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martes, 1 de agosto de 2017

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La misma idea en Bernardo Lazare:
"El Talmud formó a la nación judía después de su dispersión… fue el molde del alma judía, el creador de la raza." (2)
Pero el Talmud ya no lo leen sino los rabinos; la mayo· ría de los judíos ignora la lengua (un antiguo caldeo muy difícil) en que está escrito.
Es verdad: el judío moderno ha perdido las ideas sobrenaturales; no cree en Dios y si observa algún rito religioso no es por piedad, sino por nacionalismo.
El no lee el Talmud, pero su rabino lo lee, y eso basta para que el fuerte espíritu de la obra se difunda en ese pueblo que ve en sus sacerdotes a los conductores de la raza.
"El judío irreligioso y a veces ateo, dice Lazare, subsiste porque tiene la creencia de su raza. Ha conservado su orgullo nacional; se imagina ser una individualidad superior, un ser diferente de los que le rodean, y esta convicción le impide asimilarse; porque siendo exclusivista, rehúsa mezclarse por el matrimonio con los otros pueblos." (3)
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(1)Weill : "Le Judaisme, ses dogmes et sa mission".
Introd. génerale. Paris, A la Librairie israélite, 1866, pág. 135.
(2) Lazare: "L´Antisemitisme". Jean Crés. París, 1934 t. l.
(3) Lazare: "Op. cit.", t. I, pág. 138.
(3) Espíritu del Talmud: orgullo y astucia.-El Talmud ha suplantado a la Biblia.-Los rabinos mataron a los profetas. Maimónides, ejemplo de astucia.-El gobierno judío es una sociedad secreta.-El Kahal.-Misterio ambulante.
¿Cuál es, pues, el espíritu de ese libro, que ha preservado a Israel de fundirse en la masa de los pueblos cristianos? En dos palabras: el orgullo nacional y la astucia.
Dejaré otra vez la palabra a grandes escritores judíos, que son testigos insospechables de parcialidad en contra de Israel.
Sin embargo, no se tema que un buen israelita pueda ofenderse porque le digan orgulloso y astuto. La simplicidad y la humildad son virtudes del Evangelio, no del Talmud.
"El punto de vista utilitario de la moral judía, dice un escritor religioso de esa nacionalidad, aparece en el término mismo con que designan su ideal aquellos que la enseñan: el término hokma, sabiduría.
"Mas no entienden que sabiduría sea conocimiento de Dios y mucho menos especulación filosófica, sino posesión de los medios prácticos para llegar al fin de la vida que es la felicidad: la sabiduría es, pues, la habilidad, la prudencia." (1)
Quien dice habilidad y prudencia, dice astucia. No hay nao da más sutil y travieso que la casuística de un rabino, experto en el Talmud.
Diremos en pocas palabras lo que es el Talmud. Los judíos desde la más remota antigüedad reconocían una ley oral, con que se interpretaba la ley escrita (de Moisés y sus profetas).
Esta ley oral se llamaba Mischna (segunda ley) y con el andar de los siglos llegó a ser infinitamente copiosa y confirió un poder inmenso a los doctores que la conocían y la interpretaban.
Pero la vida entera de un hombre no bastaba para aprender de memoria y trasmitir de palabra a un sucesor aquella colosal legislación, y se fueron perdiendo millares de reglas.
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(1) Ad. Lods: "Les Prophetes d'Israel". París, La Renaissance du Livre, 1935, pág. 374.
En el siglo II (era cristiana), el Rabino Jehuda el Santo, condolido de la desaparición paulatina de tantas religiones, resolvió recogerlas por escrito, violando con ello cierta regla que lo prohibía.
Convocó un sínodo de doctores y empezó la redacción de la Mischna, y luego aparecieron los comentarios de los rabinos, o sea la Guemara.
Estos comentarios constituyen, el Talmud. Casi simultáneamente se redactaron dos: uno en Tiberíades, que se llamó-Talmud de Jerusalén, y otro en Babilonia, que lleva su nombre. Este es el más acreditado y el que generalmente se cita.
