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viernes, 31 de marzo de 2017

Monseñor Lefevbre y la sede Romana



PARA QUE LA DISPUTA NO, SE VUELVA DISCORDIA
Lo más curioso es que el Pontífice medieval, unos renglones antes, había dicho: "Si yo no estuviese consolidado en la fe, ¿de qué modo podría afirmar a los demás en ella?, lo cual corresponde especialmente a mi cargo, como bien sabéis. Lo cual atestigua el Señor, cuando dice: "Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca". Rogó y obtuvo, puesto que, a causa de su reverencia, es escuchado en todo. Por lo tanto, la fe de la Sede apostólica no defeccionó en ninguna turbación, antes al contrario, siempre permaneció integra y Sin mancha, a fin de que el privilegio de Pedro persistiese inquebrantable".
Esto nos recuerda lo que San León Magno dice en el Sermón del segundo aniversario de su elección y que forma parte del oficio de Sumos Pontífices: "Tanta enim divinitus soliditate munita est, ut eam neque haeretica umquam corrumpere pravitas, nec pagana potuerit superare perfidia". (Ella -la solidez de la piedra- está tan divinamente fortalecida por una tal solidez, que ni la perversidad herética puede corromperla, ni la incredulidad pagana vencerla.)
"Por lo tanto, como concluye Billot, la autoridad citada más bien se torna contra los adversarios." La segunda prueba presentada está tomada del Decreto de Graciano: "...el mismo que está destinado a juzgar a todos, no debe ser juzgado por nadie, a no ser que se lo encuentre en defección de la fe.
La Concordia discordantium canonum, del monje Graciano, más corrientemente conocida por Decretum, se trata de una obra propiamente didáctica, en la que se adaptan los métodos escolásticos a la exposición de las materias canónicas; en ella se discuten las fuentes, copiosamente alegadas conforme al texto de las colecciones en uso, y se buscan soluciones a los diversos problemas que la práctica iba presentando, o la Escuela planteaba a priori.
'Ante todo hay que observar, dice Billot, que el Decreto de Graciano no tiene ninguna otra autoridad que la intrínseca de los documentos que en él se recopilan además, agrega el Cardenal, aquellos documentos tienen distintos valores, una parte son auténticos y otra son apócrifos, no hay nadie que razonablemente niegue esto. Finalmente, concluye Billot, el canon precitado, insertado bajo el nombre de Bonifacio mártir, lo más verosímil es que deba ser contado entre los apócrifos. Por lo demás, responde Bellarmino (Billot lo cita): "Aquellos cánones no quieren decir que el Pontífice como persona privada pueda errar heréticamente, sino tan solo que el Pontífice no puede ser juzgado. Puesto' que no es del todo cierto que pueda o no ser hereje el Pontífice, por esto, para mayor cautela, agregan una condición: a no ser que sea hereje." (Para la cita de billot, ver Tractatus de Ecclesia, t.1, c. 3, q.14, tesis 29; para la referencia de S. Roberto, ver De Romano Pontífice, 1.4, c.7).
Por lo tanto, nadie puede concluir con derecho que el Sumo Pontífice sea formalmente hereje sin emitir un juicio que sólo pertenece a Dios: a solo Deo, non ad hominibus, potest judicari.
Nadie tiene el derecho de declarar que el Sumo Pontífice ha incurrido en herejía externa, pública y notoria.
Para esto es necesario emitir un juicio que sólo pertenece a Dios.
En el sentido jurídico del término, el Papa no puede ser juzgado por nadie en la tierra.
Puede presentarse aquí como objeción que el Papa Honorio I (625-628) fue condenado por el VI Concilio Ecuménico (Constantinopla III, 680-681) y por el Papa San León II (682-683) al aprobar las actas de dicho Concilio, aunque no en los mismos términos también los Concilios VII y VIII Ecuménicos (II de Nicea, 787, y IV de Constantinopla, 869, respectivamente) repitieron la dicha condena.
Las dos cartas de Honorio pueden estudiarse en Dz. 251-252 y D-S 487-488. La apología Pro Honorio Papa puede verse en Dz. 253 y D-S 496 498. Las actas del Concilio III de Constantinopla en D-S 552. La carta de San León II, finalmente, en D-S 563.
No tenemos autoridad para resolver esta cuestión, ni espacio para dedicarle como correspondería. Remitimos a San Roberto Bellarmino en su "De romano Pontífice", 1.2, c.27, 2da. objeción y 1.4, c.11, donde dice en resumen:
1) El nombre del Papa Honorio I fue insertado entre los otros herejes por los envidiosos de la Iglesia Romana.
2) Era costumbre de los griegos adulterar las actas de los Concilios. Así como lo hicieron con los Concilios III, IV, V y VII, nada debe admirarnos que lo hayan hecho con el VI. Cabe recordar las dificultades entre Occidente y Oriente que culminaron con el Cisma del siglo IX.
3) Esa condena del Concilio III de Constantinopla es contraria a la carta del Papa San Agatón, bajo cuyo pontificado comenzó el Sínodo, la cual figura en las actas octavas de la cuarta sesión. El Concilio fue falsificado, concluye San Roberto.
No se pueden ignorar con una rancia simplicidad los argumentos doctrinales aducidos en todo este articulo, hacerlo es fundamentar una questio disputata en la nada y, entonces, lo objetivo se vuelve subjetivo y esta forma de relativizar la cuestión en disputa genera aun entre quienes opinan de esta manera división tras división, corriente tras corriente de tal manera que NUNCA SE VA A LLEGAR UN CONCENSO y esto es muy lamentable.

Y si no se aceptan dichos argumentos sacados del magisterio y del derecho canónico y de otros entonces estamos en un terreno muy pantanoso donde parte de ellos se reducen a puro SENTIMENTALISMO relegando a segundo término la argumentación aducida en este artículo. El sentimentalismo no es razón suficiente para decidir si alguien es Papa o no es como edificar una casa en la arena tarde o temprano colapsara matando a todos cuantos viven en ella. Recuerden que LA DISPUTA NO SE VUELVA EN DISCORDIA


