domingo, 30 de abril de 2017

DOMINGO II DESPUES DE PASCUA

EL BUEN PASTOR

Quince días después de los bautizos pascuales nos presenta la Iglesia a Cristo bajo la figura atrayente del pastor de nuestras almas. Luego de recordamos san Pedro, en la epístola, cuánto ha costado al Salvador traernos a su aprisco, a nosotros, ovejas errantes, nos cuenta el evangelio la maravillosa parábola en que Jesús se presenta a sí mismo como el buen pastor que conoce a cada, una de sus ovejas, da su vida por ellas y las defiende del lobo rapaz. El es el verdadero pastor, que realiza la profecía de Ezequiel, en donde se anuncia al Israel de la plenitud de los tiempos un pastor que libertará a su pueblo.
El aprisco de Cristo es la Iglesia. En su seno nos prodiga su vida por medio de los sacramentos; su palabra, por las enseñanzas que ella nos da, y todas las riquezas de su gracia para iluminar nuestro camino y sostener nuestros pasos en nuestra marcha hacia el cielo; por medio de ella ejerce cerca de nosotros el papel de único pastor. Colocado Pedro a la cabeza del rebaño, dio su vida por los que le estaban confiados, y después de él continuarán los ministerios sacerdotales manteniendo en la Iglesia la presencia que nunca fallará del verdadero pastor de las almas.

EPISTOLA II DE SAN PEDRO
Carísimos: Cristo también padeció por nosotros, dándoos ejemplo para que sigáis sus huellas.
El no cometió pecado alguno, ni se halló engaño en su lengua él, cuando le maldecían, no maldecía; cuando le atormentaban, no amenazaba, antes se ponía en manos del que le sentenciaba injustamente; él llevó la pena de nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, a fin de que muertos a los pecados, viviésemos para la justicia; por sus llagas fuisteis sanados. Andabais como ovejas descarriadas, mas ahora os habéis convertido al Pastor y custodio de vuestras almas.

EVANGELIO DE SAN JUAN (CAP. 10., 11-169
En aquel tiempo: Dijo Jesús a los fariseos: Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por sus ovejas. Pero el mercenario, el que no es pastor propio, como no son suyas las ovejas, en viendo venir al lobo, desampara las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y dispersa el rebaño; el mercenario huye, porque es asalariado y no tiene interés en las oveja. Yo soy el buen Pastor, y conozco mis ovejas, y las mías me conocen a mí, así como me conoce a mí mi Padre y yo conozco a mi Padre. Yo doy mi vida por mis ovejas. Tengo también otras  ovejas que no son de este aprisco, las cuales debo recoger; y oirán mi voz, y se hará un solo rebaño y un solo pastor.

Comentario de los santos Padres al Evangelio



(SAN AGUSTIN) El Señor nos descubre dos cosas, que nos había propuesto en cierto modo encubiertas.
Nosotros sabemos desde un principio que Él mismo es la puerta; ahora nos enseña que es pastor, por estas palabras: "Yo soy el buen pastor. Más arriba nos había dicho que el pastor entraba por la puerta: si, pues, Él mismo es la puerta, ¿cómo entra por sí mismo? Así como Él por sí mismo conoce al Padre y nosotros le conocemos por Él, de la misma manera Él entra en el redil por sí mismo y nosotros entramos allí por Él: nosotros, porque predicamos a Cristo entramos por la puerta; mas Cristo se predica a sí mismo; porque su predicación le muestra a Él mismo, muestra la luz y otras muchas cosas. Si aquellos que presiden la Iglesia, que son sus hijos, son pastores, ¿cómo es que no hay más que un solo pastor sino porque todos aquellos son miembros de un solo pastor? Y a la verdad el ser pastor lo concedió a los miembros suyos; pues Pedro es pastor, y los demás apóstoles Son pastores, y todos los buenos obispos pastores son; pero la prerrogativa de ser puerta no la concedió a ninguno de nosotros, la reservó para sí solo. No habría añadido a la palabra postor; la cualidad de bueno, si no hubiera pastores malos: ellos son ladrones y salteadores, o por lo menos mercenarios.
 (SAN GREGORIO.) El añade la manera de ser del pastor bueno, para que nosotros le imitemos. "El buen pastor da su vida por sus ovejas", Hizo lo que aconsejó; manifestó lo que mandó; dio su vida por sus ovejas, para hacer de su cuerpo y de su sangre un sacramento por nosotros y poder saciar con el alimento de su carne las ovejas que había rescatado.
Se nos puso delante el camino del desprecio de la muerte, que debemos seguir, y la forma divina a que debemos adaptamos. Lo primero que debemos hacer es repartir generosamente nuestros bienes entre sus ovejas, y lo último dar, si necesario fuera, hasta nuestra misma vida  por estas ovejas.
Pero el que no da sus bienes por las ovejas, ¿cómo ha de dar por ellas su propia alma?  
(SAN AGUSTIN.) Mas esto no lo hizo sólo Cristo; y sin embargo, si aquellos que lo hicieron son sus miembros. El fue el único que hizo estas cosas, porque Él lo pudo hacer sin ellos, pero ellos no pudieron hacerlo sin Él.
(SAN AGUSTÍN.) Sin embargo, todos los pastores fueron buenos, no solamente porque derramaron su sangre, sino porque la derramaron por las ovejas; pues no la derramaron por orgullo, sino por caridad. Entre los mismos herejes que por sus iniquidades y sus errores sufrieran algunos trabajos; se jactan con el nombre del martirio, cubriéndose con esta capa para robar más fácilmente, porque son lobos. No de todos aquellos que entregaron sus cuerpos al martirio debe decirse que derramaron su sangre por las ovejas, sino más bien contra las ovejas, pues dice el Apóstol: "Si entregare mi cuerpo para ser quemado y no tuviere caridad, nada me aprovecha (1 cor. 13, 3). ¿Cómo ha de tener siquiera una centella de caridad, aquel que formando parte de la comunión cristiana no ama la unidad? Recomendando el Señor esta unidad, no quiso sembrar muchos pastores, sino uno solo, diciendo: “Yo soy el buen pastor”
(San J. CRISISTOMO.) Hablaba; además, el Señor de su pasión, enseñando que  había venido al mundo por la salvación del hombre y no contra su voluntad.
Después vuelve a indicar las señales que distinguen al pastor del mercenario: "Mas el asalariado y que no es el pastor, del que no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye".
(SAN GREGORIO.) Hay muchos que con razón no merecen el nombre de pastor, porque prefieren la recompensa terrestre a las ovejas. No puede llamarse pastor, sino mercenario, aquel que apacienta las ovejas del Señor por una recompensa pasajero.
y no por un amor íntimo: es mercenario el que ocupa el lugar del pastor, pero no busca el bien de las almas, desea con ansia las comodidades de la tierra, y se alegra con los honores de la prelacía.
(SAN AGUSTIN.) Busca otra cosa en la Iglesia, no busca a Dios: pues si buscase a Dios sería casto, porque el esposo legítimo del alma es Dios. El que busca en Dios otra cosa fuera de Dios, no busca a Dios castamente…
(SAN GREGORIO.) Si es pastor o mercenario, no puede conocerse con verdad si falta ocasión; porque en tiempo de tranquilidad, lo mismo el verdadero pastor que el mercenario están solícitos vigilando su rebaño; pero cuando viene el lobo demuestra cada uno con qué espíritu velaba sobre el rebaño. (SAN AGUSTÍN.) El lobo es el diablo y los que le siguen; porque dicho está que vestidos de piel de ovejas," son dentro lobos rapaces, de aquí que el lobo coge a la oveja por la garganta; el diablo persuade el adulterio al alma fiel: debe rechazársele, pero rechazado, será enemigo, pondrá asechanzas, hará mal cuanto pudiera; te callas, no le increpas; has visto venir al lobo y has huido; permaneciste con el cuerpo y huiste con el ánimo, porque el alma se mueve por los sentimientos, ensanchándose con la alegría, constriñéndose por la tristeza, marchando por el deseo y huyendo por el temor.
(SAN GREGORIO.) El lobo se arroja también sobre las ovejas cuando un hombre injusto y ladrón oprime a los fieles y humildes: pero el que parecía pastor y no lo era, abandona las ovejas y huye, no atreviéndose a resistir a la injusticia en el momento en que ve el peligro, y huye, no mudando de lugar, sino dejando de acudir con el socorro. El mercenario no presta su auxilio en ninguno de estos peligros, y mientras busca sus comodidades exteriores deja que por abandono el rebaño sufra pérdidas interiores. "Pero el mercenario huye", etc., Una sola razón hay para que el asalariado huya, porque es asalariado; como si dijera: no puede mantenerse firme cuando están en peligro las ovejas el que gobierna, no por amor a ellas, sino por una ganancia terrenal, y por tanto, tiembla si se expone al peligro de perder lo único que ama.
(SAN AGUSTIN.) Si los Apóstoles fueron pastores y no mercenarios, ¡cómo es que huían cuando se veían perseguidos! Siguiendo el consejo del Señor: "Si os persiguieren, huid". Llamemos, que no faltará quien abra.
(SAN AGUSTIN.) Huyan, pues, de ciudad en ciudad, todos los siervos de Cristo, los ministros de su palabra y de su sacramento, (mando alguno de ellos en particular es buscado por sus perseguidores, a fin de que la Iglesia no sea abandonada por los que no son perseguidos del mismo modo. Pero cuando el peligro es común a todos, a obispos, a clérigos y seglares, los que están necesitados del auxilio de otros no sean abandonados por aquellos cuyos auxilios necesitan, o que todos pasen a sitios seguros, o que aquellos que tienen el deber de permanecer, no sean abandonados por los que tienen el sagrado ministerio de la Iglesia. Entonces es cuando los ministros de Cristo, a la vista de la persecución, deben huir de los lugares en donde no han dejado un pueblo que tenga necesidad de un ministerio, o cuando ese mismo ministerio, tan necesario, puede ser desempeñado por otros que no tienen el mismo motivo para huir. Pero cuando el pueblo permanece y los ministros huyen, ¿no es ésta una huída inexcusable de pastores mercenarios que no tienen cuidado alguno de las ovejas?
(CRISOSTOMO.) Más arriba el Señor dio a conocer a dos clases de amos malos: uno que roba, mata y saquea; otro que no impide el mal, dando a conocer.  
(SAN AGUSTIN.) Los pastores buenos se llaman puerta, portero, pastor y ovejas: y los malos; ladrones y salteadores, asalariados, lobo.
(SAN AGUSTÍN.) Debemos amar al pastor, precavernos del ladrón y tolerar al mercenario. El mercenario, en tanto es útil en cuanto no ve al lobo, al ladrón o al salteador, pues apenas le ve, huye.