No sólo contiene todas las grandes cuestiones teológicas y filosóficas que interesan a la humanidad, y se refieren a la naturaleza y a la creación del hombre, al alma, a la vida futura, a la resurrección, metempsicosis, cielo e infierno, ángeles y demonios, deshiladas en hebras finísimas, verdaderos cabellos partidos en cuatro; sino también innumerables leyendas, poéticas y pueriles, graves y ridículas; y nociones acerca de todo, agricultura y matemáticas, higiene y astronomía, metafísica e historia sagrada. . . El lector pierde la paciencia y pasa de la admiración a la sorpresa, a la indignación misma, atraído y desorientado alternativamente por aquel fárrago de contradicciones y de extravagancias, de grandeza y de puerilidad, de profundidad y de pornografía. . .
Y si considera que el Talmud ha sido casi dos mil años el alimento espiritual de todo un pueblo, y ha suplantado a la Biblia, no puede menos de caer en profundo estupor.
Recordemos la acerba palabra de uno de sus Profetas:
“He aquí, que para la mentira ha trabajado la pluma engañadora de los escribas." (Jeremías, 8.8.)
Los rabinos mataron a los profetas, y su casuística utilitaria y astuta, sirvió maravillosamente para que aquel pueblo odiado y perseguido, se doblegara bajo la persecución y se adaptara y subsistiera y prosperase.
"El Talmud y las legislaciones anti judías, dice Bernardo Lazare, corrompieron profundamente al judío."
Más adelante completa así su pensamiento:
"En esta guerra que, para vivir, tuvo el judío que librar contra el mundo no pudo salir vencedor sino por la intriga. Y este miserable, condenado a las humillaciones y a los insultos, obligado a agachar la cabeza bajo los golpes, bajo los vejámenes, bajo las invectivas, no pudo vengarse de sus enemigos, de sus verdugos sino por la astucia.
"El robo y la mala fe fueron sus armas, las únicas armas de que pudo servirse, y así se ingenió para afilarlas, complicarlas, disimular.” (1)
Siento la necesidad de repetir que B. Lazare es un escritor judío que goza de gran autoridad.
Y lo que afirma podría ilustrarse con ejemplos. Básteme citar uno solo, por la actualidad que tiene.
Hace poco tiempo los judíos han celebrado el octavo centenario del nacimiento de Maimónides (30 de marzo de 1135) con entusiastas ceremonias, conferencias, escritos que nos presentan al sabio cordobés como un Tomás de Aquino de la Sinagoga.
Era ciertamente un hombre extraordinario, pero en la Iglesia católica no hubiera llegado a los altares.
Rabino perfectísimo, por su ciencia, por su intolerancia y por su astucia, escribió un libro que puede considerarse un segundo Talmud, la Mischna-Thora.
De una ortodoxia audaz y al mismo tiempo rígida, no consideraba verdadero israelita al que discrepaba en cualquier punto con su doctrina.
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(1) B. Lazare: "L' Antisemitisme". Jean Crés, París, 1934, t. II, pág. 231.
Pues bien, "es un hecho extraño, pero del que no se puede dudar, que el mayor doctor de la Sinagoga, a quien llamaban la antorcha de Israel, la luz del Oriente y del Occidente y a quien un adagio presentaba como un nuevo Moisés, durante diez y seis o diez y siete años ha profesado exteriormente la doctrina musulmana." (1)
No nos escandalicemos demasiado de esta aparente apostaría, que no era más que un rasgo de astucia talmúdica. Maimónides tenía en El Cairo el empleo altamente provechoso de médico a sueldo del emperador Saladino.
Además, era autor de una obra en que sostenía ser ilícito apostatar aparentemente.
Los rabinos del Talmud, han trabajado, pues, el barro milenario de los judíos bíblicos, duros y rezongones, y han hecho al judío de los Protocolos de los Sabios de Sión. (2)
Pocos problemas tan difíciles de resolver como los que se relacionan con el gobierno interior de este pueblo. No hay misterio mejor guardado que el de sus telones.