Nacimiento, grandeza, decadencia y ruina de la NACIÓN MEXICANA




Capítulo 14. LOS CRISTEROS


"La Iglesia de Jesucristo tiene derecho indiscutible de poseer bienes  temporales muebles e inmuebles, confiriéndole por su mismo Divino Fundador y reconocido por los pueblos más cultos de la tierra... Por tanto, los templos son propiedad de la Iglesia y no del Estado Civil, y si éste los arrebata, o bien usurpa los derechos temporales de la Iglesia, cualesquiera que sean, no sólo peca contra el séptimo precepto de la Ley Divina que dice: no hurtaras, sino también contra el primero que prohíbe profanar las cosas santas.
"La Iglesia tiene derecho Divino, acaso el más sagrado de todos, de enseñar en todas partes y sin trabas de ninguna especie la Religión de Jesucristo. Por tanto tiene derecho de fundar Universidades, Ateneos y Academias de Instrucción Secundaria, en donde se impartan ampliamente conocimientos de Religión. A fortiori de fundar y regir seminarios en donde forma a sus ministros y los prepara para el gobierno de las almas. Tiene también derecho de establecer Escuelas Primarias donde se enseñan los rudimentos de la Fe, y le asiste aun el derecho natural e inviolable de enseñar en todas parles la ciencia del orden humano y natural. "En consecuencia: los gobiernos que prohíben la enseñanza de la Religión en las escuelas, ya primarias, ya secundarias, violan evidentemente el Derecho Divino y las que excluyen a la Iglesia de la enseñanza de las ciencias naturales y humanas violan el derecho natural.
"La Iglesia tiene derecho exclusivo para dictar e interpretar las leyes que se refieren a la consecución del fin para que fue creada: que es la gloria de Dios y la salvación de las almas. Por tanto el artículo 130 de la Constitución que a la letra dice: corresponde a los poderes federales ejercer en materia de culto religioso y disciplina externa la intervención que designen las leyes', es altamente atentatorio contra la naturaleza de la misma Iglesia. El gobierno civil debe saber de una vez para siempre que solo aquellos a quienes el espíritu Santo puso para gobernar a la Iglesia de Dios pueden dictar leyes. Si se trata del culto, el ordenarlo es de la competencia exclusiva de la Silla Apostólica. Los ministros de la Iglesia en el ejercicio del culto, únicamente dependen de sus superiores eclesiásticos. Toca a los Obispos y demás Jueces ordinarios la vigilancia sobre el cumplimiento de las leyes litúrgicas. "Bien se ven las intenciones de los constituyentes de Querétaro con respecto a la Iglesia Católica: quisieron suplantarla, exterminarla y aun quitarla enteramente del medio. Porque ¿qué viene a quedar de la verdadera Iglesia de Cristo, si no es ella quien legisla acerca de sus asuntos más íntimos, sino el gobierno civil? ¿A qué viene a reducirse en el orden público y social, si se niega a las Iglesias particulares toda personalidad? Más todavía: los sacerdotes han sido siempre y en todas partes los representantes genuino» de las diversas religiones que han aparecido en el curso de los siglos...
"¿Puede siquiera concebirse una sociedad de tal naturaleza en un país donde el gobierno declara que los templos son suyos, que él determinará
los que deben continuar destinados a su objeto, que él será la única autoridad competente para intervenir en materia de culto, y en donde finalmente, los sacerdotes no son ya súbditos de la Iglesia, esto es, del Papa y de los Obispos, sino simple y sencillamente empleados del gobierno o conserjes de los edificios públicos?
"Ya no hay para qué detenemos más en consideraciones de suyo obvias: los constituyentes, o más bien dicho el sectarismo mejicano, ha pretendido aniquilar a la Iglesia Católica con las llamadas leyes fundamentales del país...
"Por consiguiente, el actual gobierno pone a la iglesia mejicana esta disyuntiva: o te sometes a mi autoridad y permites que yo te gobierne a mi antojo y haga de ti no que quiera, o yo te perseguiré hasta tu total exterminio. Frente a esa disyuntiva VV. HH. e hijos nuestros, Nós optamos resueltamente por la persecución. Queremos ser antes perseguidos y exterminados que aceptar ignominiosamente la coyunda de la esclavitud. Es mejor morir en las garras de nuestros enemigos que bajar al sepulcro cubiertos de ignominia y después de haber traicionado la causa sacrosanta de Jesucristo.
Es mejor entregamos resueltamente en los brazos de la muerte que contemplar impasibles la consumación del misterio de iniquidad.
"Así pues, Nos, por amor a Jesucristo y en cumplimiento de Nuestro sagrado deber, declaramos de una manera solemne que no nos someteremos jamás a la autoridad del gobierno civil en asuntos eclesiásticos. Que en tales asuntos no reconocemos más autoridad que la del Sumo Pontífice. Que las leyes constitucionales, las orgánicas u otras de cualesquiera denominación, contrarias a las leyes divinas o eclesiásticas, son írritas y de ningún valor, y que tales leyes, por ser profundamente inmorales no pueden prescribir, ni por razón de tiempo ni de aquiescencia o apatía de los católicos, ni por ninguno de los títulos que constituyen la prescripción ordinaria.
"A fin de que tengáis VV. HH. e hijos Nuestros normas ciertas y seguras a qué ateneros en lo sucesivo, y particularmente en los momentos presentes, hemos tenido a bien acordar las siguientes providencias: 'Primera.- Ningún sacerdote de nuestro obispado podrá proporcionar al gobierno planos, inventarios o cualesquiera otras razones de los templos que están a su cargo.
Segunda.- Ningún sacerdote podrá sujetarse a las leyes, ordenes o disposiciones del gobierno civil, ni a las promulgadas ni a las que se promulgaren en lo sucesivo, siempre que versen acerca de asuntos eclesiásticos o contravengan el derecho Divino, positivo o natural, o las Leyes Santas de La Iglesia.
'Tercera.- Si las autoridades apelan a la violencia no será lícito, ni a los fieles, ni al clero, apelar a la fuerza bruta para repeler la agresión, sino que deberán observar la conducta mansa pero digna, de los mártires del cristianismo.
Cuarta.- Por consiguiente, prohibimos terminantemente los motines y asonadas, y en general cualesquiera manifestaciones de la fuerza bruta contra las autoridades constituidas."
El también egregio Obispo de Tacámbaro, Ilmo. Sr. D. Leopoldo Lara y Torres, atrayéndose las iras de los tiranos, declaraba en Instrucción Pastoral, entre otras cosas 10 siguiente:
"Bien sabéis por noticias particulares y de la prensa de todo el país, que se ha desatado en nuestra muy querida patria una cruel e injusta persecución que mucho lamentamos, con la cual se pretende arrancamos a los católicos nuestros derechos más sagrados, cuales son los de profesar y practicar nuestras creencias conforme al dictado de nuestra conciencia.
"En muchas partes de la República se nos ha privado con fútiles pretextos del derecho... de tener escuelas particulares. En otras, se han cerrado los seminarios... y aun se ha llegado a pretender cerrar el nuestro... Se ha expulsado arbitrariamente y sin procedimientos jurídicos a multitud de sacerdotes y religiosos extranjeros. Y última y principalmente, con las leyes que se están promulgando en los diversos Estados de la República, se pretende esclavizar a la Iglesia y sujetarla al Gobierno Civil, contra los derechos sagrados que ella tiene de su Divino Fundador.
"En segundo lugar es nuestro deber declarar, como de hecho declaramos, que ni como católicos, ni como ciudadanos, ni mucho menos como obispos, podremos jamás conformamos con una ley que mina radicalmente la libertad santa de la Iglesia, destruye la jerarquía eclesiástica, abre las puertas a cismas y herejías, y nos conduciría irremediablemente a la pérdida completa de nuestra fe y nuestros principios cristianos.
"Esto no es rebelamos contra la autoridad,... sino defender los derechos de otra autoridad superior, que es la de Dios y la conciencia, contra las cuales no hay autoridad que valga. Es defender nuestros derechos sagrados de obispos y sacerdotes y defender los derechos mismos de todos los católicos que se ven coartados por esta ley para el libre ejercicio de su religión y de su culto."
Obsérvese como estos dos valientes prelados quienes junto con el Ilmo. Arzobispo de Durango, serían los principales defensores del derecho a la defensa armada contra la injusta agresión de la tiranía, todavía entonces contenían al pueblo, y no sólo no aprobaban, sino que reprobaban la lucha armada contra las que llamaban "autoridades constituidas".
Siendo ya imprescindible una resolución conjunta, se reunió el Comité Episcopal y después de estudiar a fondo la situación, deliberando largamente, se tomó una decisión, que, por conducto de Mons. Jorge José Caruana, Delegado Apostólico, se presentó oficialmente para su aprobación por la Santa Sede:
"Santísimo Padre: Los Obispos de la República Mejicana, representados por el Comité Episcopal de Méjico, ante Vuestra Santidad humildemente exponen:
l. Que el Presidente de la República ha dado un decreto anticonstitucional, que empezará a regir el 31 de este mes, en el que bajo severas penas de cárcel y cuantiosas multas impone el cumplimiento de los artículos impíos y reprobados por Vuestra Santidad, de la Constitución de 1917. Los principales puntos son: prohibición de escuelas primarias en que se enseñe religión, o dirigidas por corporaciones religiosas o sacerdotes. Prohibición de existencia de congregaciones, aunque sus miembros dispersos vivan en casa diversa. Prohibición del uso del traje eclesiástico o de cualquier distintivo y de libertad a la prensa católica. Exige que los sacerdotes encargados de los templos se presenten con diez vecinos al Presidente Municipal y que éste mande cada mes acta del Registro a la Secretaría de Gobernación.
Ordena que todos los bienes de la Iglesia pasen a pleno dominio del Gobierno y da acción popular para denunciar las infracciones de la ley.