(SAN AGUSTIN.) Ni se llamaría mercenario si no recibiese la paga de aquel a quien sirve. Los hijos esperan con paciencia la herencia del padre: el mercenario desea con ansia y con presteza la retribución temporal de su trabajo. Y sin embargo, unos y otros difunden la divina gloria de Cristo: el daño proviene del mal que hace, no del bien que dice: coged el racimo, huid de las espinas; porque a veces el racimo que nace de la vid está pendiente de las espinas. Así, muchos buscando en la Iglesia bienes temporales, predican a Cristo y por ellos es oída la voz de Cristo, y la siguen las ovejas.

sábado, 29 de abril de 2017

DEL MODO DE CONOCER DE LOS ÁNGELES (Q. LVIII)


II.-EXPOSICIÓN TEOLÓGICA DE SANTO
TOMAS

Con los siete artículos de la cuestión, cuyo orden acabamos de indicar, queda bien perfilado cuanto se refiere al modo de conocer propio de los ángeles, y Santo Tomás determina ampliamente en ellos, lo que pudiéramos llamar cualidades del conocimiento angélico, tanto en el- orden natural como sobrenatural, que son las siguientes:

1. ACTUALIDAD y POTENCIALIDAD EN EL CONOCIMIENTO
ANGÉLICO. (a. 1)

Esta es la respuesta del doctor angélico:
Dice San Agustín que los ángeles desde que fueron creados gozan en la misma eternidad del Verbo de una santa y piadosa contemplación. Pero el entendimiento que contempla no está en potencia, sino en acto. Luego el entendimiento del ángel no está en potencia.

RESPUESTA. Según el Filósofo, de dos maneras está en potencia el entendimiento: una, como está antes de aprender o hallar esto es, antes de adquirir el hábito de la ciencia; y otra, como esta cuando ya tiene el habito pero no piensa su, objeto [72]. Si, pues, se trata del primer modo, el entendimiento del ángel nunca está en potencia respecto a las cosas que puede entender con conocimiento natural. La razón es porque así como los cuerpos superiores, o sea los celestes, no tienen potencia alguna para el ser que no esté completada por el acto, ,así tampoco los entendimientos celestes, es decir, los ángeles, tienen potencia inteligible alguna que no esté totalmente completada por las especies inteligibles que les son connaturales,  no obstante lo cual, no hay inconveniente en que su entendimiento esté en potencia respecto a las cosas que les son reveladas por Dios, como asimismo los cuerpos celestes están a veces en potencia para ser iluminados por el sol. 

Si, en cambio, se trata del segundo modo, el entendimiento del ángel puede estar en potencia respecto a las cosas de que tiene conocimiento natural, puesto que no siempre está de hecho pensando en todo lo que naturalmente conoce. Pero en cuanto al conocimiento del Verbo y de las cosas que ve en el Verbo, nunca puede estar en potencia, porque de hecho siempre está contemplando al Verbo y lo que en el Verbo conoce, ya que esta visión constituye su bienaventuranza, y la bienaventuranza no consiste en un hábito, sino en un acto, como dice el Filosofo.
Aunque el ángel está de suyo en pura potencia respecto a las cosas que conoce por revelación, su conocimiento nunca es puramente potencial ni tampoco es siempre actual respecto a todas las cosas que naturalmente conoce, respecto a las cuales está en acto próximo por las especies inteligibles infusas; pero su operación intelectiva es siempre actual y perenne en cuanto al conocimiento de sí mismo y todo lo que por la visión beatífica conoce en el Verbo.
Aplicando aquí cuanto se ha dicho anteriormente de la distinción real entre la potencia intelectiva y la esencia del ángel (q, 54, a. 3), del medio en que entiende (q. 55) y del objeto propio y extensivo de su entendimiento (qq, 56 y 57), y teniendo en cuenta el doble conocimiento, natural y sobrenatural, en el ángel, así como la doble potencialidad del entendimiento humano, queda manifiesta en cada caso la actualidad y potencialidad del entendimiento, angélico en su operación,     el entendimiento puede suponerse en potencia esencial, es decir, en orden a la adquisición de las especies inteligibles como medio determinante del conocimiento : y en potencia accidental, es decir, para el acto segundo de entender.
La primera potencialidad no puede darse en el ángel con respecto al conocimiento natural, ya que, por ser esencial y específicamente completo en el orden intelectivo y está naturalmente desde su creación en posesión de las especies inteligibles que le son connaturales. Puede, en cambio, darse, y se da de hecho en él, tal potencialidad esencial en orden al conocimiento sobrenatural de lo que conoce por revelación, pues respecto al orden sobrenatural no se da en el ángel ni en natura alguna verdadera exigencia natural, sino simple capacidad o potencia obediencial pasiva (a. 10 ad 2).
La segunda potencialidad sí seda en el ángel respecto al conocimiento de las cosas; pues, siendo finita la facultad  intelectiva y, por ende, limitado su poder, "no siempre está de hecho pensando en todo lo que naturalmente puede conocer" por el uso actual de las especies innatas que de las cosas tiene, sino que libremente aplica dichas especies al conocimiento actual de los objetos, porque, "teniendo también voluntad la substancia intelectual y siendo por ello dueña de sus actos, en su arbitrio está, después que tiene la especie inteligible, hacer uso de ella, produciendo el acto de entender, o usar sólo una de las varías que tenga" (Cant.Gent. lib. rr, ca-p. 101).
Hay, no obstante, en el conocimiento natural de los ángeles algún objeto respecto al cual está, sin duda alguna, permanentemente en acto, como; insinúa el Angélico Maestro en la respuesta ad 3. Este objeto es su propia esencia, que, siendo siempre actualmente inteligible y estando permanentemente presente a su entendimiento, íntimamente unida a él por identidad radical, respecto a ella el entendimiento angélico está siempre en acto y nunca en potencia.
Este conocimiento intuitivo perenne de sí mismo en el ángel lo afirma expresamente Santo Tomás en otros lugares. "El entendimiento del ángeles dice no está en potencia respecto a su esencia, sino que respecto a ella siempre está en, acto, aunque respecto a las otras cosas inteligibles puede estar en potencia" (De veritate, q. 8, a. 6 ad 7). Y asignando la razón añade: "La mente del ángel se entiende siempre a sí misma.; lo cual acaece precisamente porque se conoce a si misma por su propia esencia, que la está informando siempre" (ibíd, a... 14 ad 6).
Además, siendo comprensivo el conocimiento natural intuitivo que el ángel por Su esencia tiene de sí mismo, no puede dejar de ver en ella también, aunque de modo abstractiva, la imagen de Dios, autor de su naturaleza, del cual depende como causa primera de su ser.
En el orden sobrenatural está también siempre en acto segundo el entendimiento de los ángeles buenos respecto al conocimiento del Verbo y de das cosas que ven en él formalmente, es decir, en la esencia divina por la visión beatífica, la cual, una vez conseguida, no puede perderse (1-2, q. 5, a. 4):



