Festividad
Segunda
Cómo el Hijo de Dios nace
espiritualmente en el alma devota
1. En segundo lugar,
atiende y considera de qué manera el bendito Hijo de Dios, ya espiritualmente
concebido, nace espiritualmente en el alma. Nace, en efecto, cuando después de
un sano consejo, después de un examen suficientemente maduro, después de haber
invocado la ayuda de Dios, el propósito se pone en marcha; cuando el alma ya comienza
a poner por obra aquello que había analizado en su mente pero que siempre temía
empezar, por miedo de fracasar. En este felicísimo nacimiento los ángeles se
alegran, glorifican a Dios, anuncian la paz, ya que, mientras se lleva a efecto
lo que antes había sido concebido en el alma, la paz vuelve a formarse en el
hombre interior [viii]. En efecto, en el reino del alma no cunde la paz buenamente
cuando la carne lucha contra el espíritu y el espíritu contra la carne [ix];cuando
la soledad afecta al espíritu y la muchedumbre a la carne; cuando Cristo
deleita al espíritu y el mundo a la carne; cuando el espíritu busca el descanso
de la contemplación con Dios, y la carne ansía el honor de los puestos en el
siglo. Por el contrario, cuando la carne se somete al espíritu, una vez que se
lleva a cabo la obra buena, que antes impedía la carne, vuelve a formarse la
paz y la exultación interior. ¡Oh, qué feliz nacimiento el que engendra un
júbilo tan grande en los ángeles y en los hombres! “¡Oh qué dulce y deleitable
sería obrar según la naturaleza si nuestra locura lo permitiese, sanada la
cual, la naturaleza sonreiría de inmediato a los naturales!”[x]. Entonces,
comprobaría la verdad de lo que dice el Salvador: Tomad sobre vosotros
mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo
es suave, y mi carga ligera[xi].
2. Mas
aquí has de notar, oh alma devota, que si te deleita este jubiloso nacimiento,
primero debes ser María. “María”, en efecto, significa mar amargo, iluminadora y señora
[xii] . Sé pues, un mar amargo por la contrición de
las lágrimas, doliéndote muy amargamente de los pecados cometidos, gimiendo muy
profundamente por los bienes omitidos, y afligiéndote incesantemente por los
días malgastados y perdidos. Sé, en segundo lugar, iluminadora por la vida
honesta, por la acción virtuosa y por la diligente dedicación en afianzar a los
otros en el bien. Sé, por último, señora de los sentidos, de los deseos de la
carne, de todas tus acciones, para que todas tus obras las hagas según el recto
juicio de la razón y en todas ellas anheles y procures tu propia salvación, la
edificación del prójimo y la alabanza y la gloria de Dios. Después de esta
feliz navidad, conoce y gusta cuán
suave es el Señor Jesús [xiii]. Suave, en verdad, cuando es nutrido con
santas meditaciones, cuando es bañado en la fuente de devotas y tiernas
lágrimas, cuando es envuelto en los pañales de los castos deseos y cuando es
alzado en brazos del santo amor, colmado de besos por los afectos de devoción y
abrigado dentro del seno del propio corazón. Así, pues, nace el niño
espiritualmente.
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