jueves, 30 de marzo de 2017

UT NOS CREDIDIMUS CARITATE. VIDA DE MONS. LEFEBVRE


Una revelación


Las expresiones de gratitud, veneración y afecto hacia su Superior romano lloverán a menudo en las palabras de Monseñor Lefebvre durante sus sermones o conferencias espirituales. Así, en el sermón de su jubileo sacerdotal, el 23 de septiembre de 1979, se complacerá en evocar «la elevada dirección del querido y venerado Padre Le Floch, Padre amado, Padre que nos enseñó a ver claro en los acontecimientos de la época, comentándonos las encíclicas de los Papas."
«Jamás agradeceré lo bastante a Dios -decía- haberme permitido conocer a ese hombre realmente extraordinario».
Monseñor Lefebvre decía que las enseñanzas del Padre Le Floch fueron para él una «revelación»:
Fue él quien nos enseñó lo que eran los Papas en el mundo y en la Iglesia, y lo que habían enseñado durante un siglo y medio: el antiliberalismo, el antimodernismo, el anticomunismo y toda la doctrina de la Iglesia sobre estos temas. Nos hizo comprender y vivir realmente este combate emprendido por los Papas con absoluta continuidad para preservar al mundo y a la Iglesia de esas plagas que hoy nos oprimen. Eso fue para mí una revelación.
¿En qué fue una revelación? El antiguo alumno del colegio de Tourcoing nos lo explicaba claramente: Durante mis estudios no había entendido antes lo que está en juego en este combate de la Iglesia por la Iglesia y por la Cristiandad". Recuerdo [...] haber llegado al Seminario con ideas equivocadas que fui corrigiendo durante mi Seminario. Yo creía, por ejemplo, que era excelente que el Estado estuviese separado de la Iglesia. ¡Sí, yo era liberal! Esa confesión desencadenó, evidentemente, la risa de sus oyentes, los seminaristas de Écone: ¡Monseñor Lefebvre había sido liberal! Y ¿cómo ocurrió su conversión intelectual? Simplemente, decía, escuchaba las conversaciones de mis compañeros mayores. Escuchaba sus reacciones y, sobre todo, lo que mis profesores y mi superior me enseñaban. Y me di cuenta de que, en efecto, tenía muchas ideas falsas. [ ... ] Me sentía feliz de poder aprender la verdad, me sentía feliz de comprender que estaba equivocado, que tenía que cambiar mi manera de concebir ciertas cosas, y eso sobre todo estudiando las en cíclicas de los Papas que nos mostraban precisamente todos los errores modernos: esas magníficas encíclicas de todos los Papas hasta San Pío X y el Papa Pío XI.
Para mí -insistía-, fue una revelación total. Y así iba naciendo poco a poco en nosotros el deseo de conformar nuestro juicio con el de los Papas. Nos preguntábamos: ¿C6mo juzgaron los Papas los acontecimientos, las ideas, los hombres, las cosas de su tiempo? Y el Padre Le Floch nos mostraba" las ideas directivas de esos Papas en sus encíclicas: siempre las mismas, exactamente las mismas. Eso nos enseñó [...] cómo había que juzgar la historia [...], y eso es lo que se nos quedó grabado",
«Tal como juzgaron los Papas»: la preocupación constante de Monseñor Lefebvre sería la de inscribirse en la continuidad de juicio de los Papas y no tener ninguna idea personal, sino ser simplemente fiel a la «verdad de la Iglesia, la que siempre Ella ha enseñado» Vivimos siempre en estado de cruzada Ahora bien, la Iglesia siempre había enseñado a la vez que combatía.
El Padre Le Floch -decía Monseñor Lefebvre-, nos hizo entrar y vivir en la historia de la Iglesia, en ese combate que las fuerzas perversas sostenían contra Nuestro Señor. Eso nos movilizó contra este funesto liberalismo, contra la Revolución y las potestades del mal que trabajan para derribar la Iglesia, el reino de Nuestro Señor, los Estados católicos y la cristiandad entera.
La mayor parte de los seminaristas abrazaban ese combate, y los demás no se quedaban, explicaba también Monseñor Lefebvre: «Tuvimos que elegir: o dejar el seminario si no estábamos de acuerdo, o continuar y entrar en el combate-F. Pero entrar en ese combate significaba comprometerse de por vida: «Creo que toda nuestra vida sacerdotal (y episcopal) quedó orientada por ese combate contra el liberalismo.
Ese liberalismo era también el de los católicos liberales, «gente de doble cara» que se dice católica pero que «no puede soportar la verdad íntegra ni que se condenen los errores, a los enemigos de la Iglesia, y que estemos siempre en estado de cruzada».
«Eso es -concluía Monseñor Lefebvre-, vivimos en estado de cruzada, en estado de combate continuo, y esta cruzada -precisaba- puede exigir el rnartirio-".
Bajo la bandera de Cristo Rey y Sacerdote

Como lo atestigua Denis Fahey"; las lecturas que se proponían a los seminaristas o se hacían en el comedor les hacían contemplar con Godefroid Kurth'" «el Cuerpo Místico de Cristo transformando la sociedad pagana del Imperio Romano y preparando el movimiento creciente de reconocimiento del programa de Nuestro Señor Jesucristo Sacerdote y Rey»; les ayudaba a comprender con el Padre Deschamps" que «las revoluciones provocaban la exclusión del gobierno de Cristo Rey con la intención de eliminar finalmente la misa y la vida sobrenatural de Cristo sumo Sacerdote». El De Ecclesia del Padre (luego Cardenal) Billot, S.]., les hacía «captar el sentido de la realeza de Cristo y el horror al liberalismo». Con las enseñanzas del Cardenal Pie aprendían «el significado pleno del "Venga a nosotros tu reino", esto es, que el reino del Señor debe establecerse no solamente en las almas individuales y en el cielo, sino también en la tierra mediante la sumisión de los Estados y de las naciones a su gobierno. Destronar a Dios sobre la tierra es un crimen al que no hemos de resignarnos jamás».
«El Syllabus del Papa Pío IX y las encíclicas de los cuatro últimos papas -decía Fahey- fueron el objeto principal de mis meditaciones sobre la realeza de Cristo y sus relaciones con el sacerdocio».
Marcel Lefebvre hizo lo mismo.
En San Pedro, cuando visitaba la basílica, Fahey se quedaba un buen rato en la Confesión y allí prometía al primer Papa «enseñar la verdad sobre su Maestro como él y sus sucesores, los Romanos Pontífices, querían que se enseñases ".
La verdad sobre Cristo Rey y Sacerdote, a la luz de los Papas, en el combate contra los adversarios de esta verdad, era también el depósito sagrado que Marcel Lefebvre decidió transmitir.

