El
analista internacional panameño Julio Yao aborda nuevamente los acontecimientos
alrededor de la anunciada cumbre entre los presidentes de Corea del Norte, Kim
Jong-un, y de Estados Unidos, Donald Trump, encuentro que hoy parece peligrar
debido a las declaraciones intolerables de John Bolton, el consejero de
seguridad nacional del presidente Trump.
El
consejero del presidente estadounidense Donald Trump para los temas de
seguridad nacional, John Bolton.
Hace
varios días consignamos como un gran logro histórico para la península de Corea
la cumbre entre el presidente de la República Popular Democrática de Corea, Kim
Jong-un, y el presidente de la República de Corea, Moon Jae-in.
Desnuclearización, desarme, acuerdo de paz, reunificación, son algunas de las
palabras claves [1].
La
Cumbre Kim-Moon del 27 de abril debió continuar el pasado 15 de mayo, pero el
presidente Kim la canceló en protesta por la realización de maniobras militares
conjuntas por parte de Estados Unidos y Sudcorea y ante las declaraciones
impertinentes y provocadoras del consejero de Donald Trump para la Seguridad
Nacional, John Bolton, quien manifestó que la desnuclearización de Corea del
Norta debía seguir el esquema aplicado en Libia en 2011.
Como
todos sabemos, Libia se deshizo de sus armas nucleares… y acabó siendo invadida
y destruida por Estados Unidos y la OTAN. Además, el Guía libio, Muamar
el-Kadhafi, fue atrozmente asesinado. Para Corea del Norte, que tenía pactada
una alianza militar con Libia, resultó imposible intervenir, motivo por el cual
Kim Yong-un tiene fresca y muy presente esa tragedia. También alimenta su
desconfianza el retiro insólito, aunque no sorpresivo, de Estados Unidos del
llamado Acuerdo 5+1 (JCPOA) sobre el programa nuclear de Irán.
La
respuesta del presidente Kim a las declaraciones de Bolton no se hizo esperar:
la República Popular Democrática de Corea no se desnuclearizará unilateralmente
sin concesiones de la otra parte. Después de todo, es Corea del Norte la que ha
dado muchos pasos y realizado numerosos gestos de buena voluntad, incluida la
liberación de tres ciudadanos estadounidenses, sin que Washington haya
concretado ningún gesto de buena voluntad hacia Pyongyang.
Al
parecer, Bolton ve la Cumbre Kim-Trump como una simple capitulación de Corea
del Norte ante Estados Unidos, como si Pyongyang hubiese perdido una guerra, y
no como una forma civilizada de explorar las posibilidades de acuerdos entre
las partes.
Esta
actitud arrogante y analfabeta de Bolton demuestra la peligrosa fase por la que
atraviesa Estados Unidos de querer someter por la fuerza a todo el que no se
rinda ante el Imperio.
Donald
Trump ha declarado que, de no producirse la desnuclearización de Corea del
Norte, según la receta de Bolton; de no aceptar Kim su virtual ultimátum,
Estados Unidos «ejercerá la máxima presión para obligarla a negociar».
«Tendremos que ver si sigue la cumbre», afirmó el presidente estadounidense.
Tal
pareciera como si el presidente Trump ignorara que ninguna potencia, ningún
Estado, puede dar un ultimátum u obligar otro Estado a negociar, salvo que se
trate de un Estado que se haya rendido o haya sido previamente destruido en una
guerra.
El
viceministro de Relaciones Exteriores de la República Popular Democrática de
Corea, Kim Kye-gwan, lo ha aclarado:
«Si
Estados Unidos nos acorrala y nos exige que renunciemos unilateralmente a
nuestro programa nuclear, dejaremos de tener interés en las conversaciones y
tendremos que reconsiderar si aceptamos la próxima cumbre
estadounidense-norcoreana.»
Esto
no se puede interpretar como una amenaza de cancelación de la anunciada cumbre
Kim-Trump del 12 de junio en Singapur, sino como una simple advertencia.
El
presidente de la República de Corea, Moon Jae-in, fue defensor de los derechos
humanos y continuador de la política de reunificación pacífica de Corea
promovida por los ex presidentes Kim Dae-jung y Roh Moo-hyun. El presidente
Moon, también ex asesor presidencial del presidente Roh en política exterior,
deberá acordar su propia cumbre con Trump para decidir que pasará con los 28
500 soldados estadounidenses que hoy permanecen en el sur de la península de
Corea.
Este
objetivo debió ser una precondición al menos consultada con el ocupante
estadounidense por el presidente Moon antes de su reunión del 27 de abril con
el presidente Kim pues, a falta de esa condición, cualquier acercamiento entre
las dos partes coreanas que no cuente con la anuencia de Estados Unidos puede
resultar quimérica.
La
actitud imperialista de Bolton, que marca pautas a la política del secretario
de Estado, Mike Pompeo, constituye un tajante rechazo de la diplomacia y el
Derecho Internacional y conduce a la ley del más fuerte [2].
La
respuesta de Bolton a la posible desnuclearización de Corea revela que Estados
Unidos persigue una rendición incondicional de la República Popular Democrática
de Corea y no una conciliación de intereses que favorezca la paz y la seguridad
internacionales.
No
obstante, debido a que esa conciliación abonaría el camino de la reunificación
pacífica de Corea; reduciendo los gastos militares tanto de Corea del Sur como
de Corea del Norte, además de los propios de Estados Unidos; visto que también
contribuiría a eliminar las bases militares en Guam, Okinawa y Diego García, en
torno a China, y fortalecería la cooperación internacional, al presidente Moon
Jae-in sólo le resta mirar de frente al presidente Trump y plantearle, haciendo
valer la soberanía de la República de Corea, que Washington retire sus fuerzas
del sur de la península.
De no
hacerlo, continuarán la retórica arrogante, las amenazas y los insultos. Pero
ya no se podrá culpar a la República Popular Democrática de Corea, sino a
Estados Unidos y John Bolton, ¡de patear la mesa!
Julio
Yao Villalaz
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