El padre Bátiz se arrodilló ante el teniente y los
soldados y les dijo: "Mátenme a mí si quieren, pero por amor de
Dios no hagan mal a estos jóvenes. Recuerden que éste, Manuel Morales, es
Casado y tiene esposa y tres hijos pequeñitos. Estos otros dos jóvenes son el
único sostén de su familia y por su muerte dejarían a sus dos ancianas madres
privadas de todo apoyo en el mundo.
"Manuel Morales, irguiéndose gallardamente,
exclamó dirigiéndose al sacerdote: Señor cura: yo doy gustoso mi vida, o mejor dicho,
la devuelvo a Dios. Yo muero. Dios no muere. Él velará amorosamente por
mi esposa y por mis hijos. Hágase en todo su santa voluntad.
"Salvador Lara y David Roldán añadieron: Señor
cura: usted sabe que queremos morir con usted porque vamos a morir por Cristo.
"Entonces el padre Luis G. Batís, dando un ejemplo de valor cristiano,
exclamó gozoso: ¡Muramos por la causa de Dios. Nuestra muerte no importa. Otros
verán el triunfo de la Iglesia. ¡Viva Cristo Rey! "La sangre que
había empezado a correr formaría torrentes incontenibles en casi toda la
República. La consigna de muerte había sido dictada por el jefe de Estado, y
sus secuaces fieles hasta la ignominia a sus tenebrosos designios, la cumplirían
ciega y apasionadamente."
Cuando don Pedro Quintanar, comerciante de ganado,
llegó a Chalchihuites y fue informado de las aprehensiones, les reprochó el que
las hubieran permitido y les propuso salir a rescatar a los prisioneros. Como
así lo hicieron, batiéndose a tiros con los aprehensores, sólo pudieron
rescatar los cadáveres de los mártires, volviendo a Chalchihuites en son de
guerra.
Aurelio Acevedo Robles, quien preparaba un movimiento
armado en Valparaíso, que se precipitó por los sucesos de Chalchihuites, fue a
buscar a Quintanar y le propuso encabezar el movimiento. Aceptó Quintanar y
propuso a Acevedo que "mientras ustedes se levantan allá (en
Valparaíso), yo levanto aquí a dos o trescientos hombres y le pegamos a
Huejuquilla y después nos vamos al Valle".
Pero el 22 de agosto, veinte hombres armados
encabezados por Trinidad Castañón se levantaron en armas en los caseríos de
Peñitas y Peñas Blancas, sembrando algún desconcierto. Quintanar y Acevedo
decidieron el 29 atacar a Huejuquilla.
"Mientras tanto, Quintanar aceptaba la
dirección del movimiento haciendo callar a su mujer que quería disuadirlo con
estas palabras: Tengo un compromiso con la Virgen de Guadalupe. El domingo 29 de agosto,
entraba Quintanar con un centenar de nombres en Huejuquilla el Alto (Jalisco)
en medio de clamores de entusiasmo y los gritos de ¡Viva Cristo Rey!, en tanto
que las campanas eran echadas a vuelo. A las dos de la tarde llegó un grupo de 50
soldados y dio comienzo el primer combate. A las once de la noche todos esos
soldados estaban muertos o prisioneros. Quintanar confortó, dio de comer y
visitó a los prisioneros, a los que luego puso en libertad, incluso a los
oficiales. La guerra de Zacatecas comenzó en agosto."
Se organizó la defensa de la plaza de Huejuquilla
que fue atacada por fuerzas del 6° y 59 Regimientos que quisieron recobrarla.
Después de dos horas de combate la plaza, quedó en poder de los cristeros, causando 26 bajas a los atacantes. Enterado de la derrota Eulogio Ortiz, Jefe de Operaciones de Zacatecas, marchó con numerosas fuerzas contra Huejuquilla, la cual tuvieron que abandonar los cristeros siendo entregada a un terrible saqueo.
Después de dos horas de combate la plaza, quedó en poder de los cristeros, causando 26 bajas a los atacantes. Enterado de la derrota Eulogio Ortiz, Jefe de Operaciones de Zacatecas, marchó con numerosas fuerzas contra Huejuquilla, la cual tuvieron que abandonar los cristeros siendo entregada a un terrible saqueo.