TRATADO DEL AMOR A DIOS



Son tan pocas estas almas tan perfectas, que cada una de ellas es llamada ingénita de su madre, que es la Providencia divina… Es también llamada única paloma, porque no ama sino su palomar, y, además, perfecta, porque por el amor se ha convertido en una misma cosa con la divina perfección, por lo que puede decir con humildísima verdad: “Yo no soy sino para mi Amado, y Él está todo inclinado hacia mí”.
Ahora bien, únicamente la santísima Virgen nuestra Señora llegó plenamente a este grada de excelencia en el amor de su Amado.
Jamás hubo criatura mortal que amase al celestial Esposo con un amor tan perfectamente puro, fuera de la Santísima Virgen, que fue, a la vez, su madre y su esposa. Más, en cuanto a la práctica; por parte de las otras almas; de estas cuatro clases de amor, es imposible vivir mucho sin pasar de la una a la otra. Las almas que, como las doncellas, andan todavía enredadas en muchos afectos vanos y peligrosos, no dejan, a veces, de tener algunos sentimientos de amor más elevado y más puro; mas, como quiera que estos sentimientos no son más que vislumbres y relámpagos pasajeros, no se puede afirmar que, por ello, hayan salido ya estas almas del estado de novicias y aprendizas. En cambio, acaece, a veces, que algunas almas que pertenecen ya a la categoría de únicas y perfectas amantes, descienden y se rebajan mucho, hasta llegar a cometer imperfecciones y enojosos pecados veniales, como es de ver en muchas disensiones, con frecuencia harto agrias, entre grandes siervos de Dios, y aun entre algunos de los divinizados apóstoles, de los cuales no se pueden negar que cayeron en algunas faltas, por las cuales no fue violada la caridad, pero sí el fervor de esta virtud. Mas, puesto que, a pesar de esto, dichas almas amaban, de ordinario, a Dios con un amor perfectamente puro, debemos afirmar que permanecieron en el estado de perfecta dilección, Porque, así como los buenos árboles jamás producen frutos venenosos, aunque sí alguno verde, también los grandes santos no cometen nunca pecado mortal alguno, pero sí algunas acciones inútiles poco maduras, ásperas, bruscas y mal sazonadas, y, entonces, hay que reconocer que estos árboles son fructuosos, de lo contrario, no serian buenos; pero no hay que negar que algunos de sus frutos no son provechosos; los pequeños movimientos de ira, y los pequeños amagos de alegría, de risa, de vanidad y de otras pasiones parecidas, son movimientos inútiles e ilegítimos. Y, sin embargo, siete veces, es decir, con mucha frecuencia, los produce el justo ME QUEDE EN 274

Que el amor de Dios sobre todas las cosas es común
a todos los amantes.

Aunque sean tan diversos los grados del amor entre los verdaderos amantes, con todo no hay más que un solo mandamiento de amor, que obliga igualmente a todos, con una obligación absolutamente igual, aunque sea observado de muy diferentes maneras y con infinita variedad de perfecciones, no existiendo quizás ni almas en la tierra, ni ángeles, en el cielo, que tengan entre si una perfecta igualdad de dilección; pues, así como una estrella es diferente de otra estrella en claridad 21, lo mismo ocurrirá entre los bienaventurados resucitados, cada uno de los cuales entonará un cántico de gloria y recibirá un nombre que nadie conoce, sino el que lo recibe. Mas ¿cuál es el grado de amor, al cual el mandamiento obliga a todos, siempre, igual y universalmente?
Ya sabes, Teótimo, que hay muchas clases de amores: por ejemplo, hay el amor paternal, el filial, el nupcial, el de sociedad, el de obligación, el de dependencia, y otros mil, todos los cuales son diferentes en excelencia, y de tal manera proporcionados a sus objetos, que no se pueden aplicar o distraer hacia otros. El que amase a su padre con un amor exclusivamente fraternal, no le amaría bastante; el que amase
a su mujer tan sólo como a su padre, no la amaría convenientemente; el que amase a su criado con amor filial, cometería una impertinencia. El amor es como el honor: así como los honores se diversifican según la variedad de los méritos por los cuales se otorgan, también los amores son diferentes según la variedad de las bondades amadas. El sumo honor corresponde a la suma excelencia, y el sumo amor a la suma bondad. El amor de Dios es el amor sin par, porque la bondad de Dios es la bondad sin igual. Escucha Israel: El Señor Dios nuestro es el Señor; por lo tanto, amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Porque Dios es el único Señor, y porque su bondad es infinitamente eminente sobre toda bondad, hay que amarle con un amor elevado, excelente y fuerte sin comparación. Esta es la suprema dilección, cuya estima infunde Dios de tal manera en nuestras almas haciendo también que apreciemos en tan alto grado el bien de serle agradables, que lo preferimos, y nos aficionamos a él sobre todas las cosas. Ahora bien, ¿no ves que el que ama a Dios de esta suerte, tiene toda su alma y toda su energía consagrada a Dios, pues siempre y para siempre, en todas las circunstancias, preferirá la gracia de Dios a todas las cosas, y estará siempre dispuesto a dejar todo el universo, para conservar el amor debido a la divina bondad? En una palabra, es el amor de excelencia, o la excelencia del amor, lo que se manda a todos los mortales en general, y a cada uno de' ellos en particular, desde que han llegado al uso de la razón: amor suficiente para cada uno y necesario a todos para salvarse.

Aclaración del capítulo anterior


No siempre se conoce con claridad, y nunca se conoce con certeza, a lo menos con certeza de fe, si se posee el verdadero amor de Dios necesario para salvarse; mas, a pesar de todo, no deja de haber de ello muchas señales, entre las cuales, la más segura y casi infalible, se da cuando algún amor grande a las criaturas se opone a los designios del amor de Dios. Porque, si entonces el amor divino está en el alma, preferirá la voluntad de Dios a todas las cosas, y, en todas las ocasiones que se ofrezcan, lo dejará todo para conservarse en la gracia de la suma bondad, sin admitir cosa alguna que pueda separarle de ella; de suerte que, si bien este divino amor no conmueve ni enternece tanto el corazón como los otros amores, sin embargo, cuando se da el caso, realiza acciones tan nobles y excelentes, que una sola de ellas vale más que diez millones de las otras. 



viernes, 28 de abril de 2017

RUSIA Y LA IGLESIA UNIVERSAL

XIV. EL CONCILIO DE CALCEDONIA




EL poder central de la Iglesia Universal es la base inconmovible de la justicia social porque es el órgano infalible a la verdad religiosa. El Papa León trataba no solamente de restablecer el orden moral quebrantado en el Oriente cristiano por las iniquidades del patriarca alejandrino, pero además de confirmar a sus hermanos orientales en la fe verdadera amenazada por la herejía monofisita. Iba en ello la verdad específica del cristianismo, la verdad del Hombre Dios.
Al sostener que Jesucristo después de la encarnación es exclusivamente Dios porque su humanidad quedó absorbida totalmente por la divinidad, los monofisitas trataban de volver, sin sospecharlo acaso, al Dios inhumano del paganismo oriental, ese Dios que consume a toda criatura y que no es más que un abismo insondable para el espíritu humano. En el fondo era la negación disimulada de la revelación y de la encarnación permanente. Pero como era una negación simulada, cobijada por la gran autoridad teológica de San Cirilo (que, insistiendo contra Nestorio en la unidad de la persona de Jesucristo, había dejado escapar a su pluma una fórmula inexta : Mía physis tou Theou Logou sesarchomene (la naturaleza una del Dios Verbo, encarnada), era necesario dar una nueva fórmula, clara y definitiva, de ia verdad de la humanidad divina. Todo el mundo ortodoxo esperaba esta fórmula del sucesor de San Pedro. El mismo Papa León estaba convencido de la importancia de la cuestión.

