EL BUEN PASTOR
Quince días después de los bautizos pascuales nos
presenta la Iglesia a Cristo bajo la figura atrayente del pastor de nuestras
almas. Luego de recordamos san Pedro, en la epístola, cuánto ha costado al
Salvador traernos a su aprisco, a nosotros, ovejas errantes, nos cuenta el
evangelio la maravillosa parábola en que Jesús se presenta a sí mismo como el
buen pastor que conoce a cada, una de sus ovejas, da su vida por ellas y las
defiende del lobo rapaz. El es el verdadero pastor, que realiza la profecía de
Ezequiel, en donde se anuncia al Israel de la plenitud de los tiempos un pastor
que libertará a su pueblo.
El aprisco de Cristo es la Iglesia. En su seno nos
prodiga su vida por medio de los sacramentos; su palabra, por las enseñanzas
que ella nos da, y todas las riquezas de su gracia para iluminar nuestro camino
y sostener nuestros pasos en nuestra marcha hacia el cielo; por medio de ella
ejerce cerca de nosotros el papel de único pastor. Colocado Pedro a la cabeza
del rebaño, dio su vida por los que le estaban confiados, y después de él
continuarán los ministerios sacerdotales manteniendo en la Iglesia la presencia
que nunca fallará del verdadero pastor de las almas.
EPISTOLA II DE SAN
PEDRO
Carísimos: Cristo también padeció por nosotros,
dándoos ejemplo para que sigáis sus huellas.
El no cometió pecado alguno, ni se halló engaño en
su lengua él, cuando le maldecían, no maldecía; cuando le atormentaban, no
amenazaba, antes se ponía en manos del que le sentenciaba injustamente; él
llevó la pena de nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, a fin de que
muertos a los pecados, viviésemos para la justicia; por sus llagas fuisteis
sanados. Andabais como ovejas descarriadas, mas ahora os habéis convertido al
Pastor y custodio de vuestras almas.
EVANGELIO
DE SAN JUAN (CAP. 10., 11-169
En aquel tiempo: Dijo Jesús a los
fariseos: Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por sus ovejas. Pero
el mercenario, el que no es pastor propio, como no son suyas las ovejas, en
viendo venir al lobo, desampara las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y
dispersa el rebaño; el mercenario huye, porque es asalariado y no tiene interés
en las oveja. Yo soy el buen Pastor, y conozco mis ovejas, y las mías me
conocen a mí, así como me conoce a mí mi Padre y yo conozco a mi Padre. Yo doy
mi vida por mis ovejas. Tengo también otras ovejas que no son de este aprisco, las cuales
debo recoger; y oirán mi voz, y se hará un solo rebaño y un solo pastor.
Comentario de los santos Padres al Evangelio
(SAN AGUSTIN) El Señor nos descubre dos cosas, que
nos había propuesto en cierto modo encubiertas.
Nosotros sabemos desde un principio que Él mismo es
la puerta; ahora nos enseña que es pastor, por estas palabras: "Yo soy el
buen pastor. Más arriba nos había dicho que el pastor entraba por la puerta:
si, pues, Él mismo es la puerta, ¿cómo entra por sí mismo? Así como Él por sí
mismo conoce al Padre y nosotros le conocemos por Él, de la misma manera Él
entra en el redil por sí mismo y nosotros entramos allí por Él: nosotros,
porque predicamos a Cristo entramos por la puerta; mas Cristo se predica a sí
mismo; porque su predicación le muestra a Él mismo, muestra la luz y otras
muchas cosas. Si aquellos que presiden la Iglesia, que son sus hijos, son
pastores, ¿cómo es que no hay más que un solo pastor sino porque todos aquellos
son miembros de un solo pastor? Y a la verdad el ser pastor lo concedió a los
miembros suyos; pues Pedro es pastor, y los demás apóstoles Son pastores, y
todos los buenos obispos pastores son; pero la prerrogativa de ser puerta no la
concedió a ninguno de nosotros, la reservó para sí solo. No habría añadido a la
palabra postor; la cualidad de bueno, si no hubiera pastores malos: ellos son
ladrones y salteadores, o por lo menos mercenarios.
