DOMINGO SEGUNDO DE
PASION O DOMINGO
DE RAMOS
SALIDA DE
BETANIA. — Jesús, dejando en Betania a
su madre María, a Marta y a María Magdalena con su hermano Lázaro, se dirige,
este día, muy de mañana, hacia Jerusalén, acompañado de sus discípulos. María
se estremece al ver acercarse su hijo a sus enemigos que pretenden derramar su
sangre; con todo eso no va hoy Jesús a Jerusalén a buscar la muerte sino el triunfo.
Es necesario que el pueblo proclame rey al Mesías antes que éste sea
crucificado; que, ante las águilas romanas, en presencia de los Pontífices y
Fariseos, mudos de rabia y de estupor, resuenen las voces infantiles,
confundidas entre los gritos de los ciudadanos en alabanza del Hijo de David.
CUMPLIMIENTO
DEL VATICINIO. — El Profeta Zacarías había predicho
esta ovación preparada en la eternidad para el Hijo del hombre en vísperas de
su humillación. "Alégrate con grande alegría, hija de Sión Salta de júbilo,
hija de Jerusalén; mira que viene a ti tu Rey, justo y salvador, humilde, montado
en un asno, en un pollino hijo de asna". Viendo Jesús que había llegado la
hora de cumplirse este oráculo manda a dos de sus discípulos que vayan y le
traigan una asna y un pollino que encontrarán no lejos de allí. El Salvador se encontraba
en Betíagé, situado en el monte de los Olivos. Los discípulos ponen
inmediatamente en ejecución el mandato de su Maestro.
DOS PUEBLOS. — Los Santos Padres nos han proporcionado la clave
del misterio de estos dos animales. El asna representa el pueblo judío sometido
al yugo de la Ley; "el pollino en el que, según el Evangelio, no había
montado nadie todavía", representa a la gentilidad a quien nadie había
subyugado aún. La suerte de ambos pueblos se decidirá dentro de unos días. El
pueblo judío será desechado por no haber recibido al Mesías; en su lugar Dios
elegirá al pueblo gentil, indómito hasta entonces, pero que se convertirá en
dócil y fiel.
CORTEJO TRIUNFAL. — Dos discípulos aparejan al pollino con sus vestidos;
Jesús entonces, queriendo realizar el vaticinio del profeta, monta sobre el
animal y se prepara de este modo a entrar en la ciudad. Mientras tanto en
Jerusalén corre el rumor de que Jesús se aproxima. Inspirados por el Espíritu
divino la turba de judíos reunidos en la ciudad de toda Palestina para celebrar
en ella la Pascua, sale a recibirle con palmas y gritos clamorosos. El cortejo
que iba acompañando a Jesús desde Betania, se confunde con esta multitud
ferviente de entusiasmo; unos tienden sus vestidos por el camino, otros
enarbolan ramos de palmera a su paso. Resuena el grito de "Hosanna" y
recorre la ciudad la noticia de que Jesús, hijo de David entra en ella como
Rey.
EL REINO
MESIÁNICO. — Así fue
cómo Dios, ejerciendo su poder sobre los corazones, preparó, en la ciudad en
que pocos días después sería pedida su sangre a gritos, un triunfo para su Hijo.
Este día Jesús tuvo un momento de gloria y la Iglesia quiere que renovemos cada
año el recuerdo de este triunfo del Hijo del hombre. Cuando nacía el Emmanuel,
vimos llegar del lejano oriente a Jerusalén a los Magos en busca del Rey de los
judíos, para adorarle y ofrecerle sus presentes; hoy es la misma Jerusalén la
que sale a recibirle. Ambos acontecimientos tienen un mismo fin: reconocer a
Jesucristo como Rey; el primero por parte de los gentiles, el segundo por parte
de los judíos. Era menester que el Hijo de Dios recibiese ambos tributos antes
de su Pasión. La inscripción que Pilatos pondrá dentro de poco sobre la cabeza
del Redentor: Jesús Nazareno, Rey de los judíos, será el carácter
indispensable de su mesianismo. Inútiles serán los esfuerzos de los enemigos de
Jesús para cambiar los términos del escrito; no lograrán su fin. "Lo que
he escrito, escrito está", respondió el gobernador romano. Su mano
confirmó, sin saberlo, las profecías. Israel proclama hoy a Jesús por su Rey;
bien pronto será disperso en castigo de su perjurio; pero ese Jesús, a quien ha
proclamado, permanecerá siempre Rey. De este modo se cumplió a Ja letra aquel
mensaje del Ángel que dijo a María anunciándole la grandeza del hijo que iba a
concebir: "El Señor le dará el trono de David, su padre, y reinará en la
casa de Jacob eternamente'". Jesús comienza en este día su reinado sobre
la tierra; y como el primer Israel va a sustraerse de su cetro, un nuevo
Israel, nacido del grupo fiel del antiguo, va a nacer, formado de gentes de
todas las partes del mundo, y ofrecerá a Cristo el imperio más extenso que jamás
ha ambicionado un conquistador. Tal es el misterio glorioso de este día en
medio del duelo de la Semana de Pasión. La Iglesia en un momento de alegría en
el que saludamos a Jesús como Rey. Ha organizado la liturgia de este día de tal
forma que encierren sí juntamente alegría y tristeza; la alegría unirse a las
aclamaciones con que resonó la ciudad de David; la tristeza volviendo en
seguida al curso de su gemidos por los dolores de su Esposo divino. Todo el
drama está dividido como en tres actos distintos, cuyos misterios e intenciones
vamos a explicar uno tras otro.
