Celestino de que no había omitido medio alguno por sacar a Nestorio del abismo
en que se había precipitado.
IX.
Juan de Antioquia que llegó a Éfeso muchos días después de Pentecostés,
sabiendo la deposición de Nestorio, juntó por sí mismo un Concilio con los
Obispos de Oriente que había traído consigo, y con algunos otros, cuyo número
llegaba a 43, en el cual depusieron a San Cirilo y a Memnon por autores de
aquella inquietud, y porque decían que era herético el sentido de los doce
anatemas. También separó de la comunión a los otros Obispos del Concilio de Éfeso,
hasta tanto que condenasen aquellos anatematismos, y se juntasen con los Obispos
de su compañía para examinar todos juntos las causas de las turbaciones de la
Iglesia, y aplicar el remedio. El Emperador, que solamente sabía por una
relación infiel lo que había pasado en Éfeso, confirmó la deposición de San
Cirilo y de Memnon, al mismo tiempo que la de Nestorio.
X. En
la sesión cuarta, la que se tuvo en 16 de Julio en la Iglesia de Santa María,
San Cirilo que ocupaba siempre la primera Silla por el Papa, aunque estaban
presentes sus Legados que habían llegado poco antes, dio su representación al Concilio,
pidiendo que fuesen citados los Orientales: fueron estos citados hasta tres
veces, y habiéndose negado a comparecer, los separó el Concilio de la comunión.
Por una carta de San León vemos que pretendiendo Juvenal de Jerusalén en el
mismo Concilio la primacía de Palestina con unos escritos supuestos, se opuso
San Cirilo, y aun escribió a Roma para arruinar esta empresa. Se conservó su
carta en los archivos de aquella Iglesia.
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