La psicología
de Satán
Distinciones necesarias Lo que no debemos olvidar cuando hablamos del
Diablo es que Satán es único, mientras que los demonios son innumerables. Pero en
el transcurso de nuestra exposición hemos tratado a Satán, más o menos, como si
todos los demonios fueran como él y como si el jefe y sus tropas pudieran ser
considerados intercambiables. Y sin embargo hemos comprobado que entre los
demonios que tomaron posesión de tal o cual criatura humana, se encontraban
nombres distintos al de Satán. Isacaron, Isabó, Asmodéo, etc.: estos nombres no
son sinónimos de Satán. En este ensayo sobre la psicología diabólica, el primer
hecho que importa comprobar es que los demonios pueden ser tan diferentes unos
de otros como lo son los hombres. No hay dos que se parezcan. No están ni
siquiera siempre de acuerdo entre ellos. Hemos visto, en Perpignan, a Isacaron,
que poseía a Antoine Gay, pelearse furiosamente con el demonio que poseía a
Chiquette.En el caso de la embrujada de Plaisance, descubrimos que Isabó tenía
consigo a otros seis demonios, de nombres estrambóticos, pero de los cuales
aparentaba desinteresarse.
La tarea de quien desee trazar una psicología de Satán es, pues, ante
todo distinguir entre el jefe y sus vasallos, si la cosa es, con todo, posible.Satán
y nuestros primeros padres No podemos dudar que la Serpiente que tentó a Eva
era Satán en persona. La Serpiente es el Dragón del Apocalipsis. Y el Dragón es
sin duda Satán o Lucifer.
¿Qué podemos deducir del lenguaje de la Serpiente en lo que concierne a
la "mentalidad" de Satán? Primer rasgo: "la Serpiente era el más
astuto de los animales del campo" (Génesis, III, 1). Ninguna duda sobre
este punto. Satán se distingue por su astucia. ¿Qué significa esta palabra? La
astucia es "artificio para engañar". El ser que actúa con astucia
tiene malas intenciones. Si habla no es para decir la verdad, sino para
engañar, para desviar hacia el error, hacia la no-verdad. Satán es falso. No es
posible fiarse de él. Lo que falta sobre todo en él, es lo que llamamos la
rectitud, la lealtad, la franqueza. Es turbio, es voluntariamente oscuro y
disimulado. Cuando meditamos sobre su diálogo con Eva, nos impresiona la
simplicidad y la ingenuidad de la mujer por una parte, y la fineza, la audacia,
el cinismo de Satán. Interpreta a su manera la defensa divina.
Niega que esta defensa sea justa y que el hecho de violarla pueda tener
para la mujer malas consecuencias. Eva le dice que hay una pena de muerte para
quien coma el fruto del árbol que Dios ha prohibido tocar. ¿Cuál es la
respuesta de la Serpiente? "¡Nada de eso! ;No moriréis! Pero Dios sabe que
el día que comáis de ese fruto, se os abrirán los ojos ¡y seréis como dioses
que conocen el bien y el mal!"No solamente Satán desmiente a Dios sino que
lo acusa de actuar como un enemigo del hombre, como un tirano que no quiere que
t(los ojos se abran", pero deja vislumbrar su propio deseo: "¡Seréis como
dioses!"Satán traiciona con estas palabras lo que fue su secreto, la causa
de su rebelión, la razón de su caída: ¡Ser como Dios! ¡Este acto de orgullo es
el fondo mismo de la psicología de Satán! ¿Cómo una criatura inteligentísima ha
podido llegar a un estado de espíritu tan insensato? No sabemos nada de lo que
había sido la vida de los ángeles antes de la caída de Satán. Es posible que en
el mundo de los ángeles haya tenido muchos admiradores. Suponemos esto, porque
arrastró consigo "la tercera parte de las estrellas", es decir, de
los ángeles. La admiración de la cual era objeto fue "la prueba" de
Satán. Sucumbió en ella por la admiración de sí mismo.
Todo cuanto sabemos del orgullo en los seres humanos nos conduce a esta
conjetura. Y este orgullo inspiró la siguiente frase dicha a Eva: “Seréis como
dioses" El mismo en su caída se considera un dios. Su orgullo no ha muerto.
El orgullo es lo que lo mantiene alejado de Dios y lo convierte en el
Adversario. En el libro del Eclesiástico, esta consecuencia del orgullo está
muy bien destacada: "El principio del orgullo, leemos, es abandonar al
Señor y tener el corazón alejado del Creador, porque el principio del orgullo
es el pecado, aquel que se entrega a él reparte la abominación." (Eccli, X,
12-13).