3. Un filósofo contemplativo

¡Esa buena y antigua Gregoriana! Pero antes de transmitir, había que dejarse formar. El 5 de noviembre la Universidad Gregoriana abrió sus puertas para la lectio brevis a la bandada pintoresca y multicolor de setecientos seminaristas que llegarían a ella cada mañana desde todas las callejuelas adyacentes, los alemanes vestidos de rojo, los hispanos de azul y negro, y los religiosos en toda la variedad de sus sayales. De esa lección inaugural recitada en un latín cantarín y voluble por el Padre Lazzarini, Mareel sólo entendió algunas palabras. Se quedó casi desanimado.
Pero no tardaría en arreglárselas", Se inscribió en la Facultad de Filosofía, en el curso de «segundo año, cuyo ritmo diario incluía dos o tres horas por la mañana y otras tantas por la tarde.
Hacían falta tres minutos para cruzar la Piazza della Minerva y llegar, en la Vía del Seminario, al alto portal del Palazzo Borromeo que, después de la expoliación del Colegio Romano en 1870, albergaba la Universidad Gregoriana. Su nombre original era el que le dio su creador San Ignacio: Colegio Romano?.
Allí Louis Billot había enseñado, como un dívus Thomas redivivus, el tomismo y el combate contra el modernismo y contra el liberalismo, al que calificaba de «perfecta y absoluta incoherencia, por la oposición que sus partidarios establecen entre los principios y la práctica, ya que los principios que ellos dicen aceptar no son sino las reglas prácticas de acción, que precisamente se niegan a admitir». Creado Cardenal por San Pío X en noviembre de 1911, tuvo que dejar la docencia, pero en 1923 todavía seguía siendo el maestro ideal, venerado por los Padres y seminaristas de Santa Chiara.
Aridez metafísica y verdades políticas antirrevolucionarias No sin esfuerzo, el joven estudiante llegó a saborear «la única y verdadera filosofía del sentido común y de lo real»43 que ofrecía el Padre Charles Boyer en su clase de lógica y de metafísica general, que hacía las delicias de las mentes más especulativas que Marcel.
Aprobó el examen el 2 de julio con la calificación de bene probatus.
Le costó tener que «hacer pura filosofía sin relación con la fe»; faltaban las aplicaciones y consecuencias cristianas de los principios filosóficos; ahora bien -pensaba el alumno- «la filosofía no escapa al dominio universal de Nuestro Señor, es la sierva de la teología», y por eso ha de ser «asumida por la gracia, del mismo modo que la naturaleza humana de Nuestro Señor por su naturaleza divinax,
La política que enseñaba el Padre Lorenzo Giammusso en su clase de ética apasionaba a Marcel Lefebvre. Exponía las verdades que acababan con los mitos revolucionarios de la «voluntad popular» y de «la armonía de las libertades de las personas»; y concluía que la sociedad civil, tal como la concibió el Autor de la naturaleza, debía honrar a Dios con un culto público. La filosofía se convertía en el trono de Cristo Rey. (pag. 77)















AVISOS ESPIRITVALES DE SANTA DE SANTA TERESA DE JESUS.


ACUÉRDATE QUE NO TIENES MAS DE UN ALMA 
COMENTADOS
POR EL PADRE ALONSO DE ANDRADE

1.- Este aviso es del ESPÍRITU SANTO, en tantos lugares, que fuera larga materia repetidos. Valga por todos el del Eclesiástico:

ACUÉRDATE EN TODAS TUS OBRAS DE TUS POSTRIMERÍAS, y NO CAERÁS EN PECADO.
 Estas son Muerte, Juicio, Infierno y Gloria, cuya memoria será la triaca de tu alma, el freno de tus acciones, y el desengaño de tu vida; y ni el demonio te engañará, ni los deleites te cautivarán, ni las riquezas te cegarán, ni las honras te llevarán en pos de sí.
2.- Mas antes estarás firme y constante contra todos esos enemigos, que lo son declaradamente de tu alma; y, conociendo en lo que todo para, darás de mano a muchas cosas, vivirás libre para DIOS, en paz contigo, y alcanzarás gloriosas victorias.
3.- Acuérdate, no te olvides, porque el olvido de estas verdades infalibles es la perdición del mundo. Por él pecan los hijos de Adán, por él se endurecen en sus vicios, por él se resfrían los devotos, por él no viven con fervor los tibios; por él son cautivos de los bienes caducos de este mundo, por él no codician los eternos; por él pierden la paz del cuerpo y alma; por él andan ciegos y caen a cada paso, porque no contemplan más que lo presente, olvidados de lo por venir.
4.- Y así dice S. Bernardo: sé por experiencia que ninguno se puede salvar sin el conocimiento de sí mismo; y que la causa POR QUE TANTOS SE CONDENAN es el olvido de sí, de lo que son y en lo que han de parar; porque son un muladar de basura, concebidos en culpa, viven en pena, y rematan en la muerte, que es el fin de todos. Y el que tiene esta verdad delante de los ojos da de mano a todas las vanidades del mundo, y sólo cuida de lo eterno que le puede llevar a DIOS.
5.- Bien tenía tomado el pulso a esta doctrina S. Agustín, cuando afirmó que valía más el que conocía su flaqueza y en lo que para todo lo que brilla en el mundo, que el que conoce todas las propiedades de las plantas, las influencias de las estrellas, los movimientos de los cielos y cuanto hay en el orbe.
6.- Y, si no, dime ¿qué has ganado después de haber considerado las estrellas... y penetrado las calidades de todo lo criado, si de ti te olvidaste? Oye lo que dice el más sabio de los hombres, Salomón, a quien DIOS comunicó esos conocimientos, y la conclusión que de ello sacó fue que todo es vanidad de vanidades...