«El Salvador del género humano, Jesucristo -—decía—, al establecer la fe que atrae los impíos a la justicia y los muertos a la vida, derramaba en el espíritu de sus discípulos las admoniciones de su doctrina y los milagros de sus obras, a fin de que Cristo mismo fuese reconocido como Hijo único de Dios y como Hijo del Hombre. Porque una de estas creencias sin la otra no aprovechaba para la salvación, y era igualmente peligroso creer al Señor Jesucristo sólo Dios v no hombre, o solamente hombre y no Dios (haciéndose, en el primer caso, inaccesible a nuestra invalidez, y en un segundo, impotente para salvarme). Pero era necesario confesar a uno y a otro, porque así como la verdadera humanidad es inherente a Dios, así también la verdadera divinidad es inherente al Hombre. Fue, pues, para confirmar el conocimiento eminentemente saludable (saluberrimam) que el Señor interrogó a sus discípulos, y el apóstol Pedro, por revelación del Espíritu del Padre, superando lo corporal y sobrepujando lo humano, vio con los ojos de la inteligencia al Hijo de Dios vivo y confesó la gloria de la Divinidad, porque consideraba algo más que la sola sustancia de carne y de sangre. Y de tal manera se complació en la sublimidad de esta fe, que, declarado bienaventurado, adquirió la sagrada firmeza de la piedra inviolable, fundada en la cual la Iglesia debe prevalecer contra las puertas del infierno y contra las leyes de la muerte.
Y por esto en el juicio de toda causa nada será ratificado en los cielos más Que lo que fuere establecido por el arbitrio de Pedro (1).
Al profesar que la función fundamental de la autoridad eclesiástica —la de afirmar y determinar la verdad cristiana— es permanente en la cátedra de San Pedro que él ocupaba, León consideró de su deber oponer a la nueva herejía un nuevo desarrollo de la confesión apostólica. En su célebre epístola dogmática a Flaviano se considera intérprete inspirado del príncipe de los apóstoles, y así lo consideró todo el Oriente ortodoxo.
En el limonano (2) de San Sofronio, patriarca de Jerusalén en el siglo VII, hallamos la siguiente leyenda: Cuando San León hubo escrito su epístola a San Flaviano, obispo de Constantinopla, contra los impíos Eutiquio y Nestorio, la puso sobre el sepulcro del supremo apóstol Pedro, y con oraciones, vigilias y ayunos, suplicó al soberano apóstol diciendo : “Si he cometido error como hombre, suple lo que falta a mi escrito y suprime lo que contiene de más, tú, a quien Nuestro Salvador, Señor y Dios, Jesucristo, confió este trono y la Iglesia entera”. Después de pasados cuarenta días se la apareció el apóstol, mientras oraba, y le dijo: “He leído y he corregido”. Y habiendo tomado su epístola del sepulcro del bienaventurado Pedro, León la abrió y la halló corregida por la mano del apóstol» (3).

Nestorio

Esa epístola, verdaderamente digna de tal corrector, determinaba con claridad y vigor admirables la verdad de las dos naturalezas en la persona única de Cristo, y hacía imposibles para el futuro en la Iglesia los dos errores opuestos, el de Nestorio y el de Eutiquio.
La epístola de San León no fue leída en el latrocinio de Éfeso, lo cual constituyó la causa principal de casación invocada contra los decretos del falso concilio.
Dióscoro, que había podido obligar a la asamblea general de obispos orientales a condenar a San Flaviano y a suscribir una fórmula herética, halló inesperada resistencia cuando se atrevió a levantarse abiertamente contra el Papa. Este, informado por sus legados de lo ocurrido en Éfeso, reunió en seguida un Concilio de obispos latinos en Roma, y con su aprobación unánime condenó y depuso a Dióscoro.
El “faraón”, que había vuelto en triunfo a Alejandría, quiso engañar al Papa; pronto hubo de apercibirse que no tenía que habérselas con vanas pretensiones, sino con un poder espiritual vivo, que por doquiera imponía a las conciencias cristianas. El orgullo y la audacia del usurpador eclesiástico se estrellaron contra la verdadera piedra de la Iglesia. Usando de todos los medios de violencia que le eran habituales, sólo consiguió forzar a diez- obispos egipcios a que le prestaran sus nombres para condenar al Papa León (4). En Oriente mismo todo el mundo miró a éste impotente insulto como un acto de demencia, que acabó de perder al “faraón” egipcio.
El emperador Teodosio II, defensor de dos herejías opuestas, protector de Nestorio y de Dióscoro, acaba de morir.
Con el advenimiento de Pulquería y de su nominal esposo Marciano, se abrió una brevísima fase en la que el Gobierno imperial, según parece por convicción religiosa, se puso decididamente al servicio de la buena causa. Esto bastó para devolver en Oriente el valor a los obispos ortodoxos y para atraer a la ortodoxia, que el nuevo emperador profesaba, a todos aquellos que sólo se habían pasado a la herejía por complacer a su predecesor. Pero el mismo emperador ortodoxo tenía poca confianza en esos obispos versátiles. Para él la suprema autoridad en materia de religión correspondía al Papa.
«En lo que concierne a la religión católica y la fe de ios cristianos —leemos en la carta imperial a San León— hemos creído justo dirigirnos primeramente a tu santidad que es el inspector y el jefe de la fe divina (tente sen agiosynen episkopevousan kai archousan tes theias písteos)1» (5). Con la autoridad del Papa (sou authentountos) debe el futuro concilio, según el pensamiento del emperador, alejar'de la Iglesia todo error impío e inagurar una paz perfecta entre todos los obispos de la fe católica (6). Y en otra carta, que fué
poco después de la primera, el emperador afirma de nuevo que el concilio deberá reconocer y exponer para el Oriente lo que el Papa ha decretado en Roma (7).
La emperatriz Pulqueria usa del mismo lenguaje, asegurando
al Papa que el concilio “definirá la confesión católica, como lo exigen la fe y la piedad cristianas, con tu autoridad (sou authentountos”) (8).
Reunido en Calcedonia el Concilio ecuménico (en 451), bajo la presidencia de los legados romanos, el primero de entre ellos, el obispo Pascasino, se levantó y dijo: “Tenemos instrucciones del bienaventurado obispo apostólico de la ciudad de Roma, que es el jefe de todas las Iglesias, y él nos prescribe no admitir a Dióscoro en el seno del Concilio» (9). Y el segundo legado, Lucencio, explicó que Dióscoro estaba ya condenado por haber usurpado el derecho de juzgar y por haber convocado un Concilio sin consentimiento de la sede apostólica, lo que nunca había ocurrido antes y que estaba prohibido (oper oudépote gegonen oude exon genesthai) (10).
Después de largas conferencias, los representantes del emperador declararon que Dióscoro no participaría como miembro en el Concilio, pero que comparecería como acusado, porque después de ser condenado por el Papa había incurrido en nuevos motivos de acusación (11).
El juicio fue precedido por la lectura de la epístola dogmática del Papa, a la que todos los obispos ortodoxos aclamaron diciendo: “Pedro ha hablado por boca de León” (12). En la sesión siguiente muchos clérigos de la Iglesia de Alejandría presentaron una súplica dirigida “al santísimo y muy amado de Dios, arzobispo universal y patriarca de la grande Roma, León y al Santo Concilio ecuménico de Calcedonia”.
Era un acta de acusación contra Dióscoro, el que —decían los demandantes—, “tras de haber confirmado la herejía en un concilio de bandidos y haber muerto a San Flaviano, intentó otro crimen mayor aún, la excomunión del santísimo y sacratísimo trono apostólico de la grande Roma» (13).
El Concilio no creyó tener derecho de juzgar nuevamente a un obispo ya juzgado por el Papa, y propuso a los legados romanos se pronunciara la sentencia contra Dióscoro (14), cosa que hicieron en estos términos, después de enumerar todos los crimines del patriarca alejandrino : “El santísimo y bienaventurado arzobispo de la grande y antigua Roma, León, por nosotros y por el santo Concilio aquí presente, con el tres veces bienaventurado y gloriosísimo apóstol Pedro, que es la roca y fundamento de la Iglesia católica y la base de la fe ortodoxa, ha privado a dicho Dióscoro del rango episcopal y le ha privado de toda dignidad sacerdotal (15).
El solemne reconocimiento de la autoridad suprema del Papa en el Concilio de Calcedonia fue coronado con la epístola de los obispos orientales a León, en que le atribuían el mérito de todo lo que se habla hecho en el Concilio: “Eres tú, le escribían, quien por tus vicarios has dirigido y mandado (hege monéves) a toda la muchedumbre de los Padres, como la cabeza manda a los miembros (os kephale melón), mostrándoles el verdadero sentido del dogma” (16).  
Para rechazar como usurpación y error el primado de poder y la autoridad doctrinal de la sede romana, no basta, como se ve, declarar usurpador y hereje a un hombre como San León el Grande; es necesario además acusar de herejía al concilio ecuménico de Calcedonia y a toda la Iglesia ortodoxa del siglo V.Tal es la conclusión que se desprende con evidencia de los testimonios auténticos que acaban de leerse.
(1) 5, Leonis Magni opera. (Migue), t. 1, col. 309.
(2) Especie de crestomatía de relatos edificantes.
(3) Ver en las Memas rusas, vida de San León papa.
(Menias, o menologio, martirologio por meses.) (N. del T.)
(4) Concilliorum collectio. (Mansi), VI, 510,
(5) Ibid., 93.
(6) Ibid.,
(7) Ibid,, 100.
(8) Ibid., 101.
(9) Ibid., 580, 1.
(10) Ibid.,
(11) Ibid,, 645.
(12) Ibid., 972.
(13) Ibid., 1005, 9-
(14) Ibid., 1045.
(15) Ibíd., 1048.
(16) IbU.-, H8.