Por fin, con este alejamiento de Dios, hallamos la psicología de la
Serpiente tentadora, el odio hacia el hombre oculto bajo una apariencia de
amistad. Desea engañar a la mujer y por la mujer engañar al hombre. Opone sus
palabras a las de Dios. Hace brillar este sueño absurdo y funesto:
"¡Seréis como dioses!" Y sin embargo sabe muy bien que ese camino va
a introducir la muerte en la humanidad. Comprendemos desde entonces que
Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida, haya definido a Satán: el
padre de la mentira y el homicida desde el principio. Y para nosotros este
término de homicida, lejos de ser excesivo, no dice más que un aspecto de la verdad
total: ¡Satán, en efecto, es por encima de todo el DEICIDA! ¡Él es quien,
después de haber tentado en vano a Cristo, no cesará de perseguirlo hasta la
muerte! Al entrar en el corazón de Judas, ¡fue el principal autor del drama del
Calvario! El tentador de Cristo.
Todo lo que acabamos de descubrir sobre Satán halla su confirmación en
la triple tentación de Cristo. Qué orgullo demencial en esas palabras de Satán
a Cristo, mostrándole en espíritu todos los reinos de la tierra: "¡Todo
esto te daré si te postrares delante de mí!" El más recóndito fondo de la
ambición satánica es ése: "¡Quitarle a Dios sus adoradores, hacer
converger las adoraciones de los hombres hacia sí mismo!" Es demencial y
sin embargo la historia de las religiones, ya lo hemos dicho, está ahí para
demostrar que Satán había logrado, en gran parte, hacerse adorar en lugar de
Dios.
Y hoy mismo, si las adoraciones de los hombres ya no son para Satán,
por sus cuidados y su impulsión se han desviado de Dios. Tampoco se dirigen
hacia los dioses de la mitología sino a esos dioses del orgullo humano: ¡la
Ciencia, el Progreso, la Técnica, la Materia! ¡Como lo hemos advertido más
arriba, la conquista del mundo está en trance de perder el alma humana! Es el
enorme triunfo de Satán en su odio a Dios y a los hombres.
En resumen: el orgullo, la voluntad de hacerse dios, la astucia, los
celos y el odio por el hombre, todo esto desembocando en el embuste, el
homicidio, el deicidio… ¡he ahí a Satán! Si lo buscamos en la hora actual, no
lo encontraremos en esos demonios más o menos secundarios y oscuros de nuestros
poseídos y de nuestros infestados, sino en la alta política mundial. Satán está
en el centro del homicidio generalizado que será la tercera guerra. El es quien
inspira, sin lugar a dudas, la guerra fría; él siembra la desconfianza entre
los pueblos, los opone unos a otros, provoca las persecuciones contra los
discípulos de Cristo, impone a las naciones comunistas su yugo inhumano y ceba
las bombas perfeccionadas por la técnica más moderna, para la catástrofe final. Psicología de Satán: es a la vez grandiosa por ser planetaria, trágica
porque tiende a la destrucción universal, e infernal puesto que aleja de Dios,
que es la luz y la vida.
Léon Bloy, en la página citada en el capítulo precedente, no ha excedido
los límites, por una vez, al decir que si los hombres pudieran ver a Satán tal
cual es en el fondo ¡caerían fulminados! Los demonios del Evangelio Pero si
nada podemos decir con respecto a Satán que esté al nivel de su perversidad y
de su poder, no ocurre lo mismo con los demonios que están bajo sus órdenes.
Esta turba cuantiosa debe ofrecer todos los grados de la inteligencia, en la
medida que está inclinada al mal. Monseñor Catherinet, analizando los datos
evangélicos a propósito de los posesos liberados por Jesús, encuentra allí las
siguientes particularidades con respecto a la psicología de los demonios: "Timoratos,
obsequiosos, poderosos, malvados, versátiles y hasta grotescos —escribe—, todos
estos rasgos, formalmente acusados aquí
— en el relato evangélico del poseso de Gérasa —, vuelven a
encontrarse, en diversos grados, en los otros relatos evangélicos de
expulsiones de demonios." Y en una nota, el mismo autor observa: "Este
aspecto ridículo, vulgar y pernicioso de las posesiones diabólicas aparece
también en los relatos de las «Actas», especialmente en la XIX, 13-17, donde
vemos, en Éfeso, a ciertos exorcistas judíos ambulantes tratando de invocar el
nombre de Jesucristo sobre los que tenían espíritus malignos; eran siete hijos
de un tal Scévas, gran sacerdote judío, los que hacían esto: mal lo pasaron
porque un buen día uno de los pos esos le replicó: «Conozco a Jesús y sé quién
es Pablo, pero ustedes ¿quiénes son ustedes?» Y el hombre, lanzándose sobre
ellos, dominó a todos y fué tanto más fuerte que ellos, que huyeron de la casa
desnudos y heridos»." 1-Safan, Estudios carmelitanos, pág. 319.)
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