TANTO DAÑO QUE HACE EL OLVIDO DE ESTAS
VERDADES, CUANTO PROVECHO SU MEMORIA

7.- Conociendo, pues el demonio cuánto importa la memoria de esta verdad, ninguna cosa procura con más veras que borrarla de nuestro pensamiento, cegándonos los ojos, y haciéndonos olvidar lo que tanto importa, para que caigamos en pecado, y no aspiremos a lo eterno; porque no siente el corazón lo que los ojos no ven, ni pica la pimienta que no se masca, ni amarga la píldora que se traga entera, ni mueve el pecado que no se considera, ni la muerte, o el juicio de que no se hace memoria.
8.- Reparó S. Gregorio que a aquel Rico del Evangelio entonces le salteó la muerte, y le llamaron a cuentas, confiscándole sus bienes, precisamente esa noche, en que pensando en vivir, estaba echando sus trazas para muchos largos años: ¡Oh alma mía, decía, alégrate, que tienes copiosas riquezas para muchos años!
9.- Aún las postreras palabras no arrojaba de la boca, cuando
DIOS abrió la suya y le llamó a cuentas, diciéndole: “Necio! esta, noche te piden cuenta de tu alma, y lo que allegaste ¿para quién será? Añade aquí S. Gregorio: no sin misterio nos narra el Evangelista que sucedió esto de noche, porque estaba ciego y en tinieblas, sin ver ni considerar su fin, ni acordarse de DIOS, ni de la muerte, ni del juicio, ni del infierno a donde iba a arar antes, olvidado de todo esto, pensaba vivir largos años, raíz de perdición.
10.- ¡Oh lamentable olvido! ¡Oh perniciosa ceguedad la de los hombres, que los hace caer en tales despeñaderos! ¡Qué de ellos hay, acota S. Juan Crisóstomo, que, olvidados de su fin, sólo piensan en vivir, y, estando un paso de la sepultura, no se acuerdan de ella, echando trazas como éste para edificar suntuosos palacios, plantar amenos jardines, fructuosas viñas, situar gruesas rentas, fundar ricos mayorazgos. Hacen contratos, ordenan casamientos, entablan sus cosas con tantas y tan firmes raíces en este mundo, como si hubieran de ser eternos en él, y tan olvidados del otro, como si no le hubiera, o como si no hubieran de ir a él!
11.- Y al mejor tiempo, y plegue a DIOS no sea el peor, cuando más descuidados están les llaman a dar cuenta de su alma, y de toda la fábrica que levantaron en tierra, y la triste alma va sola y pobre por aquellas regiones no conocidas sin saber en qué parará, acompañada de sus culpas de sus malas obras, y atormentada de su mala conciencia. ¡Las riquezas se quedaron acá, y las goza quien no las ganó, y el desdichado que las afanó va a tener el infierno, por haberlas adquirido mal!
12.- ¡Oh locura de los hijos de Adán! ¡Oh ceguedad lamentable de los que sólo miran lo presente, sin cuidado de lo por venir!
13.- Acuérdate que tienes alma, y no tienes más de una, y que has de morir, y no más que una vez, y has de dar cuenta de tu vida en el Tribunal del Juez más recto que hubo, y que esta cuenta no se ha de dar 2 veces, sino una, y si ésa sale mal, no hay apelación ni tiempo de restaurarla, y que forzosamente te ha de caber una de dos suertes: o vivir para siempre con los Santos en el cielo, o morir eternamente con los demonios en el infierno.
14.- Carga el peso de la consideración sobre aquella ETERNIDAD; piensa una y mil veces cómo nunca se ha de acabar, como no ha de tener fin, ni ha de haber disminución, ni tregua, ni intermisión en el gozar de los buenos, ni en el penar de los malos; que como dice S. Agustín, no parece posible que se pueda compadecer creer esto, ser Cristiano y hombre de razón, y no temer, y prepararse para la muerte y cuenta que esperamos.
15.- Y así añade: los que no temen esto no solamente no son
Cristianos, pero ni hombres de razón; pues por esta sola debieran temer, creyendo que se ha de llegar aquel día, en que se han de hallar en aquel riguroso Tribunal, para dar cuenta de sí; y si tú te descuidas, es porque no lo consideras; por cuya razón te aviso que te acuerdes.
16.- Prueba bien esta verdad lo acontecido a Moisés, cuando con DIOS retirado en el monte pecó el pueblo y DIOS le mandó bajase a reducirle Baja, le dijo, presto porque ha pecado tu pueblo.
17.- Movióse a piedad Moisés, y rogó a Dios le perdonase, con tantas veras, que no salió de su presencia, hasta alcanzar el perdón; pero en llegando a su vista, y en viendo el ídolo, y las fiestas que hacían, se indignó de tal manera, que hizo pedazos las tablas de la Ley escritas con el dedo de DIOS, y derribó el ídolo, y le molió y se le dio a beber, y castigó a los culpados con tanto rigor, que pasó a cuchillo 22,000 de los plebeyos, sin otros muchos nobles.
18.- Donde se debe ponderar cuánta fuerza tiene la vista para mover el corazón; pues cuando Moisés estaba en el monte, aunque supo el pecado del pueblo no se movió a castigo, sino a perdón; pero en viéndole se airó de manera que no perdonó a los culpados, haciendo en ellos tan ejemplar castigo. Porque sepas cuánta verdad es que ojos ciegos no mueven al corazón; y, si tú no sientes las idolatrías, que cometes con las criaturas, y contigo mismo, es porque estás ciego para verlas.
19.- Y que, si no lloras la perdición de tu alma es porque no la
consideras; y que, si no remedias el incendio en que se abrasa, ni previenes las penas que la amenazan, es porque las tienes olvidadas; que, si las tuvieras presentes, y meditaras a menudo en la muerte, por donde has de pasar, en la cuenta que has de dar, y en las penas del infierno, adonde puedes caer, y mereces por tus culpas, sin duda que vivieras con temor, y que oyeras y sintieras los clamores de tu alma, a quien tienes cautiva en obscuro calabozo de olvido, enajenado con solo lo visible, cuya afición se ha apoderado de todos tus sentidos; porque, conociendo el demonio que todo tu bien consiste en tener presente tu fin, ninguna cosa procura con más veras que olvidarte de él, ocupando tu memoria con lo caduco y perecedero.

miércoles, 29 de marzo de 2017

Tratado del amor a Dios


“Cómo estando ocupado todo el corazón en el amor sagrado; puede, sin embargo, amar a Dios deferentemente, y amar también muchas cosas por Dios" (continuación)

No sólo entre los que aman a Dios de todo corazón, hay quienes le aman más y quienes le aman menos, sino que una misma persona se excede, a veces, a sí misma, en este soberano ejercicio del amor de Dios sobre todas las cosas.
¿Quién no sabe que hay progresos en este santo amor, y que el fin de los santos está colmado de un más perfecto amor que los comienzos? Según la manera de hablar de las Escrituras, hacer alguna cosa de todo corazón no quiere decir sino hacerla de buen grado y sin reserva.
Todos los verdaderos amantes son iguales en dar todos su corazón, con todas sus fuerzas; pero son desiguales en darlo todos diversamente y de diferentes maneras, pues algunos dan todo su corazón con todas sus fuerzas, pero menos perfectamente que otros. Unos lo dan todo por el martirio, otros por la virginidad, otros por la pobreza, otros por la acción, otros por la contemplación, otros Dar el ministerio pastoral, y, dándolo todos todo, por la observancia de los mandarmietos, unos empero, lo dan más imperfectamente que otros.
El precio de este amor que tenemos a Dios donde de la eminencia y excelencia del motivo dar el cual y según el cual le amamos. Cuando le amamos por su infinita y suma bondad, como Dios y porque es Dios, una sola gota de este amor vale mucho más, tiene más fuerza y merece más estima que todos los otros amores Que jamás puedan existir en los corazones de los hombres y entre los coros de los ángeles, porque mientras este amor vive, es él el que reina y empuña el cetro sobre todos los demás afectos, haciendo que Dios sea en la voluntad preferido a todas las cosas, universalmente y sin reservas.

