Esta joven congregación hermana dio sus primeros frutos en 1924 con la profesión de 23
religiosas", ocho de las cuales partieron a Camerún ese mismo año.
Bernadette tomó el hábito el 20 de enero de 1928 en jouy-aux-Arches, y recibió
el nombre religioso de Sor Marie-Gabriel. Profesó en Béthisy el 25 de marzo de
1930. Finalmente partió en misión a Camerún en noviembre de 1933,
«abandonándose a la acción de la gracia y de la omnipotencia divinas», y
dejando a sus padres «en una atmósfera de paz»
De regreso a Roma el 17 de noviembre, el seminarista
Marcel encontró el Seminario muy cambiado. El venerado Padre Le Floch había
sido apartado de la dirección del Seminario, después de haberse visto envuelto
a su pesar en la agitación de la condena de la Acción Francesa.
4. La condena de la Acción Francesa Fundada en 1899
como reacción contra las fuerzas conjuntas de la masonería, el liberalismo,
etc., que formaban «la Anti-Francia», la Acción Francesa se había convertido en
una escuela de análisis y de acción políticas, «en un laboratorio de estudios
nacionalistas». En efecto -decía Charles Maurras (1868-1952), cabeza de esa
escuela-, «hay verdades políticas que no se inventan, sino que se observan;
probémoslas, pues». Lo que él observaba era que la revolución y la democracia
destruían a Francia. Lo que le convenía al país, y lo que había que restaurar,
era una «monarquía tradicional, hereditaria, antiparlamentaria y
descenrralizadas”, Hasta ahí no había nada que objetar a ese sano realismo
político. Más aún, la crítica pertinente que Maurras hacía del liberalismo y de
la Revolución había obtenido la aprobación del Cardenal Billot y realizaba una
obra salvadora para las inteligencias. Gracias a la enseñanza de Maurras, toda
una elite francesa, al tiempo que desechaba los falsos dogmas liberales,
operaba su conversión intelectual y luego moral: los no creyentes incluso
volvían a encontrar ahí el camino de la fe.
La desgracia y la paradoja eran que Maurras fue
agnóstico: «Tuve la desgracia -decia- de perder la fe; pero no soy un ateo,
como se ha pretendido, calumniándome. Jamás lo he sido"; En un principio,
cuando profesaba por la Iglesia católica una «admiración, respeto y amor por
esta Nave del orden intelectual y moral, era en consideración a su romanidad,
que a su parecer había canalizado el Evangelio hebreo, fuente de anarquía, la
cual se libera en el protestantismo”.
Ese error tan particular era irritante y echaba a
perder muchos de los escritos del autor anteriores a 1914. Igualmente, varias
de sus máximas de combate, como «¡Primero la política!»'" y «¡La política
no es la moral»!", que estaban llenas de una humilde sabiduría «de
situación» eso se prestaban a una interpretación tendenciosa y desastrosa. Sin
embargo, San Pío X se negó a condenar los escritos del jefe de la Acción
Francesa: «Hace demasiado bien -decia- defiende el principio de autoridad,
defiende el orden”.
Doce años después, el aura de la Acción Francesa
estaba en su cenit entre los católicos y en un episcopado combativo, pero
estorbaba a la política religiosa del Papa Pío XI, preocupado por las buenas
relaciones con el gobierno republicano”. Por otro lado, la influencia del
«maestro» de la Acción Francesa sobre la juventud le hacía temer por su querida
Acción Católica de la juventud. Al no estar orientado por la fe y la prudencia
sobrenatural, el espíritu de un maestro al que se escuchaba con pasión, ¿no
deformaría tal vez los juicios y arrastraría a los discípulos a acciones
reprensibles?"
El Papa decidió que un cardenal francés publicaría
una advertencia que él aprobaría inmediatamente. Pero el Cardenal Andrieu,
Arzobispo de Burdeos, redactó una admonición tan torpe que la confirmación
pontificia no pareció conveniente. El asunto, «lamentablemente comprometido»,
condujo a la resistencia de los dirigentes católicos de la Acción Francesa y
luego a duras sanciones romanas contra los lectores impenitentes de dicho
periódico, puesto en el indice.
Así, por ejemplo, se pudo ver cómo el Padre Robert
Dugon bendecía, ante las puertas cerradas de la iglesia, los restos mortales de
su padre, el vizconde Dugon, privado de funerales eclesiásticos por «pecado de
Acción Francesa». Sancionado por el Arzobispo de Besancon, el joven sacerdote
entró... en los Padres del Espíritu Santo".
Más grave aún, la condena de la Acción Francesa
supuso el triunfo de sus enemigos, los democristianos y católicos liberales.
