II.-EXPOSICIÓN TEOLÓGICA DE SANTO
TOMAS
Con
los siete artículos de la cuestión, cuyo orden acabamos de indicar, queda bien
perfilado cuanto se refiere al modo de conocer propio de los ángeles, y Santo
Tomás determina ampliamente en ellos, lo que pudiéramos llamar cualidades del
conocimiento angélico, tanto en el- orden natural como sobrenatural, que son
las siguientes:
1. ACTUALIDAD y POTENCIALIDAD EN EL
CONOCIMIENTO
ANGÉLICO. (a. 1)
Esta
es la respuesta del doctor angélico:
Dice San Agustín que
los ángeles desde que fueron creados gozan en la misma eternidad del Verbo de
una santa y piadosa contemplación. Pero el entendimiento que contempla no está
en potencia, sino en acto. Luego el entendimiento del ángel no está en
potencia.
RESPUESTA. Según el
Filósofo, de dos maneras está en potencia el entendimiento: una, como está
antes de aprender o hallar esto es, antes de adquirir el hábito de la ciencia;
y otra, como esta cuando ya tiene el habito pero no piensa su, objeto [72]. Si,
pues, se trata del primer modo, el entendimiento del ángel nunca está en
potencia respecto a las cosas que puede entender con conocimiento natural. La
razón es porque así como los cuerpos superiores, o sea los celestes, no tienen
potencia alguna para el ser que no esté completada por el acto, ,así tampoco
los entendimientos celestes, es decir, los ángeles, tienen potencia inteligible
alguna que no esté totalmente completada por las especies inteligibles que les
son connaturales, no obstante lo cual,
no hay inconveniente en que su entendimiento esté en potencia respecto a las
cosas que les son reveladas por Dios, como asimismo los cuerpos celestes están
a veces en potencia para ser iluminados por el sol.
Si, en cambio, se
trata del segundo modo, el entendimiento del ángel puede estar en potencia
respecto a las cosas de que tiene conocimiento natural, puesto que no siempre
está de hecho pensando en todo lo que naturalmente conoce. Pero en cuanto al
conocimiento del Verbo y de las cosas que ve en el Verbo, nunca puede estar en
potencia, porque de hecho siempre está contemplando al Verbo y lo que en el
Verbo conoce, ya que esta visión constituye su bienaventuranza, y la
bienaventuranza no consiste en un hábito, sino en un acto, como dice el
Filosofo.
Aunque
el ángel está de suyo en pura potencia respecto a las cosas que conoce por
revelación, su conocimiento nunca es puramente
potencial ni tampoco es siempre actual respecto a todas las cosas que
naturalmente conoce, respecto a las cuales está en acto próximo por las
especies inteligibles infusas; pero su operación
intelectiva es siempre actual y perenne en cuanto al conocimiento de sí
mismo y todo lo que por la visión beatífica conoce en el Verbo.
Aplicando
aquí cuanto se ha dicho anteriormente de la distinción real entre la potencia
intelectiva y la esencia del ángel (q, 54, a. 3), del medio en que entiende (q.
55) y del objeto propio y extensivo de su entendimiento (qq, 56 y 57), y
teniendo en cuenta el doble conocimiento, natural y sobrenatural, en el ángel,
así como la doble potencialidad del entendimiento humano, queda manifiesta en
cada caso la actualidad y potencialidad del entendimiento, angélico en su
operación, el
entendimiento puede suponerse en potencia esencial, es decir, en orden a
la adquisición de las especies inteligibles como medio determinante del
conocimiento : y en potencia accidental, es decir, para
el acto segundo de entender.
La
primera potencialidad no puede darse en el ángel con respecto al conocimiento
natural, ya que, por ser esencial y específicamente completo en el orden
intelectivo y está naturalmente desde su creación en posesión de las especies
inteligibles que le son connaturales. Puede, en cambio, darse, y se da de hecho
en él, tal potencialidad esencial en orden al conocimiento sobrenatural de lo
que conoce por revelación, pues respecto al orden sobrenatural no se da en el
ángel ni en natura alguna verdadera
exigencia natural, sino simple capacidad o potencia obediencial pasiva (a. 10 ad 2).
La
segunda potencialidad sí seda en el ángel respecto al conocimiento de las
cosas; pues, siendo finita la facultad
intelectiva y, por ende, limitado su poder, "no
siempre está de hecho pensando en todo lo que naturalmente puede conocer"
por el uso actual de las especies innatas que de las cosas tiene, sino que
libremente aplica dichas especies al conocimiento actual de los objetos,
porque, "teniendo también voluntad la substancia intelectual y siendo por
ello dueña de sus actos, en su arbitrio está, después que tiene la especie
inteligible, hacer uso de ella, produciendo el acto de entender, o usar sólo
una de las varías que tenga" (Cant.Gent. lib. rr, ca-p. 101).
Hay,
no obstante, en el conocimiento natural de los ángeles algún objeto respecto al
cual está, sin duda alguna, permanentemente en acto, como; insinúa el Angélico
Maestro en la respuesta ad 3. Este objeto es su propia esencia, que, siendo
siempre actualmente inteligible y estando permanentemente presente a su
entendimiento, íntimamente unida a él por identidad radical, respecto a ella el
entendimiento angélico está siempre en acto y nunca en potencia.
Este
conocimiento intuitivo perenne de sí mismo en el ángel lo afirma expresamente
Santo Tomás en otros lugares. "El entendimiento del ángeles dice no está
en potencia respecto a su esencia, sino que respecto a ella siempre está en,
acto, aunque respecto a las otras cosas inteligibles puede estar en
potencia" (De veritate, q. 8, a. 6 ad 7). Y asignando la razón añade:
"La mente del ángel se entiende siempre a sí misma.; lo cual acaece
precisamente porque se conoce a si misma por su propia esencia, que la está
informando siempre" (ibíd, a... 14 ad 6).
Además,
siendo comprensivo el conocimiento natural intuitivo que el ángel por Su
esencia tiene de sí mismo, no puede dejar de ver en ella también, aunque de
modo abstractiva, la imagen de Dios, autor de su naturaleza, del cual depende
como causa primera de su ser.
En
el orden sobrenatural está también siempre en acto segundo el entendimiento de los
ángeles buenos respecto al conocimiento del Verbo y de das cosas que ven en él
formalmente, es decir, en la esencia divina por la visión beatífica, la cual,
una vez conseguida, no puede perderse (1-2, q. 5, a. 4):
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