De dos grados de perfección con los cuales este man-
damiento puede ser observado en esta vida mortal

Hay algunas almas que, habiendo hecho ya algunos progresos en el amor divino, han cortado todo otro amor a las cosas peligrosas; mas, a pesar de esto, no dejan de tener algunos afectos perniciosos y superfluos, porque se aficionan con exceso Y con un amor demasiado tierno y más apasionada de lo que Dios quiere. Dios quería que Adán amase tiernamente a Eva, pero no tanto que, por complacerla. quebrantase la orden que la divina Majestad le había dado. No amó, pues, una cosa superflua y de suyo peligrosa, pero la amó con superfluidad y peligro. El amor a nuestros padres, amigos y bienhechores es, de suyo, un amor según Dios, pero no es lícito amarlos con exceso; las mismas vocaciones, por espirituales que sean, y nuestros ejercicios de piedad (a los cuales debemos aficionarnos) pueden ser amados desordenadamente, cuando son preferidos a la obediencia o a un bien más universal, o cuando se pone en ellos el afecto como en el último fin, siendo así que no son sino medios y preparativos para la realización de nuestro anhelo final, que es el divino amor. y estas almas, que no aman sino lo que Dios quiere que amen, pero que se exceden en la manera de amar, aman verdaderamente a la divina bondad sobre todas las cosas.. pero no en todas las cosas, porque a las mismas cosas cuyo amor les está permitido, aunque con la obligación de amarlas según Dios, no las aman solamente según Dios, sino por causas y motivos Que no son contrarios a Dios, pero que están fuera de Él. Tal fue el caso de aquel pobre joven que, habiendo guardado los mandamientos desde sus primeros años, no deseaba los bienes ajenos, pero amaba con demasiada ternura los propios. Por esto, cuando nuestro Señor le aconsejó que los diese a los pobres, se puso triste y melancólico. No amaba nada que no le fuese lícito amar, pero lo amaba con un amor superfluo y demasiado cerrado.
Estas almas, oh Teótimo, aman de una manera demasiado ardorosa y superflua, pero no aman las superfluidades, sino lo que deben amar. Y, por esta causa, gozan del tálamo nupcial de la unión, de la quietud y del reposo amoroso de que nos hablan los libros quinto y sexto de los Cantares; pero no gozan en calidad de esposas, porque la superfluidad con que se aficionan a las cosas buenas hace que no penetren con mucha frecuencia en las divinas íntimadades del Esposo, por estar ocupadas y distraídas en amar, fuera de Él y sin el, lo que deberían amar únicamente en Él y por El.

De otros dos grados de mayo perfección por los cúa-
les podemos amar a Dios sobre todas las cosas.

Hay almas que aman tan sólo lo que Dios quiere. Almas felices, pues aman a Dios, a, sus amigos en Dios y a sus enemigos por Dios, pero no aman ni una sola sino en Dios y por Dios; Refiere San Lucas que nuestro Señor invitó a que le siguiese a un joven que le amaba mucho, pero que también amaba mucho a su padre, por lo cual deseaba volver a él y el Señor le corta esta superfluidad de su amor y le da un amor más puro, no sólo para que ame a Dios más que a su padre, sino también para que ame a su padre únicamente en Dios. Deja a los muertos el cuidado de enterrar a sus muertos; mas tú, ve y anuncia el reino de Dios". y estas almas, Teótimo, como ves, gozando de una tan grande unión con el Esposo, merecen participar de su calidad y de ser reinas, como Él es rey, pues le están todas dedicadas, sin división ni separación alguna, no amando nada fuera de Él y sin Él, sino tan sólo en Él y por Él.
Finalmente, por encima de todas estas almas hay una absolutamente única, que es la reina de las reinas, la más amable, la más amante y la más amada de todas las amigas del divino Esposo, la cual no sólo ama a Dios sobre todas las cosas y en todas las cosas, sino únicamente a Dios en todas las cosas; de suerte que no ama muchas cosas, sino una sola cosa, que es Dios. Y, porque solamente ama a Dios en todo lo que ama, le ama igualmente en todas partes, fuera de todas las cosas y sin todas las cosas, según lo exige el divino beneplácito. Si es tan sólo Ester a quien ama Asuero, ¿por qué le amará más cuando anda perfumada y adornada que cuando viste en traje ordinario? Si sólo amo a mi Salvador, ¿por qué no he de amarle tanto en el Calvario como en el Tabor, pues es el mismo, en uno y otro monte? ¿Por qué no he de decir con el mismo afecto, en uno y otro lugar: Señor, bueno es estarnos aquí? La verdadera señal de que amamos a Dios sobre todas las cosas es amarle igualmente en todo, pues, siendo Él siempre igual a Sí mismo, la desigualdad de nuestro amor para con Él no puede tener su origen sino en la consideración de alguna cosa que no es Él.


DEL CONOCIMIENTO QUE LOS ÁNGELES TIENEN DE LAS COSAS MATERIALES (q. 57)





III. EXPOSICIÓN TEOLÓGICA DE
SANTO TOMAS (continuación)

¿Habrá de sostenerse la doctrina general del conocimiento angélico por medio de las especies impresas connaturales, o, para obviar la dificultad, será ¡preciso poner que los ángeles han de recibir nuevas especies o modificar las que ya tienen, desde un principio, y en las cuales no los conocían antes de que los futuros tuviesen realidad en sí? El Angélico Doctor sigue manteniendo firmemente la tesis de que, aunque los ángeles puedan conocer tales futuros por revelación antes que existan (ad 1), no los pueden conocer en modo alguno naturalmente. Cuando los futuros existan, los ángeles los conocerán mediante las especies infusas connaturales, pues entonces será cuando tengan en sí una naturaleza por la cual se asemejen a las especies, precisamente en esto pone Santo Tomás la diferencia entre el conocimiento que los ángeles pueden tener de las cosas pretéritas o presentes y las futuras (ad 3, y De veritate, q. 8, a. 12 ad 1).
No necesita, pues, el ángel nuevas especies, ya que las que tiene son desde un principio aptas para representar todos los futuros cuando ellos existan y se asemejen a ellas y esto sin modificación alguna por parte de las especies, pues así lo afirma el Santo expresamente en otro lugar, diciendo: "Cuando algo comienza a existir, el ángel empieza a conocerlo, no por algún cambio en el ángel, sino en la cosa cognoscible, en la cual hay algo que antes no había" (Quodlib, VlI, q. 1, a. 3 ad 2). Recuérdese también lo afirmado en la respuesta a la cuarta dificultad del artículo 2 de la cuestión anterior.
y más explícito, indicando el modo como el ángel conoce el futuro al tener éste existencia, afirma en la respuesta ad 1 en el lugar citado del Quodlib. VlI." "Las especies que el ángel tiene concreadas en sí bastan para conocer todas las cosas cognoscibles, pero en cuanto el entendimiento del ángel es elevado por una luz superior para prorrumpir en más elevados conceptos; así como el profeta, por las mismas especies de los fantasmas, ayudado por la luz profética, recibe un nuevo conocimiento para el cual no bastaba la luz natural del entendimiento agente".