LA VIDA DE MONSEÑOR LEFEBVRE


Esta joven congregación hermana dio sus primeros frutos en 1924 con la profesión de 23 religiosas", ocho de las cuales partieron a Camerún ese mismo año. Bernadette tomó el hábito el 20 de enero de 1928 en jouy-aux-Arches, y recibió el nombre religioso de Sor Marie-Gabriel. Profesó en Béthisy el 25 de marzo de 1930. Finalmente partió en misión a Camerún en noviembre de 1933, «abandonándose a la acción de la gracia y de la omnipotencia divinas», y dejando a sus padres «en una atmósfera de paz»
De regreso a Roma el 17 de noviembre, el seminarista Marcel encontró el Seminario muy cambiado. El venerado Padre Le Floch había sido apartado de la dirección del Seminario, después de haberse visto envuelto a su pesar en la agitación de la condena de la Acción Francesa.
4. La condena de la Acción Francesa Fundada en 1899 como reacción contra las fuerzas conjuntas de la masonería, el liberalismo, etc., que formaban «la Anti-Francia», la Acción Francesa se había convertido en una escuela de análisis y de acción políticas, «en un laboratorio de estudios nacionalistas». En efecto -decía Charles Maurras (1868-1952), cabeza de esa escuela-, «hay verdades políticas que no se inventan, sino que se observan; probémoslas, pues». Lo que él observaba era que la revolución y la democracia destruían a Francia. Lo que le convenía al país, y lo que había que restaurar, era una «monarquía tradicional, hereditaria, antiparlamentaria y descenrralizadas”, Hasta ahí no había nada que objetar a ese sano realismo político. Más aún, la crítica pertinente que Maurras hacía del liberalismo y de la Revolución había obtenido la aprobación del Cardenal Billot y realizaba una obra salvadora para las inteligencias. Gracias a la enseñanza de Maurras, toda una elite francesa, al tiempo que desechaba los falsos dogmas liberales, operaba su conversión intelectual y luego moral: los no creyentes incluso volvían a encontrar ahí el camino de la fe.
La desgracia y la paradoja eran que Maurras fue agnóstico: «Tuve la desgracia -decia- de perder la fe; pero no soy un ateo, como se ha pretendido, calumniándome. Jamás lo he sido"; En un principio, cuando profesaba por la Iglesia católica una «admiración, respeto y amor por esta Nave del orden intelectual y moral, era en consideración a su romanidad, que a su parecer había canalizado el Evangelio hebreo, fuente de anarquía, la cual se libera en el protestantismo”.
Ese error tan particular era irritante y echaba a perder muchos de los escritos del autor anteriores a 1914. Igualmente, varias de sus máximas de combate, como «¡Primero la política!»'" y «¡La política no es la moral»!", que estaban llenas de una humilde sabiduría «de situación» eso se prestaban a una interpretación tendenciosa y desastrosa. Sin embargo, San Pío X se negó a condenar los escritos del jefe de la Acción Francesa: «Hace demasiado bien -decia- defiende el principio de autoridad, defiende el orden”.
Doce años después, el aura de la Acción Francesa estaba en su cenit entre los católicos y en un episcopado combativo, pero estorbaba a la política religiosa del Papa Pío XI, preocupado por las buenas relaciones con el gobierno republicano”. Por otro lado, la influencia del «maestro» de la Acción Francesa sobre la juventud le hacía temer por su querida Acción Católica de la juventud. Al no estar orientado por la fe y la prudencia sobrenatural, el espíritu de un maestro al que se escuchaba con pasión, ¿no deformaría tal vez los juicios y arrastraría a los discípulos a acciones reprensibles?"
El Papa decidió que un cardenal francés publicaría una advertencia que él aprobaría inmediatamente. Pero el Cardenal Andrieu, Arzobispo de Burdeos, redactó una admonición tan torpe que la confirmación pontificia no pareció conveniente. El asunto, «lamentablemente comprometido», condujo a la resistencia de los dirigentes católicos de la Acción Francesa y luego a duras sanciones romanas contra los lectores impenitentes de dicho periódico, puesto en el indice.
Así, por ejemplo, se pudo ver cómo el Padre Robert Dugon bendecía, ante las puertas cerradas de la iglesia, los restos mortales de su padre, el vizconde Dugon, privado de funerales eclesiásticos por «pecado de Acción Francesa». Sancionado por el Arzobispo de Besancon, el joven sacerdote entró... en los Padres del Espíritu Santo".
Más grave aún, la condena de la Acción Francesa supuso el triunfo de sus enemigos, los democristianos y católicos liberales.
«Lo cierto es -escribía el Padre Berto- que la Acción Francesa
era la única fuerza antiliberal sólida en Francia, y que no había una "tercera fuerza”. Con la Acción Francesa prohibida a los católicos, los "liberales" quedaron como los únicos dueños del terreno, y lograron conservarlo después.
La condena de la Acción Francesa marcó un giro en la historia
de la Iglesia; a partir de entonces las sedes episcopales fueron confiadas a clérigos del ala liberal, mientras que el combate antiliberal quedó marcado con la etiqueta falsamente infamante de «Acción Francesa». Ese hierro candente no le fue perdonado ni al Padre Le Floch, ni más tarde a Monseñor Lefebvre.
El silencio de Marcel Lefebvre En resumen, el seminarista recluta quedó muy afectado por la condena. Veía en la Acción Francesa un combate por el orden cristiano que él mismo deseaba: ¡Ah! -diría en retrospectiva-, no era un movimiento católico, pero era un movimiento de reacción contra el desorden que la masonería introducía en el país, en Francia: una reacción sana, definitiva, una vuelta al orden y a la disciplina, una vuelta a la moral, y a la moral cristiana. El hecho de que el Santo Padre la haya condenado fue contrario al orden y le cortó las alas a la
contrarrevolución.
Esto es lo que veía o presentía el joven, sin haber leído jamás a Maurras ni haberse afiliado a la Acción Francesa.