LA BENDICION DE
LAS PALMAS
La bendición de las palmas o de
los ramos, como vulgarmente se dice, es el primer rito que se desarrolla ante nuestra
vista; y podemos juzgar de su importancia por la solemnidad que la Iglesia
despliega en su celebración. Durante largos siglos diríase que iba a celebrarse
la santa Misa sin otra intención que la de celebrar el aniversario de la
entrada de Jerusalén Jerusalén: Introito, Colecta, Epístola, Gradual, Evangelio,
incluso el Prefacio, se sucedían como se hace para preparar la inmolación del Cordero
sin mancha; pero después del triple Sanctus la Iglesia suspendía estas solemnes
fórmulas y su ministro procedía a la santificación de los ramos que tenía
delante. Ahora, después de la reciente reforma, después del canto de la antífona
Hosanna, estas ramas de árbol, objeto de la primera parte de la función,
reciben con una sola oración, acompañada de la incensación y de la aspersión
del agua bendita, «una virtud que los eleva al orden sobrenatural y los hace a
propósito para ayudar a la santificación de nuestras almas y a la protección de
nuestros cuerpos y de nuestras casas. Los fieles deben tener con respeto estos
ramos en sus manos durante la procesión y colocarlos con honor en sus casas,
como un signo de su fe y una esperanza en la ayuda divina.
ANTIGÜEDAD DEL RITO. — No es necesario explicar al lector que las palmas
y los ramos de olivo, que reciben en este momento la bendición de la Iglesia, se
llevan en memoria de aquellos con que el pueblo de Jerusalén honró la marcha triunfal
del Salvador, pero no está mal decir unas palabras sobre la antigüedad de esta
costumbre. Comenzó pronto en oriente y probablemente en Jerusalén desde que la
Iglesia gozó de paz. En el siglo iv San Cirilo, obispo de esta ciudad, creía
que la palmera que había suministrado sus ramos al pueblo que vino al encuentro
de Cristo, existía todavía en el valle del Cedrón; nada más natural que tomar
ocasión de esto para instituir un aniversario conmemorativo de este suceso. En el
siglo siguiente se establece esta ceremonia, no solamente en las Iglesias orientales,
sino también en los monasterios de que estaban llenos los desiertos de Egipto y
de Siria. Al principio de cuaresma, muchos santos monjes obtenían de su Abad el
permiso de internarse en lo más recóndito del desierto para pasar este tiempo en
profundo retiro; pero debían volver al monasterio el domingo de Ramos, como se
colige de la vida de San Eutimio escrita por su discípulo Cirilo. En occidente
tardó bastante en establecerse este rito; el primer rastro que encontramos se
halla en el Sacramentario Gregoriano que se remonta al final del siglo VI o
principios del VII. A medida que la fe penetraba en el norte no era posible
solemnizar esta ceremonia en toda su integridad pues la palmera y el olivo no
arraigan en nuestro clima. Fue necesario reemplazarlas por ramos de otros
árboles; más la Iglesia no permitió cambiar nada de las oraciones prescritas
para la bendición de estos ramos, pues los misterios expuestos en estas
hermosas oraciones, tienen su fundamento en el olivo y la palma del relato evangélico,
representados por nuestros ramos de boj y de laurel.