4°_Los ángeles no pueden conocer naturalmente los pensamientos ni los afectos de la voluntad, pues esto es propio de Dios, a no ser que se manifiesten por sus efectos o en algún signo exterior. (a. 4)
Santo tomas a la proposición de “Si los ángeles conocen los pensamientos de los corazones, contesta”:

Lo que es propio de Dios no conviene a los ángeles. Pero conocer los pensamientos de los corazones es propio de Dios, según aquellas palabras del profeta Jeremías: perverso es el corazón del hombre e inescrutable ¿quién lo conocerá? Yo, el Señor, que penetro los corazones.
Luego el ángel no conoce el secreto de los corazones [65].
El pensamiento del corazón puede ser conocido de dos maneras, La primera, en su efecto, y de este modo puede ser conocida no solamente por el ángel, sino también por el hombre, y tanta mayor ventaja lleva el ángel cuanto más recóndito sea el efecto. Un pensamiento, por ejemplo, es conocido a veces no sólo por algún acto externo, sino también por la alteración de las facciones, y los médicos pueden conocer algunas afecciones del alma por el pulso. Los ángeles, pues, y los mismo los demonios, le conocerán tanto más cuanto con mayor penetración escudriñan esta clase de alteraciones corporales ocultas; y por esto dijo San Agustín, hablando de los demonios, que a veces descubren con toda facilidad las disposiciones de los hombres, y no solo las que manifiestan de palabra, sino también las concebidas en los pensamiento, si en el cuerpo se reflejan cualesquiera signos procedentes del alma si bien en el libro de las retractaciones dice que no se puede asegurar cómo esto sucede.
El otro modo es el de conocer los pensamientos conforme están en el entendimiento, y los afectos como están en la voluntad, y de esta modo solamente Dios puede conocer los pensamientos de los corazones y los afectos de la voluntad. La razón es porque la voluntad de la criatura racional no está sujeta más que a Dios, y en ella, corno más adelante veremos, sólo puede obrar el que es su objeto principal y su último fin; de donde se sigue que lo que está en la voluntad, o la que no depende más que de la voluntad, solamente es conocido de Dios. En efecto, no cabe duda de que de la voluntad sola depende el que alguien piense de hecho alguna cosa, porque cuando alguno tiene el hábito de la ciencia posee especies inteligibles, usa de ello cuando quiere, y por esto dijo el Apóstol: Lo que hay en el hombre nadie lo conoce si no es el espíritu del hombre, que está en él [66].
Si, como se ha dicho en el artículo anterior, en tanto una cosa es cognoscible en cuanto tiene actualidad, parece qué podrá conocer el ángel los pensamientos y afectos actuales de los hombres y de ,los otros ángeles mediante las especies que de unos y otros tiene el entendimiento angélico, que los representan tal como son actualmente.
La sentencia de Santo Tomás queda expresada en la proposición que antecede, conforme en todo con lo qué la Sagradas Escritura nos dice del poder de penetrar los secretos, de los corazones. Por pensamientos de los corazones entiéndese en primer lugar los actos inmanentes libres del entendimiento y la voluntad; y secundariamente, también los actos de cualquier potencia que de algún modo participa de la libertad, v. gr., la fantasía y apetito sensitivo cuando sus actos son imperados por la libre voluntad.        
Todos estos secretos de los, corazones pueden manifestarse por sus efectos o signos exteriores, como son el acto externo, alteración de las facciones, cambios internos del organismo, etc.     
En  tales casos pueden sin duda, ser conocidos naturalmente por el hombre y por el ángel, y por éste tanto más perfectamente cuanto su naturaleza sea superior, sus especies inteligibles más perfectas y su entendimiento más penetrante.
Mas, considerados en sí mismos, en cuanto que son inmanentes al entendimiento y la voluntad, sin manifestación alguna, sólo Dios puede conocerlos, En este sentido, los testimonios escríturísticos ya aducidos son numerosos y explícitos.
La razón, para Santo Tomás está en la misma naturaleza íntima de la voluntad y del entendimiento; libres Y contingentes e indeterminados absoluta e intrínsecamente, independientes en su determinación de toda otra criatura Y dependientes sólo de Dios (a. 2; cf. también 1-2, q. 9, a. 6; 1." p., q. 105, a. 4, Y 106, a. 2), de quien reciben el ser.
Al no depender el entendimiento Y la voluntad en su determinación de causa alguna, no tienen sus actos conexión necesaria con ninguna cosa natural, y, por consiguiente, tampoco con las especies infusas connaturales dé los ángeles (De veritate, q. 8, a. 13), que sólo representan de modo actualmente cognoscible las cosas que actualmente existen en el universo.
La voluntad Y el entendimiento son, pues, un sagrario sólido e impenetrable, en el cual riada ni nadie puede entrar sino sólo Dios, Y aquello a lo cual la misma voluntad abra sus puertas. Y de esa misma Impenetrabilidad participan en parte la imaginación Y el apetito sensitivo, en cuanto movidos por la libre voluntad (ad 3; cf. De veritate) q. 8, a. 13 ad 4).

5. "Los ángeles con conocimiento natural no  pueden conocer los misterios de la gracia; con el conocimiento que, los hace bienaventurados, por el cual ven al Verbo y las cosas en el Verbo conocen los misterios de la gracia, aunque no todos los misterios, ni todos los ángeles por igual sino en la medida que Dios haya querido revelárselos" (a. 5).

Se pregunta en este artículo, “Si los ángeles conocen los misterios de la gracia” y contesta el angélico:


POR OTRA PARTE, nadie aprende lo que sabe. Pero los ángeles, incluso los supremos, investigan los misterios de la gracia y los aprenden, puesto que dice Dionisio que la Sagrada Escritura habla de ciertas esencias celestes que proponían cuestiones al mismo Jesús y aprendían la ciencia de su obra divina en favor nuestro, y Jesús les enseño; sin intermediario; y esto concuerda con aquel pasaje de Isaías, cuando preguntan los ángeles: ¿ Quién es este que viene de Edom?, y responde Jesús: Yo, el que hablo justicia. Luego los ángeles no conocen los misterios de la gracia      los ángeles no conocen los misterios de la gracia en los ángeles hay dos clases de conocimiento. Uno natural; por el que conocen las cosas, bien por su esencia o también por especies innatas, y con esta clase de conocimiento no pueden conocer los misterios de la gracia, porque éstos dependen de la sola voluntad de Dios; y si un ángel no puede conocer los pensamientos que dependen de la voluntad de otro, mucho menos conocerá los que solamente dependen de la' voluntad divina. Y esto es lo que enseña, el Apóstol cuando dice: Lo que hay en el hombre nadie lo conoce sino el espíritu del hombre) que en él está.



martes, 28 de marzo de 2017

Sociopolitica a la Luz de Fátima y La Salette.


