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miércoles, 17 de agosto de 2016

Ite Missa Est


17 DE AGOSTO
 SAN JACINTO, 
CONFESOR

Misa – Os Justi
Epístola – Eccli; XXXI, 8;11
Evangelio – San Juan; XII, 24-26


EL APÓSTOL DE LA EUROPA ORIENTAL. — Jacinto es un héroe de esa legión de intrépidos misioneros que en los siglos trece y catorce marcharon al encuentro de la barbarie tártara y musulmana que amenazaba a Occidente. Propagó la Orden dominicana cuyo hábito vestía y dilató el reino de Dios, desde los Alpes a las fronteras septentrionales del imperio chino y desde las islas del archipiélago a las tierras árticas. Durante cuarenta años se le vió sembrar prodigios, confundir la herejía y disipar las tinieblas de la infidelidad en las estepas donde el cisma de Bizancio disputaba sus estériles conquistas a la idolatría de los invasores del Norte. Como no faltó en el primer apostolado, tampoco podía faltar en éste la ofrenda del martirio. ¡Cuántos hechos admirables en los que los ángeles del cielo se diría que quisieron alegrar con su sonrisa los rudos combates de sus hermanos de la tierra! Cuarenta y ocho Frailes Predicadores se habían reunido bajo del gobierno del bienaventurado Sadoc en el convento fundado por San Jacinto en Sandomir, a orillas del Vístula; un día, el lector del Martirologio, al anunciar la fiesta del siguiente, lee esta fórmula que a sus ojos se despliega en letras de oro:

EN SANDOMIR, EL DÍA CUATRO DE LAS NONAS DE JUNIO,
LA PASIÓN DE CUARENTA Y NUEVE MÁRTIRES.

En un principio se sorprenden, pero pronto comprendieron los hermanos el anuncio extraordinario: se disponen, con la alegría de sus almas, a recoger la palma que al día siguiente les procura una irrupción de Tártaros; reunidos en el; coro, y al canto de la Salve Regina, rinden a Dios el testimonio supremo. Jacinto no terminará su carrera gloriosa debajo de la espada de sus verdugos. Juan, el discípulo. predilecto, tuvo que quedarse en este mundo hasta que viniese el Señor; nuestro Santo espera que salga a su encuentro la Madre del Señor.

EL TAUMATURGO. — En su vida toda de cielo no faltan ni el trabajo, ni los sufrimientos, ni las intervenciones más maravillosas de lo alto. Kiev, la ciudad santa de los Rusos, se ha resistido cinco años al celo del apóstol; los Tártaros pasan por ella como la justicia del Todopoderoso. En la ciudad rebelde todo se somete al saqueo. La devastación general llega a las puertas del Santuario, donde el hombre de Dios poco antes termina el augusto Sacrificio. Y así, revestido de los sagrados ornamentos, con una mano toma el Santísimo, y con la otra la estatua de María que le pide que no la entregue a los bárbaros; y atraviesa sano y salvo, en unión de sus Hermanos, las hordas paganas ebrias de carnicería, las calles en llamas, y el Dnieper, cuyas olas rápidas se consolidan debajo de sus pies. El Santo, continuando su retirada milagrosa hasta Cracovia, depositó en el convento de la Trinidad su preciosa carga. Mientras la llevó, tenía tan poco peso como una caña, pero la estatua de María recobró después su peso natural, bastante notable para que la pudiese mover un hombre solo. Después de otros muchos trabajos, junto a ella vendrá Jacinto a morir.

EL DISCÍPULO DE MARÍA. — La devoción de San Jacinto hacia la Santísima Virgen dominó toda su vida, y la misma Virgen, en recompensa, le manifestó muchas veces su ternura maternal. Una vez, a los principios de su vida apostólica, se le apareció y le dijo: "¡Animo y estate gozoso, Jacinto, hijo mío! Todo cuanto pidas en mi nombre, te será concedido." La inefable entrevista tuvo lugar en la Vigilia de la Asunción. De aquí sacó el bienaventurado la confianza sobrehumana del taumaturgo a quien jamás detuvo ningún obstáculo; supo sobre todo conservar el; perfume virginal que embalsamó su vida toda,¡ un brillar de belleza sobrenatural que hizo de él un retrato dé su padre Domingo. El 15 de. agosto de 1257, día de su triunfo, Nuestra Señora volvió a bajar otra vez a la Iglesia de la] Santísima Trinidad; los Angeles la hacen una escolta brillante, las vírgenes forman su cortejo "¡Oh!, ¿quién eres?", exclama un alma santa del la tierra, a quien el éxtasis ha roto los velos de la mortalidad. "Yo soy, responde María, la Madre de la misericordia : y este que tiene su mano' :en la mía es fray Jacinto, mi devotísimo hijo, a quien me llevo a las bodas eternas". Nuestra" Señora entona luego con voz dulcísima: Me voy a las colinas del Líbano; y continuando los Angeles y las vírgenes en un inefable concierto] este canto celestial, el cortejo desaparecía hacia! las cumbres resplandecientes de la patria.

