Familia Vargas González |
Elementos
convenientemente distribuidos trataron de dar animación con gritos de Viva
Calles o Abajo el mal clero, los cuales fueron
silenciados con otros en falsete de cállate, barbero; vendido o ¿cuánto te
pagan? Calles llevó los cuerpos pero no dispuso de las voluntades. Completando su cuadro de propaganda, los
callistas organizaron en los mismos días una serie de "polémicas de
orientación", a las cuales se invitó a los católicos "para discutir
el problema religioso". Ampliamente fueron anunciadas, convocando al
pueblo al Teatro Iris donde tendrían lugar, o bien a escucharlas por la radio. Los
católicos respondimos de buena fe y fueron designados cuatro oradores que
habían de contender con tres ministros de Estado y un líder obrero. Experimentamos
la primera sorpresa cuando al acudir a las oficinas de la C. R. O. M., por
pases para el teatro, las encontramos bloqueadas por obreros que informaban se
habían agotado las entradas, y el desengaño definitivo lo tuvimos al escuchar
cómo, llegado el turno a los oradores católicos, se impidió oírles con gritos
de traidores, hipócritas, silbidos y siseos ; pero no impidieron que la chispa
del ingenio popular lapidara al Ministro del Trabajo, cuando queriendo
impresionar a su auditorio dijo: "i Si Cristo socialista viviera, hubiera
estado con nosotros en la manifestación de respaldo al presidente Calles!"
Entonces se escuchó claramente por la radio el grito que llenó la sala: "i
Si no, lo hubieran cesado!" Una carcajada general ahogó las palabras del
ministro demagogo.
Todo contribuía a
enardecer los ánimos y las noticias alarmantes continuaban. En Saltillo se organizó
una manifestación de respaldo semejante a la de la Ciudad de México, pero allí
el pueblo prorrumpió en gritos de ¡Viva Cristo Rey! y llevó a cabo una
contramanifestación que chocó con la oficial, y se produjo un sangriento
encuentro. La policía aprehendió a prominentes católicos ajenos a los motines
callejeros, temerosos de que éstos pudieran organizar un movimiento más serio. Los
diarios, en sí muy cautelosos para dar noticias, hicieron saber que los jefes
de operaciones militares habían enviado columnas volantes a los pueblos,
"aun a los más distantes de las sierras, a recoger a buenas o malas toda
clase de armas que poseen los indios en grandes cantidades, para evitar que los
delitos de sangre se multipliquen".
En la metrópoli
hizo declaraciones el Jefe de las Comisiones de Seguridad, en el sentido de que
estaba muy preocupado porque "recibía continua, noticias de que los
católicos tramaban una vasta conjuración en todo el país, por lo que se habían
hecho numerosas aprehensiones en Chihuahua, Jalisco, Puebla, Michoacán, Tabasco
y sobre todo en el Distrito Federal".
En San Ángel corrió
el rumor de que el Patriarca Pérez -sacerdote descalificado de quien quisieron
valerse Calles y Morones para fundar una parodia de iglesia denominada Católica
Mexicana- intentaba apoderarse de la parroquia de San Jacinto, por lo que los
católicos se propusieron impedirIo, y con este objeto se reunieron en casa de
la presidenta de las Damas Católicas de esa población. La policía creyendo en
una conspiración trató de catear la casa, pero, al ver el despliegue de
fuerzas, el pueblo echó a vuelo las campanas, y se congregó gran multitud que
apedreó a la poli, que tuvo que emprender la retirada. Nuestro Grupo, Daniel
O'Connell, continuaba estrechamente vigilado, por lo cual fuimos citados los
socios en una casa deshabitada para recibir instrucciones de los altos jefes
del movimiento de resistencia.