Médica rumana hace un fuerte y poderoso llamamiento al Papa y los obispos en su charla Sínodal

Una doctora le dice al Papa en la cara: “En este mundo, el mal proviene del pecado. No de la disparidad de ingresos ni del ‘cambio climático’"
Finalmente, después de esperar en vano que los obispos encaren al Papa por su inversión de prioridades en Laudato Si, le viene su merecida reprimenda de una doctora en medicina rumana que asiste al Sínodo.
A veces en la historia, cuando los hombres de la Iglesia son demasiado cobardes para cumplir su deber, Dios los avergüenza llamando a una mujer para que lo haga por ellos. Nos acordamos, por ejemplo, de Santa Juana de Arco y Santa Catalina de Siena. Habiendo sufrido su familia persecución por parte de los comunistas, esta señora católica no se sintió intimidada en lo más mínimo por la presencia del Sumo Pontífice, y le dijo precisamente lo que a todos nos habría gustado decirle. Espero sinceramente que esta reprimenda infunda contrición al Santo Padre y a todos los prelados progresistas afines por el escándalo que ha originado con sus actos en la Iglesia, y que empiecen a cumplir de verdad su función.
Como informa Lifesite News, la doctora Anca-María Cernea, del Centro de Diagnostico y Tratamiento Víctor Babes y presidenta de la Asociación de Médicos Católicos de Bucarest (Rumania) pronunció la siguiente ponencia en el Sínodo el pasado viernes:
Santidad, Padres Sinodales, hermanos, represento a la Asociación de Médicos Católicos de Bucarest.
Pertenezco a la Iglesia Católica rumana de rito griego.
Mi padre era un dirigente político cristiano que estuvo encarcelada durante diecisiete años por los comunistas. Aunque mis padres estaban comprometidos para casarse, no pudieron hacerlo hasta 17 años después.
Durante todos aquellos años, mi madre esperó a mi padre, sin saber siquiera si estaría aún vivo. Fueron heroicamente fieles a Dios y a su compromiso.
Su ejemplo demuestra que la gracia de Dios puede sobreponerse a unas circunstancias sociales terribles y a la pobreza material.
Los médicos católicos que defendemos la vida y la familia vemos que, ante todo, nos encontramos en una batalla espiritual.
La pobreza material y el consumismo no son la causa primera de la crisis de la familia.
La causa primera de la revolución sexual y cultural es ideológica. Nuestra Señora de Fátima dijo que los errores de Rusia se propagarían por todo el mundo.
Se hizo primero de forma violenta, con el marxismo clásico, matando a decenas de millones de personas.
Ahora se hace mediante el marxismo cultural. Hay una continuidad, desde la revolución sexual leninista, a través de Gramsci y de la Escuela de Frankfurt, hasta la actual ideología de los derechos homosexuales y de género.
El marxismo clásico pretendía rediseñar la sociedad adueñándose por medios violentos de la propiedad.
Ahora la revolución va más lejos: pretende redefinir la familia, la identidad sexual y la naturaleza humana.
Esta ideología se hace llamar progresista, pero no es otra cosa que la tentación de la serpiente antigua para que el hombre se haga el amo, reemplace a Dios y organice la salvación en este mundo.
Es un error de naturaleza religiosa; es gnosticismo.
Los pastores tienen la misión de reconocerlo y de alertar al rebaño de este peligro.
“Buscad, pues, primero el Reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”.
La misión de la Iglesia es salvar almas. En este mundo el mal proviene del pecado. No de la disparidad de ingresos ni del “cambio climático”. La solución es: Evangelización. Conversión.
No un dominio cada vez mayor por parte de las autoridades. No un gobierno mundial. Esos son hoy en día los agentes principales de la imposición del marxismo cultural, por medio del control de la natalidad, la salud reproductiva, los derechos de los homosexuales, la ideología de género, etcétera.
Lo que el mundo necesita hoy en día no es que se limite la libertad, sino libertad verdadera, liberación del pecado. Salvación.
Nuestra Iglesia estuvo prohibida durante la ocupación soviética. Pero ninguno de nuestros doce obispos traicionó la comunión con el Santo Padre. Nuestra Iglesia sobrevivió gracias a la determinación y el ejemplo de nuestros obispos, que resistieron en las cárceles y entre el terror.
Nuestros prelados pidieron a los fieles que no siguieran al mundo. No que cooperan con los comunistas.
Ahora necesitamos que Roma le diga al mundo: “Arrepentíos de vuestros pecados y volved a Dios, porque el Reino de los Cielos está cerca”:
No sólo nosotros los católicos laicos, sino también muchos cristianos ortodoxos están rezando fervorosamente por este Sínodo. Porque, como ellos dicen, si la Iglesia Católica se entrega al espíritu de este mundo, será muy difícil para todos los demás cristianos resistirlo.

Chris Jackson



ESCRITOS SUELTOS DEL LIC. ANACLETO GONZALEZ FLORES




LA COBARDÍA DE LOS PADRES

Los padres de familia de hoy, educados casi en sus totalidad en la escuela laica, que, como lo hechos dicen, es la escuela del miedo a confesar abierta y públicamente a Dios, son grandemente responsables de los estragos que está causando la enseñanza de los establecimientos de instrucción laica.

Porque hasta ahora, en cuestión tan importante y de alcance inmenso para el porvenir de la Patria, de la familia y de los individuos, los padres de familia no han hecho, ni hacen otra cosa que encogerse de hombros y renunciar prácticamente a sus derechos.

Porque renunciar a sus derechos es no tomarse el trabajo de hacer algo serio, constante, tenaz, para defender el alma de sus hijos, de la obra de extravío y de corrupción del maestro laico.

De tal manera que la intromisión del gobierno en materia de enseñanza, aunque no se justifica, ni se justificará jamás, ni ante la ley, ni ante los derechos esenciales de la personalidad humana, sin embargo, se explica al darse cuenta de que los padres de familia, en lo que toca a la conciencia de sus hijos, de su porvenir, de su vida y de su formación no hacen más que echarse en la corriente y profesar la doctrina del miedo a los poderes públicos, hoy tan en boga entre nosotros.

Más aún; todos los días no hacen más que transigir.

Saben –se necesita ser ciego o idiota para no saberlo y para no verlo– que el contacto con la escuela laica, con los textos, con los alumnos, con los profesores, en fin, con la atmósfera envenenada de los establecimientos oficiales de instrucción, contrarresta todos los esfuerzos que se hacen en el templo, en el hogar y en cualquier otra parte para orientar a la niñez y a la juventud hacia Dios; y que a la vuelta de unos cuantos años, quizá de unos cuantos meses, sus hijos han empezado a andar por la ruta del mal y de la guerra a la Iglesia. Y a pesar de esto, tranquilamente envían a sus hijos a las escuelas laicas.

Por tanto, los padres de familia saben perfectamente que en estos momentos de propaganda intensa y fuerte por el laicismo, se hallan en esta situación: o se abstienen de mandar a sus hijos a las escuelas sin Dios, o los mandan para que en ellas les enciendan el corazón y el alma en el odio a la Iglesia.

Y no vale que aleguen que no se les enseña a maldecir a Dios ni a perseguir a la Iglesia, porque esto es enteramente falso: por una parte, y por la otra, la sola indiferencia es ya un peligro terrible que equivale a una catástrofe para la vida de los que se educan en la escuela laica.

Los padres de familia deben pensar en que, o están a la altura de su deber y afirman enérgicamente sus derechos delante de la tiranía oficial; o ceden, flaquean, capitulan y entonces dejarán de ser respetables no solamente para el mismo gobierno, sino aun para sus mismos hijos, pues la familia será y es de hecho la primera en aprender y entender la lección de cobardía y de deserción, ya que los padres no saben, ni quieren afrontar sus responsabilidades.