LA PROCESION
El segundo rito de este día es
la célebre procesión que sigue a la bendición de los ramos. Tiene por objeto
representar la marcha del Salvador a Jerusalén y su entrada en esta ciudad; y,
para que nada falte en la imitación del relato del Santo Evangelio, los Ramos
que acaban de ser bendecidos son llevados por todos los que toman parte en esa
procesión. Entre los judíos era una señal de regocijo llevar en la mano ramos de
árboles; y la ley divina les autorizaba esta costumbre. Dios había dicho en el
Levítico al establecerla festividad de los Tabernáculos: "El primer día tomaréis
gajos de frutales hermosos, ramos de palmera, ramas de árboles frondosos, de
sauces de la ribera, y os regocijaréis ante Yavé, vuestro Dios" Para
testimoniar su entusiasmo por la llegada de Jerusalén los muros de la ciudad,
los habitantes de Jerusalén, incluso los niños, recurrieron a esta gozosa
demostración. Vayamos nosotros también delante de nuestro Rey y cantemos el
Hosanna a este vengador de la muerte y liberador de su pueblo. Durante la Edad
Media, en muchas iglesias, se llevaba en esta procesión el libro de los
Evangelios que representaba a Jesucristo cuyas palabras contenía. Designado de
antemano un lugar y preparado para la estación, la Procesión se detenía: el diácono
abría entonces el sagrado libro y cantaba el relato de la entrada de Jesús en
Jerusalén. En seguida descubría se la Cruz que había permanecido velada hasta
aquel momento; todo el clero se postraba ante ella solemnemente y cada uno depositaba
a sus pies un fragmento del ramo que tenía en su mano. Se reanudaba la
procesión precedida de la Cruz, descubierta, hasta que el cortejo entra en la
iglesia. En Inglaterra y Normandía, desde el siglo xi, se practicaba un rito
altamente representativo de la escena que tuvo lugar en este día en Jerusalén.
En la procesión se llevaba triunfalmente la Sagrada Eucaristía. La herejía de
Berengario que negaba la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía acababa
de manifestarse en esta época. Y este triunfo de la Sagrada Forma era preludio
lejano de la Institución de la festividad y procesión del Santísimo Sacramento.
Siempre con la misma intención de renovar la costumbre evangélica, existe en
Jerusalén otra costumbre en la procesión de Ramos. Toda la comunidad de
Franciscanos que custodia los santos Lugares marchan de mañana a Betfagé. Allí
el P. Guardián de Tierra Santa, vestido de pontifical, sube sobre un asno revestido
con mantos, acompañado por los religiosos y católicos de Jerusalén, que llevan
todos palmas, ingresa en la ciudad y baja hasta la puerta de la iglesia del
Sto. Sepulcro donde se celebrará la Misa con toda pompa. Hemos reunido aquí,
como de costumbre, los diferentes hechos con que puede elevarse la mente de los
fieles en los variados misterios litúrgicos; estas manifestaciones de fe les
ayudarán a comprender por qué la Iglesia quiere que, en la procesión de los
Ramos, sea honrado Jesucristo como presente al triunfo que ella le otorga en este
día. Busquemos por medio del amor "a este humilde y dulce Salvador que
viene a visitar a la hija de Sión", como dice el profeta. Aquí está en
medio de nosotros; a él se dirije el tributo de nuestros ramos; unámosle también
el de nuestros corazones. Se presenta para ser nuestro Rey; acojámosle y digamos:
Hosanna al hijo de David.
LA ENTRADA EN LA IGLESIA. — Antiguamente, hasta la
última reforma, el fin de la procesión iba acompañado de una ceremonia llena de
un profundo simbolismo. Al momento de entrar en la iglesia, el cortejo se
hallaba con las puertas cerradas. La marcha triunfal se detenía; pero los
cantos de alegría no se suspendían. Un himno especial a Cristo Rey resonaba a
la puerta de la iglesia, con su alegre estribillo, hasta que el subdiácono golpeando
con el asta de la cruz las puertas, conseguía que se abriesen, y el pueblo, precedido
del clero, entraba aclamando al único que es la Resurrección y la vida. El fin
de esta escena era rememorar la entrada del Salvador en otra Jerusalén, de la
que la de la tierra no era sino figura. Esta Jerusalén es la patria celestial
cuya entrada Jesucristo nos ha procurado. El pecado del primer hombre había
cerrado sus puertas; pero Jesús, el Rey de la gloria, las abrió por la virtud
de su Cruz, ante la cual no pudieron resistir. Este mismo canto, en honor de Cristo
Rey, se ha conservado, pero la parada a la puerta de la iglesia ha quedado
suprimida. Prosigamos, pues, tras los pasos del Hijo de David, puesto que él es
el Hijo de Dios y nos invita a tomar parte en su reino. Así es como la Iglesia
en' la procesión de los Ramos que no es otra cosa que la conmemoración de los
acontecimientos de aquel día, eleva nuestra mente al misterio de la Ascensión
por el que se pone fin, en el cielo, a la misión del Hijo de Dios en la tierra.