Al caer la noche
entramos cautelosamente, atentos a las indicaciones de los que montaban guardia
en las calles vecinas. Ya en el interior de una espaciosa sala donde una vela
iluminaba débilmente los rostros juveniles, los socios, sentados en el suelo,
esperaban en silencio el principio de la junta. Allí vi por primera vez a
varios de los que habían de destacar como paladines de una heroica resistencia,
algunos de los cuales habrían de morir gritando Viva Cristo Rey ante las balas
asesinas: i Humberto Pro Juárez, Armando Téllez, Luis Segura Vilchis! Ayer
desconocidos y mañana resplandecientes con la más pura de las glorias. Sus
fotografías las llevan hoy no pocos católicos en sus devocionarios. El Anciano
tomó la palabra para decimos: -¡Acejotaemeros!, nos encontramos en estos
momentos decisivos para nuestra patria, alrededor del viva...
-
¡Presumido! -comentó en voz alta el Pichón-: una vela y gracias.
-Seriedad,
por favor -suplicó-: las circunstancias lo requieren. “Antes de presentarles a
los compañeros que están aquí con nosotros quiero pedirles a ustedes dos cosas,
sin las cuales nuestra empresa se convertiría en loca temeridad: el sigilo y la
obediencia.
Exigimos el secreto
de cuanto se hable en el Grupo o en cualquier parte, y cuya divulgación pueda
perjudicar al movimiento o a los que trabajan en él. La respuesta a cualquier
pregunta indiscreta, así mediara el tormento, deberá ser un no sé terminante. La
obediencia a las órdenes emanadas de los jefes que hemos elegido debe ser
absoluta, sin discusión, y queda terminantemente prohibido dar órdenes motu
propio. Valor, decisión, entusiasmo, no faltan a ninguno de nosotros; pero como
la lucha será ardua, e indudablemente transcurrirán largos meses antes de que
veamos nuestros sacrificios coronados con el triunfo, debemos alentar a los que
desfallezcan. Digamos con el Ilustrísimo Obispo de Tamaulipas: -"Si
avanzo, seguidme; si me detengo, empujadme; si retrocedo, matadme". Sí, la
muerte es preferible a la vergüenza de la fuga.
Están con nosotros
compañeros del Centro de Estudiantes a quienes vemos como hermanos mayores. En
nombre de ellos Eduardo nos dirá palabras de orientación. Eduardo, que gozaba
de gran ascendencia y simpatía, nos habló en estos términos: Un ilustre
abogado, maestro mío, nos propuso este nuevo mandamiento: No sufras jamás una
injusticia si puedes evitarla. La causa general de la ley y del derecho está en
juego en cada atentado, el ciudadano que se resigna a sufrir lo tranquilamente,
sin defenderse por todos los medios lícitos, es un tránsfuga de la causa de la
justicia y un enemigo de los intereses nacionales, siempre solidarios del
triunfo del derecho. Hasta que no llegue el día -prosiguió Eduardo- en que la
conciencia moral del pueblo mexicano evolucione al grado de que se considere tan
criminal y odioso abandonar la defensa de sus derechos, como criminal y odioso
es matar, robar, estafar, calumniar, etc., hasta entonces será posible en
.México el reino de la ley. Mientras la inmensa mayoría reciba tranquilamente
las mayores arbitrariedades del poder público, y no sienta por ello el menor asomo
de vergüenza, los buenos gobiernos serán imposibles y seguiremos teniendo los
gobiernos que padecemos. Las revoluciones en México han dado muerte a la
conciencia del derecho y por eso no hemos sabido defenderlo, no hemos sentido
todos la ignominia de ser esclavos de ambiciones políticas.