(SAN
GREGORIO.) El añade la manera de ser del pastor bueno, para que nosotros le
imitemos. "El
buen pastor da su vida por sus ovejas", Hizo lo que aconsejó;
manifestó lo que mandó; dio su vida por sus ovejas, para hacer de su cuerpo y
de su sangre un sacramento por nosotros y poder saciar con el alimento de su
carne las ovejas que había rescatado.
Se nos puso delante el camino del
desprecio de la muerte, que debemos seguir, y la forma divina a que debemos
adaptamos. Lo primero que debemos hacer es repartir generosamente nuestros
bienes entre sus ovejas, y lo último dar, si necesario fuera, hasta nuestra
misma vida por estas ovejas.
Pero el que no da sus bienes por las ovejas, ¿cómo ha de dar por ellas su propia alma?
(SAN AGUSTIN.) Mas esto no lo hizo sólo Cristo; y
sin embargo, si aquellos que lo hicieron son sus miembros. El fue el único que hizo estas cosas, porque Él lo pudo hacer
sin ellos, pero ellos no pudieron hacerlo sin Él.
(SAN AGUSTÍN.) Sin embargo, todos los pastores
fueron buenos, no solamente porque derramaron su sangre, sino porque la
derramaron por las ovejas; pues no la derramaron por orgullo, sino por caridad.
Entre los mismos herejes que por sus iniquidades y sus
errores sufrieran algunos trabajos; se jactan con el nombre del martirio,
cubriéndose con esta capa para robar más fácilmente, porque son lobos.
No de todos aquellos que entregaron sus cuerpos al martirio debe decirse que
derramaron su sangre por las ovejas, sino más bien contra las ovejas, pues dice
el Apóstol: "Si entregare mi cuerpo para ser quemado y no tuviere caridad,
nada me aprovecha (1 cor. 13, 3). ¿Cómo ha de tener siquiera una centella de
caridad, aquel que formando parte de la comunión cristiana no ama la unidad?
Recomendando el Señor esta unidad, no quiso sembrar muchos pastores, sino uno
solo, diciendo: “Yo
soy el buen pastor”
(San
J. CRISISTOMO.) Hablaba; además, el Señor de su pasión, enseñando que había venido al mundo por la salvación del
hombre y no contra su voluntad.
Después
vuelve a indicar las señales que distinguen al pastor del mercenario: "Mas el
asalariado y que no es el pastor, del que no son propias las ovejas, ve venir
al lobo y deja las ovejas y huye".
(SAN
GREGORIO.) Hay muchos que con razón no merecen el nombre de pastor, porque
prefieren la recompensa terrestre a las ovejas. No puede llamarse pastor, sino
mercenario, aquel que apacienta las ovejas del Señor por una recompensa
pasajero.
y no
por un amor íntimo: es mercenario el que ocupa el lugar del pastor, pero no
busca el bien de las almas, desea con ansia las comodidades de la tierra, y se
alegra con los honores de la prelacía.
(SAN
AGUSTIN.) Busca otra cosa en la Iglesia, no busca a Dios: pues si buscase a
Dios sería casto, porque el esposo legítimo del alma es Dios. El que busca en Dios
otra cosa fuera de Dios, no busca a Dios castamente…
(SAN
GREGORIO.) Si es pastor o mercenario, no puede conocerse con verdad si falta ocasión;
porque en tiempo de tranquilidad, lo mismo el verdadero pastor que el
mercenario están solícitos vigilando su rebaño; pero cuando viene el lobo
demuestra cada uno con qué espíritu velaba sobre el rebaño. (SAN AGUSTÍN.) El
lobo es el diablo y los que le siguen; porque dicho está que vestidos de piel de ovejas,"
son dentro lobos rapaces, de aquí que el lobo coge a la oveja por la garganta;
el diablo persuade el adulterio al alma fiel: debe rechazársele, pero rechazado,
será enemigo, pondrá asechanzas, hará mal cuanto pudiera; te callas, no le
increpas; has visto venir al lobo y has huido; permaneciste con el cuerpo y huiste
con el ánimo, porque el alma se mueve por los sentimientos, ensanchándose con
la alegría, constriñéndose por la tristeza, marchando por el deseo y huyendo
por el temor.