Pero ¡ay! los días intermedios entre ambos triunfos no son todos días de
alegría, y antes que termine la procesión la Iglesia, que se ha levantado unos
momentos de su tristeza, vuelve a gemir continuamente.
LA MISA
La tercera parte de la función
de hoy es el santo sacrificio. Todas sus melodías están rebosantes de desaliento;
la lectura de la Pasión, que va a tener lugar en seguida, señala el punto culminante
de la jornada. En el siglo V o VI la Iglesia adoptó para el relato un recitado
especial que se convirtió en un verdadero drama. Primeramente el Cronista que
relata los hechos de un modo grave y patético; Cristo, en cambio, tiene un acento
noble y suave que contrasta vivamente con el tono elevado de los demás
interlocutores y con los gritos del pueblo judío. En el momento en que El se
deja pisotear por los pecadores, llevado del amor que nos tiene, entonces es
cuando nosotros debemos gritar que es nuestro Dios y nuestro Rey soberano.
Estos son los ritos generales de este gran día; para la completa inteligencia
de las oraciones y lecturas insertamos, como solemos, todos los detalles necesarios.
NOMBRES DADOS A ESTE DÍA. — Este domingo, además de su
nombre litúrgico y popular de Domingo de Ramos o de Palmas, tiene
el de Domingo del Hosanna, a causa del grito triunfal con que los
judíos saludaron la llegada de Jesús. Nuestros padres le llamaron Domingo de
Pascua florida, porque Pascua que se celebrará dentro de ocho días,
está hoy como en flor y los fieles pueden empezar el cumplimiento pascual de la
comunión anual desde este momento. Los españoles, al descubrir el Domingo de
Ramos de 1513 el vasto territorio vecino de México le dieron el nombre de
Florida en recuerdo de esta denominación. También se llama a este domingo Capitilavium,
es decir lava-cabezas porque en los siglos medievales, los padres
lavaban la cabeza de sus hijos nacidos en los meses anteriores cuyo bautismo
podían retrasar sin peligro hasta el Sábado Santo, con el fin de que este día
estuvieran decentes para ser ungidos con el Santo Crisma. En épocas anteriores
este domingo recibió, en algunas iglesias, el nombre de Pascua de los Competentes.
Se llamaba competentes a los catecúmenos admitidos al bautismo. Se reunían hoy
en la Iglesia y se les explicaba detenidamente el símbolo que les habían
explicado en el precedente escrutinio. En la Iglesia mozárabe española se les
explicaba sólo este día. Por fin, los griegos le designaron con el nombre de
Baiphore, es decir Porta-Palma.
M I S A
La Estación, en Roma, se
celebraba en la Basílica de Letrán, madre y maestra de todas las demás
iglesias; con todo, hoy, la función papal se realiza en San Pedro. Esta
derogación no va en perjuicio de los derechos de la ArchiBasílica que antiguamente,
recibía el honor de la presencia del Sumo Pontífice, y que ha conservado las
indulgencias concedidas a aquellos a quienes la visitan hoy.
INTROITO
Señor, no alejes tu auxilio de
mí: atiende a mi defensa: líbrame de la boca del león, y salva mi vida del
cuerno de los unicornios. — Salmo: Oh Dios, Dios mío, mira hacia mí:
¿por qué me has desamparado? Las voces de mis delitos me alejan de mi salud. —
Señor, no alejes... En la colecta la Iglesia pide para todos la gracia de
imitar la paciencia y la humildad del Salvador. Jesucristo sufre y se abaja por
el hombre pecador; es justo que el hombre se aproveche de este ejemplo y
procure su salvación por los medios que le da a conocer la conducta del
Salvador. En la misa solemne el preste se
acerca al altar y, omitiendo el
salmo lúdica roe, Deus, y el Confíteor, sube
inmediatamente al altar, lo besa
en el centro y lo inciensa.