Por lo demás, desde antes de su servicio militar, él «se había propuesto no hablar de política», decía su hermana Christiane”.
Su hermano René no tenía la misma discreción; así, durante su noviciado, se hizo amigo del apasionado Henri de Maupeou. Fue en 1924-1925, y ambos la emprendieron un día con su camarada Alexis Riaud, que contaba: Quisieron darme a conocer la Acción Francesa. Me invitaron a pasear, pero vieron que no mordía el anzuelo.
Después de la «condena», Marcel, por lo que a él se refería, guardó más silencio que nunca sobre política. Durante una de las dos visitas que hizo a Chevilly en 1927 a su hermano, contaba Christiane, éste «intentaba iniciar la conversación (sobre el tema candente) y, viendo que él no respondía, oí cómo le decía: «¡Es que a ti todo te importa un bledo!». Pero no, claro que no era por eso. No era indiferencia, sino voluntad decidida. Uno de sus compañeros de seminario decía sobre el seminarista Lefebvre: «En la intimidad hablábamos de la Acción Francesa, pero nunca oí a Marcel tocar ese tema. Uno de sus lemas era: “Roma ha hablado, el asunto ha terminado”.
En suma, por muy dolorosa que fuese, la prohibición de la Acción Francesa no era nada a los ojos de Marcel Lefebvre en comparación con la salida del venerado Padre Le Floch.
El Seminario Francés en la Cámara de Diputados el 25 de enero de 1925 el recreo de mediodía en Santa Chiara estaba animado. Se había formado un coro alrededor de un padre que leía el periódico: el presidente del Consejo, Édouard Herriot, para lograr que se suprimieran los créditos a la embajada del Vaticano, atacó en pleno Palais-Bourbon al Seminario Francés, donde -decía- «florecen las doctrinas políticas más contrarias a las leyes de la República».
A todo esto, el 1° de marzo los Cardenales y Arzobispos franceses redactaron una declaración sobre la injusticia de las leyes de laicidad y «las medidas que deben adoptarse para cambiarlas". Su publicación irritó en grado máximo al Papa, deseoso de un arreglo.
De hecho, el 20 de marzo Herriot atacó en la Cámara la declaración episcopal y denunció su pretendido origen: procedía directamente -decía- «del Seminario Francés de Roma", Y Herriot citaba algunos extractos de la conferencia del Padre Georges Michel en la Academia de Santo Tomás: «El Estado tiene el deber de reconocer a la religión católica como la única forma verdadera del culto divino... (Exclamaciones a la izquierda y extrema izquierda), de profesarla públicamente y de protegerla empleando si es necesario la fuerza armada» (idénticas reacciones). También se atacó la conferencia del Padre Lucien Lefevre: «El Estado no tiene ningún derecho sobre la educación» (mismas reacciones). Entonces el diputado Henri Michel exclamó: «¡Éste es el respeto que tienen a las leyes laicas!”.


jueves, 27 de abril de 2017

MONSEÑOR LEFEBVRE Y LA SEDE ROMANA


PARA QUE LA DISPUTA NO SE VUELVA DISCORDIA

CONCLUSIÓN

Lo que no recuerdan es que Liberio figura en el catálogo de los Papas, a pesar de sus dos actitudes censurables.
De esto sacamos como consecuencia que se puede favorecer la ruina de la Iglesia y la propagación de la herejía, e incluso aceptar una fórmula no totalmente ortodoxa, y seguir gozando del Pontificado.
3) El Papa Honorio I: Sea cual sea la verdad sobre la condena de Honorio I, que hemos considerado al tratar del principio de inmunidad judicial del Romano Pontífice (ver más arriba), lo cierto es que nadie, incluso aquellos que lo habrían condenado, pensó que por eso perdió el Pontificado.
No puede alegarse que los Concilios y Papas que habrían intervenido en su condena no decidieron sobre este punto por el hecho de que Honorio ya había muerto. Todos los actos pontificales en los cuales comprometió, no sólo la infalibilidad, sino tan sólo su suprema jurisdicción habrían sido nulos e inválidos. Esto es de extrema importancia como para poder ser descuidado.
Por lo tanto, aún concediendo que un Papa pudiese ser juzgado y condenado, incluso excomulgado por un sucesor suyo, no por eso y necesariamente sería depuesto.
4) El Papa Juan XXII: Este Papa (1316-1334) sostuvo durante su pontificado lo contrario de lo que fue definido inmediatamente después de su muerte por su sucesor Benedicto XII, a saber, que las almas de los bienaventurados gozan de la visión beatífica sin tener que esperar la resurrección de sus cuerpos. De su error, se arrepintió en su lecho de muerte.
La Universidad de París, junto con toda la cristiandad francesa, lo combatió aguerridamente, pero sin dejar de reconocerlo como Papa.
Luego, sacamos como consecuencia que un Papa puede errar en materia de fe, no definida dogmáticamente aún por juicio solemne... pero ¿y la enseñanza del Magisterio ordinario y Universal?... ¿Sobre qué se apoyaban la Universidad de París y los católicos franceses para oponerse al Papa? He aquí un tema muy interesante e importante que merece ser estudiado a fondo, pero sobre el cual no podemos ahora pronunciarnos.
5) El Cisma de Occidente y San Vicente Ferrer: en un primer momento del cisma, este santo toma partido por los Papas Clemente VII y Benedicto XIII, llegando a ser confesor personal de éste último. Mientras tanto, Santa Catalina de Siena y San Antonino, apoyaban a Urbano VI y sus sucesores.
A partir de 1406, como consecuencia de una revelación, predica no ya de la obediencia a Benedicto XIII, sino de la unidad de la Iglesia.

El 6 de enero de 1416 lee en latín y catalán el acta de sustracción de la obediencia a Benedicto XIII.
La historia ha demostrado que Clemente VII y Benedicto XIII, así como Clemente VIII fueron antipapas, no menos que Alejandro V y Juan XXIII (el de aquel entonces).
Pero lo más interesante del caso es el Tratado del Cisma Moderno escrito por San Vicente a la edad de 30 años.
Primero plantea el problema: la cristiandad dividida en tres partes. Unos obedecen al Papa que reside en Roma, otros al residente en Avignon, unos terceros no se determinan ni por uno ni por otro, esperando mayor evidencia en un asunto tan delicado como trascendente
En una primera parte abarca la cuestión general: mueve a la determinación por uno o por otro, en contra de la indecisión (ni los dos verdaderos, ni los dos falsos).
La segunda parte es una batalla continuada para demostrarla tesis de la legitimidad de Clemente, frente ala ilegitimidad de Urbano. Los principios teológicos de la primera parte los encarna en el Papa de Avignon, para él verdadero vicario de Cristo. El desarrollo de los acontecimientos llevó al santo a la convicción contraria.
La lección que esto nos deja es que se puede ser perfectamente muy buen teólogo e incluso santo, tener muy buena intención y buena fe, pero históricamente estar en el error. Del mismo modo se puede ser juzgada por los hombres como partidario de una posición errónea y contraria al bien de la iglesia (Santa Catalina estaba catalogada como defensora de un antipapa) e históricamente estar en lo cierto. Lo importante del caso es que tanto Santa Catalina como San Vicente se afiliaban ambos a lo que de formal tenían aquellos en quienes creían ver al sucesor de San Pedro y Vicario de Cristo, a pesar de que en un caso (y podría haber sido en los dos) uno de ellos no lo era.
Para terminar, una pregunta: ¿qué queda de todas las Misas celebradas por San Vicente desde el inicio del cisma hasta 1416 en las cuales rezó "...una cum famulo tuo Papa nostro Clemente o Benedicto"? (continuara...)

N. B. Tambín nos hemos olvidado de aquella clausula que san Pío V pone en la bula "Quo Primum tempore" que dice: 
"EL QUE QUITE O AGREGUE ALGO... SEA ANATEMA"