«Lo cierto es -escribía el Padre Berto- que la
Acción Francesa
era la única fuerza antiliberal sólida en Francia, y que no había una "tercera fuerza”. Con la Acción Francesa prohibida a los católicos, los "liberales" quedaron como los únicos dueños del terreno, y lograron conservarlo después.
era la única fuerza antiliberal sólida en Francia, y que no había una "tercera fuerza”. Con la Acción Francesa prohibida a los católicos, los "liberales" quedaron como los únicos dueños del terreno, y lograron conservarlo después.
La condena de la Acción Francesa marcó un giro en la
historia
de la Iglesia; a partir de entonces las sedes episcopales fueron confiadas a clérigos del ala liberal, mientras que el combate antiliberal quedó marcado con la etiqueta falsamente infamante de «Acción Francesa». Ese hierro candente no le fue perdonado ni al Padre Le Floch, ni más tarde a Monseñor Lefebvre.
de la Iglesia; a partir de entonces las sedes episcopales fueron confiadas a clérigos del ala liberal, mientras que el combate antiliberal quedó marcado con la etiqueta falsamente infamante de «Acción Francesa». Ese hierro candente no le fue perdonado ni al Padre Le Floch, ni más tarde a Monseñor Lefebvre.
El silencio de Marcel Lefebvre En resumen, el
seminarista recluta quedó muy afectado por la condena. Veía en la Acción
Francesa un combate por el orden cristiano que él mismo deseaba: ¡Ah! -diría en
retrospectiva-, no era un movimiento católico, pero era un movimiento de
reacción contra el desorden que la masonería introducía en el país, en Francia:
una reacción sana, definitiva, una vuelta al orden y a la disciplina, una
vuelta a la moral, y a la moral cristiana. El hecho de que el Santo Padre la
haya condenado fue contrario al orden y le cortó las alas a la
contrarrevolución.
contrarrevolución.
Esto es lo que veía o presentía el joven, sin haber
leído jamás a Maurras ni haberse afiliado a la Acción Francesa.
Por lo demás, desde antes de su servicio militar, él
«se había propuesto no hablar de política», decía su hermana Christiane”.
Su hermano René no tenía la misma discreción; así,
durante su noviciado, se hizo amigo del apasionado Henri de Maupeou. Fue en
1924-1925, y ambos la emprendieron un día con su camarada Alexis Riaud, que
contaba: Quisieron darme a conocer la Acción Francesa. Me invitaron a pasear,
pero vieron que no mordía el anzuelo.
Después de la «condena», Marcel, por lo que a él se
refería, guardó más silencio que nunca sobre política. Durante una de las dos
visitas que hizo a Chevilly en 1927 a su hermano, contaba Christiane, éste
«intentaba iniciar la conversación (sobre el tema candente) y, viendo que él no
respondía, oí cómo le decía: «¡Es que a ti todo te importa un bledo!». Pero no,
claro que no era por eso. No era indiferencia, sino voluntad decidida. Uno de
sus compañeros de seminario decía sobre el seminarista Lefebvre: «En la
intimidad hablábamos de la Acción Francesa, pero nunca oí a Marcel tocar ese
tema. Uno de sus lemas era: “Roma ha hablado, el asunto ha terminado”.
En suma, por muy dolorosa que fuese, la prohibición
de la Acción Francesa no era nada a los ojos de Marcel Lefebvre en comparación
con la salida del venerado Padre Le Floch.
El Seminario Francés en la Cámara de Diputados el 25
de enero de 1925 el recreo de mediodía en Santa Chiara estaba animado. Se había
formado un coro alrededor de un padre que leía el periódico: el presidente del
Consejo, Édouard Herriot, para lograr que se suprimieran los créditos a la embajada
del Vaticano, atacó en pleno Palais-Bourbon al Seminario Francés, donde -decía-
«florecen las doctrinas políticas más contrarias a las leyes de la República».
A todo esto, el 1° de marzo los Cardenales y
Arzobispos franceses redactaron una declaración sobre la injusticia de las
leyes de laicidad y «las medidas que deben adoptarse para cambiarlas". Su
publicación irritó en grado máximo al Papa, deseoso de un arreglo.
De hecho, el 20 de marzo Herriot atacó en la Cámara
la declaración episcopal y denunció su pretendido origen: procedía directamente
-decía- «del Seminario Francés de Roma", Y Herriot citaba algunos
extractos de la conferencia del Padre Georges Michel en la Academia de Santo
Tomás: «El Estado tiene el deber de reconocer a la religión católica como la
única forma verdadera del culto divino... (Exclamaciones a la izquierda y
extrema izquierda), de profesarla públicamente y de protegerla empleando si es
necesario la fuerza armada» (idénticas reacciones). También se atacó la
conferencia del Padre Lucien Lefevre: «El Estado no tiene ningún derecho sobre
la educación» (mismas reacciones). Entonces el diputado Henri Michel exclamó:
«¡Éste es el respeto que tienen a las leyes laicas!”.
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