COLECTA
Omnipotente y sempiterno Dios,
que, para ofrecer al género humano un ejemplo de humildad, hiciste que nuestro
Salvador tomase carne y padeciese la cruz: concédenos propicio la gracia de
comprender las lecciones de su paciencia y de participar de su resurrección. Por
el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
EPISTOLA
Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Filipenses
Hermanos: Sentid de vosotros
como Cristo Jesús de sí mismo: el cual, siendo de la misma naturaleza de Dios,
no creyó que era una rapiña el ser igual a Dios: y, a pesar de ello, se despojó
de sí mismo, tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres, y
hallado en lo exterior como hombre. Se humilló a sí mismo, hecho obediente
hasta la muerte, hasta la muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó, y le dio
un nombre, que es sobre todo nombre: (aquí se arrodilla) para
que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y
en los infiernos, y toda lengua confiese que el Señor, Jesucristo, está en la
gloria de Dios Padre.
HUMILLACIÓN Y GLORIA DE JESÚS. — La Iglesia prescribe que
doblemos la rodilla en el trozo de esta Epístola en que el Apóstol dice que
todo ser creado debe humillarse al pronunciar el nombre de Jesús. Acabamos de
cumplir esta prescripción. Comprendamos que si hay alguna época en el año en
que el Hijo de Dios tenga derecho a nuestras más profundas adoraciones, es
justamente está en que su Majestad es violada y en que le vemos pisoteado por
los pecadores. Nuestros corazones deben necesariamente enternecerse y compadecerse
al contemplar los dolores que sufre por nosotros. Pero no debemos sentir menos
los ultrajes y las indignidades de que es colmado aquel que es igual al Padre y
Dios como él. Démosle, al menos mientras estamos unidos a él, por medio de
nuestras humillaciones, la gloria de que se ha despojado para reparar nuestro orgullo
y nuestra rebeldía y unámonos a los santos ángeles que, testigos de todo lo que
ha aceptado por amor al hombre, se anonadan profundamente tanto más cuanto ven
la ignominia a la que se redujo.
En el Gradual la Iglesia se
sirve de las palabras del Real Profeta que predice la grandeza futura de la víctima
del Calvario pero que, al mismo tiempo, confiesa cómo había desgarrado su alma
la seguridad con que los judíos cometerían el deicidio.
GRADUAL
Tuviste mi mano derecha: y me
guiaste según tu voluntad: y me recibiste con gloria. J. ¡Qué bueno es el Dios
de Israel para los rectos de corazón! Mis
pies casi vacilaron, casi se
extraviaron mis pasos: porque envidié a los pecadores, al ver la paz de los malvados.
El Tracto lo constituye una
parte considerable del Ps. XXI de cuyas primeras palabras Jesucristo se sirvió
en la Cruz y que es más una historia de la Pasión que una profecía; tan claras y
evidentes son sus alusiones.
TRACTO
Oh Dios, Dios mío, mira hacia
mí: ¿por qué me has desamparado? J. Las voces de mis delitos me alejan de mí la
salud. Oh Dios mío, clamaré durante el día, y no me oiréis:
y durante la noche, y no habrá para mí descanso. Pero tú
habitas en el santuario, eres la alabanza de Israel. J. En ti esperaron nuestros
padres: esperaron, y los libertaste. A ti clamaron, y se salvaron: en ti
confiaron, y no fueron confundidos. Pero yo soy un gusano, y no un
hombre: el oprobio de los hombres, y la abyección de la plebe. Todos los que me
ven, me desprecian: estiran los labios, y mueven la cabeza (diciendo): J. Ha esperado en el Señor, líbrele ahora: sálvele, si es que le quiere. J.
Ellos me observaron y contemplaron, dividieron entre sí mis vestiduras, echaron
a suertes mi túnica. Líbrame de la boca del león: y salva mi vida del cuerno de
los unicornios. Los que teméis al Señor, alabadle: raza toda de Jacob,
engrandécele. Pertenecerá al Señor la generación venidera: y pregonarán
los cielos su justicia. Al pueblo que nacerá, que hizo el Señor. Ya es hora de
oír el relato de la pasión de nuestro Salvador. La Iglesia lee la narración de los
cuatro evangelios en cuatro días diferentes de esta semana. Comienza hoy con la
de San Mateo, el primero que escribió la narración dela vida y muerte del
Salvador. A. causa de su extensión no ponemos
el texto de los cuatro relatos
de la Pasión que todos pueden encontrar en su Misal.