AVISOS ESPIRITUALES DE SANTA TERESA DE JESUS


NO TIENES MAS QUE UN ALMA

82.- Saca, pues, la conclusión, y mira cuánto te importa acertar a morir bien, y cuánto pierdes si lo yerras. Y, pues así es advierte lo      que te avisan: que no has de morir más que una vez, e imponte muchas muriendo antes de morir, y ajustando la cuenta antes de darla, para que no yerres acción tan importante; porque si nunca te has impuesto en ella, no dudo si no .que la errarás.
83.- Que si los que pasan muchas veces la carrera y se imponen en este papel, al hacerle de veras se turban, y corren riesgo de hacerle mal, y tal vez le yerran, ¿qué será de los que le hacen de repente, sin haberse impuesto jamás?
84.- Sabido es lo que Vejecto  decía de los Romanos que imponían por mucho tiempo a los soldados bisoños en la paz, instruyéndolos para la guerra; enseñándolos a pelear, a acometer, a herir y defenderse, como si estuvieran peleando con el enemigo. Porque en la paz se disponen acertadamente las cosas de la guerra; y las que no están prevenidas, con la priesa que dan los enemigos, con el rebato y sobresalto, con el ruido y confusión, se yerran y todo sucede mal.
85.- Lo mismo sucede a los hombres en el combate de la muerte, en aquel rebato que nos ha de dar el enemigo, y no sabemos cuándo; que si los halla desapercibidos y sin prevención para aquella hora,  ni saben valerse, ni aciertan a batallar, ni a defenderse. La prisa que el enemigo da es grande, el sobresalto mayor, las fuerzas pocas, la turbación. a medida del temor, la victoria difícil, y de suma importancia.
86.- Todo aflige y todo turba, treguas no se conceden, por donde huir no se halla, el pelear es forzoso; mal se guerrea entonces, si un hombre no está enseñado antes, mal se dispone si un hombre no está bien dispuesto, y mal muere, regularmente hablando, el que ha ensayado a morir en el tiempo de salud. Por lo cual te conviene hacer lo que los Romanos, como ya dijimos, para que, estando diestro, no te coja de repente aquel trance, ni desapercibido, y así salgas victorioso.
87.- Haz cuenta que se ha llegado ya tu hora, y que estás agonizando, los ojos hundidos, ya tu color pálido, el pecho levantado, la respiración apresurada, los labios cárdenos, los dientes traspillados, los pies fríos, el sudor helado, sin pulsos, ni fuerzas, ni uso de los sentidos. Que de esta suerte te has de ver, y por ventura muy presto, y que te espera el Juicio, y te dan voces y llaman: Dame cuenta de tu mayordomía, porque ya se acabó el tiempo de ejercitarla.
88.- Mira qué tal te hallarías y qué cuenta darías si ahora te llamasen y pues no tienes día ni hora segura, prepárate desde luego, ajusta tus cuentas, y muere muchas veces en salud, para no errar una en la última enfermedad.
89.- Este aviso tomó el Santo Job y le enseño, según S. Gregario, el cual repara con justa razón ¿por qué, habiéndole DIOS ejercitado con tantos trabajos, escogió para vivir en un muladar, un lugar tan asqueroso? Porque se imponía para la muerte en lugar más semejante a la sepultura que pudo hallar, ensayándose a morir en él, paseando la carrera que había de correr después.
90.- ¡Oh cuanto dieran los que fueron vencidos por el tiempo, que tú tienes, para poderse restaurar! ¡Oh cuánto estimaran las horas que tú pierdes parlando, para tomar a morir y recuperar lo perdido! Mira que no has de morir más de una vez; por eso enséñate desde luego a morir bien.
91.- Solía decir Aristóteles que las cosas que no se hacen más que una vez en la vida deben hacerse magníficamente, con grande primor y perfección. La acción del morir no se ha de hacer más que una vez, y así conviene que se haga acertadísimamente y con toda perfección; porque, si se yerra, no hay otra a que apelar.
92.- Comentando S. Crisóstomo esas palabras de CRISTO: el que quisiere venir en pos de Mí tome su cruz y sígame; después de explicar que esa cruz no es la material, sino la espiritual de la mortificación, de las pasiones, ésa quiere que tomen cada día muriendo al mundo, y ensayándose para morir bien una vez, muriendo muchas en salud dice: lo que nos pide CRISTO es que estemos con las armas en la mano todos los días de nuestra vida, y a punto para cuando toque al arma la muerte, diestros en saber morir, acostumbrándonos cada día viviendo de tal suerte, que por la mañana nos preparemos a morir por la tarde, y por la tarde a la noche, y a la noche para morir al amanecer, para que siempre nos halle apercibidos. Esto es tomar la cruz cada día.
93.- Y ninguno lo extrañe por santo que sea, pues S. Pablo, con ser S. Pablo, se imponía cada día para morir, Y si S. Pablo usaba de este medio para estar diestro y seguro en la muerte, cuánta más razón es que le usen los pecadores...
94.- No sin causa mandó CRISTO que pidiésemos el pan de cada día, que, como explica S. Cipriano, es el substancial y verdadero del SANTISIMO SACRAMENTO, que se da por VL4TICO en la hora de la muerte, porque todos los días nos debemos poner en ella, disponiéndonos para morir, y pidiendo el Viático, como para salir de esta vida.
95.- Cuando entro Jonás en Nínive predicando penitencia: Dentro de 40 días Nínive será desolada, cobraron tan grande temor, que todos se vistieron de cilicio, predicaron ayuno y se postraron en la ceniza. La razón de esto último la da el Abulense diciendo que fue como sepultarse en ella, ajustándose con la sepultura y con la muerte; porque, como el plazo que les señalo fue tan corto, de 40 días, dijeron: pues, si tan presto habemos de morir, impongámonos desde luego y enseñémonos a morir, entrando en la sepultura y  midiéndonos con la muerte, antes que llegue, para acertar a morir cuando venga. Y fue divino pensamiento, porque por este medio se dolió DIOS de ellos, y alcanzaron perdón de sus pecados.

96.- Pues dime ahora: si señalando a los de Nínive 40 días de plazo no esperaron una hora, sino que luego se dispusieron y ensayaron para la muerte, ¿cómo te descuidas, no teniendo un día seguro? ¿Cómo das nuevos plazos a tu conversión, no teniendo el de una hora? ¿Cómo no te ensayas para la muerte, sabiendo que has de hacer su papel, y que no sabes cuándo?
¡SALVA TU ALMA!

miércoles, 26 de abril de 2017

Nacimiento, grandeza, decadencia y ruina de la NACION MEXICANA


EL PADRE MIGUEL AGUSTÍN PRO ANTES DE SER FUSILADO


"El entierro del P. Pro, fusilado el 23 de noviembre de 1927, y el de Toral, el 10 de febrero de 1929, dieron ocasión a manifestaciones de masas incontrolables, a escenas tumultuarias, seguidas de numerosas detenciones.
La vida cotidiana estaba llena de pequeñas rebeliones duramente castigadas por el gobierno. Se necesitaba permiso especial de las autoridades militares para vestir de luto lo cual se había convertido en el símbolo de la protesta muda. Crespones, inscripciones, ropas se hallaban bajo la jurisdicción de la ley, que no se atrevía sin embargo a proceder contra la multitud. También hoy la política laica y anticlerical... se detiene a las puertas de la Basílica...
Letreros que en cualquier otro punto de la República son considerados abiertamente revolucionarios y suenan a rebelión... ostentan en el interior de la Basílica su grito de revuelta, sin que ningún polizonte se arriesgue a arrancarlos: i Viva el Papa! ¡Viva Méjico católico! ¡Viva Cristo Rey!"
El pueblo oraba fervorosamente y aclamaba a Cristo y a Su Santísima Madre en los mismos templos, por las calles, por las plazas y por los campos. El culto privado se extendió profusamente. En campos, locales, casas y oratorias particulares, incluso de miembros o servidores de la tiranía, los sacerdotes, protegidos y ocultados por el pueblo, celebraban la Santa Misa e impartían todos los sacramentos.
Llena de rabia satánica, se propuso también la tiranía impedir y acabar con el culto privado, cometiendo toda clase de atrocidades. Asesinato y prisión de sacerdotes y de seglares. Vejaciones y despojos.
El Obispo de Calima, Mons. José Amador Velazco o, y el Arzobispo de Guadalajara, Mons. Francisco Orozco y Jiménez, sin transigir con la tiranía, permanecieron heroicamente dentro de sus diócesis ejerciendo su ministerio protegidos por su grey.
"El anciano Mons. Velasco, que había hecho frente al gobierno en 1925 y que había sido el primero en ordenar la suspensión de los cultos, no fue jamás aprehendido por el gobierno, pese a lo exiguo del estado de Colima y al número de tropas que en él operaban. Refugiado en la sierra del Tigre, protegido por su pueblo, protegido incluso por los agraristas de Ahuijullo, milicianos del gobierno y enemigos de los cristeros, siguió celebrando la misa, enseñando, confirmando y llevando la misma vida de privaciones y de angustias que los combatientes”.
"Cuando se conoce el ercarnizamiento con que el gobierno persiguió a Mons. Orozco, cuando se piensa que su destierro fue pedido por el presidente Portes Gil a los obispos, en el momento de establecer los Arreglos, cabe admirarse que desde octubre de 1926 a junio de 1929 no haya habido un Judas que lo entregara. Lo mismo que Mons. Velasco, llevó durante tres años la vida ruda de los cristeros, por montes y valles, durmiendo al sereno, guardado por los cristeros y protegido por los agraristas. A veces vivía muy cerca de Guadalajara, en las barrancas de San Cristóbal. Con su larga barba, vestido como campesino, se escabullía de entre las manos de los soldados; mulero un día, labriego el siguiente.... Viendo que la guerra era inevitable, después de los primeros levantamientos, pasó a la clandestinidad para no abandonar a su pueblo en una prueba cuyo horror temía y cuya duración preveía... “Meses antes de la suspensión del culto público decretado por el Episcopado, la aplicación de la legislación anticatólica había dado ya lugar en casi todo el país, no sólo a numerosos actos y manifestaciones estaciones de protesta y de repudio de la misma, sino también a numerosos y espontáneos motines y enfrentamientos sangrientos del pueblo con las fuerzas armadas de la tiranía”.
No obstante, Calles declaraba el 27 de julio de 1926 al New York Times: "Naturalmente que mi gobierno no piensa siquiera suavizar las reformas y adiciones al Código Penal. Ya cada nueva manifestación de animosidad u oposición o estorbo a las tareas administrativas de mi gobierno, se traducirá forzosamente en nuevas medidas de represión para quienes no acaten o desconozcan las leyes de Méjico. "
El 26 de julio, acusados del delito de provocación, de desobediencia a la ley fueron aprehendidos el Presidente y el Vicepresidente de la L. N. D. L. R., la cual no quedó acéfala porque tomaron posesión los previstos sustitutos.
"... Dos días antes de la supresión de cultos en toda la República decretada por el episcopado caía un viejo y modesto comerciante de aquella ciudad (Puebla), José García Farfán originario de Tlaxco, estado de Tlaxcala, quien contaba a la sazón 66 años de edad. De carácter enérgico, era ampliamente conocido y estimado en su barrio, por sus frecuentes gestos de caridad y su piedad acrisolada. Había impulsado, en su pequeño comercio de miscelánea las publicaciones católicas. Y precisamente para arreglar algún asunto pendiente con la revista El Mensajero del Corazón de Jesús y hacer unas visitas a la virgen de Guadalupe, estuvo en la ciudad de Méjico unos días en el mes de junio de 1926. A su regreso a Puebla llevó consigo varios letreros que le fueron proporcionados por la Liga Defensora de la Libertad Religiosa, a la que se había adherido desde un principio. "Puso en su aparador, en forma ostensible, aquellas leyendas que decían: ¡Viva Cristo Rey!, ¡Viva la Virgen de Guadalupe!, ¡Sólo Dios no muere!, etc.