Los malos gobiernos
son correlativos de los malos ciudadanos. Desarrollan sus frondas del seno de
multitudes pasivas, que no saben defender sus derechos, o los que sólo
defienden intermitentemente, por medio de revoluciones que estallan cuando la
situación es intolerable. La mayoría de los
ciudadanos no sufren por las arbitrariedades del poder, sino en el caso en que
esas arbitrariedades perjudiquen a sus intereses y en la proporción en que se
hace el perjuicio, pero entonces no es el sentimiento del derecho el que
protesta, es el egoísmo, es el amor a la riqueza, , es la codicia ruin, que
sólo produce, en su defensa, resultados mezquinos y vergonzosos: cohechos,
soborno, transacciones», con la autoridad, súplicas humillantes, actitudes
serviles. Si llega el caso de clasificar, según la importancia, estas dos
máximas: 'no cometas ninguna injusticia y no sufras tranquilamente una
injusticia, decididamente considero primera máxima esta última. Un aplauso
espontáneo, imposible de reprimir, rubricó las palabras de Eduardo. -¡De pie,
compañeros! --exclamó Luis-. Hagamos la solemne promesa de consagrarnos al
servicio de Dios y nuestro Derecho. De nada nos sirve formar parte de una
nación independiente si somos esclavos en nuestro propio suelo. Como mexicanos
y como católicos estamos dispuestos a morir por la patria en lucha con el
extranjero, pero igualmente estamos dispuestos a sacrificarnos por ella cuando
la causa de la justicia y de la libertad interior así lo exige. y todos
repitieron con gravedad que conmovió sus juveniles pechos el juramento que Luis
formuló: ¡ Defender lo que con tu sangre conquistaste, sin escatimar
tranquilidad, felicidad y vida, Le lo juramos hoy, Cristo! Se levantó la
sesión, pero como la salida debía hacerse de uno en uno y con pequeños
intervalos, volvimos a ocupar nuestros puestos alrededor del cuarto.
-Ahora
estuvimos todos -dijo Manuel-; pero quién sabe si el día del triunfo tengamos
que lamentar la falta de algunos.
-Guarda
tus lamentaciones, Jeremías -arguyó Pichón-; de Lodos modos dentro de cien años
todos calvos, y ya que hemos de morir, oye lo que para tu consuelo les voy a
contar: en una panadería trabaron estrecha amistad una pieza de pan y un pedazo
de papel.
Por algún tiempo
fueron felices, mas cuando menos lo esperaban sintiéronse estrujados por una
mano que tomando el pan lo envolvió en el papel. Su alegría fue inmensa, pero
como no hay felicidad verdadera pronto fueron separados. El pan, derramando
lágrimas se despidió de su amigo y rápidamente le contó la suerte que le
esperaba; pero el papel, lejos de inmutarse se alegró y le dijo: no te aflijas,
a la salida nos veremos!
V
Constituida la
Confederación de los estudiantes católicos, organizamos
círculos de estudio para los socios registrados como conferenciantes en la
sección de propaganda oral de la Liga. Semanariamente recibíamos del Director un
extracto de los temas por tratar y nos ejercitábamos desarrollándolos. La
primera reunión se celebró en un vasto corralón contiguo a la iglesia de El
Niño Limosnerito; y se designó como conferenciantes a Luis, Raúl y Manuel.
Concurrieron más de quinientas gentes del pueblo, destacando los obreros
ferrocarrileros con su ¡típica indumentaria. Al llegar encontramos a algunos
alarmados por los sospechosos movimientos de dos gendarmes, los que a su vez no
estaban menos inquietos al ver reunirse tan gran número de personas, cuando las
"instrucciones precisas" de sus jefes eran las de no permitir reunión
alguna. Al enterarse de lo que ocurría, el tuercas, uno de los ferrocarrileros
organizadores, salió del corral seguido por otros compañeros, fue al encuentro
de los policías y los invitó cordialmente a pasar.
-Disimule,
señor -contestó uno de ellos-; pero estamos de punto y no podemos abandonar el
crucero.
-Están
de vigilancia -le contestó el Tuercas-, y deseando saber lo que allí pasa, por
eso los invito a entrar.
-Pos
vamos -dijo el otro gendarme y se dirigieron al corralón acompañados por la
"comisión de invitación".
