"Padre, pequé contra el cielo y contra ti: ya no soy
digno de ser llamado hijo tuyo" |
SABADO
DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA
La Estación se celebra en la iglesia de los Santos
Pedro y Marcelino célebres mártires de Roma, de la persecución de Diocleciano
cuyos nombres se hallan inscritos en el Canon de la Misa.
COLECTA
Suplicámoste,
Señor, des a nuestros ayunos efecto saludable: para que el castigo de nuestra
carne acreciente el vigor vital de nuestras almas. Por el Señor.
EPISTOLA
Lección
del libro del Génesis.
En
aquellos días dijo Rebeca a su hijo Jacob: Oí a tu padre hablando con tu
hermano Esaú, y diciéndole: Tráeme de tu caza, y hazme alimentos, para que
coma, y te bendiga delante del Señor antes que muera. Ahora bien, hijo mío,
acepta mis consejos: y, yendo al rebaño, tráeme los dos mejores cabritos, para
que haga con ellos alimentos a tu padre, que gusta mucho de ellos: para que,
después que se los presentes y los coma te bendiga antes que muera. A lo cual
respondió él: Sabes que mi hermano Esaú es un hombre velludo, y yo soy lampiño:
si me palpare mi padre, y lo advirtiere, temo crea que quise burlarle, y
acarree sobre mí su maldición en vez de su bendición. A lo que dijo la madre:
Caiga sobre mí esa maldición, hijo mío: escucha solamente mi voa; y, yendo,
tráeme lo que te he dicho. Fué y lo trajo, y se lo dió a la madre. Ella preparó
los alimentos, conforme sabía los quería su padre. Y le vistió con los mejores
vestidos de Esaú que había en casa: y envolvió las manos en las pieles de los
cabritos, y cubrió el desnudo del cuello. Y le dió el plato, y le entregó los
panes que había cocido. Presentados los cuales, dijo: ¡Padre mío! Y él respondió:
¿Quién eres tú, hijo mío? Y dijo Jacob: Yo soy tu primogénito Esaú: he hecho
como me mandaste: levántate, siéntate, y come de mi caza, para que me bendiga
tu alma. Y de nuevo Isaac a su hijo: ¿Cómo, dijo, pudiste encontrar tan pronto,
hijo mío? El respondió: Ha querido Dios que me saliera pronto al paso lo que
buscaba, Y dijo Isaac: Acércate aquí, para que te toque, hijo mío, y pruebe a
ver si eres tú mi hijo Esaú, o no. Se acercó él al padre, y, habiéndole palpado,
dijo Isaac: La voz, ciertamente, es la voz de Jacob, pero las manos son las
manos de Esaú. Y no le conoció, porque las manos vellosas le asemejaban al mayor.
Bendiciéndole, pues, dijo: ¿Eres tú mi hijo Esaú? Respondió: yo soy. Y él:
Dame, dijo, el alimento de tu caza, hijo mío, para que te bendiga mi alma. Y, habiéndoselo
presentado, después que comió de él, le ofreció también vino. Bebido el cual,
le dijo: Acércate a mí, y dame un beso, hijo mío. Se acercó, y le besó. Y, tan
pronto como sintió la fragancia de sus vestidos, bendiciéndole, dijo: He aquí
el olor de mi hijo, olor como el del campo maduro, bendecido por el Señor. Déte
Dios el rocío del cielo y la fertilidad de la tierra, abundancia de pan y vino.
Y sirvan te los pueblos, y adoren te las tribus: sé el señor de tus hermanos, y
cúrvense ante ti los hijos de tu madre. El que te maldijere, maldito sea: y, el
que te bendijere, sea colmado de bendiciones. Apenas había concluido de hablar
Isaac y de salir fuera Jacob, vino Esaú, y presentó al padre el plato de la
caza cocida, diciendo: Levántate, padre mío, y come de la caza de tu hijo, para
que me bendiga tu alma. Y díjole Isaac: Pues, ¿quién eres tú? El respondió: Soy
tu hijo primogénito Esaú. Espantó se Isaac con gran estupor, y maravillado más
de lo que se puede creer, dijo: ¿Quién fué, pues, el que me trajo hace poco la
caza cogida, y comí de todo, antes que tú vinieses? Y le bendije, y será
bendito. Cuando oyó Esaú las palabras del padre, rugió con gran clamor, y dijo
consternado: Bendíceme
también a mí, padre mío. El cual dijo: Vino tu hermano fraudulentamente, y
recibió tu bendición. Y él añadió: Con razón le llamaron Jacob: pues me
suplantó ya dos veces: primero me quitó mi primogenitura, y ahora, por vez
segunda, me ha arrebatado mi bendición. Y de nuevo al padre: ¿Por ventura, dijo,
no has reservado también para mí una bendición? Respondió Isaac: Le he
constituido a él señor tuyo, y he sometido bajo su servidumbre a todos sus hermanos:
le he proveído de pan y de vino; y, después de esto, ¿qué podré hacer por ti,
hijo mío? A lo cual Esaú: ¿No tienes, dijo, más que una sola bendición, padre mío?