"El mes de agosto estuvo señalado por seis
levantamientos, algunos de escasa importancia como el de los hermanos Yáñez, cerca de
Ecatzongo, el del estado de Puebla y el del estado de Oaxaca, cerca de Sayula.
En cada uno de ellos dos docenas y media de hombres fueron dispersados
rápidamente por el ejército. Los motines no se cuentan como verdaderos
levantamientos, incluso los muy sangrientos como los de Acámbaro y Tlaxiaco. En
todas partes el ejército estaba al acecho y las ejecuciones sumarias se
multiplicaban. "
La sorprendente y viril reacción y heroica
manifestación de la pureza y el vigor de la Fe del pueblo mejicano en general,
con motivo de la suspensión del culto público y del intento de la tiranía de
intervenir, cerrar o apoderarse de los templos, demuestra lo acertado de la
medida decretada por el Episcopado en esa situación de excepción y con los
fines que se proponía, así como también lo infundado del temor de quienes
pensaban que por ella pudiera el pueblo apartarse o perder la Fe.
En esa situación de bloqueo económico social y el
pueblo en pie de guerra, por mediación del Procurador de Justicia, del
Secretario de Hacienda y algunos prominentes hombres de negocios, Monseñor Ruiz
y Flores y Monseñor
Díaz Barreta, tuvieron el 21 de agosto de 1926 una
entrevista con Plutarco Elías Calles, buscando un arreglo que permitiera la
reanudación del culto público.
En dicha entrevista sugirió Mons. Díaz que si el
presidente declaraba que la inscripción de los sacerdotes era puramente
administrativa, podría reanudarse el culto, a lo cual se negó Calles, quien dio
por terminada la entrevista diciéndoles: "Pues ya lo saben ustedes. No
les queda más remedio que las Cámaras o las armas.
Sin embargo, esa misma tarde volvió el Procurador de
Justicia a ver a los Obispos para decides, mostrándolo por escrito, que el
presidente le había declarado que el aviso que tenían que dar los encargados de
los templos era una medida puramente administrativa, sin
querer mezclarse con ello en asuntos de dogma y de religión, y que había esperanzas de que pronto se reanudara el culto en los templos.
querer mezclarse con ello en asuntos de dogma y de religión, y que había esperanzas de que pronto se reanudara el culto en los templos.
Ya por la noche volvió a vedas diciéndoles que el
Presidente quería que ese texto se publicara en los diarios El Universal y El
Excélsior, a lo cual accedieron con la condición de que se agregara que los
obispos habrían de aguardar la decisión de Roma.
Pero el 23 de agosto Calles publicó otro texto
diciendo que después de la reanudación del culto, los sacerdotes se someterían
a la ley. Y el Episcopado reafirmó su posición: El culto público no se
reanudaría mientras siguieran vigentes, no sólo los últimos decretos de Calles,
sino los Artículos persecutorios de la Constitución.
Las gestiones y las condiciones que habían sido
aceptadas por Mons. Ruiz y Flores y por Mons. Díaz Barreta, fueron reprobadas y
reformadas tanto por el Comité Episcopal, como por la Santa Sede.
Por orden de su Santidad Pío XI, la Secretaria de
Estado publicó el 24 de agosto en L'Osservatore Romano la siguiente nota oficial referente a lo publicado en los
periódicos italianos:
"Los diarios publican relatos de las
negociaciones y acuerdos entre el Presidente Calles y ciertos miembros del
Episcopado Mejicano. Deseamos prevenir a los lectores contra noticias que
pueden pecar contra la verdad, ya que el Episcopado Mejicano no ha recibido del
Papa ninguna comunicación, ni la Santa Sede ha enviado instrucciones a dicho
Episcopado, que permitan cambiar los puntos de vista ya enunciados."
El mismo día 24 cursó la Secretaria de Estado el
siguiente cablegrama al Arzobispo Primado de Méjico y Presidente del Comité
Episcopal:
No hay comentarios:
Publicar un comentario