VIDA.Da vida de San Jacinto se escribió demasiado tarde (hacia 1352) y, por eso no extraña que, al lado de hechos verídicos, contenga pormenores legendarios. Sabemos qüe en 1228 ya pertenecía a la orden! de Frailes Predicadores y que se encontraba por entonces en el convento de Cracovia. Diez años más tarde predicó la Cruzada contra los Prusianos, todavía idólatras, y murió el 15 de agosto de 1257. Los Dominicos ejercieron un vasto apostolado en el siglo XIII en todo el Este de Europa, en Rusia, Prusia, Lituania y e n los Balcanes. Pero la invasión de los Tártaros en 1241 y 1242 destruyó una multitud de c o n v e n t o s que habían fundado y multiplicó los mártires. San Jacinto es considerado como el apóstol de Polonia y su sepulcro es el lugar de célebres y muy frecuentes peregrinaciones.

POR MARÍA. — Grande fué tu privilegio, oh hijo de Santo Domingo, asociado tan íntimamente a María, que te vió entrar en la gloria el día de su triunfo. Tuviste un lugar distinguido en el cortejo que la condujo a los cielos; dinos sus grandezas, su hermosura, su amor para los pobres humanos, a quienes desearía que todos participasen de su felicidad como tú. Por ella fuiste poderoso en el valle del destierro, esperando ser junto a ella bienaventurado y glorioso. Has recorrido de nuevo, mucho después que Alberto y Anscario, Cirilo y Metodio, los senderos ingratos de ese septentrión, donde renacen tan rápidamente los cardos y las espinas, donde los pueblos a los que tanto costó a la Iglesia librarlos del yugo pagano, están cayendo de continuo en los lazos del cisma y en las trampas de la herejía. El príncipe de lastinieblas tuvo nuevas derrotas en ese campo, una multitud innumerable rompió sus cadenas y la luz de la salvación brilló más allá de lo que todos sus predecesores la habían llevado. Conquista definitiva para la Iglesia, Polonia se convirtió en su antemural, hasta los días de traición que señalaron el fin de la Europa cristiana! Oh Jacinto, conserva la fe en el corazón de los hijos de ese noble pueblo, en espera del día! de la resurrección. Implora la gracia para las regiones del Norte, que se calentaron un momento al soplo ardiente de tu palabra. Nada se te negará de lo que pidieres por medio de María; así te lo prometió esta Madre de misericordia. Conserva el celo del apostolado en tu Orden. Multiplíquese el número de tus hermanos, que:; hoy son menos de lo que necesitan nuestros tiempos. Al poder que tuviste sobre las olas, hay que añadir el que justificado por tantos prodigios te atribuye la confianza de los fieles: el del volver a la vida a los pobres ahogados. También las madres cristianas han sentido muchas veces tu poder milagroso para llevar a la fuente de la salvación los frutos de sus entrañas a los que un parto difícil puso en peligro de no recibir el bautismo. Enseña a tus clientes devotos que la bondad de Dios es siempre la misma y que no ha disminuido el crédito de sus elegidos.

EL MISMO DIA
SAN ROQUE, CONFESOR



LA PESTE NEGRA. — Tres años de hambre, tres meses de derrotas, tres días de peste; ante la justicia divina las hace equivalentes la libertad que se da a David culpable para que elija entre estas tres medidas de expiación. El espantoso azote que hace más estragos en tres días que en meses y en años el hambre o una guerra desastrosa, demostró bien su preeminencia lúgubre en el siglo XIV de nuestra era; la peste negra cubrió al mundo de un manto de luto y le arrebató un tercio de sus habitantes. Sin duda, el mundo nunca mereció mejor el terrible aviso: las gracias de santidad que con profusión se derramaron en el siglo anterior habían llevado a la convicción de que la defección de los pueblos sólo se detuvo un día; en adelante, roto ya todo dique, se dejaba ver que la inevitable ola ascendente del cisma, la reforma y la revolución debía acabar con el mundo. Pero Dios, misericordioso mientras dura esta vida, al castigar a los hombres pecadores, les ofrecía el predestinado que podía conjurar su venganza, y que merecería ser hasta nuestros días el amparo a quien se recurre con confianza en las grandes epidemias.

VIDA.La vida histórica de San Roque no se ha escrito todavía, y pasará mucho tiempo hasta poder separar lo que es histórico de lo que es legendario en la Legenda sancti Rochi, que en 1478 compuso Francisco Diedo, mucho después de morir el Santo. Nació en Montpellier hacia 1300. Perdió a sus padres antes de cumplidos los veinte años y marchó en peregrinación al sepulcro de los Apóstoles. Pasó a Acquapendente donde causaba estragos la peste y allí hizo alto para dedicarse al cuidado de los moribundos; y después en Roma se puso al servicio de un Cardenal. Ya de vuelta, cayó enfermo en el camino, mas, para no servir de carga a nadie, se oculta en un bosque donde un perro le lleva su alimento. Entra en Montpellier, se le toma por un malhechor, se le encarcela y allí queda olvidado y muere pasados cinco años; pero Dios entonces manifiesta su santidad por medio de milagros y San Roque llega a ser uno de los Santos más populares y más celebrados.

Oración:

"Suplicamos te, Señor, guardes a tu pueblo con continua bondad y, por intercesión de los méritos de San Roque, presérvale de todo contagio de alma y de cuerpo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén."

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