Suplico te me bendigas también a mí. Y, como llorase con grandes gritos,
conmovido Isaac, le dijo: En la fertilidad de la tierra, y en el rocío del
cielo estará tu bendición.
ESAÚ Y JACOB. — Los
dos hijos de Isaac. Nos manifiestan indistintamente la serie de juicios de Dios
sobre Israel y la Gentilidad; y la iniciación de los catecúmenos sigue su
curso. Se trata de dos hermanos, el mayor y el más joven. Esaú es figura del
pueblo judío: posee el derecho de primogenitura y le aguarda el destino
principal; Jacob, nacido después, aunque en un mismo alumbramiento, no tiene
derecho a contar con la bendición reservada al mayor; éste representa a la
gentilidad. Sin embargo se cambian los papeles; Jacob recibe esta bendición y su
hermano queda defraudado. ¿Qué ha pasado? Nos lo dice el relato de Moisés. Esaú
es un hombre carnal; le dominan sus apetitos. El placer que espera de un plato
vulgar le hace perder de vista los bienes espirituales que encierra la
bendición de su padre. Por saciar su voracidad cede a Jacob por un plato de
lentejas los derechos que le confiere su primogenitura. Acabamos de ver cómo el
arte de una madre favoreció los deseos de Jacob y como el anciano padre,
instrumento de Dios sin querer lo confirmó y bendijo esta sustitución cuya
existencia ignoraba.
FIGURAS DE LOS JUDÍOS Y DE LOS
GENTILES. — De este
modo el pueblo Judío dominado por sus bajas ideas perdió su última
primogenitura ante los Gentiles. No quiso seguir un Mesías pobre y perseguido;
soñaba con triunfos y grandezas humanas y Jesús sólo prometía un reino
espiritual. Israel desechó pues a este Mesías; y los gentiles le recibieron y
se han hecho con la primogenitura. Y como el pueblo Judío no quiso reconocer
este cambio que sin embargo admitió el día en que gritaba: "No queremos
que este reine sobre nosotros'"; ahora ve con despecho como todos los
favores del Padre celestial son para el pueblo cristiano. Los hijos de Abrahán
según la carne han sido desheredados a la vista de todas las naciones mientras que
los hijos de Abrahán por la fe, son manifiestamente los hijos de la promesa
como lo prometió
el Señor a este gran Patriarca: "Multiplicaré grandemente tu descendencia
como las estrellas del firmamento y como las arenas de las orillas del mar y
serán benditas todas las naciones que de ti nacieren'".
EVANGELIO
Continuación
del santo Evangelio según S. Lucas.
En aquel
tiempo dijo Jesús a los fariseos y a los escribas esta parábola: Cierto hombre
tuvo dos hijos, y dijo al padre el más joven de ellos: Padre, dame la parte de
la herencia que me pertenece. Y les repartió la herencia. Y, pocos días
después, habiéndolo reunido todo, el hijo más joven partió lejos, a un país muy
distante, y allí disipó su herencia, viviendo lujuriosamente. Y, después de
malgastarlo todo, sobrevino una gran hambre en aquella región, y él empezó a
verse necesitado. Y fué, y se arrimó a uno de los habitantes de aquella región.
