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viernes, 17 de agosto de 2018

MEMORIAS DE UN SACERDOTE CRISTERO



 Presentación
¿Quién es José Adolfo Arroyo?
José Adolfo Arroyo Acevedo nació el 15 de septiembre de 1893 en la Hacienda de San Juan Capistrano, Huejuquilla el Alto, Jalisco. Fue hijo legítimo de Manuel H. Arroyo y Ruperta Acevedo, quienes formaron una tradicional familia católica.
Según lo que él mismo anota en sus cuadernos y diarios, desde su infancia sintió la vocación religiosa, que –con el apoyo de sus padres, quienes sin embargo no tenían recursos suficientes– lo hizo ingresar con beca de gracia al Seminario Menor de San José en Zacatecas. Este primer acercamiento a su vocación religiosa tuvo lugar entre octubre de 19121 y 1914, cuando se vio orillado a salir con los demás seminaristas huyendo de las tropas revolucionarias que al tomar la ciudad de Zacatecas persiguieron, desterraron y asesinaron a varios sacerdotes católicos.
La Revolución continuó y debido a la llegada de diversos grupos carrancistas y villistas se fueron diezmando los recursos y los ánimos de la población zacatecana. El hambre y las epidemias, sobre todo de tifo –según narra el padre Arroyo–, hicieron que las esperanzas de una solución se perdieran, por lo que para algunos seminaristas, entre ellos el mismo Arroyo, no hubo otra opción que la de huir a Estados Unidos, concretamente a Castroville, Texas, donde los obispos y arzobispos mexicanos habían formado el Seminario Mexicano de San Felipe Neri, sostenido por la Extensión de la Sociedad Católica Americana. Esto sucedió de octubre de 1917 a junio de 1918, ocho meses de destierro, según el padre Arroyo, en los que sufrió momentos de peligro y angustia intensa por la situación tan desfavorable a la iglesia católica y a sus ministros.
Dos meses después, en agosto de 1918, ya de regreso en México, ingresó al Seminario Conciliar de la Purísima en la ciudad de Zacatecas y a los 29 años, en septiembre de 1922, recibió su ordenación como sacerdote.
Desde el 23 septiembre de 1922, el padre Arroyo fue vicario parroquial cooperador de Valparaíso, Zacatecas, donde fueron párrocos, entre otros, José de Jesús Nava, Juan Ibarra Jiménez y Mateo Correa, muerto en febrero de 1927 por órdenes del general callista Eulogio Ortiz.2
Como se verá en las memorias que ahora se publican, el padre Arroyo, aun antes del inicio de los hechos armados, tuvo una participación activa en la formación de los grupos católicos de donde saldrían los militantes cristeros, tales como la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (acjm), los sindicatos obreros y los grupos de damas católicas que de manera más o menos activa participarían en el movimiento armado.
Un ejemplo de esa participación fue cuando en 1926 fungía como asistente eclesiástico del grupo local de la acjm de Valparaíso, así como otros casos que el mismo Arroyo narra en el texto que se presenta.3 De igual manera, en marzo de ese año el padre Arroyo, junto con otros miembros de la acjm de Valparaíso, fue sometido a un proceso por sedición: por recoger firmas “e incitar a las masas a abolir o reformar la constitución política”.4

