PARA QUE LA DISPUTA NO SE VUELVA DISCORDIA
CONCLUSIÓN
Lo que
no recuerdan es que Liberio figura en el catálogo de los Papas, a pesar de sus
dos actitudes censurables.
De
esto sacamos como consecuencia que se puede favorecer la ruina de la Iglesia y
la propagación de la herejía, e incluso aceptar una fórmula no totalmente
ortodoxa, y seguir gozando del Pontificado.
3) El
Papa Honorio I: Sea cual sea la verdad sobre la condena de Honorio I, que hemos
considerado al tratar del principio de inmunidad judicial del Romano Pontífice
(ver más arriba), lo cierto es que nadie, incluso aquellos que lo habrían
condenado, pensó que por eso perdió el Pontificado.
No
puede alegarse que los Concilios y Papas que habrían intervenido en su condena
no decidieron sobre este punto por el hecho de que Honorio ya había muerto.
Todos los actos pontificales en los cuales comprometió, no sólo la
infalibilidad, sino tan sólo su suprema jurisdicción habrían sido nulos e
inválidos. Esto es de extrema importancia como para poder ser descuidado.
Por lo
tanto, aún concediendo que un Papa pudiese ser juzgado y condenado, incluso
excomulgado por un sucesor suyo, no por eso y necesariamente sería depuesto.
4) El
Papa Juan XXII: Este Papa (1316-1334) sostuvo durante su pontificado lo
contrario de lo que fue definido inmediatamente después de su muerte por su
sucesor Benedicto XII, a saber, que las almas de los bienaventurados gozan de
la visión beatífica sin tener que esperar la resurrección de sus cuerpos. De su
error, se arrepintió en su lecho de muerte.
La
Universidad de París, junto con toda la cristiandad francesa, lo combatió
aguerridamente, pero sin dejar de reconocerlo como Papa.
Luego,
sacamos como consecuencia que un Papa puede errar en materia de fe, no definida
dogmáticamente aún por juicio solemne... pero ¿y la enseñanza del Magisterio
ordinario y Universal?... ¿Sobre qué se apoyaban la Universidad de París y los
católicos franceses para oponerse al Papa? He aquí un tema muy interesante e
importante que merece ser estudiado a fondo, pero sobre el cual no podemos
ahora pronunciarnos.
5) El
Cisma de Occidente y San Vicente Ferrer: en un primer momento del cisma, este
santo toma partido por los Papas Clemente VII y Benedicto XIII, llegando a ser
confesor personal de éste último. Mientras tanto, Santa Catalina de Siena y San
Antonino, apoyaban a Urbano VI y sus sucesores.
A
partir de 1406, como consecuencia de una revelación, predica no ya de la
obediencia a Benedicto XIII, sino de la unidad de la Iglesia.
El 6
de enero de 1416 lee en latín y catalán el acta de sustracción de la obediencia
a Benedicto XIII.
La
historia ha demostrado que Clemente VII y Benedicto XIII, así como Clemente
VIII fueron antipapas, no menos que Alejandro V y Juan XXIII (el de aquel
entonces).
Pero
lo más interesante del caso es el Tratado del Cisma Moderno escrito por San
Vicente a la edad de 30 años.
Primero
plantea el problema: la cristiandad dividida en tres partes. Unos obedecen al
Papa que reside en Roma, otros al residente en Avignon, unos terceros no se
determinan ni por uno ni por otro, esperando mayor evidencia en un asunto tan
delicado como trascendente
En una
primera parte abarca la cuestión general: mueve a la determinación por uno o
por otro, en contra de la indecisión (ni los dos verdaderos, ni los dos
falsos).
La
segunda parte es una batalla continuada para demostrarla tesis de la
legitimidad de Clemente, frente ala ilegitimidad de Urbano. Los principios
teológicos de la primera parte los encarna en el Papa de Avignon, para él
verdadero vicario de Cristo. El desarrollo de los acontecimientos llevó al
santo a la convicción contraria.
La
lección que esto nos deja es que se puede ser perfectamente muy buen teólogo e
incluso santo, tener muy buena intención y buena fe, pero históricamente estar
en el error. Del mismo modo se puede ser juzgada por los hombres como
partidario de una posición errónea y contraria al bien de la iglesia (Santa
Catalina estaba catalogada como defensora de un antipapa) e históricamente
estar en lo cierto. Lo importante del caso es que tanto Santa Catalina como San
Vicente se afiliaban ambos a lo que de formal tenían aquellos en quienes creían
ver al sucesor de San Pedro y Vicario de Cristo, a pesar de que en un caso (y
podría haber sido en los dos) uno de ellos no lo era.
Para
terminar, una pregunta: ¿qué queda de todas las Misas celebradas por San
Vicente desde el inicio del cisma hasta 1416 en las cuales rezó "...una
cum famulo tuo Papa nostro Clemente o Benedicto"? (continuara...)
N. B. Tambín nos hemos olvidado de aquella clausula que san Pío V pone en la bula "Quo Primum tempore" que dice:
"EL QUE QUITE O AGREGUE ALGO... SEA ANATEMA"
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