El Ofertorio es una nueva
profecía de David. Anuncia el abandono del Mesías en medio de sus congojas y la
ferocidad de sus enemigos que para saciar su hambre le darán a beber hiel y
vinagre. De este modo fue tratado aquel que nos da su cuerpo para comida y su
sangre para bebida.
OFERTORIO
Improperio y miseria sufrió mi
corazón: y esperé a que alguien se contristase conmigo, y no le hubo: busqué a
uno, que me consolara, y no le hallé: y me dieron de comida hiel, y en mi sed
me abrevaron con vinagre.
En la Secreta se pide a Dios el
doble fruto de la Pasión para sus siervos: la gracia en esta vida y la gloria
en el cielo.
SECRETA
Suplicámoste, Señor, hagas que
el don ofrecido a los ojos de tu Majestad nos obtenga la gracia de la devoción,
y nos adquiera el efecto de la dichosa perennidad. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
En la antífona de la Comunión,
la Iglesia, que acaba de sumir con el cáliz de la salud, la vida de Cristo, hace
alusión a aquel otro cáliz que Cristo bebió para hacernos partícipes de la bebida
de la inmortalidad.
COMUNION
Padre, si no puede pasar este
cáliz sin que yo le beba, hágase tu voluntad.
La Iglesia pone fin a las
súplicas del sacrificio que acaba de ofrecer implorando el perdón de los
pecados para todos sus hijos, y el cumplimiento del deseo que tienen de tomar
parte en la gloriosa resurrección del Hombre Dios.
POSCOMUNION
Haz, Señor, que, por la virtud
de este Misterio, sean purificados nuestros pecados y se cumplan nuestros anhelos.
Por el Señor.
LÁGRIMAS DE JESÚS. — Pongamos fin a esta jornada del Redentor en la
ciudad de Jerusalén recordando algunos otros hechos de importancia. San Lucas nos
enseña que durante la marcha triunfal de Jesús hacia la ciudad ocurrió que antes
de entrar en ella Cristo comenzó a llorar sobre Jerusalén, y desahogó su dolor
en estos términos: "¡Oh si al menos en este día conocieses lo que podría
darte la paz! Pero ahora está oculto a tus ojos, porque días vendrán sobre ti, y
te rodearán de trincheras tus enemigos, y te cercarán y te estrecharán por
todas partes y te echarán por tierra a ti y a los hijos que tienes dentro, y no
dejarán piedra sobre piedra por no haber conocido el tiempo de tu
visita"'. Hace unos días el santo Evangelio nos mostró a Jesús llorando
ante la tumba de Lázaro; hoy vuelve a derramar lágrimas al contemplar a
Jerusalén. En Betania lloraba al pensar en la muerte del cuerpo, castigo del
pecado; pero esta muerte tiene remedio. Jesús es "la resurrección y la
vida, y aquel que cree en él no morirá para siempre" El estado de
Jerusalén en cambio, es una figura de la muerte espiritual; y esta muerte no
tiene remedio, si el alma no viene a tiempo al autor de la vida. He aquí por
qué las lágrimas que Jesús derrama hoy se hacen tan amargas. En medio de las
aclamaciones de que es objeto al entrar en la ciudad de David, su corazón está oprimido
por la tristeza; porque sabe él mejor que nadie "que no conocieron el
tiempo de su visita". Consolemos al corazón del Redentor y hagámonos su
ciudad fiel.
VUELTA A BETANIA. — Sabemos por San Mateo que el Salvador finalizó
este día en Betania. Su presencia suspende las inquietudes de su madre y
tranquiliza a la familia de Lázaro. En Jerusalén no hubo nadie que le
hospedase; al menos el Evangelio no hace mención de ello. Todos los que mediten
la vida de Nuestro Señor pueden hacerse esta consideración: Jesús honrado por la
mañana con magnífico triunfo, por la tarde se ve obligado a buscar hospedaje
fuera de la ciudad que le había recibido con tanto fervor. Entre las carmelitas descalzas
existe la tradición de ofrecer al Salvador una reparación por el abandono que
sufrió de parte de los habitantes de Jerusalén. Se prepara en medio del
refectorio una mesa, colocando en ella una ración de la comida; después de la
refección de la comunidad se ofrece esa ración a Jesús y se distribuye entre
sus miembros, los pobres.
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