"El día 28 de julio fue a comulgar, como si presintiera el próximo fin de su vida. A media mañana entró en la miscelánea el asistente del general Juan Guadalupe Amaya, que venía acompañado del general Daniel Sánchez y otro soldado, en un coche que se detuvo enfrente. Ordenó el asistente a Farfán que saliera a ver al general Amaya que lo llamaba.
“¿Dónde está? "-En su automóvil, allí a la puerta.
"-Pues dígale usted a su general, que hay la misma distancia de su automóvil a mi mostrador, que de mi mostrador a su automóvil, donde estoy a sus órdenes.
"Ambos generales entraron en la tienda y llenaron de improperios al anciano propietario, a quien ordenaron quitar los letreros del aparador. José García Farfán se negó, pues en su casa sólo mandaban, primero Dios y después él, y si alguien se atrevía a quitar de allí esos letreros tendría que atenerse a las consecuencias. Amaya sacó la pistola y disparó a quemarropa al anciano, quien por gracia de Dios no fue herido, y empezó a arrancar de la vitrina los letreros.
"García Farfán no resistió tal atentado y, lleno de ira tomó un frasco de cristal que contenía chiles en vinagre y lo arrojó al militar. El general Sánchez detuvo el improvisado proyectil con el brazo y recibió una herida en la muñeca. Eso bastó para que García Farfán se serenara y pidiera una disculpa a su contrincante. Y mientas curaba al herido con humildad franciscana, Amaya continuó destrozando el contenido del aparador. Sólo dejó, por descuido, un letrero que decía: ¡Dios no muere!

"García Farfán fue apresado por los militares y conducido al cuartel de San Francisco, sin que valieran las peticiones del vecindario que trataba de rescatarlo, ni la intervención de un abogado que interpuso un amparo que no fue tomado en cuenta por sus aprehensores.
"En la mañana del 29 de julio, Amaya formó el cuadro para fusilar al católico anciano y, momentos antes de dar la orden de fuego, con despiadado sarcasmo dijo a García Farfán: “A ver ahora cómo mueren los católicos... 
-Así -respondió el mártir, y estrechó el crucifijo de su rosario contra su pecho, al tiempo que gritaba: ¡Viva Cristo Rey!
"Las balas atravesaron su cuerpo. Allá, en el aparador de su comercio, un letrero proclamaba: ¡Dios no muere!
"García Farfán fue el primero a partir de esa fecha, de una larga lista de víctimas inmoladas por el odio ateo, Tras él, con frecuencia agobiadora, e irían al martirio miles de hombres, mujeres y niños,” 
Para presionar y obligar a la tiranía a la reforma de la legislación, la Liga, de acuerdo con el Comité Episcopal, decretó el 12 de agosto de 1926 el boicot o general bloqueo económico y social, que desde el mes anterior se había planeado para paralizar la vida social y económica, mientras estuviese en vigor el Decreto del 14 de junio, El boicot consistía esencialmente en abstenerse de pagar impuestos y reducir el consumo al mínimo indispensable.

El pueblo en general respondió con su ya acostumbrada generosidad y heroísmo reduciendo sus ya mínimos gastos y aceptando todas las privaciones y los peligros. Los ricos y los importantes hombres de negocios en general lo recibieron con antipatía y se opusieron al mismo al ver disminuir y peligrar sus negocios. No obstante, el boicot tuvo una muy importante repercusión en la vida social y económica. La tiranía lo declaró criminal y sedicioso y procedió brutal y sanguinariamente contra él, imponiendo severas penas de privación de la libertad y cuantiosas multas a quienes lo propagaran, sin vacilar en recurrir al asesinato.
En Colima "el boicot cobró mayor fuerza y el jefe militar de la plaza, general Benito García, de instintos sanguinarios, ordenó la aprehensión, la noche del 15 de septiembre, de varios pacíficos vecinos que aparecieron asesinados al día siguiente."
"Entre estos ocho muertos estaba don Francisco Zapién, honrado comerciante a quien arrancaron del seno de su hogar, de los brazos mismos de su esposa, para llevarlo a la muerte. Estaban también dos jovencitos, hijos de una viuda que vivía cerca de la huerta de la Florida... La mujer aquella, con la angustia de una madre que pierde a sus hijos en una sola noche sin motivo ninguno, sin ninguna formación de causa, de tan villana y criminal manera, no vaciló en presentarse ante el mismo criminal, general Benito García, para echarle en cara su infamia... Dos o tres días después apareció un cadáver de mujer colgado de un árbol cerca del paseo de la Piedra Lisa. "
"Aunque en forma diversa el boicot se hizo sentir en toda la Nación.
Intensamente en Jalisco y Calima. Menos intenso en otros lugares.
"Los efectos inmediatos del boicot obligaron al Ayuntamiento de la ciudad de Méjico a reducir el monto de las contribuciones a los cines: la primera semana, 50 la segunda y 25 la tercera. Eso no obstante en pocos días cerraron 15 cines y 3 teatros, lo que equivalía a un porcentaje elevadísimo en relación con las salas de espectáculos que entonces existían en la capital.
"El comercio se vio también seriamente afectado en sus ingresos, principalmente aquellos dedicados a la venta de artículos de lujo. Del Banco de Méjico, recientemente creado por Calles como banco del Estado, se retiraron siete millones de pesos cantidad enorme para las reservas con que contaba. Bajó también el movimiento de transportes y de carga en toda la República. El Gobierno se vio obligado, por falta de ingresos previstos, a prorrogar sus plazos para el pago de los pedidos que hacía a la industria y comercio nacionales."
"El consumo interior ha disminuido mucho. Los stocks se acumulan en la industria y en el comercio. Los pagos son difíciles y muchas empresas se encuentran en una situación inquietante. El Tesoro ha sufrido el contragolpe de esta situación... a causa de la fuga de capitales la tasa del peso cae”.



PREPARANDO EL BOICOT