(SAN
GREGORIO.) El lobo se arroja también sobre las ovejas cuando un hombre injusto
y ladrón oprime a los fieles y humildes: pero el que parecía pastor y no lo
era, abandona las ovejas y huye, no atreviéndose a resistir a la injusticia en
el momento en que ve el peligro, y huye, no mudando de lugar, sino dejando de
acudir con el socorro. El mercenario no presta su auxilio en ninguno de estos
peligros, y mientras busca sus comodidades exteriores deja que por abandono el
rebaño sufra pérdidas interiores. "Pero el mercenario huye", etc., Una sola
razón hay para que el asalariado huya, porque es asalariado; como si dijera: no
puede mantenerse firme cuando están en peligro las ovejas el que gobierna, no
por amor a ellas, sino por una ganancia terrenal, y por tanto, tiembla si se
expone al peligro de perder lo único que ama.
(SAN
AGUSTIN.) Si los Apóstoles fueron pastores y no mercenarios, ¡cómo es que huían
cuando se veían perseguidos! Siguiendo el consejo del Señor: "Si os persiguieren,
huid". Llamemos, que no faltará quien abra.
(SAN
AGUSTIN.) Huyan, pues, de ciudad en ciudad, todos los siervos de Cristo, los
ministros de su palabra y de su sacramento, (mando alguno de ellos en
particular es buscado por sus perseguidores, a fin de que la Iglesia no sea
abandonada por los que no son perseguidos del mismo modo. Pero cuando el
peligro es común a todos, a obispos, a clérigos y seglares, los que están
necesitados del auxilio de otros no sean abandonados por aquellos cuyos auxilios
necesitan, o que todos pasen a sitios seguros, o que aquellos que tienen el
deber de permanecer, no sean abandonados por los que tienen el sagrado
ministerio de la Iglesia. Entonces es cuando los ministros de Cristo, a la
vista de la persecución, deben huir de los lugares en donde no han dejado un pueblo
que tenga necesidad de un ministerio, o cuando ese mismo ministerio, tan
necesario, puede ser desempeñado por otros que no tienen el mismo motivo para
huir. Pero cuando el pueblo permanece y los ministros huyen, ¿no es ésta una
huída inexcusable de pastores mercenarios que no tienen cuidado alguno de las
ovejas?
(CRISOSTOMO.)
Más arriba el Señor dio a conocer a dos clases de amos malos: uno que roba,
mata y saquea; otro que no impide el mal, dando a conocer.
(SAN
AGUSTIN.) Los pastores buenos se llaman puerta, portero, pastor y ovejas: y los
malos; ladrones y salteadores, asalariados, lobo.
(SAN
AGUSTÍN.) Debemos amar al pastor, precavernos del ladrón y tolerar al mercenario.
El mercenario, en tanto es útil en cuanto no ve al lobo, al ladrón o al
salteador, pues apenas le ve, huye.
(SAN
AGUSTIN.) Ni se llamaría mercenario si no recibiese la paga de aquel a quien
sirve. Los hijos esperan con paciencia la herencia del padre: el mercenario
desea con ansia y con presteza la retribución temporal de su trabajo. Y sin
embargo, unos y otros difunden la divina gloria de Cristo: el daño proviene del
mal que hace, no del bien que dice: coged el racimo, huid de las espinas;
porque a veces el racimo que nace de la vid está pendiente de las espinas. Así,
muchos buscando en la Iglesia bienes temporales, predican a Cristo y por ellos
es oída la voz de Cristo, y la siguen las ovejas.