Ya adentro fueron
rodeados por la concurrencia de obreros que los miraban con malos ojos, pues el
pueblo necesita en todo estado de descontento una figura humana, un chivo
expiatorio, en quien concentrar su odio. Acostumbrados a pensar partiendo de
seres humanos, las ideas no son plenamente claras para su capacidad si no
palpan los personajes; si hay un mal, quieren ver al malvado. Calles, causante
de sus desdichas, estaba fuera de su alcance; pero esos dos gendarmes
representaban para el pueblo a la odiosa tiranía. Estrechados fuertemente por
quienes les rodeaban no opusieron resistencia al ser desarmados. El Tuercas
entregó las pistolas y macanas de los agentes a dos fornidos mecánicos y les
dijo: "Tomen, compañeros, y si éstos intentan escapar, ya saben".
Luego suplicó iniciar la conferencia. El primero en pasar a la improvisada
tribuna fue el Anciano, quien dijo: -j Compañeros obreros! ¿Qué cosa es una
huelga de trabajadores? Es un acto de resistencia legal, ejercida cuando el
capital comete arbitrariedades o se niega a conceder lo que en justicia nos
pertenece. Es un acto pasivo que sin ser delictuoso obliga a las instituciones
poderosas a capitular. ¡Eso mismo es el boycot económico, decretado por la Liga
Defensora de la Libertad! No nos pide tomar las armas, ni siquiera que nos
salgamos de los carriles del orden para seguir los de la violencia. Sólo nos
dice: no compres sino lo indispensable para subsistir. ¡Es una huelga de
compradores! Se busca una parálisis económica, una crisis, y en ello no hay
delito alguno, como tampoco lo hay cuando la crisis se determina por una
huelga. Una parálisis económica es cosa
grave, sobre todo en México donde vivimos al día. Un mes más de quietud puede
ocasionar una situación terrible; pero el gobierno puede restaurar la normalidad
con sólo renunciar a la legislación radical que repudia la inmensa mayoría del
pueblo. Dicen que el boycot es cruel. Sí, ya lo sabíamos, lo sabíamos mejor que
nuestros enemigos que se reían de nuestro medio de defensa llamándolo ridículo.
Lo que nos extraña es que lo digan los que para escalar el poder no han medido
los sacrificios de nuestro pueblo en dieciséis años de continuas revueltas, los
que todo han devastado con sus robos e iniquidades. Nuestra arma es lícita y la
esgrimimos en legítima defensa; pero al fin es arma y hiere. ¿Que ataca a los
pobres? Queremos que nos digan los tiranos de ahora si los pobres sufrieron
menos en los años llamados del hambre, ocasionados por las revueltas, y si
alguno de ellos fue entonces su defensor o protector caritativo. La masa
popular aceptó secundar el boycot a que fue invitada, y constituye su
aceptación un plebiscito popular que el gobierno debe respetar. El boycot como
movimiento de resistencia popular indica un mejoramiento considerable del
espíritu nacional. Por muchos años nos hemos rendido ante cualquier gesto
imperioso de los revoltosos. En los años álgidos de 1915 y 1916, bastaba que un
matachín se acercara a una plaza, para que sus habitantes suplicaran al jefe de
la guarnición no opusiera resistencia. Todo menos luchar; nadie pensaba en
defenderse; se aceptaba la imposición como algo fatal o irremediable. La gente
temblaba de terror con sólo escuchar un balazo o ver ondear una bandera. Hubo
capital de Estado de más de cincuenta mil habitantes capturada por un pelotón
de veinticinco hombres, y esas gentes cobardes condenaban a los pocos espíritus
viriles que intentaban resistir, con el pretexto de que complicaban la
situación. El que no se defiende desea que los demás tampoco se defiendan. Así,
dentro de la cobardía colectiva parece menos culpable la cobardía individual. Ahora
es distinto. Nuestros enemigos ya lanzan gritos de miedo, miedo de muerte y
muerte por estrangulación. ¡Que acabe el boycot!, claman desesperados y
nosotros contestamos: y Que acabe la tiranía!, porque nadie nos negará el
derecho de legítima defensa en una forma que estimaron al principio ridícula,
ineficaz y risible.
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