Y le envió a su granja, para que pastase los puercos. Y deseaba llenar su
vientre de las bellotas que comían los puercos: y nadie se las daba. Y, vuelto
en sí, dijo: ¡Cuántos criados en la casa de mi padre tienen pan en abundancia,
y yo perezco aquí de hambre! Me levantaré, e iré a mi padre, y le diré: Padre,
pequé contra el cielo y contra ti: ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo:
hazme como uno de tus criados. Y, levantándose, se fué a su padre. Y, cuando
estaba todavía lejos, le vió su padre, y, movido a compasión, le salió al
encuentro, se abrazó a su cuello, y le besó. Y dijóle el hijo: Padre, pequé
contra el cielo y contra ti: ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Pero el
padre dijo a sus siervos: Traed pronto el primer vestido, y ponédselo, y dadle
un anillo para su mano, y calzado para sus pies: y traed un becerro cebado, y
matadlo, y comamos y bebamos, porque este hijo mío había muerto, y ha revivido;
había perecido, y ha sido encontrado. Y comenzaron a banquetear. Pero el hijo
mayor estaba en el campo: y, cuando vino, y se acercó a casa, oyó la sinfonía y
el coro: y llamó a uno de los siervos, y le preguntó qué eran aquellas cosas. Y
él le dijo: Ha venido tu hermano, y tu padre ha matado un becerro cebado,
porque lo ha encontrado sano. Y él se indignó, y no quería entrar. Pero,
saliendo su padre, comenzó a rogarle. Mas él, respondiendo, dijo a su padre:
Mira, te he servido tantos años, y nunca he quebrantado tus mandatos, y nunca
me has dado un cabrito, para comerlo con mis amigos: en cambio, después que
este tu hijo, que devoró su hacienda con las meretrices, ha vuelto, has matado
un ternero cebado. Y él le dijo: Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío
es tuyo: pero convenía comer y alegrarse, porque este tu hermano había muerto,
y ha revivido; había perecido, y ha sido encontrado.
REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO. — Aquí
también se encierra el misterio que hace poco acabamos de ver en el relato del
Génesis, Se hallan presentes dos hermanos y el mayor se queja de la gran
misericordia que el padre ha tenido con el hijo menor. Este se fué a una región
lejana; huyó de la casa paterna, con el fin de entregarse más libremente a sus
placeres; mas cuando se vió reducido a la más extrema indulgencia, se acordó de
su padre y vino a pedir humildemente el último lugar en esta casa que un día debía
haber sido la suya. El padre recibió al pródigo con la más viva ternura; no
sólo le perdonó, sino que le restituyó todos sus derechos de hijo: Hizo aún
mucho más dió un banquete para celebrar este regreso feliz; y esta buena conducta
del padre, suscita la envidia del hijo mayor. También es inútil que Israel se
indigne contra la conducta del Señor; ha llegado la hora de convocar a todas
las naciones y formar el gremio de la Iglesia. Si es verdad que sus errores y
pasiones han alejado a los Gentiles, también es verdad que escucharán la voz de
los apóstoles. Griegos y Romanos, Escitas y Bárbaros, todos, arrepentidos de
sus extravíos, acudirán a pedir se les admita a participar de los favores de
Israel. Y no se les dará sólo las migajas que cayeren de la mesa, como las
pedía la Cananea; se les admitirá como hijos legítimos y honrados. No se
tendrán en cuenta las quejas envidiosas de Israel. Si rehúsa tomar parte en el
banquete, no por eso se dejará de celebrar la fiesta. Ahora bien, esta fiesta
es la Pascua; estos hijos admitidos pobres y extenuados en la casa paterna, son
los Catecúmenos, sobre quienes se apresura el Señor a derramar la gracia adoptiva.
LA INFINITA MISERICORDIA DEL PADRE. — Estos hijos
pródigos que vienen a ponerse bajo el amparo de su padre ofendido, son también
los penitentes públicos a quienes en estos días preparaba la Iglesia la
reconciliación. La Iglesia, que ha mitigado su severa disciplina, propone hoy
esta parábola a todos los pecadores que se disponen a reconciliarse con Dios.
No conocen aún la infinita misericordia del Señor que han abandonado; que
aprendan hoy cómo la misericordia prevalece sobre la justicia en el corazón de
Aquel "que ha amado al mundo hasta darle su propio "El hijo
único'". Por más distanciado que pueda haber sido su huida, y profunda que
haya sido su ingratitud, en la casa paterna, todo está dispuesto para celebrar
su retorno. En la puerta les aguarda el padre que han abandonado, dispuesto a
adelantarse a su encuentro para abrazarles; les va a devolver su primer vestido,
el vestido de la inocencia; el anillo que llevan sólo los hijos de la casa
adornará de nuevo la casa purificada. Se les ha preparado la mesa del festín y
los Angeles pronto dejarán oír sus celestes melodías. Cantan desde lo más íntimo
de su corazón: "Padre, he pecado contra el cielo y contra Ti; no merezco
ya me llamen hijo tuyo; trátame como a uno de tus criados." La vuelta
sincera de sus extravíos pasados, la confesión sencilla, firme propósito de ser
en adelante fieles, son las únicas y fáciles condiciones que exige el Padre de
sus pródigos para hacerlos hijos de su predilección.
ORACION
Humillad vuestras cabezas a Dios.
Suplicámoste,
Señor, guardes a tu Familia con tu continua piedad: para que, pues que sólo se
apoya en la esperanza de la gracia celestial, sea defendida también con tu
celeste protección. Por el Señor.
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