El gobierno judío es una verdadera sociedad secreta.
Y así como en todas las sociedades secretas existen iniciados que no pasan de las últimas filas, y no penetran jamás en las bambalinas, ni llegan a conocer a los directores de las figuras que ven moverse en el proscenio, así en el judaísmo hay circuncisos de absoluta buena fe, que ignoran la constitución y hasta la existencia misma del Kaha1, es decir, de la autoridad que desde la sombra gobierna a su nación.
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(1) Fr.anck: "Dictionnaire des Sciences Philosophiques", artíc. Maimlónides.
(2) Sin pronunciarme sobre la insoluble cuestión de la autenticidad de los "Protocolos", me limitaré a decir que con buenas palabras de judíos alegan que son falsos; pero con hechos, todos los días nos prueban que son verdaderos. Los "Protocolos" serán falsos... pero se cumplen maravillosamente.
El poeta Heine, que era judío y sabía a qué atenerse, ha dicho:
"Las acciones y los gestos de los judíos, al igual que sus costumbres, son cosas ignoradas del mundo. Se cree conocer· los porque se ha visto su barba; pero no se ha visto nada más que eso, y, como en la Edad Media, los judíos continúan siendo un misterio ambulante."
4. El becerro de oro Israel, he aquí tu Dios!-¿Ironía del texto sagrado? ¿Profecía? El judío no es productor.-Un texto del Talmud sobre la agricultura.-EI oro única riqueza.
Israel, lleva en su propio nombre un poco de su destino. Israel significa en hebreo: el que lucha contra Dios. (Gen. 33, 28.) Y, en efecto, la historia del pueblo escogido es la batalla de Dios, que quiere conducirlo por los caminos de su providencia y se estrella en su rebeldía y obstinación.
"Desde el día que salisteis del país de Egipto, hasta que en trasteis en este lugar (la tierra prometida) habéis sido rebeldes a Jehovah." (Deuter., 9. 7.)
Colmado de promesas y de favores, libertado milagrosamente de la esclavitud de los egipcios, apenas se aleja Moisés, empieza a rezongar, y pide a Aarón, Sumo Sacerdote de Jehovah, que le fabrique un ídolo para adorarlo.
Aarón consiente; recoge las joyas de las mujeres, las funde fábrica un becerro de oro y lo presenta al pueblo:
"Israel, ¡he ahí tu Dios!" (Exodo, 32, 4.)
Estas palabras fueron de los israelitas, según el sagrado texto. Seguramente fueron también las de Aarón.
Pero el hermano de Moisés ¿con qué espíritu las pronunció? ¿Fue un ironista o un profeta?
Quiso decirles: ¿a qué me pedís un dios, si ya lo tenéis y lo adoráis en secreto, y es el oro? ¿O pretendió anunciarles cuál sería su destino y el móvil de su futura política?
-¡No sé! Sin embargo, sospecho que cuando en la Sinagoga, el rabino desenvuelve el venerable rollo de la Thora, donde sobre una piel escrupulosamente preparada está escrito el Pentateuco, al exponer el pasaje del becerro de oro, debe sentir la misma perplejidad. ¿Profecía? ¿Ironía? Y no sabiendo cómo resolver la cuestión, se encogerá de hombros. ¿Qué importa? Al fin y al cabo, el amor al oro está prescrito en sus libros santos. El Zohar, comentando las bendiciones de la Biblia, afirma que: "La bendición en la tierra consiste en la riqueza." (1-87 b.)
Pero el judío no es productor. Prefiere ganar la riqueza por el intercambio. Al servir de intermediario entre los que producen y los que compran, algo queda siempre en sus manos, y se acumula y constituye su capital.
No se aviene sino con las ocupaciones sin raíces, que le permiten estar de paso en todas partes: el pequeño comercio, la pequeña industria, el préstamo, la comisión, la banca. Y en los últimos tiempos, las profesiones liberales.


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