De hecho, una vez en plena guerra contra el gobierno, Arroyo fue considerado el director espiritual del Regimiento Valparaíso y, muy concretamente, de uno de los más aguerridos grupos cristeros de todo el país, la Brigada Quintanar, comandada por Pedro Quintanar.
Al lado de Aurelio Acevedo, el cronista del movimiento cristero,5 Arroyo devendría el gran cronista del movimiento, debido a su proclividad a dejar testimonio de lo que iba sucediendo durante la guerra, lo que lo llevó a crear Peoresnada, periódico de lucha –como lo ubica Alicia Olivera–6 que era reproducido en papel copia de variados colores, generalmente muy llamativos, y cuya publicación se inició en julio de 1927; en un principio era impreso en máquina de escribir portátil, con la que se sacaban hasta 12 copias al carbón a la vez, en papel sumamente delgado; posteriormente se hicieron algunos números en mimeógrafo y en imprenta.
En sus memorias, el padre Arroyo narra la fundación de este periódico, verdadero representante de la prensa cristera y de los grupos rurales que primero se lanzaron a la lucha: Con el padre Arroyo colaboraban Vicente Viramontes, jefe de operaciones, delegado de la Guardia Nacional del Centro y administrador y responsable del periódico, y Aurelio Acevedo, quien a lo largo de la lucha armada fue ocupando cargos importantes en la organización de los grupos cristeros hasta llegar al de jefe del Comité Especial de la Liga nacional Defensora de la Libertad Religiosa, es decir, el jefe militar del conflicto cristero, sobre todo en la segunda etapa del movimiento.
Sin duda alguna el periódico David –que sobrevivió poco tiempo a la muerte de Aurelio Acevedo, su fundador (acaecida en 1968)–, y Peores nada, del padre Arroyo, son los medios impresos de comunicación más importantes y representativos de los grupos cristeros, pues surgieron en el campo de batalla y en la escena misma del conflicto armado. Peor es nada dejó de publicarse a finales de 1929.
Aun con todas las simpatías que el movimiento católico despertaba en el padre Arroyo, no existen noticias de que haya participado de manera armada. Fue un guía espiritual de los católicos zacatecanos en esa difícil etapa, pero no podemos decir que haya empuñado un fusil o se haya adentrado en el campo de batalla; sin embargo, nunca dejó de ser ese personaje atento a proporcionar los servicios espirituales a los católicos, levantados o no en armas. Prueba de ello son las largas jornadas de confesión y de oficios religiosos cuando llegaba a un pueblo, que él mismo narra en sus memorias.
Por eso mismo, podemos afirmar sin ningún resquemor que el padre José Adolfo Arroyo, aun sin participación militar, fue un aguerrido luchador católico en aquellos momentos críticos, por lo cual fue perseguido y hasta encarcelado; fue un guía de los militantes, de los católicos más o menos pasivos, de los grupos católicos que se empezaron a formar desde antes de la guerra tal vez a manera de previsión.
Es en este sentido que resulta de mucho interés la lectura de sus memorias, en tanto ofrecen pormenores de esas organizaciones y de la forma en que se va gestando el movimiento en los lugares que Arroyo frecuentó, como Valparaíso, Zacatecas y su natal Huejuquilla el Alto, Jalisco.
Una vez que el conflicto se diluye y las actividades van tomando sus formas cotidianas, el padre Arroyo continúa con su labor sacerdotal en Valparaíso hasta que en enero de 1937 su salud empieza a resquebrajarse, y de ese mes hasta el de mayo le sucede una serie de complicaciones que preocupan a su familia y amigos al grado de pensar que no llegará al fin de año. Sus síntomas anunciaban ya un deterioro físico y, si bien pudo sobreponerse de esa primera caída, sus órganos vitales, corazón, hígado, pulmones,
se encontraban en tan deplorable estado que el siguiente año fue fatal. El padre José Adolfo Arroyo murió el 9 de septiembre de 1938.
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1 Los pormenores del ingreso al Seminario y en general los inicios de la vocación sacerdotal de Arroyo pueden verse en el fondo Aurelio R. Acevedo (en adelante ARA), en la parte correspondiente a la Colección Padre José Adolfo Arroyo, Serie Agendas, Diarios y Memorias, caja 49, expediente 3.
2 El padre Mateo Correa llegó a Valparaíso en 1926, en pleno auge de la actividad “acejotaemera” –como se denominó a toda actividad relacionada con la ACJM–, inconforme con las leyes decretadas por el presidente Calles. Es puesto en prisión conjuntamente con el padre Arroyo. Más tarde, en Durango, al negarse a revelar las confesiones de algunos cristeros que iban a ser fusilados, fue fusilado por órdenes de Ortiz. Fue beatificado en 1992 y canonizado en mayo de 2000. El general Ortiz fue uno de los más destacados representantes de la milicia revolucionaria y de años posteriores. Conocido por su acendrado furor hacia el movimiento cristero y sus seguidores, muere en abril de 1947 atropellado por un automóvil en Querétaro (véase Enrique Plascencia, “Eulogio Ortiz: la domesticación de la violencia”, Revista de la Universidad de México, enero, 2002, núm. 607, pp. 13-20).
3 Para estos años iniciales, véase en particular el anexo 1.
4 Archivo del Poder Judicial de la Federación en Zacatecas, citado por Luis Rubio en Zacatecas bronco: introducción al conflicto cristero en Zacatecas y norte de Jalisco, 1926-1942, Zacatecas, Universidad Autónoma de Zacatecas, 2008, p. 36.
5 En el David del 22 de julio de 1966, número 168, hay una nota, seguramente de Aurelio Acevedo, en la que se menciona al padre Arroyo como “nuestro cronista en Zacatecas”, y se afirma que desde su infancia llevaba un diario íntimo que perdió ese carácter durante la persecución callista, pues, una vez que se asentaron las autoridades militares de los cristeros en la zona de Valparaíso y Huejuquilla, aprovecharon las noticias y hechos de armas que en el diario se contenían y que además se publicaban en el Peor es nada.
6 En 2005 Alicia Olivera de Bonfil y Víctor Manuel Ruiz Naufal publicaron Peor es nada, periódico cristero, México, CONACULTA/INAH, 2005, con transcripciones de esa publicación realizadas por Amparo Godínez, viendo la necesidad que en la región había, y aún hay, de prensa católica, tanto para defensores como para los demás católicos, me resolví a escribir una hojita semanal, haciéndolo con regularidad desde el mes de julio. Ha sido bien acogida por todos, gracias a nuestro Señor. Primeramente salió dicha hojita tres veces sin nombre, pero después, instado por algunas personas, ya le puse el de Peor es nada, que me pareció muy adecuado [...] Primero salían las tiradas de 10 hojitas, después de 15, después de 25 y ahora es la tirada de 60 semanales.7

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